En
Tiltepec vivía una pareja de enamorados, muy conocidos en la comunidad, pues
ella era muy bella y él muy apuesto galán, y ambos pertenecían a buenas
familias. La más enamorada de la pareja era la muchacha. Estaban prontos a
contraer matrimonio, a la ceremonia estaba invitado todo el pueblo. Todo
marchaba a la perfección. Sin embargo, un día antes de la boda, la joven
decidió ir a visitar al novio a su casa, aun cuando según dictaba la tradición
eso no debía de hacerse, pues era creencia que traería muy mala suerte. A pesar
de todo, la joven contravino la norma y se dirigió a la casa de su adorado
novio, pues se moría de ganas de verle.
Al llegar a la casa tocó a
la puerta, y como nadie acudió a abrirle, entró hasta la recámara. Al ver la
cama se llevó tal sorpresa que estuvo a punto de desmayarse, pues en ella se
encontraban su prometido haciendo el amor con su mejor amiga. Al verlos, la
novia fue al patio por un grueso palo, regresó a la recámara, y mató a palos a
los infieles, quienes ni siquiera alcanzaron a defenderse ante tan salvajes y
certeros golpes. Una vez cometido su crimen, la desilusionada muchacha se puso
a llorar y regresó a su casa.
Al
siguiente día, la mañana del casamiento, la joven se presentó en la iglesia
vestida de novia y acompañada de sus padres que nada sabían de lo que su hija
había hecho. Esperaron los concurrentes la llegada del novio en el interior de
la iglesia. El tiempo pasaba y el muchacho no se presentaba. Dos horas después,
los invitados empezaron a reír y a burlarse de la atribulada novia. La
situación les parecía muy graciosa. Llorando de rabia, la mujer se salió de la
iglesia al tiempo que profería una terrible maldición a los asistentes: -¡Por
haberse burlado y reído de mí, yo los maldigo, y todos ustedes encontrarán una
pronta muerte! Y efectivamente así sucedió. En el lapso de un mes todos los
invitados habían muerto de manera misteriosa.
Desde ese nefasto día de la
boda frustrada, a partir de las nueve de la noche se oyen en la iglesia voces
que gritan: -¡Que vivan los novios! ¡Arriba los novios! Y si alguien llega a
escuchar el repiqueteo de las campanas, inmediatamente se muere y su fantasma
rondará en la iglesia para siempre.
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