"EL HOMBRE JUZGA PORQUE CREE SABER... PERO CUANDO SABE NO JUZGA"
jueves, 28 de febrero de 2019
CUANDO EL ADIÓS ES BUENO
Muchas veces no es suficiente sentir demasiado amor, para
aceptar que las cosas no se pueden dar como lo esperábamos, ni tampoco evitar o
impedir que nos cause dolor el tener que decir ineludiblemente, adiós.
Cuesta entender como todo parece a veces quererse oponer,
y en cada paso surgen tropiezos y obstáculos que nos hacen caer y hasta dudar
de lo sano o no que pueda ser continuar o terminar lo que ya tenía sus raíces
bien clavadas en lo más profundo de nuestro interior.
Qué difícil es hacerle comprender al corazón, que aunque
lo que está sintiendo es lo que le da sentido a su latir, tiene que aprender a
dejar de suspirar y asumir que las cosas no pueden continuar, porque la
decisión que se ha tomado es escribir fin, en lo que creímos sería para toda la
eternidad.
Y a veces no sabemos dar explicación, cuando nos
preguntan, porque hay que soltar lo que más hemos sabido amar; no es fácil
encontrar una razón, decir que quizás existen mundos diferentes en los que cada
uno se ha de ubicar; entender que cuesta seguir cuando las circunstancias se
atraviesan para separar, ni aceptar que quizás uno de los dos no amó lo
suficiente y por eso se llegó a la conclusión que es mejor terminar.
Hay
momentos en los que ese adiós inmortaliza en el alma el sentimiento que tanto
unió, y aunque muchas cosas nuevas surjan y existan propuestas de vivir algo
más, nada podrá hacer que se olvide aquello que significó demasiado, por lo que
permitió experimentar… Y quizás este adiós cueste tanto que se guarde la
esperanza de replantear, o se dejan las puertas abiertas por si el tiempo
decide que las cosas se puedan retomar; esa es la ilusión que más alimenta el
corazón, aunque intente distraer lo que siente y finja demencia afirmando que
ya lo ha superado y se optó por lo mejor.
Tal vez sin quererlo, se rompe cualquier lazo que
dificulte el soltar; y se prefiera arrancar cada página que en el fondo del
alma se quiere arraigar; porque mientras exista una esperanza es casi imposible
terminar, y hace más daño la separación, sin que el corazón asuma realmente que
todo terminó.
Son realmente muchas las circunstancias que aún en contra
de lo que se siente, obligan a decidir que todo debe llegar a su fin y debemos
continuar dejando atrás lo que por un tiempo se convirtió en nuestro todo y en
lo que más sabíamos amar.
Solo queda expresar, que decir adiós fue la mejor
decisión, porque era difícil continuar, aunque en el corazón de uno o de ambos
existiera demasiado amor… muchas veces quizás esto en el fondo no es verdad y
quedará el vacío por terminar o dejar ir lo que más se amó.
EL HANINCO
Mucho tiempo perdí tratando de
concurrir a una ceremonia india, a una hanincol (comida de milpa) que hacen los
mayas con el objeto, unas veces, de agradar a los dioses, y otras, de
desagraviarlos. Había rogado a los hechiceros que me permitieran la entrada, pero
todos se habían negado porque yo también me había negado a que me santiguaran:
(santiguar es someter a una persona a ciertos baños, con hierbas, hechicerías,
etc.) En las ceremonias de las comidas de milpa se admite a mujeres cuando se
va repartir el alimento. Al fin me resolví a todo y lo comuniqué al hombre. Así
fue como logré concurrir a la comida. Y ahora les narraré lo que ví; lo que oí
no, pues fue todo en maya, idioma que no entiendo.
La
ceremonia se hizo en un pueblo llamado San Juan Bautista Sahcabchén o Alto
Sahcabchén, por estar ubicado en la cresta de un cerro de roca viva.
El
maestro de la escuela, un joven llamado Mario Flores Barrera, me avisó con
anticipación; llena de alegría caminé a caballo toda la noche en que la Luna
plateaba los árboles y alumbraba el camino.
Llegué
al amanecer. Allá arriba estaba el pueblo. Subí a él, llamé a una puerta y al
punto asomó su risueña cara el maestro que me saludó.
