martes, 31 de marzo de 2015

ZAMNÁ Y EL HENEQUÉN



Hace muchos siglos Zamná, el héroe deificado por sus acciones benéficas para los itzáes, llegó a los territorios de la ahora ciudad de Izamal, situada a sesenta kilómetros de Chichén Itzá.

En la región no había nada de agua, ni ríos ni montañas. De pronto, surgieron unas oscuras nubes en el cielo y empezó a caer una pertinaz lluvia.

Todos los itzáes se pusieron muy contentos. Zamná, al ver tanta agua, decidió ir a buscar adónde podría guardar un poco para los momentos de escasez. 

En esas estaba cuando se acercó a una planta cuya espina se le clavó en  el muslo; la sangre brotó inmediatamente.

Sus compañeros, al ver que el dios-hombre estaba herido se pusieron a cortar las hojas de la planta y a azotarlas contra unas grandes piedras planas y lisas que se encontraban cerca, para castigarla por el daño ocasionado al dios.

Al ver lo que hacían sus súbditos, Zamná se dio cuenta que de las hojas se desprendían unas fibras largas y muy fuertes, y pensó que serían de mucha utilidad para todos.

Entonces, el héroe bondadoso, enseñó a los itzáes a trabajar el henequén para obtener buenas fibras para hacer cestos, ropa, cuerdas, morrales, y poder atar lo que se necesitase.

Así fue como Zamná dio a los hombres el henequén y fundó en ese sitio la noble ciudad de Izamal, como le fuera señalado por los dioses.

lunes, 30 de marzo de 2015

HUAXTECAPAN



Garra de Jaguar se reunió con sus compañeros del Calmecac a esperar las noticias de una próxima expedición bélica, cuyo propósito era reprimir a los incontrolables pueblo en la región costeña, la Huaxtecapan, que habían aprovechado la muerte del tlatoani Ahuízotl para tratar de liberarse del dominio de México−Tenochtitlán.

El joven, que había nacido bajo la trecena de los grandes guerreros, esperaba con ansiedad las fiestas de entronización de Moctezuma Xocoyotzin, que ocurrirían en ese año diez Conejo. Su padre y su abuelo, de noble linaje, emparentados con la casa gobernante desde los tiempos del primer señor Acamapichtli, por su arrojo y
su valor habían sido investidos con las insignias de los guerreros−jaguar; todos recordaban sus atrevidas actuaciones durante diversas batallas, cuando sin temor a la muerte habían desarmado en plena lucha a varios enemigos para conducirlos más tarde hasta la capital de Huitzilopochtli, donde se destinarían a la gran
festividad de esa deidad.

Llegaba la hora en que el aprendizaje del joven rendiría frutos; aquellas largas caminatas para endurecer los músculos, el hábil manejo de la espalda con filos de obsidiana, de la lanza y el escudo, le ayudarían ahora a triunfar en la futura expedición que se decía caería por sorpresa en varios pueblos del mundo huasteco.

Llegado el tiempo de secas, cuando los sacerdotes encontraron en la ruta de los astros los signos propicios, se emprendió la marcha. Garra de Jaguar formaba parte del grupo de los jóvenes guerreros del Calmecac, algunos de los cuales ya habían capturado un prisionero y por ello lucían orgullosos su cabello cortado, el que ataban con una cinta de color rojo. Adelante, caminaban los guerreros más experimentaos, quienes se encargarían de dirigir la empresa, indicando las tácticas y los movimientos de ataque.

Al llegar a las tierras del señor Texcoco se les unieron considerables contingentes de guerreros acolhuas, así como muchos otros aliados que participarían en la expedición. La ruta se había marcado con anterioridad, y sería la misma que en tiempos de paz recorrían los pochtecas o comerciantes, conocedores de todos los
vericuetos de aquel camino que debería cruzar la cadena de altas montañas para después bajar hacia la llanura costera, donde el calor y la temperatura eran sofocantes.

Algunos de los guerreros más viejos recordaban los tiempos del legendario tlatoani Moctezuma Ilhuicamina; pues había sido en su época cuando los mexicas y sus aliados, los acolhuas de Texcoco y los tepanecas de Tacuba, emprendieron por vez primera, a mediados del siglo XV, la conquista del mundo costeño; fue

entonces cuando conquistaron Tzicuhac, obligando a los poblados huastecos a pagar tributo y permitir el comercio con la gente del Altiplano. Aquellos pueblos y sus vecinos, los totonacos, aprendieron la dura lección que las armas mexicas impusieron en sus tierras.
Más tarde, Axayácatl, el nieto del gran Moctezuma, para celebrar su elevación al trono de Tenochtitlán, llevó el triunfo de las armas mexicas por toda la Huasteca; sus ejércitos conquistaron Zapotitlán, Micquetlan, Tampatel, Tamomox y, especialmente Tochpan; impuso fuertes tributos e inició la construcción de sitios
fortificados a lo largo de las rutas de comunicación, para prevenir futuros levantamientos contra el dominio mexica, como lo fueron Cuauhtochco y Teayo.

