El Xoloitzcuintle, fue una raza de perros sin
pelo, originario de México. Cuenta con una antigüedad de tres mil años; fue un
regalo que el dios Xólotl le dio a los hombres para la salvación de su alma. En
la tradición oral mexica, Xólotl representaba al Señor de la Estrella de la
Tarde, del Inframundo; Dios del Relámpago, Dios del Juego de Pelota y guía de
los muertos en su viaje al Mictlan. A Xólotl le tocó en suerte ser el hermano
gemelo de Quetzalcóatl y de Tlahuizcalpantecuhtli, Señor de la Estrella del
Alba, a pesar de ser considerado el Dios de la Mala Suerte, pues Xólotl
personificaba el lado maligno de Venus y se le identificaba con la enfermedad y
las deformidades físicas. Esta deidad, temida y venerada, habitaba en el
Teteocan, el reino de los dioses aztecas, situado en el 12° Cielo.
Xólotl, jorobado y armado con un hacha, se
encargaba de proteger al Sol durante su paso por el Inframundo. Los hombres le
deben el haber conocido el fuego de la sabiduría. Xólotl rige el período de
trece días que comienza con el día 1 Cozcacauhtli, 1 Buitre. Su cuerpo se
representaba como un esqueleto humano con cabeza de perro. A veces, se le ve
con las orejas desiguales.
Xólotl, el perro bermejo, tenía atado al
cuello un hilo de algodón; encima de él los muertos podían cruzar el río
Chiconahuapan, Nueve Ríos, para llegar a Chiconaumictlan, el lugar de los
muertos. Por ello, cuando alguien moría los familiares le sacrificaban un perro
para que acompañara sus restos mortales en su difícil viaje de cuatro años
hasta llegar al río sagrado. Si no contaban con el cadáver porque la persona
fuese un guerrero que hubiera muerto en batalla, se hacía un bulto mortuorio
sin el cuerpo y se le agregaba la imagen del perro divino.
Durante la creación del Quinto Sol al que
pertenece la humanidad actual, cuando los dioses decidieron sacrificarse para
darle movimiento al Sol, Xólotl, acobardado ante su auto sacrificio, se
escondió para no morir: se echó a correr y se refugió en un maizal para
convertirse en un elote doble; luego, se escondió en un magueyal, donde tomó la
forma de una doble penca de maguey, mexólotl; pero pronto fue encontrado,
volvió a huir y se metió en el agua transformado en axólotl, ajolote. De nada
le valieron sus tretas, pues al final le atraparon los dioses y le dieron
muerte.
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