Hoy
será la fiesta, me dijo con acento de satisfacción. Nos desayunamos con pan y
café y luego me llevó a la casa del men quien me recibió solícito, pero
desconfiado.
¿Está
resuelta a que le santigüen?- me preguntó.
El
maestro me miró, incrédulo de que pudiera aceptar eso.
Sí
le respondí, y en pocos minutos quedé santiguada y oliendo a romero y ruda.
Salimos
los tres y nos sentamos en el brocal de un pozo, y el hechicero contestó así mi
interrogatorio.
-¿Por
qué harán el hanincol?
-Para
desagraviar a los dioses.
El
dueño de la milpa que se ha de sembrar tiene un hijo enfermo, señal del
disgusto del Nohoch-Tat (Gran Señor).
Luego
me enseñó varias palabras mayas, el nombre de los vientos, etc., para que
pudiera entender, y me llevó a la casa donde el muchacho estaba enfermo.
¿Quiere
verlo?, me dijo. Sí- le respondí.
En
una hamaca estaba el joven calenturiento. El hombre le preguntó por su salud, y
él casi no contestó. Su ánimo estaba caído más que por la fiebre, por el temor
de que le hubiera castigado el dueño del monte. El hombre sacó de su morral un
bollo de pozole lleno de moho que de amarillo pasa a verde. Lo mezcló con agua,
lo endulzó con miel y se lo dio al enfermo.
Las
mujeres de la casa, durante la noche, mojan maíz y lo muelen en metates para
hacer una bebida refrescante llamada sacab. Este se reparte entre los que van a
asistir a la ceremonia.
En
la ocasión a que me refiero me dieron una ración, por la cual me sentí
invitada. Marchamos luego a la ceremonia o que diga, adonde iba a efectuarse.
El
dueño de la sementera y sus trabajadores estaban ocupados. Unos abrían una fosa
en la tierra; otros, en grandes calderos cocían maíz, frijol y tostaban
semillas de calabaza, que molían luego para formar una masa de estos tres
productos, la cual recogían en bolas.
Teniendo
ya las bolas sobre hojas de roble o plátano, se extiende primero la masa de
maíz haciendo una tortilla grande y se forma una de semilla de calabaza: luego,
una de frijol, y así sucesivamente, hasta llegar a nueve.
Estos
huahes (panes) se envuelven en las mismas hojas; uno de ellos es más grande que
los otros. Mientras esto se lleva a efecto, en la fosa abierta se ha colocado
gran cantidad de leña, que arde y calienta casi hasta calcinar algunas piedras
grandes. Por otro lado, en ollas también grandes se cuecen pavos y gallinas, y
en un caldero se hace el cool (atole salado).
En
un caldero se pone el caldo de gallina y pavos, destinado a preparar el chocó
(caliente).
El
hombre, con toda parsimonia, toma dos velas que enciende, y, seguido de unos
hombres que llevan en tablas los huanes (panes) y de todos los invitados, llega
a la ardiente fosa. Y dice así: lakín-ik, xikín-ik, nohol-ik, xamán-can
(vientos de oriente, del poniente, del sur y del norte; sed benévolos). Luego
hace mil contorsiones, brinca de un lado para otro de la fosa, saca con las
manos, del fuego, las candentes piedras, y sólo deja unas en el fondo, sobre
las cuales se colocan los panes. Las piedras extraídas se acomodan encima y se
recubre la fosa con tierra y gajos de roble.
Retornan
el brujo y su comitiva al lugar primitivo, donde se ha colocado una mesa, que
tiene encima una cruz cristiana, tres velas grandes, tres medianas y tres
chicas. También hay incienso, rudas, albahacas, flores, dulces, cigarrillos,
etc.
Se
han llevado a la mesa los pavos y las gallinas condimentadas y cocidas. Debajo
de la mesa está el gran caldero de cool, el jugo de gallina y pavos, etc.
El
men parece perder su personalidad de hombre, y en medio de gesticulaciones y
contorsiones, conjura a los vientos malos y llama a los buenos; levanta en sus
manos las ramas de albahaca y ruda, y blandiendo la cruz cristiana aleja a los
vientos malos. Como regalo a los buenos arroja a los cuatro vientos jicaradas
de miel y balché. Luego cae en éxtasis, oculta su rostro entre las manos, y
tomando enseguida el incensario, marcha hacia la fosa; al llegar a ésta levanta
aquél al cielo y muchas manos de hombres destapan la fosa, de donde extraen los
huanes.
