Ana María
Dolores era una niña muy querida por su familia, tenía 2 años cuando tuvo que
ser cuidada por sus abuelos en Orizaba ya que sus padres trabajaban en la
Ciudad de México. Su abuela se encargaba de hacerle el desayuno cada día,
siempre la tenía limpia y salía con ella al parque durante las tardes.
Una
mañana, su abuela puso leña para calentar agua y poder bañar a la niña, pero
una de sus vecinas tocó a la puerta. La señora dejó por un momento a la pequeña
mientras platicaba en la entrada de la casa con su amiga. Fue entonces cuando
en un descuido la niña se acercó a las llamas y una de ellas alcanzó su
vestido, incendiándolo rápidamente. La mujer escuchó el llanto de la niña pero
ya era demasiado tarde, Ana María estaba envuelta en llamas.
La
pequeña murió con mucho dolor al ser quemada vida, sus padres viajaron hasta
Orizaba para darle sepultura en el panteón Juan de la Luz Enríquez. Solicitaron
a un arquitecto que le diseñara un nicho de mármol con un ángel del tamaño real
de la niña. Pasaron más de 100 años hasta que no sobrevivió ninguno de los familiares
de la pequeña cuando cosas espeluznantes comenzaron a pasar en su tumba.
Las
personas notaban que durante los días de lluvia la figura del ángel cambiaba de
posición para proteger la tumba. Otras veces se podía ver a una niña correr en
el panteón, buscando juguetes y tomando flores de otras tumbas, para que al día
siguiente todo apareciera al pie de la tumba de Ana María.
Nadie
le lleva flores, nadie procura limpiar la tumba, pero a pesar de que ha pasado
mucho tiempo, la misteriosa tumba sigue como nueva. Los turistas suelen
visitarla esperando ver al ángel moverse pero los habitantes la respetan pues
dicen que se trata de una tumba con poderes sobrenaturales.
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