Hasta la capital del Nuevo México llegaron los clamores de las constantes rebeliones de los Seris y Pimas.
A mediados de 1761, el Visitador General Don José
Gálvez comenzó a organizar una expedición militar a Sonora desde la ciudad de
México, con el fin de pacificar a Seris y Pimas, frenar a los Apaches y
proteger al Norte de México de las posibles invasiones que planeaban...
Mientras se preparaba la tal expedición Satán
andaba de plácemes, todo lo gobernaba a contentillo, crímenes y un mundo de
fechorías solapadas por la impunidad, y cómo si no había un ejército como para
doblegarlos y meterlos en cintura.
El Topahue era criminal de nacimiento, sus perversidades
como jefe pima no tenía parangón; corría la sangre como arroyuelo en ese
holocausto que hacía en cada ranchería el maldito cacique.
Los españoles que quedaban estaban estupefactos por
lo cruel de este indio, y más se asombraban pues se tenía razón en el sentido
de que esta tribu de indios seris bajos, eran gente pacífica y muy pronto para
aceptar las aguas del bautismo.
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