Cuenta la
leyenda que Pedro y Paula, una pareja de campesinos, tenía un hijo y una hija a
quienes adoraban, y llenaban de amor y de besos.
Como
estaban los pequeños estaban muy consentidos les compraban muchas cosas y los
mimaban.
Cuando
tenían como ocho y siete años, Pedro le dijo a su esposa que ya el dinero no le
alcanzaba para nada, y que ya no podía alimentar y vestir a los niños, y que ya
no los quería.
Después de
discutir el problema de lo que debían hacer con el par de criaturas, decidieron
que ya no querían tenerlos y que los iban a dejar en el bosque para ver si
alguien los encontraba, los cuidaba y los mantenía.
Pedro llamó
a Agustín y a Juana –que así se llamaban los rechazados vástagos- y les
dijo que se alistaran porque iban a ir al bosque a buscar leña.
A los niños
les encantó la idea y se apresuraron a ponerle los aparejos al burro,
prepararon un hacha, una cuerda, agua, y unas tortillas para el camino.
Los tres
marcharon rumbo al bosque.
Después de
mucho andar, cuando llegaron a un claro el padre les dijo que lo esperaran un
momento porque iba a ver dónde había buena leña que acarrear,. Pedro se llevó
al burro y dejó a los niños solos.
Pasó el
tiempo, empezaba a oscurecer, hacía mucho frío y el padre no aparecía. Agustín
y Juana lo llamaron a gritos hasta enronquecer, pero nada, el padre no
aparecía.
Los niños
se pusieron a llorar desesperados porque no sabían cómo regresar a su casa.
Cuando más
desesperados se encontraban apareció una joven muy hermosa que brillaba mucho:
-“¿Qué es
lo que les pasa, queridos niños, a qué debe ese llanto?”- Les preguntó.
Los
jovencitos le respondieron llenos de miedo: -“¡Nuestro padre nos trajo al
bosque a buscar leña y nos abandonó, no sabemos qué hacer ni cómo regresar!”-
La joven brillante les propuso:
-“Dejen ya
de llorar, que con eso no arreglan nada, si lo desean los puedo convertir en
pajaritos”-
Los niños,
azorados, se voltearon a ver y replicaron:
-“¿En
pajaritos?”– -“Sí”- contestó la joven que brilla, así volarán muy contentos y
ya no llorarán.
-“¡Sííí!”-
replicaron al unísono Agustín y Juana, -“¡Queremos ser pajaritos!”- La mujer
que brilla efectuó unos pases mágicos, y los convirtió en hermosos pájaros a
los que llamó Mimincueo.
Desde
entonces estos pajaritos abundan por estas tierras habitadas por indios nahuas
de Puebla.
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