Todas
caminan hacia la mesa y el brujo cierra la procesión.
El
pan más grande es el que se pone en una mesita aparte. Apenas desenvuelto,
muchas manos arrancan trozos, hirviente aún y los depositan en el caldo de
pavos y gallinas, donde otras manos lo baten y disuelven. Así se prepara el
chocó.
Terminado
esto, el hombre reparte entre los concurrentes balché en jicaritas. Hay que
tomarlo, pues es malo tirarlo o despreciarlo.
Luego
el hechicero da a cada persona presente un cigarro gigante, al que debe darse
dos o tres fumadas. Esos cigarros son recogidos por un brujo en hojas de
almendro o higuerilla, con el fin de que sus manos no los toquen, los lleva a
la mesa y los riega con brebajes. Inmediatamente se toma a todos los niños que
han asistido a la ceremonia y se les pone de rodillas, con las manos cruzadas
sobre el pecho. El men les da balché dulce, chocó, cool, dulces, trozos de
pavos, pero todo en la boca.
(Los
niños representan a los aluxes, y el hombre les da de comer con la mano, ellos
no pueden tocar nada con las manos).
Terminada
esa comida, se aleja a los niños, y con una jícara grande se pone una buena
ración de todo lo que hay, de lo mejor, un gran trozo de pan y los cigarros,
todo lo cual toma el hombre pues es la ofrenda destinada al Nohoch-Tat (padre o
dueño de monte). El hechicero llega a la fosa y en el centro de ella coloca la
jícara grande y todo lo demás.
A
una señal del hombre la fosa es cubierta de tierra y casi ni queda señal de
ella. Se cree que durante la noche el dueño de bosque tiene allá su banquete, y
que sus hijos, los aluxes le hacen compañía y fuman en rueda sus cigarros.
Cuando
el hombre vuelve al lugar de la comida, todo se transforma en fiesta, se
reparte lo que aún queda, se da al dueño de la milpa, a sus hijos y
trabajadores, de todo lo que hay, y luego a los visitantes. Esta es ya la
comida terrenal. Todos comen, todos beben. El hombre viene a mí con una pierna
de pavo en la mano y me dice: ¿No come?, y me trae un trozo de muslo de pavo.
Yo
estaba sentada en una hamaca suspendida en medio de dos árboles, especialmente
para mí, frente a la mesa de la ceremonia. Era tal mi proximidad a la mesa, que
materialmente estaba bañada en miel y balché, pues me salpicó el men cuando
arrojó esos líquidos al aire.
Terminó
la ceremonia -me dijo el hombre-. El enfermo está curado.
Entre
los comensales vi a Pedro, que comía y reía con mucha gana.
Pedro
-dijo el hombre- ven aquí, pues quería demostrarme su poder. El muchacho
obedeció la orden. Ya no tenía calentura, había recobrado la salud.
En
ese momento di la razón al hombre y al enfermo. Estaba curado. Había que
reconocerlo.
Mas
luego pensé que ese hombre sagaz aprovechaba la ignorancia y fe de los
descendientes de los xius y cocomes.
Me
retiré pensativa. Soy una de los que creen que lo más de los indios mayas no
padecen ciertas enfermedades gracias que ingieren frecuentemente, las dosis de
penicilina que se encuentran en el moho del pozole, que siempre comen con sal e
sus milpas.
¿Se
curó el muchacho? ¿Sería por el favor de los dioses o por la acción de la medicina
que le dio el hombre en el pozole?
Tal
vez ni el hechicero lo sepa. Tal pensaba yo después de la peregrina ceremonia
que me dejó la impresión de un sueño fantástico.
miércoles, 27 de febrero de 2019
EL ALACRÁN DE SAN ANSELMO
Don Lorenzo de Baena, hombre bondadoso
y sencillo, poseía una considerable fortuna. Pero ocurrió que un día la mala
suerte entró en su casa, y desde entonces las calamidades se sucedieron en una
serie ininterrumpida. Uno de sus barcos, que regresaba con telas de China, fue
apresado por los piratas; naufragó una nave cargada con mercancías, que don
Lorenzo había comprado; envió un convoy de plata a las provincias de Occidente
y los indios lo asaltaron… Pero no fue esto lo peor: el único hijo de don
Lorenzo iba en el convoy y fue escalpelado por los indios, y su esposa, agotada
por el dolor, murió algún tiempo después.
