Bien lo dice el viejo refrán: "El que no sabe
es como el que no ve". Por eso hay que saber perdonar, a aquel que en su
ignorancia hace o dice
cosas a veces que hieren, ofenden o logran afectar.
Ese
que en la calle se ríe del que tiene una discapacidad, lo hace porque él mismo
posee una limitación: la de no saber ver lo esencial, aquello que vale demasiado y se
esconde más allá; no podemos
entonces pedirle que vea eso que la misma vida al tocarnos nos ha sabido
enseñar. Igual se
puede decir, del que dice no creer en el amor ni en la amistad; ha sido
porque quizás no ha tenido quien le forme en lo que es realmente amar; ¿cómo puede ver o hablar
de amor si no le han enseñado
a darlo, recibirlo y vivirlo?
No
podemos juzgar ni condenar, a quienes sin saberlo, cometen algún error; es nuestro
deber enseñarles y mostrarles cuál puede ser el camino mejor, darle siempre una nueva
oportunidad, así como lo hace con nosotros nuestro Creador.
Muchas
veces somos imparciales a la hora de señalar las fallas que cometen los
demás, nos volvemos ciegos de nuestras propias limitaciones, no logramos reconocerlas y
aceptarlas, creemos que sabemos demasiado, pero en realidad nos hace falta
aprender mucho más. Por
eso antes de ser el que tira la primera piedra, examinemos nuestro interior
y nos daremos cuenta que somos de los que quizás nos equivocamos más.
Urge
saber cómo descubrir y aprender a ver a Dios en los otros; percibir la
grandeza y perfección escondida en lo más sencillo y pequeño; aún más en lo que a simple vista
parece ser demasiado imperfecto,
porque es ahí donde el Amigazo hace despliegue de su creatividad e inmensidad.
Es
necesario, ser tolerantes, aprender a perdonar, no ser verdugos que condenen,
sino enseñar al otro a que vea como son las cosas realmente y pueda ver todo con claridad,
así no se reirá del que tiene una discapacidad, no señalará las
limitaciones ni errores, será uno más que se una a luchar por la verdadera
paz… no es misión imposible;
si cada uno pone su granito de arena, de formar con el ejemplo, el amor
y la tolerancia a la sociedad, podremos construir un mundo mejor, donde todos los seres
humanos aprendamos a descubrir en cada rincón y en cada corazón, la presencia
amorosa de Dios.
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