Hunahpú e
Ixbalanqué los dioses nacidos de Hun-Hunahpú, estaban francamente molestos
porque Zicnapá, Sabio Pez-Tierra,
había dado muerte a los cuatrocientos jóvenes.
Dado que
el dios disfrutaba recogiendo en el río cangrejos y pescados para comer,
decidieron hacer una figura grande que tuviera la forma de cangrejo. Pusieron
la figura en las faldas de un cerro llamado Meauán, y fueron al encuentro de
Zicnapá a la orilla del río.
Cuando
los hermanos lo vieron le preguntaron a dónde iba, a lo que Sabio Pez contestó
que a ninguna parte, que estaba buscando su comida que consistía en pescado y
cangrejos pero que no había encontrado nada desde ayer y que tenía mucha hambre.
Los
gemelos en seguida le informaron que al fondo de un barranco se encontraba un
cangrejo enorme que les gustaría obsequiárselo pero que tenían miedo de
atraparlo.
Entusiasmado,
Zicnapá les pidió que lo atraparan o, en su defecto, lo condujeran al sitio
donde estaba esa maravilla de cangrejo. “Conmovidos” por la humildad de la
petición, Hunahpú e Ixbalanqué lo llevaron al barranco.
Zicnapá
estaba muy contento porque en verdad se estaba muriendo de hambre. Cuando
llegaron al fondo del barranco, en una especie de cuevilla, el cangrejo se
encontraba acostado de lado mostrando, solamente, su concha roja. Zicnapá quiso
atraparlo poniéndose de bruces, pero no pudo y desistió. Los gemelos vengativos
le preguntaron: -¿Lo atrapaste?- a
lo que respondió el aludido:
-¡No, porque se fue para arriba y poco me faltó
para cogerlo. Pero tal vez sería bueno que yo entrara para arriba!-
Zicnapá
se volvió a meter en la cuevilla. Cuando ya casi había entrado y solamente se
le veían los pies, el cerro sufrió un derrumbe y atrapó a Sabio Pez-Tierra
quien se convirtió en Piedra y nunca más se le volvió a ver. Así terminaron los
dioses gemelos con el dios que había matado a los cuatrocientos jóvenes.
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