Don
Lorenzo sufría todo con cristiana resignación. Cuando su ruina fue completa,
sus amigos le abandonaron y tuvo que vender su casa y hasta sus muebles. Aun en
la más absoluta miseria, don Lorenzo no se desanimaba y esperaba una ocasión
para rehacer su fortuna.
Un
día se dirigió al convento de San Diego. Vivía en él un santo padre llamado
fray Anselmo, siempre dispuesto a ayudar a quien a él acudiera, caritativo y
desprendido hasta la exageración. Su celda era la más pobre del convento y sus
hábitos estaban hechos jirones. Todo lo que tenía lo daba, y ya ni hasta un
hábito nuevo le querían entregar los hermanos, porque sabían que se desharía de
él al momento para socorrer alguna necesidad.
Don
Lorenzo le contó todas sus miserias. Sabía que un barco cargado con sedas y
porcelanas de la China estaba próximo a llegar. Si alguien le prestaba
quinientos pesos, podría comerciar con estas, mercancías y salir de su
angustiosa situación. Fray Anselmo estaba muy apenado, porque ya no le quedaba
con que poder ayudar a tan buen hombre. Entonces un alacrán comenzó a ascender
lentamente por la pared, y el fraile lo recogió cuidadosamente, lo envolvió en
un trapo y se lo dio a don Lorenzo, diciendo:
—Es
lo único que tengo, hermano. Llévalo al Monte de Piedad, a ver cuánto te dan
por ello.
Don
Lorenzo hizo lo que el fraile le había indicado. Se presentó en el Monte de
Piedad, temeroso y avergonzado, y entregó el envoltorio. Y cuando esperaban que
lo despidiesen rudamente, tomando su acción por una burla, se vio sorprendido
por la exclamación de admiración que el dependiente lanzó al deshacer el
paquete. En su interior había un alacrán de filigrana de oro, adornado con
esmeraldas, rubíes y diamantes.
Recibió
por él tres mil pesos y salió para San Diego de Acapulco, donde acababa de
anclar la nave esperada. Volvió a Méjico con las mercancías y las revendió
rápidamente. Esto le sirvió de base para reanudar sus negocios y pronto pudo
recuperar su antiguo capital.
Don
Lorenzo volvió a ser un hombre inmensamente rico. La fortuna le acompañaba en
todos los negocios, y volvieron a llover los halagos de los amigos. Pero no
olvidaba que todo se lo debía al humilde fraile, y un día, queriendo
recompensarlo, fue al Monte de Piedad, sacó el maravillo so alacrán, lo
envolvió cuidadosamente y se lo llevó. Fray Anselmo recibió el regalo con
tranquilidad, desenvolvió el paquete, cogió amorosamente el alacrán y,
poniéndolo en la pared, en el mismo sitio de donde lo había tomado el día que
se lo dio a don Lorenzo, le dijo:
—
Sigue tu camino, criaturita de Dios.
Y
el precioso animal, convertido de nuevo en un vulgar alacrán, comenzó a caminar
lentamente.
¿PORQUÉ QUIERO A MI PERRO?
Que por qué quiero a mi perro, me suelen a veces
preguntar.
A
lo que respondo de una vez: “Porque sabe amar sin razonar”
Los
perros aman a su amo y si es necesario, dan la vida por él , no piden nunca nada
a cambio, están siempre ahí, aunque se les pueda ignorar.
No
se fija de las apariencias, no le importa si grande o pequeña soy, simplemente me
ama, porque existo y algo de cuidado le doy.
Reconoce
mi voz y mis estados de ánimo, me siente venir cuando nadie me ha visto, permanece
fiel aún sin pensarlo; por ello lo da todo sin condición.
El
ser humano lo razona todo, y por pensar tanto limita lo que da, se detiene ante la
persona que encuentra, la mira de pies a cabeza, y a veces no conoce lo que significa la
fidelidad.
