sábado, 22 de septiembre de 2018

EL POETA




Tizatlán, Lugar de la Tiza, fue uno de los cuatro señoríos de Tlaxcala, junto con Tepeticpac, Ocotelulco y Quiahuiztlán, los cuales formaban una federación manteniendo una cierta autonomía. Los gobernantes de los señoríos gustaban de las artes, de la oratoria y de la poesía.
Una leyenda tlaxcalteca nos cuenta que Motenehuatzin, hijo del señor de Tizatlan, destacaba por su inteligencia y su belleza. Fue hermano de Xicoténcatl El Joven y se convirtió en uno de los poetas más destacados de Tlaxcala.
Cuando llegó a la edad conveniente, su padre lo envió al Cuicacalli, la Escuela de Canto, para que se educara en las bellas artes del canto y la música. Cuando fue creciendo solía caminar por los floridos jardines de Tizatlán sin darse cuenta de que era admirado por las doncellas que lo contemplaban durante sus paseos. Todos le admiraban pues se le consideraba como un buen cantor, el predilecto de sus maestros.
En el año de 1490 Señor de Huexotzingo, el Rey Poeta, de nombre Tecayehuatzin, tuvo la idea de realizar un concurso de poesía entre los poetas de los cuatro señoríos y de otras localidades de habla náhuatl, pues era muy afecto a los cantos. Concurso en el que participarían todos los poetas de Chololan, Tlaxcala, Chalco y Texcoco, quienes versificarían y discutirían acerca de la trascendencia y del significado de la poesía. Como participantes se encontraban Ayocuan Cuetzpaltzin de Tecamachalco, Aquiauhtzin de Ayapanco, Xicoténcatl, Motenehuatzin, Xayacámach, y por supuesto Motenehuatzin, entre otros más.
Para tal efecto, el palacio de Tecayehuatzin se adornó de la manera más vistosa posible. Los señores principales y los participantes al concurso ocupaban los lugares de honor, mientras que el pueblo ocupaba las graderías.
Cuando apareció en el palacio Motenehuatzin vestido lujosamente con ropajes de colores rojo y blanco, símbolo de los tlaxcaltecas, todos los presentes lo admiraron por su majestuoso porte y su belleza. Entonces el príncipe poeta empezó a recitar:
Sólo he venido a cantar / ¿Qué decís, oh, amigos? / ¿De qué habláis aquí? / Aquí está el patio florido, / a él viene, / ¡Oh, príncipes! El hacedor de cascabeles / con llanto viene a cantar, / en medio de la primavera. / Flores desiguales. / Cantos desiguales, / en mi casa todo es padecer…
Al terminar el poeta su participación se oyeron exclamaciones de los asistentes que le ovacionaron por su actuación. Los huehues sonaban a más no poder y se escuchaba el impresionante lamento del caracol ceremonial.
Ni que decir tiene que Motenehuatzin fue el ganador del concurso, aquel que opacó a todos los participantes. Al llegar a su palacio, su padre, el Señor de Tizatlán, lo abrazó. Le felicitó y le dijo que merecía con creces ser el nuevo cacique de la ciudad.
De tal encuentro de sabios poetas da cuenta la obra Diálogo de la poesía: Flor y Canto cuyos folios se conservan en el manuscrito titulado Cantares Mexicanos, en donde se puede leer la salutación de Tecayehuatzin que dio inicio al concurso.


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