A lo largo de las épocas, los relatos de ciudades y continentes
perdidos han excitado la imaginación del hombre. Todavía hoy prosigue la
búsqueda de la isla de Atlantis o Atlántida, que se cree destruida hace más de
10.000 años por terremotos y mareas gigantescas. La Atlántida no es la única
tierra legendaria pérdida bajo las aguas. Se ha dicho que dos continentes
enteros desaparecieron sin dejar rastro; los dos eran mayores que la Atlántida
y cada uno de ellos ha sido descrito, en algún momento, como la cuna de la
humanidad. Si hemos de creer las leyendas, dos civilizaciones mucho más vastas
han desaparecido sin dejar rastro, victimas también de cataclismos naturales.
Los nombres de estos dos perdidos jardines del Edén eran MÚ y LEMURIA. Se supone
que MÚ estaba situado en el océano
Pacífico y que su tamaño doblaba el de Australia. La leyenda afirma que LEMURIA ocupaba la mayor parte del
océano
MÚ es el nombre de un hipotético continente, que se piensa
estuvo situado en el Océano Pacífico, antes de que se hundiera en el mar.
Su caso parece similar a los de la Atlántida y LEMURIA. La primera mención conocida de MÚ aparece en las obras de Augustus Le Plongeon 1825–1908, un
viajero y escritor del siglo XIX, que llevó a cabo investigaciones de las
ruinas Mayas, en la península del Yucatán. Anunció que había traducido las
antiguas escrituras Mayas, que demostraban que era una civilización más antigua
que las de Grecia y Egipto. Además contaba la historia de un continente incluso
más antiguo, llamado MÚ, que se
había hundido de una manera similar a la Atlántida y cuyos sobrevivientes
fundaron la civilización Maya.
En 1864, el abate Brasseur estaba intentando
traducir un códice maya usando un “Alfabeto” compilado por el conquistador
Diego de Landa. Ahora bien, la escritura maya era algo similar a la japonesa o
la egipcia, ya que usaba ideogramas que también tenían valor fonético: por lo
tanto carecía de alfabeto. Lo que el español había encontrado era un conjunto
de símbolos que, leídos en voz alta, sonaban como las letras del alfabeto
latino. Brasseur entendió que el códice narraba una catástrofe volcánica que
había destruido un continente entero. Su nombre se expresaba en dos símbolos
que correspondían a las letras “M” y “U”. Nacía MÚ.
En este punto no podemos dejar de recordar al coronel del ejército británico
James Churchward 1851–1936, teósofo e investigador condiscípulo de madame
Blavatsky; al igual que descubridor y defensor de las evidencias que
configuran la teoría esotérica moderna de la existencia del continente de MÚ. James Churchward, a la sazón coronel británico destinado en la
India Colonial de finales del siglo XIX, realizó un sinfín de viajes e
investigaciones por toda la India, Siberia y Mongolia en busca de las
evidencias arqueológicas del alfabeto Uighur en el que él mismo asegura están
escritos los misteriosos archivos secretos Naacals, identificados como las
últimas reliquias del sumergido continente de MÚ. James Churchward narra en sus libros, como el año 1866 un ‘Rishi’
en la India le mostró unas tablillas antiquísimas guardadas en las cámaras
secretas de un arcano templo hindú, las cuales estaban grabadas en un lenguaje
ideográfico extraño que, según le contaron los sacerdotes del templo, formaban
una pequeñísima porción de los tesoros rescatados por los Naacals antes del
cataclismo que sumergió las siete ciudades sagradas que existieron en el
continente de MÚ. El viejo sacerdote
hindú le había enseñado el nacaal, el lenguaje más antiguo que la humanidad
haya articulado. Gracias a ello pudo descifrar el coronel la historia de MÚ en unas vetustas tablillas de piedra
escondidas en el templo del sacerdote. Según las tablillas, el hombre primitivo
apareció en MÚ hace dos millones de
años y dio origen a una raza muy selecta de 64 millones de individuos. Entonces
el continente fue totalmente destruido por una única y violentísima erupción.
