Una
leyenda de los indios choles, que habitan en los estados de Chiapas y Tabasco,
nos relata que en un poblado de la zona maya vivía una mujer muy bella con su
esposo y su hijito. El matrimonio se llevaba bien y era relativamente feliz.
Cierta noche se fueron los
tres a dormir, después de una agotadora jornada de trabajo. El hombre y el niño
se quedaron dormidos muy pronto. La mujer los observaba y cuando se dio cuenta
de que ya estaban completamente metidos en sus sueños, se levantó y se dirigió
hacia el panteón de la localidad.
Al llegar al cementerio, la
mujer empezó a despojarse de su carne. Poco a poco se la fue quitando y la
dejaba tirada en el césped del camposanto. Ya despojada completamente de su
carne se fue a pasear por las calles del pueblo, haciendo un terrible ruido con
sus huesos que se entrechocaban. Al llegar a su casa, se subió al tejado sin
dejar de hacer ese tenebroso ruido de huesos, que daba horror.
Al escuchar
el sonido de los huesos, el marido se despertó vio al esqueleto de su esposa, y
se asombró de que no tuviera carne. Decidió espiarla para saber dónde había
dejado su carne. La mujer descarnada decidió volver al camposanto para ponerse
la carne y regresar a su hogar. Cuando el esposo encontró la carne de su esposa
regada en el suelo del cementerio, rápidamente regresó a su casa para traer
varios chiles. Con los chiles embarró toda la carne y el pellejo de su esposa.
Cuando
la mujer se dirigió al cementerio para volverse a poner su carne, se dio cuenta
que por más que trataba no podía pegarla al esqueleto, pues se volvía a caer.
Desesperada por lo que le estaba ocurriendo empezó a gritarle a su carne
pidiéndole que se pegara. Pero nada, la carne seguía sin pegarse y caía al
suelo irremediablemente.
Al dar las cinco de la
mañana la mujer decidió regresarse a su casa, aunque fuera descarnada. Y le
reprochó al esposo lo que le había hecho, y le aseguraba que si hubiera sabido
que a su esposo no le gustaba que saliera y se quitara la carne, ella lo
hubiera obedecido con mucho gusto. En cambio, ahora ya no había remedio porque
no podía ponerse la carne de vuelta.
Y como la carne se negaba a
adherirse al hueso, al poco tiempo la pobre mujer murió completamente
descarnada. El esposo quedó muy triste por lo acontecido.
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