Hoy nada es igual que ayer, aunque estemos en el
mismo lugar; así pareciera
que cada día fuera repetido a tal punto que muchas veces no sabemos que
decir ni que contar; las mismas personas, el mismo camino, las mismas cosas, la misma rutina
que nos va envolviendo y arrastrando, haciéndonos caer en la monotonía, y
el tiempo se nos hace
algunas veces eterno, otros quizás ni nos alcanzó, apostamos carreras con el
reloj, sintiendo como se nos escapa de las manos los pocos
instantes en que nos sentimos relajados y acomodados… y le damos prioridad a
lo urgente, dejando de lado lo que es realmente esencial; hasta creamos necesidades que nos
hacen depender y aferrarnos
a lo superficial.
Se
dejan de lado los detalles, la sonrisa, el saludo, el recordarle al otro que
estamos vivos y que su existir le da a nuestro ser un toque especial; nos pasa desapercibido cada
día que se nos regala y el hecho de que somos realmente bendecidos; se
pierde la capacidad de
asombro, nos cuesta disfrutar, de la luz del sol, el brillo de las estrellas, la
hermosura de la luna, el roce de la brisa, el rugir
de las hojas, las palabras delicadas, la grandeza del mar; creemos que todo
ello hace parte de la cursilería de los artistas, poetas y locos, del cual a veces dicen que
todos tenemos un poco.
Perdemos
noción del tiempo, no escuchamos ni los latidos del corazón; pasamos de largo sin contemplar el
vestido de gala de las flores y
los árboles, hasta renegamos si el sol alumbra mucho o si se escondió.
Preferimos otras cosas en vez de aprovechar cada instante que podemos compartir con los que
amamos, expresando lo que sentimos, disfrutando el estar vivos, siendo
agradecidos con todas las
bendiciones que a diario y gratuitamente recibimos.
Y
en el libro de la vida, parece que cada día que vamos escribiendo lo fotocopiamos,
no tenemos nada nuevo que contar; y si revisamos más atrás, encontraremos quizás historias
inconclusas, círculos que no pudimos cerrar, hojas arrancadas, de momentos
que intentamos olvidar…
amores no correspondidos, relaciones truncadas, sentimientos vencidos, sueños dormidos, que
nos hacen perder la ilusión,
la fe y hasta la paz.
Sólo
se nos ha dado un cuaderno para ser escrito, del cual no sabemos cuántas
páginas tiene, no las desperdiciemos, ni escribamos en él quejas, lamentos o siempre lo mismo,
hagamos derroche de creatividad;
no podemos culpar a otros de nada, porque somos los autores de la historia que queremos contar,
hagamos que valga la pena de
ser leída por aquello que quieren aprender a vivir y vienen caminando
detrás; tengamos muy presente que aunque toda historia tiene su final,
en la vida, cada final es una nueva oportunidad de comenzar; porque nada es igual.
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