Con la muerte de Axayácatl se inició el reinado de Tizoc, durante el cual se llevaron a cabo nuevas expediciones para reconquistar algunos pueblos y dominar por primera vez otras localidades; así se sometieron a Meztitlan, aliado de los huastecos, y Tamapachco, en el año siete Conejo.

El padre de Garra de Jaguar alardeaba siempre de haber sido unos de los generales más destacados cuando Ahuízotl, antecesor de Moctezuma Xocoyotzin, emprendió nuevamente la conquista de las tierras huastecas.

Se capturó gente de Tziuhcuac, Mollanco y Zapotlán, siendo entonces cuando la orgullosa Huejutla se rindió ante la ferocidad de sus conquistadores. Estos recuerdos encendían el ánimo del joven, ya que sus hazañas serian recordadas por sus descendientes, quienes le cantarían en las celebraciones de conquista.

Después de la dura marcha, el momento esperado se acercaba, los corazones de aquellos jóvenes latían aceleradamente. Después todos vieron con admiración como Garra de Jaguar se enfrentaba cuerpo a cuerpo con un guerrero huasteco que se distinguía por su curiosa deformación craneana y que lucia amenazadoramente aros colgantes en la nariz. Ambos contendientes sabían que su destino estaba ahí, en el campo de batalla, sólo uno saldría victorioso.

miércoles, 25 de marzo de 2015

LOS DOS MUNDOS



Tääy-Jërëëny, los espíritus principio y fin de todas las cosas, dispusieron formar otro mundo, el Ja Tuk It, cuando se dieron cuenta que los seres humanos, de los cuales descienden todos los indios mixes, eran muy desobedientes, y por lo tanto no tenían derecho para la inmortalidad.

En ese nuevo mundo los hombres vivirían y morirían, era muy parecido al que vivimos ahora, pero mucho más bello: la naturaleza era más hermosa, los hombres y las mujeres también.

Habría tranquilidad, paz, armonía, e igualdad; las penas no existirían, ni las enfermedades ni el egoísmo ni la maldad.

Ya que los Tääy-Jërëëny no dejaron pasar a Ko’oypyë, El Malo, que había llevado la maldad y la desobediencia a Tuk It, el primer mundo donde, viven los hombres.

Los habitantes del mundo alterno son muy superiores a los que viven en Tuk It, son más sabios y aprenden mucho más rápido; son fuertes y tienen mucha energía.

Cuando estos hombres privilegiados van a visitar el mundo Yuk It, nadie puede verlos, solamente los seres superiores  y sabios tienen la facultad de poderlos ver, por esta razón, son los intermediarios entre los humanos y Tääy-Jërëëny.

Para tenerlos contentos, los mixes llevan a cabo en el nacimiento y en la muerte celebraciones con comidas, bebidas, danzas y ofrendas a los dioses.

Ya que una persona muere, anmajä’äwën, su alma, sale del cuerpo, e inicia su recorrido por las cuatro grandes aguas, los cuatro grandes caminos de la vida: el camino rojo, el del nacimiento; el camino blanco de la bondad, siempre pleno de luz; el camino amarillo, el de la muerte; y el camino negro, siempre lleno de maldad y oscuridad.

Al momento en que el alma se desprende del cuerpo se dirige al camino amarillo, el mismo camino del dios Sol, cruza una región oscura, hasta que vuelve a encontrar el camino rojo y vuelve a nacer, de la misma manera que sucede con el Sol, nuestro dios.

Tal es la razón por la cual todo en los pueblos mixes está orientado hacia el camino rojo: las comunidades, las casas, las iglesias… Durante el camino de regreso, las personas pueden observar todas las acciones que efectuaron en vida, desde que eran chiquitas, hasta que muere en el Tuk It, y llega al momento en que nació, al límite entre este mundo y el más allá.

Cuando el alma llega a este punto está sumamente cansada, es cuando los familiares le ofrecen agua y comida para mitigar su hambre y su sed. En este punto, el alma  se demora y no puede pasar, entonces emplea el machete que siempre debe llevar para poder abrirse camino, así como los obligatorios huaraches le permiten no espinarse.

Este paso es mucho más difícil para los aatsu’ux’okpë; es decir, los que murieron en accidentes, llenos de desgracias o se suicidaron. En cambio, las personas muertas por muerte natural no tienen dificultad en dar el paso. A los primeros se debe ayudarlos con rezos y ceremonias, y con ofrendas para la Madre Tierra y demás dioses. 

Al lograr pasar, las almas se encuentran con un río, que divide a los dos mundos. Ahí se encuentran el Tecolote, el Águila, la Comadreja, la Culebra Prieta, el Wakoo, especie de zopilote que se ríe a carcajadas cuando anuncia desgracias y otros muchos animales más. Todos estos animales son los mayuut, los mensajeros al servicio de los dioses, que anuncian a los humanos cuando ya deben acudir al Ja Tuk It.