El
animal al que le das amor, te responde con mucho más. El ser humano al que le
das amor, le da miedo recibirlo, porque no confía ni en sí mismo y le teme al dolor.
Las
personas limitan lo que dan, lo miden todo, aún lo que reciben de los demás; mi
perro simplemente me ama por ser yo, no me pide más de lo que le doy, no
le importan mis errores y debilidades, solo quiere estar ahí a mi lado, por si lo he de
necesitar.
Podría
darles mis razones más, por las que quiero a mi perro, los animales aman
porque sí, es el toque de Dios en ellos cuando los quiso crear; todo lo que hizo Dios habla de
su amor, porque es lo que a cada una de sus criaturas quiso regalar; a
nosotros hombres y mujeres
nos dio algo más, la razón y la libertad; pero a veces no sabemos usarla,
por eso limitamos el amor y no sabemos ser felices de verdad.
¿Por
qué quiero a mi perro?... porque aunque parezca increíble, aún sin que sepa
hablar ni pensar, me enseña lo que es realmente Amar y me ayuda a
conocer el verdadero significado de Fidelidad.
martes, 26 de febrero de 2019
BAJA LA MIRADA
Andas muy de prisa por el mundo, mirando hacia las
alturas, creyendo que entre más alto veas, más lejos llegas; y así caminas
distraído, sin ver por donde vas, no te das cuenta si en tu caminar, huellas o
cicatrices has de dejar. Buscas a Dios en lo más alto, por eso no lo sientes o
no lo aciertas; crees que te ha abandonado; vacío y soledad experimentas. Dios
no está en las alturas, El habita dentro de ti y de cada persona o criatura que
camina a tu lado, esas que te llevas por delante o has ignorado.
Sigues construyendo un mundo enorme, en el que te pierdes
y te sientes inconforme; colocas todo tan arriba que te cuesta muchas veces
alcanzarlo o tan siquiera tocarlo; prefieres elegir otro camino, repitiendo la
historia, pensando solo en ti, sin acordarte de mi.
Baja la mirada, mantente atento al sendero que recorren
tus pasos, descubrirás que existen personas como yo, que caminan a tu lado pero
mucho mas despacio; habitamos el mismo mundo que tu y nos has olvidado,
construyéndolo tan sólo para los que como tu son más alto.
Baja
la mirada y aprende a descubrir las grandeza que esconden las cosas más
pequeñas, también recuerda que para subir se debe empezar desde abajo, y todo
aquello que desees construir se hará más fuerte y equilibrado, si tienes buenos
simientes y te esmeras en lo que colocas en sus bases, para así llegar a lo más
alto.
Bajar la mirada no significa humillarte, ni renunciar;
sino ser humilde y sencillo, pensar en los demás, recordar que la perfección de
Dios se esconde en lo imperfecto, tratarlo de encontrarlo en cada corazón que
te has de encontrar, y sobre todo, soñar en alcanzar las cosas más grandes,
desde las más pequeñas que puedes realizar.
Baja tu mirada, mira bien por donde vas; no sea que por
mirar tanto hacia arriba, tropieces y caigas y tengas miedos de volverte a
levantar; recuerda que el que sube rápido, así rápido ha de bajar.
Baja la mirada y no te olvides de los más pequeños, esos
que por andar mirando hacia arriba, pasas por alto y logras ignorar, sin tener
en cuenta lo que piensa y siente, ni mucho menos lo que ha de esperar y
necesitar.
UN PIANO
Se dice que en la primaria
"Leona Vicario" de Tijuana se escucha el sonido de un piano en el
sótano.
Cuentan que quien lo toca,
es la maestra de música que murió hace muchos años en ese lugar, no se sabe
exactamente como paso, pero generaciones tras generaciones, se ha ido contando
que, el último día de clases para salir de vacaciones de agosto, la maestra se
encontraba tocando el piano en ese lugar, cuando los guardias fueron y tocaron
la puerta, la maestra no escucho nada, ya que estaba tocando el piano, entonces
ellos se retiraron, pensando que ahí no había nadie, la profesora se dio cuenta
hasta 3 horas después, pero para ese entonces ya no había nadie en la escuela,
pasaban las horas, los días y la maestra sin comida, ni agua cada vez se iba
sintiendo peor, hasta que un día falleció.
