Es lugar común decir que cuando alguien abandona su país de origen
para irse a radicar a otro, con el tiempo pierde sus costumbres. Más trillado
es el tema de los chicanos, pochos, tex-mex o México-americanos quienes con el
paso de las generaciones han adoptado una identidad propia que poco tiene que
ver con lo americano o lo mexicano. Sin embargo, también sabemos que las
tradiciones y costumbres no se pierden por completo, sino que se transforman de
acuerdo con la idiosincrasia de los tiempos.
Durante una visita a Chicago entre octubre y noviembre tuve la curiosidad de saber si algunas
familias mexicanas celebran el Día de Muertos y, de ser así, cómo lo hacen. De
antemano estaba enterado de que en un museo exhiben altares de muertos, pero
¿qué pasa en los panteones? ¿Dónde entierran a sus difuntos los millares de
mexicanos que radican aquí? ¿Cómo los recuerdan en estas fechas? El 1º de
noviembre vi un anuncio en un periódico local que invitaba a disfrutar de los
altares de muertos. Así se me ocurrió que tal vez podría escribir un artículo
sobre el Día de Muertos lejos de nuestras fronteras.
El anuncio en cuestión era de los funerales Zefrán, ubicados en un
sector latino en el centro de Chicago 1941 W. Cermark Road. Jennifer y yo
fuimos a visitarlo y con orgullo nos recibió la Sra. Concha Rodríguez, quien
explicó que hace pocos años se dieron a la tarea de mantener viva la tradición
de Día de Muertos, haciendo exhibiciones de altares en sus instalaciones. Dijo
que el principio fue difícil, pues no obtenían la respuesta esperada, sin
embargo, dos años antes unos parientes de su marido, que tienen una funeraria
en Iguala, Guerrero, hicieron un viaje ex profeso para colocar unos altares de muertos y
el éxito rebasó las expectativas. Fue así como cientos de personas revivieron o
se dieron cuenta de la existencia de una festividad muy arraigada entre
nosotros. Desde entonces, el interés por esta tradición ha ido creciendo al
grado de que en algunas escuelas organizan visitas a la funeraria y piden a los
niños que, si lo desean, lleven fotografías u ofrendas para colocarlas junto a
un altar común.
Al preguntarle si hay en Chicago algún panteón donde podamos observar la Fiesta de
Muertos, la Sra. Concha nos explica que muchas familias mexicanas todavía
mantienen la costumbre de enviar a los difuntos a México, para lo cual esta y
otras funerarias les ofrecen el apoyo legal, así como los trámites de traslado.
Por otra parte, agrega que los México-americanos de segunda o tercera
generación, quienes por razones obvias ya se han desligado de sus raíces,
normalmente sepultan a sus muertos en los cementerios locales, pero no sabe si
esas familias hagan algo especial este día. De todos modos, nos dio las
direcciones de dos panteones para que fuéramos a investigar.
Como andamos en un barrio latino, al ir caminando por las calles
inesperadamente por ahí nos topamos con un par de altares afuera de unos departamentos.
No hay persona que los vigile ni encontramos a alguien para que nos diga quién
los puso. Sin embargo, el simple hecho de estar ahí resulta significativo. Rato
más tarde nos percatamos también de que en algunas iglesias católicas tienen
pequeñas ofrendas y un desplegado informativo sobre el significado del Día de
Muertos y las misas que se ofrecen para la ocasión.
En toda la zona metropolitana de Chicago existen varios tipos de
cementerios divididos por razas e, incluso, por religiones. Así podemos encontrar
panteones ocupados por italianos, griegos, polacos o mexicanos, siempre
entremezclándose con los americanos. Pero también hay camposantos católicos o
protestantes donde se pueden mezclar las razas pero casi nunca las religiones.
Como nosotros deseábamos observar qué ocurría en los panteones con influencia
mexicana de preferencia católicos, fuimos a los sugeridos por la Sra. Concha.