Para ayudar a cruzar el río que llevará a las almas al Más Allá hay un perro negro, pues las aguas del río nunca se deben tocar porque están impuras, y al llegar al más allá no podrían volver a nacer por estar sucias.

Al cruzar el río el camino es bello, lleno de luz, flores y plantas; continuamente lo están barriendo para que esté impoluto. Ahí se reciben las almas que deben estar muy limpias, por lo cual al muerto se le debe bañar, vestir con sus mejores ropas y zapatos.

Si se trata de una mujer, los familiares le agregan sus collares y aretes, que colocan en su cuello y orejas y en el ataúd, porque a donde llegan es un lugar de alegría donde las almas siempre están felices. Donde empieza la verdadera y mejor vida.

martes, 24 de marzo de 2015

EL TELAR DE CINTURA



Mesoamérica: en México se desarrollaron culturas indígenas poseedoras de un grado de civilización sumamente relevante.

Entre sus variadas expresiones culturales destacaba, por su belleza y calidad, el arte de tejer.

Esta actividad correspondía exclusivamente a entre los siglos XV y XII a.C. cuando dio inicio la etapa cultural denominada  las mujeres, quienes estaban encargadas de producir las telas con las cuales confeccionar las vestimentas que usaban los hombres de la comunidad durante el ejercicio de sus múltiples ocupaciones y, por supuesto, las que ellas mismas lucían en su vida diaria, en festividades religiosas y en ocasiones memorables, como el día en que contraían matrimonio.

Las mujeres tejedoras mexicas tenían una diosa particular llamada Tlazoltéotl, quien las  había enseñado a tejer por medio de un instrumento que llamamos actualmente telar de cintura.

Como materia prima utilizaban las fibras vegetales del agave y el algodón de colores, utilizado por las clases jerárquicamente superiores; es decir, por sacerdotes, nobles, guerreros y comerciantes.

En cambio, los campesinos y artesanos menores debían conformarse con vestimentas en su mayor parte elaboradas con fibras.

Hoy en día, algunos de los grupos indígenas descendientes de aquéllas culturas mesoamericanas, continúan utilizando el telar de cintura para la producción de sus lienzos; y aún sigue siendo una tarea exclusiva del sexo femenino.

En cambio, los hombres casi siempre son los encargados de tejer en el llamado telar de pedales de origen hispano los maravillosos gabanes, sarapes, y rebozos con que se cubre el pueblo mexicano.

La vestimenta indígena constituye uno de los rasgos culturales más importantes de los grupos étnicos, por medio de ella se distinguen unos grupos de otros, pues constituye un rasgo distintivo de identidad, en el que se entrelazan siglos de tradición y costumbres que caracterizan y diferencian a cada comunidad indígena.

Ver a un indio o a una india vestidos con sus magníficos trajes, nos permite reconocer la etnia a la que pertenece, y saber si se trata de un tzotzil, una zapoteca del istmo o un mixe de la sierra, para mencionar algunos ejemplos. Asimismo, en ocasiones permite conocer el estatus que la persona ocupa en la comunidad.

A fin de aprender a tejer, las mujeres indígenas se adentran a este oficio desde muy temprana edad; así, cuando aún son niñitas, reciben la enseñanza en el seno familiar, en donde adquieren todos los conocimientos y experiencia  acumulados por generaciones de mujeres tejedoras.

Las niñas continúan la tradición hasta que son adultas y les llega el tiempo de convertirse en maestras de sus hijas a las que enseñan a plasmar en sus tejidos la simbólica cosmovisión de su cultura, pues es de todos conocido que los textiles indígenas constituyen verdaderos textos plenos de símbolos y alegorías, guardados por milenios y renovados por la dinámica propia de su existencia cultural.

En la elaboración de los textiles, las mujeres indígenas trabajan en los tiempos que les dejan libres sus obligaciones de madres, esposas y amas de casa; a menos, claro está, que se trate de tejedoras profesionales dedicadas solamente a esta labor.

Así pues, cuando el tiempo es propicio, sacan sus hilos de lana o algodón coloreados con anilinas o tintes naturales, hilos que previamente han sido hilados en malacates, y proceden a tejer los lienzos que permitirán dar forma a sus huipiles, quechquemes, enredos, fajas, morrales, rebozos y muchas prendas más que componen  su indumentaria cotidiana y festiva.

El telar de cintura

Muchas de las técnicas de tejido empleadas por las mujeres de la época anterior a la Conquista han sobrevivido hasta nuestros días, y siguen vigentes en los textiles de algunos grupos indígenas. Hilar y tejer continúense haciendo en igual forma y casi con los mismos instrumentos, aun cuando hay algunos implementos que las mujeres de la actualidad han introducido para facilitar su trabajo. Sin embargo, el telar de cintura se ha mantenido en uso muy orgulloso de su nombre que se debe al hecho de que la tejedora lo amarra a su cintura por uno de sus extremos y, por el otro,  lo ata a un árbol o poste. También se le suele llamar telar de otate, porque se elabora con esa clase de planta parecida al carrizo.

