Hace
muchos años, en el lugar que hoy ocupa el Lago de Pátzcuaro, en al actual
estado de Michoacán, vivían los primeros pobladores de la región. Eran
campesinos laboriosos que cultivaban sus fértiles tierras y eran muy felices,
pues contaban con hermosos bosques y arroyuelos de donde obtenían el agua para
sus cultivos, para calmar su sed y para asearse como es debido. Los campesinos
tenían sus dioses a los que veneraban y sus gobernantes a quienes respetaban
por justos y magnánimos.
Todo marchaba a la
perfección, hasta que un funesto día toda la región comenzó a ponerse muy
caliente, los campos se quemaron, los arroyos se secaron, la atmósfera se hizo
insoportable, y las personas morían de sed y de deshidratación. Por lo tanto,
animales y hombres empezaron a huir hacia el norte para no morir a causa de ese
enloquecedor calor.
Cuando los hombres estaban
huyendo muertos de pánico, de repente escucharon un terrible ruido que provenía
del cielo, todos voltearon hacia arriba y vieron una enorme bola de fuego que
se acercaba a la Tierra. Mucho más atemorizados que antes todos gritaban de
pánico ante este extraño fenómeno que nunca habían visto, les rezaban a sus
dioses y corrían o se echaban sobre la tierra tratando de meterse en ella para salvarse.
Al
poco rato el bólido se estrelló en la superficie de la Tierra. El ruido que se
produjo fue ensordecedor, se vio una luz muy brillante, se sintieron horribles
temblores, los montes se sacudieron de una manera espantosa y de sus entrañas
brotaron torrentes de agua por varios días que quitaron ese calor insoportable.
De esta agua emanada de los montes se fue formando el Lago de Pátzcuaro, tan
bello y hermoso como lo conocemos ahora.
Cuando las personas se
dieron cuenta de que había terminado el mortal calor y que un hermoso lago
había surgido en la región, sus miedos se calmaron y poco a poco fueron
regresando a sus lares. Al ver las tierras de sembradío inundadas por las aguas
del lago, se asustaron y les preguntaron a los dioses que de qué iban a vivir
de ahora en adelante, a lo que los dioses respondieron que no debían
preocuparse pues el sustento nunca les faltaría y que vendría de las nuevas
aguas. Y efectivamente, el lago estaba lleno de pescados blancos que
permitieron a los hombres no morir de hambre. La zona se convirtió en un pueblo
de pescadores
El sitio donde cayó la
magnífica bola de fuego se llamó Huecorio, “lugar de la caída”, y la gran bola
convertida con el paso del tiempo en roca, fue nombrada La Huecorencha; es
decir, “lo que cayó”.
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