Cierto día, Tepeu y Gucumatz decidieron hacer a los
verdaderos hombres, después de haber fracasado en sus intentos anteriores.
Querían que los hombres existieran sobre la Tierra para
ser adorados, nutridos y celebrados. Ellos dijeron: Ha llegado el tiempo del
amanecer, de que se termine la obra y que aparezcan los que nos han de
sustentar, y nutrir, los hijos esclarecidos, los vasallos civilizados; que
aparezca el hombre, la humanidad, sobre la superficie de la tierra.
De esta manera salieron a luz claramente sus decisiones y encontraron y descubrieron lo
que debía entrar en la carne del hombre.
Poco faltaba para que el sol, la luna y las estrellas
aparecieran sobre los Creadores y Formadores.
De un lugar llamado Paxil, de Cayalá, Yac, el gato montés;
Utiú, el coyote, Quel, la cotorra; y Hoh, el cuervo trajeron elotes blancos y
amarillos.
Con parte de la masa de estas mazorcas, Ixmucané hizo
nueve bebidas para dar vigor y músculos a los primeros cuatro hombres, y con
otra parte formó su carne y su sangre.
Ellos se llamaron: Balam-Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah, y
Iqui-Balam. Estos fueron los primeros padres de los mayas creados por el
Formador, los Progenitores, Tepeu y Gucumatz.
Fueron hombres que hablaban, veían, andaban y asían las
cosas. Era bella su figura de varón. Además, eran inteligentes y lograban ver
el mundo que los rodeaba, aun cuando la distancia de las cosas fuese inmensa.
Se trataba de hombres maravillosos, que no tardaron en
darles las gracias al Creador y al Formador por haberles dado vida.
Pero a los dioses no les agradó que estos seres fuesen
tan perfectos, siendo que habían sido creados por ellos: Corazón de Cielo,
Huracán, Chipi-Caculhá, Tepeu, Gucumatz, los progenitores, Ixpiyacoc, Ixmucané,
el Creador y el Formador; o sea, todas las divinidades creadoras.
Entonces, Corazón de Cielo les echó vaho en los ojos, y
los hombres solamente pudieron ver lo que estaba cerca de ellos.
La sabiduría y los conocimientos de los hombres, padres
de los maya-quichés, se destruyeron, ya no eran tan perfectos como los dioses.
Para que formaran pareja con los estos seres, los dioses
crearon a Cahd-Paluna, Comihá, Tzununihá, y Caquixahá, todas hermosas mujeres
que engendraron con sus esposos a las tribus grandes y a las pequeñas de los
mayas. Los descendientes Tepeu, Olomán, Ahau, Cohah y Quenech se fueron hacia
el Oriente y se multiplicaron. Balam-Quitzé fue el abuelo y el padre de las nueve
casas de los Cavec; Balam Acab lo fue de las nueve casas de los Nihaib; y
Cahucutah formó las cuatro casas de Ahau-Quiché. Y así nacieron todos los
grupos de indios mayas.
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