El telar de cintura está formado por dos varillas paralelas que se llaman enjulios, y que sirven para tender la urdimbre.

Un enjulio queda cerca de la tejedora y del amarre de la cintura; el otro, se encuentra en el extremo que da al árbol o poste donde se ata.

De uno a otro de los enjulios se tiende la urdimbre. Ya que se la puso, se separan los hilos pares de los impares, por medio de una varilla de paso.

Al subir y bajar la vara de lizo, que permite fijar los hilos pares e impares y manipularlos, se forma la calada o hueco por donde pasan los hilos horizontales que forman la trama, y que están enrollados en un huso. Con el procedimiento de ir mezclando la trama con la urdimbre, se va formando el lienzo de la tela, cuyo largo depende de la tela que se quiera elaborar, y cuyo ancho está en relación a los brazos de la tejedora y a su comodidad para "lanzar" el huso. El hilo que contiene este último instrumento, se obtuvo agrupando hebras sueltas para formar un hilo continuo, por medio del malacate, que posibilite el proceso de tejer.

Los ligamentos

La manera cómo se entrelazan los hilos de la urdimbre y de la trama para formar la tela reciben el nombre de ligamentos. Los ligamentos más utilizados son el tafetán, el confetillo, la tapicería, la gasa, la sarga, la tela doble  o negativo, o el tejido en curva y el brocado. El tafetán es la técnica más simple, pues consiste en cruzar un hilo, o varios, de la urdimbre con el hilo de la trama en forma alternada.

El confetillo se hace dejando flojas algunas hileras de hilos de la trama, que luego se jalan con una espina de maguey para que quede un afelpado parecido al de las toallas de baño.

La tapicería se obtiene empleando hilos de colores en la urdimbre, de manera que se formen dibujos al pasar los hilos de la trama, los cuales son iguales por las dos caras de la tela.

Con el tejido de gasa se logra una tela fluida y casi transparente, similar al encaje. El tejido de sarga produce líneas diagonales, producto del pase de varios hilos de la trama sobre la urdimbre.

La técnica de la tela doble permite lienzos con figuras de colores contrastantes en ambos lados de la tela, ya que por un lado la imagen es igual a su contraria, pero de diferente color.

El tejido en curva es un ligamento muy interesante, ya que en determinado momento del proceso de tejido, se da vuelta a la tela, y los hilos de la urdimbre se convierten en hilos de la trama y viceversa.

Finalmente, el brocado se forma con hilos que se adicionan o se agregan, independientes a los hilos de la trama, para ir formando los dibujos que se desean realizar.

Como hilos independientes que son, se pueden quitar sin que la tela se maltrate o se desbarate.

Es una técnica muy bella que muchas personas no avezadas en estos menesteres textiles suelen confundir con bordados hechos encima de la tela.

lunes, 23 de marzo de 2015

LAS TONAS



Los indios mixes tienen la creencia de que las personas son poseedoras de dos almas: Una de ellas es el alma mortal; la otra, nunca muere, ya que es inmortal.

A esta alma se la nombra tso’ok, o sea, tona o tonalli. 

La tona entra en el hombre cuando hay coincidencia entre su nacimiento y el de algún animal. De tal manera que el hombre y el animal quedan para siempre unidos indisolublemente, y sus destinos serán similares.

La tona de cada persona la averigua el adivino-curandero, quien es el encargado de consultar el calendario ritual y tiene la habilidad de leer las cenizas, pues los curanderos poseen una tona fuerte y buena, a diferencia de las tonas fuertes-malas que tienen los brujos.

Los demás seres humanos se caracterizan por presentar tonas débiles-buenas o débiles-malas, según sea su comportamiento.

Los brujos-nahuales, los curanderos tradicionales, tienen la capacidad de transformarse en elementos de la naturaleza y en animales; a más de que pueden causar las enfermedades  y toda serie de males.

Ellos pueden hacer que las personas pierdan el alma o introducir objetos de todo tipo en ellas.

Cuando los brujos-nahuales han hecho daño, los curanderos pueden curar a los lastimados por medio del pulso, que les permite dar un diagnóstico acerca del tipo de daño que ha sufrido; o bien, ingieren hongos alucinógenos o semillas de la virgen para aumentar sus capacidades terapéuticas.

domingo, 22 de marzo de 2015

WATAKAME Y LA MUJER PERRO



En el inicio de los tiempos todo era oscuridad en el mundo. Un buen día, desde su morada subterránea, la diosa Tate’ Yuliana’ka, la Madre Tierra, -la diosa del suelo fértil y del barro para la alfarería-, trató se levantarse del suelo y se movió cinco veces.

