Agustín
Cosme Damián de Iturbide y Arámburu, más conocido como Agustín I de México, fue
coronado emperador en el año de 1822, en la Catedral Metropolitana. Este
emperador de poca duración en el trono, se casó con Ana María Huarte y tuvieron
diez hijos. El primero de ellos llevó el nombre de Agustín Jerónimo de Iturbide
y Huarte, el cual le pusieron cuando fue bautizado en el Sagrario
Metropolitano. A él le correspondió heredar el imperio – con los títulos de
Príncipe Imperial y Caballero de la Orden de Guadalupe-, derecho al que
renunció para cederle el trono a Maximiliano I, el austriaco que gobernó a
México por una cierta temporada, hasta que Benito Juárez lo derrotó y ejecutó
en el Cerro de las Campanas, sito en Querétaro, en el año de 1867.
Cuando el imperio cayó el
imperio Agustín II, como le llamaban algunos fanáticos de la monarquía, se
exilió en Europa con sus aristocráticos padres, donde permaneció por varios
años en el Amplefoth College situado en Yorkshire, Inglaterra. Cuando sus padres
regresaron a México de Londres, él se quedó en Europa, y Agustín I le escribió
una carta a su hijo de la cual reproducimos un fragmento:
"Vamos a separarnos, hijo mío,
Agustín, pero no es fácil calcular el tiempo de nuestra ausencia: tal vez no
volveremos a vernos. Esta consideración traspasa el corazón mío y casi parece
mayor mí pesar a la fuerza que debo oponerle; ciertamente me faltaría el poder
para obrar, o el dolor me consumiría, si no acudiese a los auxilios divinos,
únicos capaces de animarme en circunstancias tan exquisitas y tan críticas. A
tiempo mismo que mi espíritu es más débil, conozco que la Providencia Divina se
complace en probarme con fuerza; si, hijo mío, quisiera entregarme a
meditaciones y a cierto reposo cuando los deberes me impelen y el amor me
obliga a hablar, porque nunca necesitarás más de mis consejos y advertencias
que cuando no podrás oírme, y es preciso que te proporcione en pocos renglones
que leas frecuentemente los recuerdos más saludables y más precisos, para que
por ti mismo corrijas tus defectos y te dirijas sin extravíos al bien. Mis
consejos aquí serán, más que otra cosa, una indicación que recuerde, lo que
tantas veces y con la mayor eficiencia, te he dado"
Al
llegar a la edad de veinte años, se trasladó a la Gran Colombia, país de
América del sur creado en 1819 con la unión de varios países. Ahí trabajó con
Simón Bolívar el Libertador, presidente de la Gran Colombia, como su ayudante
preferido. A la muerte de Bolívar en 1830, Agustín regresó a México y se
incorporó al Servicio Exterior, pues el Congreso había ya permitido la entrada
al país a la familia Iturbide. Le correspondió la legación de México en los
Estados Unidos, donde trabajó dos años, para después trasladarse a Londres como
encargado de negocios.
Más adelante, en 1855, a
raíz de la aparición de las primeras Leyes de Reforma, los conservadores
propusieron coronar a Agustín Jerónimo como emperador con la condición de
casarse con una mujer de raza indígena. Idea que, por supuesto no progresó, y
que tal vez nunca conoció el príncipe de marras.
El príncipe frustrado
siguió trabajando en los Estados Unidos como diplomático. Cuando Maximiliano I
se convirtió en emperador por la fuerza, Agustín le cedió sus “derechos” reales
a cambio de una pensión vitalicia.
Agustín Jerónimo murió en
1866 en Nueva York, a causa de una mortal enfermedad de los riñones. Se
encuentra enterrado en la Capilla de San Juan, en Filadelfia, junto con algunos
miembros de su familia. Se cree que tuvo una hija bastarda con una peruana de
nombre Nicolasa Fernández de Piérola, a la que sus padres llamaron Jesusa de
Iturbide, quien con los años se convertiría en la esposa del presidente de Perú
Nicolás de Piérola Villena.
Se dice que Agustín
Jerónimo era cosmopolita, con una personalidad flemática, tal vez por los años
pasados en Londres, calmado y que tocaba la guitarra.
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