En la sierra alta tarahumara vivía el
emperador Candameña, un hombre respetado por su pueblo y muy trabajador. Su
hija Basaseachi estaba interesada en encontrar a un hombre para casarse, pero
su padre no estaba de acuerdo con esto ya que consideraba que nadie estaba a la
altura de su preciada hija.
Candameña
pidió que se reunieran los mejores hombres del pueblo a quienes consideraban
los más fuertes. Les ofreció la mano de su hija a cambio de pasar una serie de
pruebas que pondrían en riesgo su vida. Aunque no estaban muy convencidos, al
ver la belleza de la princesa Basaseachi aceptaron los retos de su padre.
Las pruebas
fueron tan difíciles y duras que la mayoría de los aspirantes murieron. Al
final, solamente quedaron cuatro hombres: Pamachi el señor de la barranca,
Carichí señor de las huellas del viento, Tonachi el señor de la cima y
Arenaponápuchi señor del valle verde. Los cuatro estaban decididos a llegar
hasta el final para conseguir la mano de la hermosa Basaseachi y convertirse en
sucesores del emperador.
Pero Candameña era un padre demasiado
celoso, así que realizó una prueba final para los cuatro hombres. Ninguno de
ellos pudo sobrevivir a la última prueba, así que la pobre princesa no tuvo
candidato para casarse. A pesar de que su padre estaba feliz, Basaseachi entró
en una terrible depresión que la llevó al suicidio.
Corrió
con mucha fuerza y se aventó al abismo desde lo alto de las montañas, su padre
al verla saltar utilizó todos sus poderes para convertirla en una hermosa
cascada. Mientras su cuerpo caía su cabello se convertía en un gran río
cristalino que la atrapó para siempre.
Muchos
dicen que el emperador Candameña se sintió tan mal de haber sido el culpable de
la tragedia de su hija que enfermó gravemente y al poco tiempo murió. Su
espíritu está condenado a vagar cerca de la cascada de Basaseachi custodiando a
su hija y esperando que un día lo perdone.
Pero Candameña era un padre demasiado
celoso, así que realizó una prueba final para los cuatro hombres. Ninguno de
ellos pudo sobrevivir a la última prueba, así que la pobre princesa no tuvo
candidato para casarse. A pesar de que su padre estaba feliz, Basaseachi entró
en una terrible depresión que la llevó al suicidio.
Corrió
con mucha fuerza y se aventó al abismo desde lo alto de las montañas, su padre
al verla saltar utilizó todos sus poderes para convertirla en una hermosa
cascada. Mientras su cuerpo caía su cabello se convertía en un gran río
cristalino que la atrapó para siempre.
Muchos
dicen que el emperador Candameña se sintió tan mal de haber sido el culpable de
la tragedia de su hija que enfermó gravemente y al poco tiempo murió. Su espíritu
está condenado a vagar cerca de la cascada de Basaseachi custodiando a su hija
y esperando que un día lo perdone.
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