En
el año de 1922 llegaron a México tres mil personas menonitas invitados por el
presidente Álvaro Obregón, cuyo gobierno corrió con los gastos de dicha
llegada. El número aumentó a diez mil que se distribuyeron por Guanajuato,
Durango y Chihuahua. Se trataba de un grupo étnico que provenía de Zúrich,
Suiza, cuyo líder espiritual fue Menno Simons (1496-1561) un líder anabaptista
de los Países Bajos.
Los encargados de
establecer el acuerdo para inmigrar a México fueron varios dirigentes
menonitas, entre los que destacó David Rempel quien se encargó de establecer
una crónica de viajes. Según él, los menonitas salieron de Rosenfeld hacia
Winnipeg, para llegar a Tejas, de ahí pasaron a Arizona, luego a Nogales, y
posteriormente a Sonora.
En marzo de 1922 salieron
de Manitoba, Canadá seis trenes que llegaron a San Antonio de los Arenales.
Fueron nueve mil doscientas sesenta y tres menonitas que se asentaron en tres
municipios de Chihuahua.
Aparte
de los artículos domésticos, cada familia llevaba animales de crianza, madera,
materiales para construir de sus casas y quince millones de pesos. Cada familia
tuvo derecho a cuarenta acres de tierra. Al paso del tiempo se fueron
distribuyendo en varios estados de la República Mexicana.
Los inmigrantes que
llegaron a Chihuahua se dividieron en dos colonias: Manitoba y Swint Curent, y
en ella formaron un gobierno teocrático, dirigido por obispos elegidos por el
Espíritu Santo, quienes se encargan de que los miembros de las colonias vayan
por el buen camino. Solamente pueden ser obispos aquellos hombres que han
demostrado ser buenos padres y son casados y bautizados.
Se trata de un grupo muy
cerrado, endogámico, con costumbres muy antiguas algunas de las cuales se
remontan al medievo europeo. Conservan sus vestimentas tradicionales del siglo
XVI del norte de Europa. Y suelen trasladarse en carruajes antiguos. Cada
colonia menonita tiene sus normas propias, aunque en general se puede decir que
no suelen trabajar para personas fuera de la comunidad, ni se casan con
personas ajenas a su etnia. Rechazan la modernidad y se dedican a la lectura de
la Biblia, para alejarse de las tentaciones del Diablo. No asisten a bailes, ni
teatros ni cines, solamente pueden cantar en la iglesia. Por supuesto que tiene
prohibido el uso del celular, el internet y la televisión. No se permite el uso
de la energía eléctrica. Los niños estudian solamente de los siete a los
catorce años de edad, después de lo cual los hombres se dedican a ayudar en las
labores de sus padres, y las mujeres ayudan en la casa. Sus casas constan de
una caballeriza, un taller doméstico y la casa habitación propiamente dicha,
con tres cuartos; el destinado a las mujeres, el de los hombres y el de los
padres. Puede haber también un cuarto destinado a las visitas.
Sin embargo, las
necesidades de la vida moderna han obligado a algunos menonitas a emplear el
celular, conducir vehículos y aún a cambiar su vestimenta cuando es necesario
para sus negocios
Los menonitas se dedican a
la agricultura y a la producción de leche, mantequilla, crema y queso, y de
instrumentos de producción que venden a comercios no menonitas.
La lengua que hablan los
menonitas se llama Plautdietsch o Bajo Alemán Menonita, integrado por varios
dialectos que se hablan en Chile, Paraguay, Estados Unidos, México y otros
países donde se encuentran asentados actualmente. El Bajo Alemán proviene de un
grupo de menonitas que huyeron de la persecución que sufrían en los Países
Bajos y en Bélgica en el siglo XVI, para refugiarse en Danzig.
Hoy en día el plautdietsch
es hablado por cerca de cien mil personas, en algunos estados de México y de
América Latina. Existen dos dialectos de esta lengua. Los iniciales emigrantes
de Canadá hablan sobre todo el inglés.
Actualmente hay menonitas
en más de sesenta países.
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