Cuando ejecutó el primer movimiento se vio en el horizonte una lumbrecita muy pequeña; con el segundo movimiento, se vio un sol oscuro; con el tercero, se sintió una sacudida y se aclaró un poco más el mundo; con el cuarto, hubo más luz todavía y los animales nocturnos que vivían en las cavernas y bajo las piedras, se asombraron muchísimo; con el último movimiento de la Madre Tierra, es decir,  el quinto, apareció Tatewari, Dios del Fuego, a quien también se le conoce como Tai, el Sol. Se materializó en el centro de la región Wixarika, en Teakata, cuyo color es el blanco, con una luminosidad extraordinaria. Entonces, todo fue luminosidad y éxtasis de las animales de la noche.

Después de miles de años de que la luz ya había sido creada, porque el Sol ya existía en lo alto del Cielo y la Luna se veía por la noche, existió en el mundo una persona-animal que conservó la forma humana: Watakame.

Este hombre joven era un campesino que se dedicaba, todos los días, a trabajar su milpa.

Cada día tiraba los árboles para poder sembrar; pero, cosa extraña, a la mañana siguiente los árboles estaban en el mismo lugar. Intrigado, decidió aclarar el misterio: al quinto día de que esto sucediera, se escondió entre los arbustos, y de pronto vio aparecer del suelo a una viejita que portaba una vara en la mano. Con su vara señaló hacia los cinco puntos cardinales.

Entonces, los árboles que había tirado el joven el día anterior, se levantaron. Así supo Watakame, que la diosa Takutsi Nakaawe, Nuestra Bisabuela Crecimiento, la que dio orden al cosmos, era la que responsable.

Él le preguntó a la diosa por qué lo hacía, a lo que ella le respondió que era porque estaba trabajando en balde, ya que llegaría una inundación en menos de cinco días, anticipada por un viento, amargo y picoso como el chile, que le haría toser, le aconsejó que se hiciese una caja de salate con tapa, y que se llevase con él cinco granos de maíz de cada color,  cinco semillas de frijoles de diferentes colores; además, debía llevarse cinco tallos de calabaza que nutrieran al fuego, y una perrita negra.

Al quinto día, el joven campesino tenía todo listo dentro de la caja, tal y cual le había dicho la diosa Takutsi Nakaawe. Acto seguido, Watakame se metió en la caja, la diosa la tapó y calafateo las grietas de la madera, para después sentarse en la caja con una guacamaya al hombro.

En el tiempo indicado dio comienzo el diluvio anunciado, y la caja flotó en el agua hacia el sur durante todo un año; otro año flotó hacia el norte; otro, hacia el oeste; y, finalmente,  el cuarto año flotó hacia el este.

El quinto año la caja navegó hacia arriba, y entonces el mundo se inundó. En el sexto año, el agua empezó a descender, para detenerse en una montaña que se encontraba cerca de Toapu’li, en Santa Catarina, en donde se conservó para siempre. 

Cuando Watakame quitó la tapa de la caja para ver qué sucedía afuera, se dio cuenta de que todavía el agua no se quitaba por completo y que unas guacamayas y unos pericos con sus picos trataban de separar las aguas, para formar cinco mares. Fue entonces cuando todo se empezó a secar y, gracias a Tate’Yulianana’ka, la Madre Tierra, brotaron árboles y plantas. En ese momento, la diosa Takutsi Nakawe se transformó en viento.

El joven se puso a trabajar y limpió los campos para poder sembrar la tierra, mientras su perrita se quedaba, pacientemente, en la casa.

Cuando el joven regresaba de su trabajo, siempre encontraba tortillas preparadas para que las comiera. Como no sabía quién hacía los panes de maíz, decidió no ir a la milpa y quedarse a vigilar para esclarecer el misterio. Para su sorpresa, Watakame vio el quinto día que su  perrita se despojaba de la piel y se convertía en una bellísima mujer, que iba al ojo de agua con su guaje a acarrear agua, molía el maíz en el metate, torteaba las tortillas, y las cocía en el comal de barro. Watakame, entre asombrado y asustado,  tomó la piel de la perra y la arrojó al fuego del hogar.

La mujer se puso a aullar, porque mientras la piel se quemaba a ella le ardía tremendamente todo su hermoso cuerpo. Presto, el joven le cubrió el cuerpo con maíz molido al que roció con agua de nixtamal; inmediatamente a la mujer se le calmó el ardor, y ya no necesito de la piel de perra. Había aparecido la primera mujer en la Tierra.

Watakame se casó con la bella mujer y tuvieron muchos hijos e hijas.

Todo el mundo se pobló con estas personas que vivieron en las cuevas y que son los antepasados de los huicholes.

Después de estos primeros hombres surgieron las personas comunes y corrientes creados en Wirikuta por Tamatz Kauyumarie, el dios Venado Azul el patrón que guía y enseña a los mara’akáme, los sacerdotes-brujos de los indios huicholes en sus peregrinaciones para buscar el sagrado peyote, el hikuli.

jueves, 19 de marzo de 2015

EL NIÑO DIOS SE CONVIRTIÓ EN EL SOL



Cuentan los abuelos hña hñu, “los que hablan la lengua nasal”, del Valle del Mezquital, Hidalgo, que hace muchos miles de años el mundo era absolutamente diferente al que conocemos ahora.