Hasta hoy, se sigue
escuchando claramente ese piano, muchas personas van a esa escuela solo para
comprobarlo.
¿Te atreverías a ir?
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LEYENDA DE BAJA CALIFORNIA NORTE
lunes, 25 de febrero de 2019
UNA BRUJA
Hace mucho tiempo existía una bella doncella, quien se había
casado con el joven más guapo del pueblo. Todos decían que eran la pareja
ideal. Cierta mañana su compadre le preguntó:
―¿Qué tal es tu mujer?
―Excelente. Además de bella es una estupenda cocinera. Lo que no
me acaba de agradar es que desde que nos casamos me prepara moronga.
Esto extrañó al compadre, quien al día siguiente regresó y le dijo:
Esto extrañó al compadre, quien al día siguiente regresó y le dijo:
―Compadre, no es por chismear, pero a mí me dijeron que es malo
comer moronga. Pregúntele a la comadrita el porqué.
Acto seguido, el hombre fue y cuestionó a su mujer:―Oye, amor,
¿por qué siempre desayunamos moronga?
―Es porque mi padre es dueño del rastro y lo que no se vende nos
lo repartimos entre los hijos: a mi hermano mayor le tocan las vísceras, a mi
hermana las patas, y a mí la sangre... Por eso.
El hombre quedó complacido con dicha explicación. Sin embargo el
compadre se presentó asustado, comentándole que en el pueblo todos sabían que ella
era una bruja y que por ello nadie la había desposado.
―Mejor espíela, compadre, espíela... y verá de dónde saca la
moronga.
Así lo hizo y tempranito en la mañana antes de que el sol
saliera, vio cómo su mujer se levantó y camino hacia la cocina. A través del
fogón vio la figura de su esposa, la cual ante sus ojos y sin percatarse de ser
vista, se empezó a quitarse la piel y convertirse en una bola de fuego. El
hombre quedó impactado, sin habla. Corrió a ver a su compadre y le contó lo que
había visto:
―Compadre... compadre... salga rápido por favor.
Gritaba el joven, quien al ver a su compadre sin mediar palabra
le tomó del brazo y se lo llevó a su casa. Ahí encontraron la piel de su
esposa. El compadre al verla se quedó sin habla, más en un momento de lucidez
le dijo: ―Quemémosla, así no podrá regresar y ya no seguirá matando a más
niños. Y así lo hicieron: quemaron la piel de la joven, quien al regresar y no
encontrar su piel gritaba enfurecida y al mismo tiempo asustada pues la mañana
se acercaba y el sol empezaba a verse en el horizonte. El joven escondido y muy
asustado vio cuando los primeros rayos del sol quemaron a su esposa. …y este
fue el fin de la bruja de Coyoacán., se relata que hace más de dos siglos al
ser las 2 am, corre por las calles una madre vestida de blanco, conocida como
La Llorona; es una mujer que va causando terror a las personas que escuchan su
llanto. Luisa, una bella joven que vivía sola en una pequeña casa que
permanecía siempre cerrada a sus múltiples admiradores. Sus puertas se abrían
solo en las noches sin luna y salía ella silenciosa y cubierta a encontrarse
con un apuesto joven envuelto en su capa. Para escándalo de todas las personas
del lugar, una mañana aparecieron abiertas las puertas y ventanas de aquella
casita, sin embargo paulatinamente se fue olvidando el suceso, mientras Luisa,
feliz, vivía su pasión con don Nuño de Montes-Claros y sus tres hijos.
Poco a poco, sin embargo, él se alejaba del hogar hasta que al
fin no regresó más. Una noche, mientras Luisa mecía al menor de sus hijos, la
luna iluminaba su triste semblante, lo colocó en la cuna y se lanzó a la calle
sin saber que sus pasos la conducían al palacio de Montes Claros que lucía
hermoso y muy animado. Ella enloqueció al enterarse que se trataba del matrimonio
de don Nuño a quien pudo ver con su dama, desde la escalera. Fuera de sí,
regresó a su casa y con un puñal le dio muerte a sus hijos. La justicia la
condenó a morir en garrote vil. Luisa caminó sin la belleza de antes hacia la
muerte, subió las gradas sin zapatos y al encontrarse con su casa enfrente
gritó y elevando las manos, cayó al suelo.
