Es común
escuchar a mucha gente decir: "Esto no fue lo que elegí; fue lo que me tocó vivir"
Contemplo
mucho de los rostros personas que encuentro por el camino, las que pasan de largo, esas que por
cualquier razón llaman la atención y
también las que transitan como desapercibidos; hay pobres y ricos, blancos y negros, altos y bajos,
gordos y flacos, cada uno vive su
realidad y cuando pienso de dónde viene esa diversidad, muchas veces concluyó, fue lo que les tocó
vivir, ellos no lo eligieron
así.
Nadie eligió lugar, color, familia, apariencia, raza, estatus o condición para nacer. Muchos soñaron en su vida hacer otras cosas muy distintas a las que les tocó ser y hacer; la solución ante esto no es resignarse, que suena como acomodarse, estancarse; sino por el contrario, aprender a amar la vida tal y como es.
Nadie eligió lugar, color, familia, apariencia, raza, estatus o condición para nacer. Muchos soñaron en su vida hacer otras cosas muy distintas a las que les tocó ser y hacer; la solución ante esto no es resignarse, que suena como acomodarse, estancarse; sino por el contrario, aprender a amar la vida tal y como es.
Pienso en la
inconformidad de la humanidad, hoy en día nadie está
satisfecho
con lo que es ni con lo que tiene, siempre hay algo que quieren cambiar o que consideran les ha de
faltar; y ante la pregunta del
por qué se sienten así, muchos han de responder: “Yo no lo elegí, fue lo que me tocó vivir"
De ese
sentirse insatisfechos, de todos esos vacíos que se crean por el desconcierto y la no aceptación de eso que
les tocó vivir como su realidad, se
llega a crecer sin motivaciones y pueden surgir
acciones
que más adelante pueden traer consecuencias irremediables, que hagan daño a sí mismo o a los demás;
personas que matan o roban por el
hambre o las carencias materiales, suicidios de aquellos que no aman la vida o no encuentran ante su
realidad otra salida; abusos por la
ambición, violencia como respuesta a violencia o que surge
como venganza por lo que les tocó o simplemente amargura y decepción, baja autoestima y depresión.
como venganza por lo que les tocó o simplemente amargura y decepción, baja autoestima y depresión.
¡Hay que
aceptar la realidad! Es lo que muchos han de expresar, y a veces suena pesimista, porque hay quienes
consideran que la realidad es todo lo
malo que nos ha de pasar y que no podemos evadir ni
cambia
¿Pero qué significa realmente? ser realistas es ser
conscientes
de aquellas cosas o situaciones que existen y que hay
que
asumir y enfrentar. Aceptar la realidad, no significa
resignarse,
cruzarse de brazos, martirizarse, auto compadecerse,
acomodarse,
estancarse, dejar todo pasar, es vivir cada día con lo que nos ha de traer; pero no simplemente
porque que fue lo que nos tocó vivir y
no hay nada más que hacer, sino, porque aunque hay
cosas
que no se pueden cambiar, sí las podemos transformar y renovar según como las hemos de ver, apropiarse,
afrontar y superar; no como respuesta a
la inconformidad o porque de ello dependa nuestra
realización
personal, sino porque hemos sido creados para ser
felices
y antes de pasar la vida pensando en lo que no tenemos o no queremos aceptar; es mejor concentrar nuestra
atención y disfrutar todo lo que
poseemos y que le da un valor a lo que somos, porque por algo Dios pensó en nosotros así tal cual y
nos dio la vida como prueba de su
inmenso amor, y a la vez para hacer en cada una de sus criaturas su sueño realidad.
Borremos de
nuestra mente, boca y corazón la frase conformista y
autocompasiva:
"Fue lo que nos tocó" no dediquemos nuestra vida a pensar y a lamentarnos por aquello que nos
hizo falta o por lo que no nos
gustó; descubramos todo lo grande, bueno y maravilloso que tenemos, luchemos por superar las
limitaciones que como seres humanos
poseemos; no para ser más que los demás y arrasar con lo que por el camino hallemos, sino para trascender,
superarnos, sentir que como hijos
de Dios y poseedores de un toque de su perfección,
podemos
transformar y renovar el universo y hacer de él un mundo mejor.
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