El Sol no existía, las personas no conocían el maíz ni el agua, y vivían diseminados por los montes junto con los animales, pues los pueblos tampoco existían. Zithú, el Diablo, “el devorador de nombre” y amo de la castración, era el rey de todo lo existente, era el propietario.

En ese entonces Cristo, diosito el hijo de Dios, era muy pequeñito, era un niño al que habían puesto por nombre Ója.

El Niño Dios estaba muy solito y triste, sentadito en una sillita de madera. Estaba triste porque el Diablo y toda su pandilla de seres malévolos, lo quería matar. Ója iba de casa en casa pidiendo a la gente que le diera refugio y lo salvaran de ser asesinado por Zithú.

Sin embargo, todo fue inútil, la pandilla del Diablo lo encontró y le disparó flechas que lo pusieron a la muerte. Como estaba todo malherido pero no muerto, el Diablo le ordenó al Gallo que lo vigilara para que no se fuera a escapar. Pero el Gallo decidió que no era justo lo que le hacían al Niño Dios, y dejó que escapara y se subiera a un árbol que lo condujo hasta el Cielo. Cuando habían pasado cuatro días, el Gallo cantó, pero Cristo ya estaba al lado de su papá, y los diablos  no pudieron hacer nada para recuperarlo.

Cuando Cristo subió al lado de su padre, el Dios todopoderoso, se convirtió en el Sol, en Hyádi. Al subir al árbol, como Ója estaba herido, de sus heridas brotaron treinta y seis gotas de sangre; diez y seis se convirtieron en hermosos granos de maíz, y las otras diez y seis dieron lugar al agua: a los ríos, las lagunas y los pozos que serían inagotables y estarían marcados con una cruz. Además, el Buen Dios dejó diez y seis huevinas de pescado que se transformaron en grandes manantiales. Las huevinas  deseaban que nunca se secara el agua.

Eso fue lo que le dijeron a Xúmfo Déhe, la Sirena, Señora del Agua, engalanada con aretes y collares de gotas de agua y lucidora de un hermoso vestido color de humedad, que se encargó de preguntarles qué era lo que querían que sucediera con ellas, con la huevinas.

El cerro Toho, fue el encargado de proporcionar el agua necesaria para que no se secaran, ya que como todos sabemos el agua pertenece al cerro y siempre será de él, aunque fuese la Sirena la encargada de proporcionársela a la huevinas de pescado.

Así fue cómo surgieron el señor Sol y el agua bondadosa, deje, que gozan los pueblos otomíes.

El Sol  recorre desde entonces los espacios del Cielo y el Inframundo, territorio subterráneo donde viven los muertos.

El Sol sale de Oriente, de las aguas marinas chorreando gotas, efectúa su recorrido, y regresa al agua por el Poniente, pues como todos sabemos el mundo está rodeado de agua.  El Sol gira iluminando los tres niveles celestiales superiores, y el nivel donde moran los seres humanos.

El mismo Sol, cuando recibe el agua que le llega en forma de nubes vapor, juega con ellas y las emplea para cocinar sus alimentos, mientras que la sagrada agua-nube canta su canción favorita:

“Yo soy la nube, soy la tormenta y recorro el mundo porque dios me ha dado el Poder para que todos mis hijos se beneficien de mí. ¿Quién puede darles a ustedes agua cuando tienen sed sino yo? ¿Quién hace brotar el agua, nacer las plantas sino yo? Tengo mis hijos que sufren sobre sus tierras, sobre sus parcelas, no se perderán gracias a mí. Porque soy la que refresca, soy la tormenta fresca”

He aquí como el Niño Dios se convirtió en el Sol.

miércoles, 18 de marzo de 2015

EL VIAJE AL MÁS ALLÁ



Cuenta un mito huichol que cuando un hombre  muere su alma emprende un largo y difícil camino hacia el más allá, trayectoria que es observada por el mara’akáme.

El muerto hace un repaso de todas las acciones que ha hecho en vida. A continuación, llega a una bifurcación.

El camino de la derecha corresponde a aquellos que tuvieron buen comportamiento durante su vida; el de la izquierda es para las personas que hicieron acciones malas, las cuales deben sumergirse en aguas hirvientes o ser quemados por el fuego, para luego pasar entre montañas y rocas que están chocando continuamente.

Si cometieron adulterios, cargan a cuestas con los genitales de la persona con quien pecaron.

Una vez terminado el castigo, regresan al camino bifurcado y toman el canino de la derecha.

El alma sigue su rumbo y llega a un estanque que debe atravesar, y donde hay un perro que ataca al alma pecadora.

Para defenderse, el alma lleva consigo un palo o tortillas para darle y apaciguarlo. Siempre llevando consigo los genitales.

En seguida, se encuentra con todos los animales que en vida hizo dañó; es entonces cuando ellos toman venganza de todos los golpes y ofensas recibidos.

