En la montaña sagrada Nindo Tokoxo
vivían todos los
dioses mazatecos, entre ellos una pareja de ancianos que tenía un hijo, el
único. Los padres consideraron que ya era tiempo de casarlo y buscaron una
buena chica que fuera también hija de dioses.
Cuando los ancianos la encontraron, el
padre fue a pedirla una madruga entre las tres y las cuatro, a fin de que
nadie se diese cuenta. Pero un pajarito de nombre Chalandi estaba de guardia en
la casa de la muchacha.
El padre acudió tres veces a pedir a
la chica, sin resultado satisfactorio. A la cuarta vez acudió el pretendiente,
pero ante tal atrevimiento el padre de la muchacha se molestó y le preguntó si
ya estaba capacitado para efectuar las tareas que correspondían a su sexo, como
sembrar y cortar leña para poder casarse. El joven respondió que sí, y el futuro
suegro le replicó que como condición para casarse con su hija debía sembrar
maíz, calabaza, y frijol ayocote en todos los cerros de su propiedad en tres
días.
El muchacho aceptó en seguida,
pensando en la manera de cumplir con tamaño compromiso en tan poco tiempo, dado
lo enorme del terreno. Entristecido por lo difícil de la tarea, se sentó en una
piedra y vio una parvada de pájaros chajma chan. Habló con el líder de los
pájaros y le relató el terrible problema en que estaba metido por amor a una bella
joven.
Los pájaros lo escucharon y se
compadecieron. Le dijeron que ellos realizarían el trabajo de roza y sembrarían
todo lo pedido por al padre de la novia convertidos en peones de labranza.
Muy contento el novio acudió con el
futuro suegro para avisarle que la faena estaba hecha. Desconcertado, al
hombre no le quedó más remedio que darle la mano de su hija.
Como los pájaros-peones estaban
hambrientos le dijeron al joven que les diera comida, pero no sabía guisar;
entonces ña prometida le dijo que eso tenía fácil solución y tomó un totsin, un
colibrí, lo mató, y con la mitad hizo un tezmole que alcanzó para que comieran
todos, incluido el padre y sus familiares. Terminada la comida, los novios se
fueron a vivir al Nindo Tokoxo.
La suegra de
Isabel, que así se llamaba la chica, todos los días le pedía que fuera a la
milpa de su marido a traer maíz. Cuando llegaba, arrancaba un elote de cada
esquina de la milpa y del centro, los llevaba a la casa de su suegro y, por
arte de mágia, se convertían en cinco costales rebosantes de elotes. Asombrada,
la suegra decidió espiarla y un día la siguió hasta la milpa. Se dio cuenta de
los poderes mágicos de Isabel y de la imposibilidad para doblegarla como era su
intención.
Un día en que la chica se encontraba
sola en la casa y el marido en la milpa, la envidiosa suegra la corrió de la
Montaña Sagrada. Isabel salió huyendo, y conforme recorría el campo les iba
poniendo nombres a los lugares por donde pasaba: Ndá Ninda, Agua de Zorra; Ndá
Cho, Agua Animal, y así sucesivamente.
Esta diosa fue conocida por los
antiguos con los nombres de Chjoon Ndave, Na Isabel, Na Lisa y Chjoon Cha Asay.
Y a su joven esposo
lo llamaron Chikón Tokoxo, el famoso dios y héroe cultural de los mazatecos.