miércoles, 23 de enero de 2019

AHÍ ES DONDE ACTUA DIOS




Ahí, en ese querer avanzar para más pronto llegar intentamos correr y experimentamos lo que implica estrellarse muchas veces contra la propia realidad o esas barreras que otros nos intentan poner; y en ese afán que nos da, en vez de progresar, solo sabemos tropezar con esas piedras del camino que muchas veces no logramos ver.

Ahí en esa necesidad de amar y ser amados, entregamos por entero el corazón y en la experiencia del amor, se nos devuelve vacío y roto en mil pedazos; cuesta demasiado volver a creer o darnos la oportunidad de sentir o experimentar un nuevo sentimiento otra vez.

Ahí en esos momentos cuando los sueños fabricados se nos derrumban, porque las cosas no suelen salir como queremos, se nos cierran muchas puertas y surgen tantas voces que nos frustran, sin darnos cuenta nos dejamos robar la ilusión, dejando que nos invada el temor, prefiriendo dejar de soñar, viviendo solo del día a día sin atrevernos a pensar en más.

En cada herida que brota porque mientras se busca la rosa, se tropieza con las espinas; y en ese quebranto del ser, que le cuesta perder o tener que desviarse del camino que quería escoger; en esos escombros que suele convertirse el alma, cuando se rompen las ilusiones, se nos pisotean los sentimientos y se pierde la calma… en cada uno de esos momentos, surge la humanidad que se desborda, lanzándole a la vida y al mismo Dios reclamos por todo lo que nos pasó.

Ahí cuando se nos derrama nuestro barro, sintiéndolo endurecido en las manos del Amigazo, queriéndose revelar a ser modelado porque puede más la propia humanidad que la búsqueda de esa divinidad, porque sabemos que es difícil poder muchas cosas cambiar o controlar y nos domina el sentimiento que confunde al corazón y pelea con la razón.

Y experimentamos cansancio, queremos renunciar, sentimos no poder dar un paso más, imploramos paciencia y fortaleza, pero creemos que Dios no nos ha de escuchar, surge todo aquello que se revela ante lo que siente perdido, se deteriora nuestra fe cuando encuentra muchos obstáculos en el camino, renunciamos a creer después de haberlo entregado todo y contemplar roto el corazón y los sueños destruidos.

Ahí, justo ahí actúa Dios si se lo permitimos, nos modela con cada piedra, nos desvía con el golpe por un mejor camino; toma los pedazos de nuestro corazón lo sana, lo repara y le regala la oportunidad de experimentar un nuevo amor u otra amistad que le hará sentir que amar y ser amados es lo más hermoso que se nos ha concedido.

Dios sabe retomar cada uno de nuestros escombros, construir otros sueños más sólidos que aspiren a llegar más alto, y nos regala una silla para que al subirnos a ella podamos sentir que es posible alcanzarlos y realizarlos; solo El con su Divinidad, logra sanar cada herida si en sus manos amorosas nos sabemos abandonar y permitimos que nos dibuje para siempre una sonrisa, aunque en eso que el corazón siente se nos escape una lágrima y se refugie en una estrella o se transporte en la brisa.

Ahí cuando por todo lo vivido, vemos muchas veces todo demasiado oscuro; Dios nos enciende una luz en el camino, cuando nos regala la presencia fiel de un amigo que nos abraza y nos dice no temas yo siempre sostendré tu silla para que nunca caigas y estaré contigo.

Y todavía muchas veces pedimos milagros. Si cada día los experimentamos, en la fortaleza que sin ninguna explicación no nos permite renunciar y reanima nuestro paso; en la lágrima que se convierte en sonrisa, en la obra tan hermosa que surge al final, cuando el Alfarero logra modelar y regalarle su divinidad a la humanidad y fragilidad del tosco y rebelde barro.

Porque Dios no actúa en aquello que a simple vista se ve perfecto; El se goza y se recrea en todo lo se deja inundar de su inmenso amor, aunque sea en un frágil corazón, que se siente muy humano y demasiado pequeño.

En esa piedra que el hombre desechó, en el barro que alguna vez rechazó, ahí en el corazón que por su soledad y dolor se quebrantó y perdió toda ilusión; ahí en el sueño que se frustró porque no encontró un ideal que lo cultivó…en la oveja que se pierde del rebaño, en el hijo que se aleja de casa, en el que se equivocó, cae y fracasa, justo ahí es donde más actúa Dios.

Y de repente te admiras cómo se adorna el cielo con un hermoso arco iris después de la tempestad que arrasó con lo que había; y puedes contemplar como aquel corazón, volvió a darse una oportunidad en el amor, aún roto en pedazos por aquel sentimiento que tanto lo hirió… y nos hacemos testigo de la belleza de la vasija, que derrama entre sus grietas ilusiones, esperanzas y sonrisas, aunque antes fue barro que sentía como por su humanidad se revelaba a cambiar y se endurecía.

Y la piedra se convierte en una firme edificación, la oveja como el hijo perdido a su rebaño y casa regresó… el corazón arrepentido, pidió perdón… y el cielo hizo fiesta porque contempla con inmenso amor, la obra más perfecta de la creación, es la frágil humanidad que en su sencillez y humildad, permitió hacer realidad la inmensa Divinidad de Dios.

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