Hubo, no obstante, algunos supervivientes de los que surgieron las razas que
actualmente habitan el globo. Churchward afirmaba que la extensión del
continente era de 9.600 por 4.800 kilómetros y su centro estaba próximo al sur
del ecuador. Sesenta y tres millones de personas vivieron en el ahora continente
perdido de Mu hace 200.000 años. Los hijos de Mu se volvieron las personas más
influyentes en la Tierra. Mu tenía un gobierno increíblemente sofisticado, una
cultura floreciente y una tecnología científica. Mucha de la civilización
lemuriana vivía en casas con techos transparentes. Ellos construían refugios,
hacían ropa, comida, y sus propias herramientas. Estaban libres de estrés y
enfermedad, viviendo en paz por cientos de años. Sus habilidades físicas
estaban altamente desarrolladas – telepatía, viaje astral y tele transportación
haciendo los dispositivos de comunicación tradicional innecesarios. Eran
principalmente una cultura vegetariana y agrícola, que funcionaba en armonía
con la naturaleza y la tierra. Se cree que todas las religiones tienen un origen
común en MÚ. Hay evidencias de que
la religión de MÚ data de hace
170.000 años.
Estas
enseñanzas fueron enseñadas por Osiris, Moisés y Jesús. Moisés condensó las
cuarenta y dos preguntas de la religión de Osiris en los Diez Mandamientos.
Jesús condensó el texto para que quedara en el idioma de sus días. Las últimas
palabras de Jesús en la cruz, ¿fueron en el idioma de Mu? Churchward explica
las afinidades que existen entre las lenguas mayas y griegas. Estas contienen
palabras muy similares que provienen de la lengua de MÚ, un continente que reguló gran parte del mundo antiguo. Un mapa
de Churchward muestra cómo pensaba que los refugiados de MÚ se esparcieron después del cataclismo a través de Sudamérica, a
lo largo de las orillas de la Atlántida y hacia África. Churchward viajó
también desde la India a Mesopotamia, Siria y Egipto en busca de las evidencias
y rastros de las antiguas civilizaciones pre-diluvianas. Tras su pase a la
reserva, se estableció definitivamente en Nueva York donde se dedico a viajar
por el Oeste de Estados Unidos, México y América Central en busca de esas
mismas evidencias que demostraban una línea común en el estilo de esos
caracteres arcanos.
En los estados
del sur, Churchward analizó múltiples escrituras en piedra logrando encontrar
rasgos de civilizaciones antiguas en lugares hoy día desolados. Llegó a
comentar: “Tenemos pruebas positivas que toda la región oeste de Norte América
estaba poblada por personas civilizadas durante la parte posterior de la Era
Terciaria y antes de la Era Glacial. Esas primeras civilizaciones de América
vinieron de una tierra llamada MÚ”.
Churchward, que pasó una gran parte de su vida estudiando en los antiguos
templos hindúes, narra en uno de sus libros: “Existen dibujos e instrucciones para la construcción de la nave
y su maquinaria al igual que el generador para su poder de propulsión, etc. El
poder de alimentación se absorbe desde la atmósfera en forma simple e inexpresiva.
El generador se parece a una turbina de las nuestras porque funciona y opera de
una cámara hacia otra… el poder es ilimitado, o puede ser ilimitado por lo que
los metales puedan soportar… He encontrado narraciones de varios vuelos
realizados que de acuerdo a nuestros mapas comprenden una distancia de unas
1000 a 3000 millas sucesivamente.” Churchward ha estudiado
profundamente los templos antiguos, el manuscrito troyano, y un libro antiguo
maya escrito en Yucatán. Se cree que el libro fue escrito hace unos 2000 a 3000
años. Churchward estudió también el código cortesano. Hizo unas referencias
sobre un registro antiguo escrito en un templo budista en Lhasa.
Todos estos
escritos confirman las narraciones sánscritas acerca del imperio del sol que
fue destruido en tiempos lejanos. Posteriormente a sus trabajos, muchos
investigadores, arqueólogos y eruditos han encontrado un sin fin de
pruebas y hallazgos arqueológicos entre los que se encuentran los 270
caracteres pictográficos figurativos encontrados en multitud de sellos de
esteatita durante las excavaciones en las ruinas arqueológicas de las ciudades
ribereñas del Indo, situadas en las regiones del Sindh, Lothal y Gujarat.
