Tizatlán,
Lugar de la Tiza, fue uno de los cuatro señoríos de Tlaxcala, junto con
Tepeticpac, Ocotelulco y Quiahuiztlán, los cuales formaban una federación
manteniendo una cierta autonomía. Los gobernantes de los señoríos gustaban de
las artes, de la oratoria y de la poesía.
Una leyenda tlaxcalteca nos
cuenta que Motenehuatzin, hijo del señor de Tizatlan, destacaba por su
inteligencia y su belleza. Fue hermano de Xicoténcatl El Joven y se convirtió
en uno de los poetas más destacados de Tlaxcala.
Cuando llegó a la edad
conveniente, su padre lo envió al Cuicacalli, la Escuela de Canto, para que se
educara en las bellas artes del canto y la música. Cuando fue creciendo solía
caminar por los floridos jardines de Tizatlán sin darse cuenta de que era admirado
por las doncellas que lo contemplaban durante sus paseos. Todos le admiraban
pues se le consideraba como un buen cantor, el predilecto de sus maestros.
En
el año de 1490 Señor de Huexotzingo, el Rey Poeta, de nombre Tecayehuatzin,
tuvo la idea de realizar un concurso de poesía entre los poetas de los cuatro
señoríos y de otras localidades de habla náhuatl, pues era muy afecto a los
cantos. Concurso en el que participarían todos los poetas de Chololan, Tlaxcala,
Chalco y Texcoco, quienes versificarían y discutirían acerca de la
trascendencia y del significado de la poesía. Como participantes se encontraban
Ayocuan Cuetzpaltzin de Tecamachalco, Aquiauhtzin de Ayapanco, Xicoténcatl,
Motenehuatzin, Xayacámach, y por supuesto Motenehuatzin, entre otros más.
Para tal efecto, el palacio
de Tecayehuatzin se adornó de la manera más vistosa posible. Los señores
principales y los participantes al concurso ocupaban los lugares de honor,
mientras que el pueblo ocupaba las graderías.
Cuando apareció en el
palacio Motenehuatzin vestido lujosamente con ropajes de colores rojo y blanco,
símbolo de los tlaxcaltecas, todos los presentes lo admiraron por su majestuoso
porte y su belleza. Entonces el príncipe poeta empezó a recitar:
Sólo he venido a cantar / ¿Qué
decís, oh, amigos? / ¿De qué habláis aquí? / Aquí está el patio florido, / a él
viene, / ¡Oh, príncipes! El hacedor de cascabeles / con llanto viene a cantar,
/ en medio de la primavera. / Flores desiguales. / Cantos desiguales, / en mi
casa todo es padecer…
Al terminar el poeta su
participación se oyeron exclamaciones de los asistentes que le ovacionaron por
su actuación. Los huehues sonaban a más no poder y se escuchaba el
impresionante lamento del caracol ceremonial.
Ni que decir tiene que
Motenehuatzin fue el ganador del concurso, aquel que opacó a todos los
participantes. Al llegar a su palacio, su padre, el Señor de Tizatlán, lo
abrazó. Le felicitó y le dijo que merecía con creces ser el nuevo cacique de la
ciudad.
De tal encuentro de sabios
poetas da cuenta la obra Diálogo de la poesía: Flor y Canto cuyos folios se
conservan en el manuscrito titulado Cantares Mexicanos, en donde se puede leer
la salutación de Tecayehuatzin que dio inicio al concurso.
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