Hace algunos años en Pachuca vivía una
hermosa mujer cuyo nombre aún sigue siendo un misterio. Era joven, llena de
vida y con una gran cantidad de cualidades que eran de envidiarse. Le gustaba
ayudar a los demás, siempre apoyaba a los ancianos, educaba a los niños y
procuraba a los enfermos. Todo lo hacía con una enorme sonrisa.
Cada
tarde salía a pasear al cerro porque le gustaba mantenerse en contacto con la
naturaleza y disfrutar del viento que refrescaba su rostro y su cabello. Este
tiempo lo dedicaba a pensar en cómo podría ayudar a su ciudad ya que en esa
temporada los habitantes vivían en pobreza extrema. Una tarde, cansada y
desesperada de no poder hacer nada, comenzó a llorar con mucha tristeza en el
cerro y el viento era cada vez más fuerte.
Se
dice que, al caer la noche, la joven escuchó una voz desde el cielo que le preguntaba
sobre su sufrimiento. Al escuchar las nobles intenciones sobre querer ayudar a
su pueblo, de la tierra surgió otra voz más fuerte que le ofrecía un trato a
cambio de su belleza y su alma. La chica no dudó en aceptar, y de inmediato
cayó muerta al piso, su cuerpo fue devorado por una grieta en la tierra y
desapareció sin dejar rastro. Nadie sabe con quién hizo el trato, pero tras su
muerte la situación mejoró en la ciudad.
Al día
siguiente los habitantes habían encontrado plata en las minas, lo que ayudó al
pueblo a ser uno de los más ricos durante mucho tiempo. Desde entonces, cada
tarde el viento sopla tan fuerte que se puede escuchar su rugir entrar por las
ventanas y puertas de las casas en Pachuca. En su memoria, se colocó una
estatua de la joven en el centro de la ciudad como si estuviera disfrutando del
viento con su cabello suelto.
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