miércoles, 19 de septiembre de 2018

LOS MAZAHUA




Una leyenda mazahua del Estado de México nos cuenta que en el principio de los tiempos todo era absolutamente oscuro nada existía. De pronto, en el Cielo apareció una luminosidad muy roja y muy hermosa que producía el dios Jyaru, el sagrado Sol. Su luz hizo que la Tierra se iluminara completamente dejando a un lado la oscuridad.
Del amor de Jyaru y de Male Zana, la Madre Luna nació la vida. Sus amores produjeron lo que conocemos como vida, como sustancia, como esencia de todo lo que existe.
Y así, gracias al Sol surgió Xoni Gomui, el Gran Espíritu de la Tierra. Con el movimiento de los rayos de Jyaru, el mundo empezó a cobrar vida, el movimiento dio origen al viento el cual se convirtió en aire benefactor. Poco después Jyaru se puso a llorar y de su llanto se formaron, los manantiales, los lagos y los ríos. Enseguida, aparecieron en la Tierra los animales, las plantas y los hombres.
Al llevar a cabo su Creación, el Sol estaba muy contento y se reía a carcajadas, y de su risa nacieron las flores y los pájaros. El mundo se llenó de colores hermosos y de cantos. Pero el Señor Sol no se sentía muy contento, ya que los hombres que había creado, llamados Mandas, eran hombres muy altos, gigantes, pero eran muy débiles, tan débiles eran que el aire los tiraba al suelo y ya no podían levantarse.
Entonces el Sol creó otros hombres, los llamados Mbeje, pero estos resultaron tan pequeños no alcanzaban a llegar a la boca de entrada de las trojes para guardar las semillas de maíz que recolectaban y se exterminaron.
Más adelante Jyaru hizo otros hombres a los que llamó Mazahuas, los “verdaderos hombres”. Con ellos estuvo satisfecho el Señor Sol y los quiso mucho, los protegió y les permitió que de multiplicaran para poblar la Tierra. Estos seres viven en Niñi Mbate, en una isla del río Lerma conocido en lengua mazahua como Ndareje.
El primer hombre que creó el dios Sol se llamaba Nguemore, y vivió en el tiempo en el que aún las montañas no existían. Pero él vivía feliz porque amaba la naturaleza y le encantaba el sitio donde transcurría su existencia. Sin embargo, un cierto día sintió mucha soledad y tristeza, y pensó que sería muy bueno contar con una compañera que lo acompañara y alegrara sus días.
En una ocasión en que Nguemore estaba recolectando frutas, Tanseje, la Estrella de la Mañana, le habló y le dijo que le tenía una sorpresa. El hombre empezó a mirar a su alrededor tratando de encontrar la sorpresa de que la hablaba la Estrella, y entonces se dio cuenta de que una bella mujer con un largo y flotante manto blanco se acercaba hasta el lugar donde se encontraba. Nguemore se acercó a ella y le preguntó su nombre. A lo que la mujer le respondió que no tenía. Entonces él dijo que se llamaría Toxte. Curioso, le preguntó hacia dónde se dirigía, a lo que Toxte respondió que a ningún lugar. Al escuchar la respuesta, el hombre la invitó a quedarse con él y compartir su cueva. La bella mujer aceptó inmediatamente y vivieron juntos bajo la protección de Jyaru, el Sol, quien les protegió y permitió que tuvieran muchos hijos que poblaran la Tierra.


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