El
día 11 de febrero de 1931 se suicidó en la catedral de Notre Dame de París,
Francia, una mujer de tan solo treinta y un años. Su nombre fue Antonieta, y
era hija de doña Matilde Castellanos Haaf y de un arquitecto llamado Antonio
Rivas Mercado, a quien se debe nuestro famoso Ángel de la Independencia que se
yergue en el Paseo de la Reforma de la Ciudad de México, y a quien apodaban El
Oso por lo alto y corpulento.
Antonieta nació en abril de
1900, y era la segunda hija de una familia de la alta burguesía mexicana que la
educó comme
il faut, bajo los cánones de la época porfiriana. Viajó a
París desde muy pequeña y hubiera podido dedicarse profesionalmente a la danza
clásica en la Ópera de París, a no ser por la rotunda oposición de su padre.
Desde muy joven se dedicó al cuidado de su casa, ya que su madre abandonó el
hogar para irse con su amante. Hecho que nunca le perdonó Antonieta. Cuando su
madre regresó a México para asistir al funeral de su marido, la hija abandonada
le lanzó las siguientes palabras: – ¡Tú no lo necesitaste para hacer tu vida,
él no te necesita a ti para morir!
Esta culta
y rica mujer hablaba varios idiomas, aparte del español materno, su educación
era inmejorable, lo cual le llevó a convertirse en mecenas de varios escritores
y pintores de la época, todos ellos de la mejor ralea. Se enamoró de uno de
ellos Manuel Rodríguez Lozano, miembro del grupo de los contemporáneos, a quien
amó con locura, pero de manera platónica, ya que Rodríguez era homosexual. Se
conocieron en el año de 1927.
Esta
mujer amante de las artes y la cultura, fundó el famoso Teatro Ulises y un
patronato para la Orquesta Sinfónica de México. El Teatro lo dirigía Xavier
Villaurrutia y Salvador Novo, y se encontraba situado en la Calle de Mesones
del centro de la Ciudad de México. Este teatro se convertiría en un teatro de
vanguardia a pesar de su corta existencia.
Antonieta decidió casarse
con Albert Edward Blair cuando contaba con diez y ocho años. De este matrimonio
nació Donald Antonio, y toda la familia vivía en un rancho en Coahuila. Pero
Antonieta no se llevaba bien con su esposo y decidió regresar a la casa de su
padre. Los intentos de reconciliación por parte de su marido fueron nulos y
acabaron separándose oficialmente, después de una agotadora lucha por conservar
la custodia de su hijo.
En 1928, se unió a la
campaña de José Vasconcelos para obtener la presidencia de México, y formaron
una pareja sentimental que duró tan solo un año, a escondidas de la mujer del
candidato, Serafina, quien vivía en los Estados Unidos. Al ser derrotado
Vasconcelos, Rivas Mercado se exilió primero en Nueva York y luego en París,
lugares en donde ejerció el periodismo.
En su viaje a París se
encontró con Vasconcelos. Antonieta, en un intento de regresar con él, le
preguntó si en verdad la necesitaba. Él, anteponiendo su ego ante la soledad de
la que fuese su amante le contestó: – Ningún alma necesita de otra. Nadie, ni
hombre ni mujer necesita más que a Dios; cada uno tiene su destino comprometido
con el Creador.
Al día siguiente, por la
mañana, en la Catedral de Notre Dame y frente a la imagen de un cristo,
Antonieta se dio un balazo en el corazón con la pistola de Vasconcelos que
había sustraido. La noticia causó un gran revuelo tanto en París como en
México. Su cuerpo fue sepultado en el cementerio de Thiai, situado en el
departamento de Val-de-Marne, y al vencer la concesión de la tumba, sus huesos
se trasladaron a la fosa común.
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