En
aquellos los primeros y lejanos tiempos, la Tierra se encontraba en un absoluto
caos.
Todo
era desorden, no existían los días ni los años, pues el tiempo flotaba en
la nada.
El agua
y la lama lo cubrían todo; sólo había oscuridad y tinieblas. No existían
ni los animales ni las plantas.
No se
conocían las montañas ni las cuevas y, por supuesto, no había gente. Solamente
las divinidades creadoras vivían en esa oscuridad, volando por los aires.
Ahí
estaban Uno Venado Serpiente de Jaguar y Uno Venado Serpiente de Puma, los dos
espíritus que simbolizaban el principio dual del cosmos. Serpiente de Jaguar
llegó a este caos adoptando la forma humana y haciéndose visible. Después
apareció Serpiente de Puma, en forma de una mujer muy bella.
Vivía
esta pareja en el noveno Cielo representación dual de un dios superior y mucho
más poderoso: el Dios del Centro por quien “vive todo ser viviente”.
Los dos
dioses Serpiente habían nacido en un lugar llamado Stinu, muy próximo a la peña
de Cawacandivi, Donde Descansa el Cielo.
De esta
pareja surgieron todos los dioses que integraban el panteón mixteco. Uno Venado
Serpiente de Jaguar y Uno Venado Serpiente de Puma crearon a los primeros seres
divinos, los ñuhu.
Estos
ñuhu fueron las deidades Ñuhu Tachi, Dios del Aire; Ñuhu Nde’yu, Dios de la
Tierra; Ñuhu Nchikanchii, Dios del Sol y el Fuego; Ñuhu Yoo, Dios de la Luna y
de las Predicciones; Ñuhu Savi Dzahui Dios de la Lluvia; y Ñuhu Ndoso, Dios de
los Montes y los animales.
Todos
ellos fueron los primeros habitantes de la Tierra que ayudaron a ordenar el
mundo con sus fantásticos poderes divinos, otorgados por el Ser Supremo.
En ese
mundo de oscuridad inicial, los dioses-primeros-pobladores de la Tierra,
vivieron muchos siglos. Hasta que un día las divinidades decidieron separar la
oscuridad de la luz, lo de arriba de lo de abajo, y la tierra del agua.
Cuando
Ndicahndíi, el Sol, se creó, los ñuhu se asustaron y se escondieron en las
cavernas y en las barrancas, aunque fueron alcanzados por la luz del Sol y
quedaron petrificados.
Desde entonces,
las cavernas y las barrancas fueron sagradas. Algunos de ellos son conocidos
todavía con los nombres de Señores Árbol, Señor Frijolón, Señor Frijolito, y
los catorce Señores Serpiente.
De una
peña, la pareja Venado hizo brotar el líquido vital, para después construir
sobre aquélla un hermoso palacio en el cual vivirían y en donde quedó asentada
la Tierra.
Dicha
peña se encontraba en Apoala, palabra de origen nahua que significa “agua que
destruye” o el Lugar del Nacimiento de los Linajes. Apoala se encuentra en el
noroeste de la actual ciudad de Oaxaca.
En la
parte más alta del palacio, se encontraba un hacha de cobre con el filo hacia
arriba, en donde se asentaba el Cielo.
Ya
establecidos en su palacio, la pareja divina tuvo dos hijos: uno se llamó
Viento Nueve Serpientes, porque ese día había nacido; y al otro lo denominaron
Viento Nueve Cavernas, sin duda por la misma razón.
El
primero, tenía la facultad de volverse águila y volar a donde su voluntad lo
llevara; el segundo, podíase convertir en una serpiente con alas, y volar con
tanta maestría que podía meterse por las grietas y paredes, y aun volverse
invisible. Los dos pequeños dioses fueron creados con mucho cariño y, por lo
tanto, eran muy felices.
Con el
fin de honrar a sus padres, estos hermanos elaboraron una ofrenda consistente
en incensarios de barro en los cuales quemaron beleño molido. Esta fue la
primera ofrenda que el mundo conoció.
Al
entregar la ofrenda, los dos Viento les pidieron a sus padres que crearan la
luz, el Cielo, las aguas y la Tierra. Entonces, procedieron a pincharse las
orejas y la lengua con astillas de pedernal, y la sangre que brotó la
esparcieron con una rama de árbol de sauce, sobre todos los árboles y plantas.
Los dos
hermanos les rogaron a sus padres que el mundo se poblara. Los dioses
accedieron y juntaron la Tierra desde abajo, para que saliera el agua que todo
lo cubría. El mundo se fue poblando con los hijos de ellos, la primera
generación de mixtecos.
Más
tarde, los dioses padres crearon dos hermosos jardines: uno para el placer de
deleitarse, y otro para que contuviera todas las cosas que fuesen
indispensables para efectuar las ofrendas a los dioses. Los jardines estaban
repletos de árboles, plantas y flores de suma belleza; además, había en ellos
frutas de excelso sabor, y hierbas olorosas y coloridas.
Pero
sucedió que llovió durante muchos días hasta que la Tierra se inundó. Muchos
dioses y muchos hombres sucumbieron. Los dioses se refugiaron en las nubes, y
los hombres en las profundidades de la Tierra.
Con el
paso del tiempo, el Sol secó la tierra y renacieron las plantas. Los dioses
decidieron que la Tierra debía poblarse otra vez. Así pues, las deidades
superiores: Añau Nallihui, Corazón del Mundo; Iya Nicandi, Creador de Todas las
Cosas y Yoco Situayuta, Dios de la Generación, que vivían en la cueva sagrada
Cahuadzandanah, crearon el Río Yutatnoho, Río de Donde Salieron los Señores,
para que fecundaran las semillas de dos árboles sagrados, Yuthu-ji, que habían
plantado los mismos dioses en la riberas del río, muy cerca de la cueva sagrada
de los tiempos primarios.
Los
árboles, que al principio podían confundirse con arbustos, fueron cuidados con
mucho esmero por los dioses hasta que se convirtieron en hermosos y grandes. De
ellos surgieron, gracias al aliento de Yoco Situayuta, un hombre y una mujer
-desnudos y friolentos por el viento y la lluvia, y deslumbrados por los
relámpagos- que fueron los antepasados de esta segunda generación de mixtecos.
Del
apareamiento de la pareja nacieron los nobles, los sacerdotes, los guerreros y
los artífices; de las hojas de los árboles surgieron los quiadachiñosa,
campesinos; los quiadabasha, artesanos; los iyosidacosa, mercaderes; y
los quiadabasha-béé, los constructores.
Cuatro
Pie, conocido también como Nácxitl, hijo de esta pareja, decidió hacer un
agujero en un árbol que se encontraba en las nubes para ejecutar el acto
sexual. De esta unión el árbol quedó preñado y, al poco tiempo, nació El
Flechador del Sol, quien habría de retar al astro rey disparándole flechas, a
las que el astro respondía enviándole sus poderosos rayos solares.
Un
atardecer, el Sol cayó herido de muerte y su sangre tornó rojiza la tarde y,
por ende, a todos los futuros atardeceres.
El Flechador
tuvo miedo de que el Sol renaciera y quisiese recuperar las tierras que
su asesino le había arrebatado; así pues, llevó con él a todas las personas
y les ordenó que cultivaran milpas, aunque era ya de noche.
Al otro
día, cuando el Sol volvió a nacer, la Tierra estaba poblada y sembrada y ya no
pudo hacer nada. Entonces, los mixtecos quedaron como dueños absolutos del
lugar, porque así lo quiso el dios Nácxitl.