En la
ciudad de Guanajuato, cerca de donde se encontraba el rio Guanajuato, vivía una
de las familias más adineradas de la zona. Era un matrimonio que tenía
solamente una hija de nombre Adriana, una jovencita a quien cuidaban con mucho
celo. Ella era muy hermosa y tenía una gran cantidad de pretendientes que sus
padres no aceptaban porque los consideraba poca cosa.
Adriana
no soportaba más la presión a la que la tenían sus padres, siempre la mantenían
vigilada, no la dejaban salir de su habitación y el único contacto que tenía
con el exterior era por medio de una ventana. Así que una mañana, la chica
saltó por su ventana con ayuda de varias sabanas que había atado fuertemente.
Cuando su familia se dio cuenta de esto, salió a buscarla de inmediato.
Pero
al anochecer la chica llegó por su cuenta y les contó que había pasado todo el
día al lado de un hombre del que estaba enamorada. Este hombre la visitaba
siempre en su ventana y ya tenían mucho tiempo conociéndose. Los padres de
Adriana, tomaron la decisión de cerrar su ventana para siempre y la encerraron
en su habitación sin permiso de salir a ningún sitio de la casa.
Semanas
después ocurrió lo más temido, Adriana les dijo a sus padres que estaba
embarazada. Ellos obligaron a la jovencita a abortar porque no permitirían que
su hija estuviera en boca de todos. Después de esto, nadie supo más de Adriana,
los empleados de la casa fueron despedidos y poco a poco se quedó vacía.
Muchos
dicen que la joven murió mientras le practicaban el aborto, otros dicen que sus
padres fueron los que la asesinaron. Pero lo que sí es verdad, es que tras su
muerte cada media noche, se escucha el lamento de dolor de una mujer en las
calles de Guanajuato.
Se
trata del alma en pena de la Llorona, que siempre sale en busca de su hijo con
gritos de dolor y desgarradores. Las personas que la han visto, dicen que tiene
gran parecido a la jovencita Adriana, viste de blanco y que cada vez que pasea
por las calles la temperatura baja, logrando que las calles se inunden de una
misteriosa neblina.
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