Cuenta
una leyenda de Temoaya, Estado de México, que en una ocasión iba el apóstol
Santiago paseando a caballo por el campo con su hermano San Felipe. El caballo
de Santiago era blanco y el de San Felipe rojo. Felipe envidiaba mucho el
caballo de su hermano, pero se trataba de conformar, aunque no lo lograba.
Decidieron prolongar su
paseo hasta convertirlo en un viaje hacia otros poblados lejos de los suyos. Al
llegar la noche se pusieron a descansar en el bosque, necesitaban dormir,
aunque Santiago temía que les fuesen a robar sus cabalgaduras; razón por la cual
le propuso a San Felipe que se durmiera mientras él vigilaba a los caballos.
Sin embargo, Felipe protestó y le dijo a Santiago que era mejor que descansara
primero porque se veía muy agotado, y que se amarrara el caballo a un pie para
asegurarse de que nadie se lo llevaría. Y así lo hicieron.
Santiago se durmió
inmediatamente y hasta roncaba fuerte. Felipe, al verlo tan dormido, pensó que
era la oportunidad que esperaba para hacerse del caballo blanco que tanto le
gustaba. Ensilló al caballo blanco e. irónicamente, le dijo a su hermano:
¡Hasta pronto, Santiago!
Al
día siguiente cuando Santiago se despertó, vio que no estaba su caballo y el de
su hermano sí. Se dio cuenta que se lo había llevado y se enojó muchísimo. No
se explicaba por qué se había robado Felipe su caballo. Era un robo terrible.
El apóstol se montó en el caballo rojo y siguió andando. Cuando se encontró con
Felipe, muy molestó le preguntó la causa de ese robo entre hermanos. Pero
Felipe negó el hecho de habérselo robado y le contestó que el caballo blanco
que montana lo había comprado. Al decirla Santiago que el caballo rojo que
montaba era el del ladrón de caballos, Felipe lo negó y respondió que él nunca
había visto a ese caballo rojo. Santiago se enojó terriblemente con su hermano
y ya nunca le volvió a hablar.
Desde entonces, las
personas empezaron a adorar a los dos santos. Cada uno en su barrio y con su
imagen propia. El día del Santo Patrono se les festejaba a ambos, cada uno en
su respectivo templo. Pero era curioso que durante la celebración de la fiesta
de Santiago siempre llovía, había truenos y hasta granizaba. Sin embargo,
cuando se celebraba la fiesta de San Felipe el sol salía majestuosamente y el
cielo estaba por completo azul. Este hecho se debe a que San Felipe está muy contento
de tener el caballo blanco; a diferencia del pobre Santiago que lo perdió y
tuvo que conformarse con el caballo rojo de su trinquetero hermano.
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