Si el difunto en vida fue dueño de un perro negro al que no cuido como es debido; es decir, no lo alimentó ni le dio agua, el perro le esperará a la puerta de su casa para atacarlo y morderlo cuando el alma deje su hogar.

En su recorrido mortal, el espíritu pasa por un túnel en donde se encuentra un perro blanco que le está esperando con un vaso con agua lleno de gusanos el cual le hará beber, en caso de haber maltratado a los perros cuando vivía.

Pero si el alma fue bondadosa con los canes, entonces el perro blanco le ofrecerá comida, bebida, y le brindará muchos parabienes.

Si por algún motivo el muerto comió carne de tlacuache, una enorme roca lo aplastará, pues tal animalito se considera sagrado por haber robado el fuego en beneficio de los huicholes.

Una vez pasadas las pruebas establecidas por los dioses, el alma del difunto arribará al lugar en donde se encuentran los antepasados y demás muertos, quienes organizan una celebración alrededor de un árbol sagrado.

En la fiesta todos bailan, comen y beben tesgüino. Al momento en que todos están borrachos, el curandero-mara’akáme atrapa el alma del muerto y, auxiliado por un espíritu, la lleva hasta donde se encuentran sus familiares que lo reciben llorando y le dan la bienvenida.

Los parientes le preparan una sabrosa comida y le ofrecen todas las cosas que al muertito le gustaban cuando vivía. Después de que el alma ha saboreado la sabrosa comida, se despide y emprende su última partida.

Pasados cinco años, el alma toma la apariencia de un cristal de roca y regresa a la Tierra a visitar a los suyos, quienes no lo han olvidado y siempre le rezan en al altar doméstico con mucho cariño.

EL TESORO DE LA PEÑA DE VALLE DE BRAVO



Desde hace mucho tiempo se ha venido contando de generación en generación y todas lo han creído al pie de la letra, en que la peña del valle de bravo hay enterrado un valiosísimo tesoro.

Refiérese que en tiempo de la guerra de independencia, los insurgentes perseguían a muerte a los españoles que por lo general, eran dueños de cuantiosas fortunas, extendidos latifundios y ricas minas de oro y plata en completa bonanza. He aquí la historia:

En el Valle de Bravo, poseedores de una gran extensión de tierra, había unos españoles sumamente ricos y que temiendo ser presa de los terribles guerrilleros, determinaron separarse de la nueva España para encaminarse a su patria; pero antes de hacerlo enterraron una cuantiosa fortuna en la Peña del valle.

Consumada la Independencia por el gran libertador D. Agustín de Iturbide y cuando él país comenzó vivir separado de la corona de castilla, aquellos españoles que Habían dejado sepultada enorme fortuna en la peña del valle, enviaron a 2 personas de su confianza a México para que encaminándose a la población del valle buscaran en la peña aquel tesoro; y para que con facilidad dieran con él les dijeron que encontrarían como señal un enorme clavo.

Aquellos españoles llegaron a México y ya en el pueblo del Valle y más aún en la peña buscaron con todo empeño y gran tenacidad la fortuna oculta; pero nunca la encontraron porque jamás dieron con el enorme clavo que les había dado como señal. Por lo tanto se tiene plena seguridad de que en los ricos del valle de bravo denominados la peña permanece aún ocultó aquel tesoro que dejaron escondido los riquísimos españoles.



martes, 17 de marzo de 2015

EL REY KONG HOY



El rey Kong Hoy, el Jefe y Juez Bondadoso, o Kontoy, como también suele escribirse, héroe mitológico de los indios mixes que nació de un huevo, es un líder guerrero que fundó los lugares sagrados de la cosmografía mixe.

Vive en las cuevas del cerro llamado Zempoaltépetl, Cerro de los Veinte Lugares Sagrados, siempre acompañado de su nahual, la Culebra.

Desde dicho cerro se encarga de hacer los rayos y los truenos. 

En la cima del cerro, Kontoy edificó una troje que está repleta de dinero, dones y salud. Es asimismo, el arquitecto que elaboró las cuevas y los túneles que conectan la región mixe, y de las barrancas, los lagos, lagunas y los valles.

En su tarea creativa, el héroe llegó hasta los Valles Centrales de Oaxaca. Ya en plano territorio zapoteco y plantó su vara en la tierra, la cual se convirtió en el hermoso Árbol del Tula.

También suele habitar los árboles y las lagunas, e incluso se piensa que su nacimiento tuvo lugar en una laguna  que se encontraba adentro  del mencionado Zempoaltépetl.

Cuenta la tradición que Kontoy tiene una hermana que tiene la forma de una serpiente con cuernos. Cuando repta, la hermosa sierpe deja barrancas de forma sinuosa, como es el movimiento de las víboras.

De los lugares sagrados que fundó el héroe Kontoy, podemos mencionar las cuevas relacionadas con el agua, donde se llevan a cabo ritos y procesiones, como por ejemplo los que se realizan el Día de la Candelaria.