Allí fue donde descubrimos que muchas personas sí celebran este día, aunque sin
el colorido y ambiente festivo que se vive en nuestro país. De esos dos, en el Saint Mary en
las calles Pulaski y 87 Street encontramos a varias familias mexicanas de
primera o segunda generación haciendo día de campo. La costumbre, si el clima
lo permite, es llevar comida y pasarse la tarde junto a la tumba de sus seres
queridos para estar un buen rato con ellos.
Algo que resulta interesante observar son las tumbas de mexicanos
en estos lugares de reposo eterno. Siguiendo la tradición norteamericana, no
existen criptas ni tumbas per se,
sino que todo el cementerio es un campo verde y arbolado con infinidad de
lápidas verticales. Lo más relevante, en el caso de los mexicanos, es que la
mayoría de tales lápidas tienen a la Virgen de Guadalupe como motivo principal,
algo poco habitual en los panteones en México.
Para redondear el artículo, al día siguiente fuimos al museo donde
en esta época dan una importancia muy marcada a la Fiesta de Muertos. Se trata
del Centro-Museo de Bellas Artes
Mexicanas cuya función principal es la de exhibir la cultura mexicana en
Chicago. Este centro-museo, que cuenta con varias salas permanentes, tiene una
sala de exposiciones temporales donde, desde finales de octubre hasta mediados
de noviembre, año con año se instala una muestra alusiva a esta tradición, con
altares, ofrendas, pinturas, fotografías, calaveras y paneles informativos en
inglés y en español sobre el tema en distintos rincones de México.
Para darle realce, hacerlo atractivo y con ello picarle la
curiosidad al transeúnte, en el jardín exterior suelen colocar un altar
monumental con varias figuras de cartón, como “la mojiganga” de la tehuana, “el
charro”, “la china poblana” y “el tamaulipeco”, que fueron las esculturas
seleccionadas el año pasado y realizadas por el artista invitado, Alejandro
García Melo.
Ya en el interior del museo, dentro de la sala temporal,
comenzamos a disfrutar de la interesante muestra con ofrendas traídas ex profeso de
diversas partes de México, como por ejemplo, una prestada por el Centro
Cultural de la Huasteca Hidalguense, otra del Distrito Federal, otra de
Janitzio, Mich. etc. Asimismo, algunos altares y ofrendas fueron realizados por
artistas locales, es decir, por mexicanos de primera, segunda o tercera
generación radicados en Chicago.
Vale la pena mencionar que en algunos de los altares se puede
observar un sincretismo muy singular entre lo mexicano y lo ya chicano, con
elementos tradicionales nuestros y otros modernos americanos. Por ejemplo,
vemos por ahí un altar dedicado a un héroe caído en la Guerra del Golfo
Pérsico, en el cual aparecen elementos como papel maché, papel picado, una
calavera de azúcar, un avión a escala de madera, el uniforme del difunto y la
bandera norteamericana.
Los guías del centro-museo, todos bilingües, nos explican que la
mayoría de los visitantes a esta muestra es gente de origen latino, dígase
jóvenes o viejos, así como escuelas cuya población es predominantemente latina.
Uno de ellos nos cuenta que los elementos tradicionales, como el pan de muerto,
las calaveras de azúcar y el papel picado son adquiridos en ciertas tiendas
mexicanas, pero siempre resulta difícil conseguir la flor de cempasúchil que,
en ocasiones, alguien importa bajo trámites legales muy estrictos. “Sin
embargo”, añade, “vale la pena tenerla porque le da un colorido muy especial a
los altares”. Otra alternativa es mandar pedir semillas a México, o
conservarlas para sembrarlas con anticipación y que la flor esté en su punto
para esos días.
El centro-museo cuenta, además, con
una pequeña tienda donde venden artesanías, libros y revistas tanto mexicanas
como México-americanas. Durante la exhibición de Muertos ofrecen también
fotografías, postales, dulces, calaveras de azúcar, chocolate o amaranto y
artesanías alusivas al tema.
Fue así como al estar lejos de mi tierra en estas fechas, pude
comoquiera disfrutar de la Fiesta de Muertos entre un ambiente mexicano muy sui generis, y reafirmar que, en efecto, algunas
tradiciones y costumbres pueden modificarse con el tiempo, pero jamás perderse
por completo.
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