Es lo que debemos preguntarnos, en medio de esas
circunstancias de la vida que no esperábamos, tal como: la muerte de un ser
querido, un adiós inesperado, una relación quebrantada, el nacimiento de un
hijo discapacitado, una enfermedad repentina, cualquier momento que deba ser
enfrentado y superado.
Por lo general, en los momentos más difíciles, solemos
lanzar un grito desesperado de ¿Por qué? el mundo se nos viene encima, el dolor
y la incertidumbre se apoderan de nosotros, quieren derrumbarnos. Sentimos que
perdemos nuestras fuerzas, nos estancamos o permanecemos en el abismo,
torturándonos, desgastándonos. Pero no podemos dejar pasar la vida sin
enfrentarlo, por ello, es mejor decir: ¿Y ahora qué?
¡Es
un reto! un cuestionamiento lleno de esperanza, de querer vivir intensamente, y
asumir con paz nuestra realidad; no rendirnos en el intento, ni renunciar ante
la dificultad. No quedarnos añorando lo que no poseemos, ni morir de dolor por
lo que perdimos, mucho menos lamentarnos por lo ocurrido; porque el tiempo
sigue corriendo, la vida no se detiene, hay que seguir, continuar.
¿Y
ahora qué? levantarnos con la mirada al cielo y el corazón lleno de esperanza,
por las cosas nuevas que nos vendrán; buscando nuevos caminos para recorrer,
otros mundos que conquistar, luchar por hacer nuestros sueños realidad.
Tal vez creerán que es muy fácil decirlo, pero que es
otra cosa vivirlo, es la excusa que decimos, cuando no queremos asumirlo; pero
nada hay imposible, todo se puede lograr; simplemente hay que decirse,
lanzarse, enfrentarlo y superarlo, porque no hay que mal que dure mil años, ni
cuerpo que lo resista; se pueden alcanzar cosas grandes, desde las más
pequeñas.
¿Y ahora qué? creer, amar, soñar, empezar, continuar,
seguir, perdonar, levantarse, ganar, esperar, tener fe, sonreír, llorar en paz,
confiar en que después de la tempestad más fuerte, la calma vendrá.
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