Todos los lugares sagrados y sobrenaturales están relacionados con el Zempoaltépetl, límite del territorio mixe, señalado por piedras, ríos, manantiales y montañas.

lunes, 16 de marzo de 2015

LOS CIRIOS GIGANTES



Entre las plantas que Los Seris conocen hay una que nunca tocan, pues la consideran mágica: El cirio.

Una de las leyendas seris cuenta el porqué esta tribu no se acerca a esa planta.

Hace muchísimo tiempo, los seris eran hombres y mujeres gigantes que habitaban el desierto.

El dios de estos gigantes los sometió a una prueba: tenían que cabalgar y cazar sobre la tierra.

Los gigantes no montaron a caballo ni cazaron, pero lograron pescar. Sus habilidades les permitían el control del mar, por lo que se establecieron cerca de la costa.

El lugar donde vivían era un territorio plano, sin cerros, por eso el terreno se inundaba con frecuencia. Entonces el dios de los seris decidió formar las montañas para proteger a la gente del agua.

Un día, hubo una gran inundación. Los gigantes huyeron hacia las montañas pero el agua los alcanzó y quedaron convertidos en cirios enormes.

Desde entonces se cree que Los Cirios sólo crecen en las montañas.

sábado, 14 de marzo de 2015

LOS AATSLAABTSIK



Cuando todavía la humanidad no había sido creada, y todo era oscuridad, vivían unos seres grises que tenían tres piernas, una en medio de las piernas normales, que comían para vivir olores, suciedad, cosas crudas e insípidas.

Vivían asustados esperando que algún día un dios hiciera la luz que los mataría. Estos seres grises se llamaban baatsik’i aatslaab, antiguos antepasados de creaciones venerados como aatslaabtsik.

Cuando por fin los dioses crearon al Sol, los baatsik’i aatslaab se hundieron de cabeza en la tierra de los montes y los caminos. Cuando salen de sus refugios a caminar, lo hacen de cabeza y haciendo círculos, y entonces se producen los remolinos.

En cierta ocasión Florinda, una joven huichola poco agraciada y a la que no faltaban defectos, estaba tan desesperada porque no encontraba marido y ya iba a cumplir diecisiete años, que decidió ir a llorar sus penas al monte, pues era un hecho que la fea jovencita, que además de ser chaparra era gorda, estaba muy enamorada de un jovencito llamado Emilio.

Pero Emilio no la quería y prefería a Sofía, una bella muchacha de cabellos negros, largos y lustrosos, poseedora de una gran sonrisa que mostraba sus dientes parejos y fuertes.

Así púes, Florinda se fue al monte a lamentarse. Estaba sentada en una roca, cuando de pronto vio acercarse un remolino turbio y sonoro.

Como no malició un peligro inminente, porque la chica era corta de luces, se quedó sentada. El remolino se acercó cada vez más, hasta que Florinda se dio cuenta de que se trataba de los encorvados tres piernas llamados baatsik’i aatslaab. En un abrir y cerrar de ojos, la joven desapareció tragada por el remolino.

Nunca más apareció, sólo encontraron cerca de la roca su bordada blusa del diario. Casi nadie la lloró en su pueblo, lamentaron su desaparición, y nada más. Tranquilo de la presencia molesta de Florinda, Emilio contrajo matrimonio con Sofía y vivieron muy felices en un pueblo vecino llamado Santoriana.

viernes, 13 de marzo de 2015

LA CABEZA



En un poblado cerca de Chichén Itzá, el centro ceremonial dedicado a honrar al dios Kukulcán, vivía una pareja, que no tenía muy buenas relaciones.

El hombre, llamado K’in, no confiaba en su mujer, y pensaba que lo engañaba. A fin de salir de dudas, decidió investigar.

Un día, le dijo a la mujer que tenía que salir de viaje, pero no era verdad, sólo fingió que se iba para poder espiarla y comprobar que sus presentimientos eran verdad.

Pasadas unas horas de su supuesta partida, K’in regresó, abrió la puerta de su casa y solamente se encontró con la cabeza de su mujer, no tenía cuerpo.

Sumamente asustado, K’in salió de su casa y fue corriendo a donde vivía un hechicero, al cual le platicó lo acontecido.

El hechicero le dijo: -“Mira K’in, lo que sucede es que tu mujer es una bruja, como su madre y como su abuela. Para quedar libre de ella, lo que tienes que hacer es frotarle el cuello con sal, y en ningún momento debes hablarle ni responderle, aunque ella te suplique y te lloré, tú debes quedarte callado”-

K’in regresó a su casa y se puso manos a la obra.

La bruja al sentir la sal en el pescuezo, indignada y vencida le dijo:-“¡¡¡Ay, K’in, me acabas de matar, ya nunca podré volver a recuperar mi cuerpo. Pero yo te maldigo, tú también morirás!!!”-

Y efectivamente, K’in murió poco después que su bruja-esposa, y ya nadie más volvió a saber de él, simplemente desapareció y se fue al mundo terrible de lo sobrenatural.