En Mesopotamia
antigua Sumer, las ruinas arqueológicas de las ciudades antediluvianas de
Eridu, El Obeid, Uruk y Djemdet se encuentran estelas con caracteres ideográficos
de corte similar a los indostánicos rescatadas de entre los restos de sus
colosales edificios de terrazas y templos. Pero lo más curioso es que dichos
caracteres se encuentran esparcidos desde Pascua hasta Perú, América
central y México, en un sinfín de formas simples y simbólicas que siempre
acompañan a las gigantescas construcciones megalíticas originarias, algunas de
ellas sumergidas como las polémicas moles ciclópeas submarinas en el cabo
Isekiu o Iri-Zaki, en la isla de Yonaguni, cerca de Okinawa en el Sur del
Japón. Los monumentos de piedra de origen misterioso salpican todo el
Pacífico, desde los enigmáticos petroglifos en la Gran Isla de Hawai hasta la
Isla de Pascua entre sitios sagrados y megalíticos. Todos estos caracteres
ideográficos no son sino los signos y símbolos Lémures y Atlantes, que según
los Teósofos dieron paso, durante nuestra Quinta Raza o Raza Aria, a nuestra
escritura moderna como actualmente la conocemos.
El relato
sobre el continente perdido de LEMURIA
tiene una base lógica más firme. El nombre del continente fue acuñado por el
profesor Philip Sclater, zoólogo británico del siglo XIX, y deriva del animal
llamado lémur. Los fósiles de lémures y de otros animales de eras anteriores,
encontrados en África y Malasia, sugirieron a Sclater la posibilidad de que
existiera un continente perdido bajo el océano Índico. Entre quienes apoyaron
la teoría de Sclater, se contaban el eminente biólogo Ernest Hackel y el
evolucionista Thomas Huxlev.
El nombre de LEMURIA proviene de lémur, animal
parecido al mono que vive en África, en el sur de la India y en Malasia. El
zoólogo británico P. L. Sclater, que ideó el término LEMURIA, aseguró que el extenso continente se extendía desde
Madagascar por el sur de Asia hasta el archipiélago malayo. Era un inmenso
hábitat de lémures cuando fue invadido por el mar. Esta teoría fue confirmada
por el hallazgo de animales fósiles semejantes, en zonas tan apartadas como la
provincia sudafricana de Natal y el sur de la India. Entre otros evolucionistas
del siglo XIX, el británico Thomas Huxley expresó su creencia en LEMURIA, y el biólogo alemán Emst
Haekel sugirió que el desaparecido continente pudo haber sido «Cuna de la
humanidad». De este modo surgió la hipótesis de que LEMURIA fue sede del Paraíso Terrenal.
El surgimiento y caída de la civilización lemuriana no puede
documentarse con certeza, aunque muchos han ido en busca de su continente
mitológico. Se ha sabido que las civilizaciones perdidas surgen y caen – o
solamente aparecen y desaparecen sin explicación. Como con los atlantes uno
solamente puede especular lo que sucedió, basados en la evidencia arqueológica,
leyendas y piezas de teorías reunidas por investigadores. Como con las
civilizaciones más antiguas y perdidas, los lemurianos construirían pirámides o
ziggurats – pirámides de escalones –, ligándolas a sus dioses que viven arriba o
en frecuencia más elevada. Estos serían lugares de adoración y sacrificio, o
áreas de aterrizaje para naves espaciales. Las estructuras piramidales
simbolizan la conciencia en espiral y la ascensión al lugar de los dioses y
diosas que residen ‘arriba’ de nuestra realidad en un plano más elevado de
existencia. ¿Hay un enlace entre los lemurianos y las pirámides mayas? La
localización exacta de LEMURIA varía
con autores e investigadores diferentes, aunque es parte de los misterios de la
región pacífica fluyendo hacia el continente americano, así como la Atlántida
está ligada a las áreas de tierra del Atlántico que se extienden al Mar
Mediterráneo. La ubicación de LEMURIA,
está ligada a un área con poderosos terremotos y volcanes que continúan,
después de estar dormidos por muchos años. Parecería que las leyendas de la
antigua LEMURIA nos hablan una vez
más con señales de advertencia – como supuestamente lo hicieron para los
lemurianos antes de que el continente se hundiera en el mar.
Muchos creen que la Isla de Pascua fue parte de LEMURIA. Sus cientos de colosales estatuas de piedra y lenguaje
escrito apuntan hacia una cultura avanzada, no obstante apareció el punto más
remoto del mundo.
Las leyendas de la Isla de Pascua hablan de Hiva que se hundió bajo
las olas cuando la gente huyó.