Mazahua es un nombre en lengua náhuatl
que significa “gente del venado”. Las raíces del pueblo Mazahua provienen de la
fusión racial y cultural de los asentamientos toltecas y chichimecas, y sus
integrantes se encuentran muy extendidos en el Estado de México y Michoacán de
Ocampo. Son gente muy trabajadora y muy hábil con las manos.
Cuentan los ancianos, que les contaron
sus padres, que a su vez les contaron los padres de sus padres, que antes los
hombres no eran como ahora, sino que hubo muchas razas de mazahuas que
precedieron a los hombres de hoy.
Los primeros, según se sabe, eran hombres de
una gran altura y se llamaban gigantes, ya que tenían una forma parecida a los
arboles de gigante que hoy en día conocemos. Estos hombres no contaban con un
razonamiento, se dice que eran tan tontos que cuando había fuertes
vientos se caían y no se podían levantar quedándose muertos.
Todos
murieron así tarde o temprano, y de la tierra, como el maíz a veces surge sólo,
surgió una segunda generación. Eran hombres hechos de tierra,
tenían una altura muy pequeña y se llamaban enanos. Ya contaban
formas de pensar, pero aun no eran capaces de sobrevivir por sí mismos y se
mataban entre sí.
Fue de esta forma que terminó esta generación. Luego
vino una tercera generación, que son los hombres que actualmente conocemos.
Dicen los ancianos que los mazahuas de ahora están hechos de madera y se llaman
simplemente hombres.
Pero en un principio esta generación
tampoco tenía muy afinada la capacidad para razonar, aunque la poseían. Los
hombres de madera erraban por el mundo, y si bien no los destruía el viento ni
se mataban entre sí, andaban como si no supieran su lugar en el mundo. Vivian
en cuevas, comían las cosas crudas y no sabían sembrar ni la calabaza ni el
maíz.
Un día, a la orilla del lago llegó un
viejo que los mazahuas nunca habían visto, pues se conocían todos entre sí.
Era
un viejo muy viejo, tan viejo que parecía tener mil años. Pequeño y de venas
marcadas, muchísimas arrugas le surcaban la frente. Nadie sabía de dónde vino
ni por qué, pero lo cierto es que construyó a la orilla del lago una pequeña
cabaña, cerca de una gran piedra, y se quedó a vivir ahí.
Los hombres
quedaron deslumbrados por la choza, algo nunca que antes habían visto. Los
hombres se acercaron a pedirle consejo, a lo que él viejo respondió: “la
solución a tus problemas está dentro de ti mismo”. En ese momento comenzaron a
construir sus casas, y ya no pasaron frío ni se mojaron cuando llovía.
Después vieron que el anciano golpeaba
la tierra y depositaba ahí unas pequeñas semillas. Tomándolo por loco, los
mazahuas siguieron construyendo sus casas hasta que, pasados varios meses,
vieron que de la tierra brotaban plantas, habas, chilares, calabazas y milpas.
Se acercaron una vez más a pedirle consejo, a lo que el viejo respondió:
“la solución a tus problemas está dentro de ti mismo”.
A partir de ese momento
los hombres comenzaron a trabajar la tierra.
Nadie sabe que fue del viejo, quien
muchos dicen era un espíritu del agua, o el mismo padre Dios que no quería que
pereciera esta nueva generación de mazahuas.
Lo cierto es que a las orillas del
lago, cuando sopla el viento, algunos sabios aun pueden escuchar al hombre
dando consejos, siempre el mismo, y siempre despertando algo dentro de quien lo
escucha.
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