Guanajuato es una ciudad con muchos atractivos para el viajero,
por su fisonomía que es única, por su historia que es maravillosa, por su
abolengo cultural que la coloca en un sitio de privilegio en el país y más allá
de sus fronteras; por sus manifestaciones artísticas a través de su teatro
universitario, su Orquesta Sinfónica y su Estudiantina.
Sí, así es en efecto pero las cosas raras siempre serán motivo
de singular atracción.
La gran mayoría de turistas, los que por primera vez vienen a
Guanajuato, han recibido de los anteriores, de manera especial, dos
recomendaciones: el Callejón del Beso y que vean las Momias.
La momificación se debe, sin que sea esta una opinión
científica, a la ventilación especial, es decir, a la altura más bien que al
terreno pues lo mismo ocurre en las gavetas que en el suelo.
Con toda seguridad que el fenómeno tiene lugar desde que fueron
exhumados del Panteón Municipal, al termino del tiempo reglamentario, los
primeros cadáveres.
Ese término es de cinco años, pero la momificación debe
consumarse antes.
El dato de mayor importancia para nuestra población es la circunstancia de la
gran mortandad que hubo y porque varios de los cuerpos, por temor a que se propagara
más la peste eran inhumados casi en seguida de que se declaraban muertos.
Así sucedía que en algunos casos se les sepultaba cuando en
realidad todavía no expiraban, de modo que al volver de aquel estado
cataléptico, ya en la tumba, morían finalmente por desesperación, por angustia
o por asfixia. De ahí esa mueca de dolor que hay en algunas momias.
Esto fue cuando la peste del cólera morbus que registró en
nuestra población allá por 1833. Aun no existía el panteón actual, que es donde
se verificó la momificación.
Tal era la cantidad de muertos, que fue necesario abrir
panteones complementarios en las de la Compañía San Francisco, San Diego, Santa
Belén, San Roque, San Sebastián. Esta es una de las más antiguas.
A partir de 1861, fecha en que se inauguró el Panteón Municipal
siendo Gobernador del Estado del General Francisco Pacheco, datan las primeras
momificaciones. El primer cadáver momificado que se exhibió correspondió al
doctor francés Remigio Leroy, en 1965, que aún existe.
Desde hace muchos años las momias se exhiben al público en una
cripta que se halla justamente debajo del lugar donde se registra este hecho
curioso. En una galería que hay al fondo se ofrece el macabro espectáculo,
formando las momias una doble fila como 15 metros de fondo y acertadamente
detrás de una vidriera.
Por todo lo anteriormente expuesto en forma tan llana, el público
debe desechar, por inciertas, todas esas leyendas baratas que cuenta la gente.
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