La justicia
del cielo cayó primero y ese mismo día en el palacio fue el entierro de don
Nuño. Desde entonces se escucha por la noche el grito agudo que es el alma en
pena de Luisa, sin consuelo ni descanso. Que al dar muerte a sus hijos tan
despiadadamente por un mal de amores.
EL ZOPILOTE
El
zopilote, como se le conoce actualmente ―o ch'oom, en maya,
no siempre fue negro y feo. En el tiempo en que los mayas estaban en su
esplendor, su plumaje era verde. Tenía un aspecto tan alegre, que recordaba el
tono fresco de las grandes hojas de plátano y en la cabeza lucía un haz de
plumas irisadas.
De
alas vigorosas, vuela tan alto que se ve diminuto y hasta parece que se esfuma.
Dominando
el aire se mantiene en las alturas sin mover las alas, o parecer ir de lado,
usando un ala como timón.
Traza
parábolas y elipses en el cielo y al divisar su alimento, da vueltas cada vez
más cercanas hasta descender.
A
causa de su tamaño come bastante, casi puede decirse que es insaciable, pero no
es egoísta y le gusta compartir.
Los dioses lo castigaron
por comer lo que no le correspondía.
Sucedió que el halach-uinic
de Uxmal preparó un gran festejo para Zamná y las deidades que gobiernan los
vientos del oriente, que ayudan a mantener la tierra dispuesta a dar sus
exquisitos frutos para los hombres y los animales.
EL CERRO DE LA SILLA
El Cerro
de la Silla es una montaña que forma parte del sistema de
estribaciones de la Sierra Madre Oriental. Este se encuentra
abarcando partes territoriales de los municipios de Guadalupe (31.62%),
Monterrey (13.23%) y Juárez (55.15%) Nuevo León,
y constituye un ícono de la ciudad de Monterrey
y un símbolo para los regiomontanos. Cuenta con 4 picos llamados: Antena,
Norte, Sur y La Virgen. Siendo el de mayor altitud el Pico Norte con 1,821
m.s.n.m.
Fue nombrado así por Alberto del
Canto debido a su semejanza con la silla ecuestre. Alberto del
Canto fue un explorador portugués, yerno de don Diego de Montemayor y fundador de varias
ciudades, entre ellas Saltillo.
El Cerro de la Silla fue
decretado como Área Natural Protegida, con la categoría de Monumento Natural,
el 26 de abril de 1991, mediante un decreto presidencial, publicado en el
Diario Oficial de la Federación el día 25 del mismo mes y año.
La superficie del área
protegida es aproximadamente de 6,039 hectáreas y constituye ecosistemas que
contienen tipos de vegetación como Bosque de encinos y Matorral Submontano, así
como Bosque de galería y Chaparral de encinos. La fauna que habita este
monumento natural es propia de la Región Biogeografía Neártica, aunque recibe
la influencia de la Región Neo tropical, por su cercanía con el sistema
montañoso de la Sierra Madre Oriental. Entre los elementos representativos de
la fauna se tiene oso negro, Ursus
americanus emericus, gato montés Linx rufus texensis, Jaguarundi Herpailurus yaguaroundi, venado cola blanca Odocoileus virginanus miquihuanensis,
puma Puma concolor, entre
otros. La conservación del Monumento Natural Cerro de la Silla es de
importancia trascendental para el área metropolitana de Monterrey, pues
constituye un patrimonio natural con una importante función socioeconómica que
incluye la preservación de recursos como el agua, el aire, el suelo, la flora y
la fauna; elementos que representan servicios ambientales para la Ciudad de
Monterrey.
¿QUE GANAMOS?
Mientras
vemos como un año más se nos va; no podemos ser
indiferentes
a todo lo que en estos días que vivimos, logramos
perder
o ganar. Cabe hacer memoria de los momentos
vividos y así hacer un recuento, de lo que en
este caminar ganamos o perdimos. Aunque para
muchos quizás el tiempo y la vida pasan desapercibidos, se acomodan o estancan para evitar
involucrarse y correr el riesgo de sufrir;
no saben quizás que en esa indiferencia es más lo que se pierde
que lo que pueden ganar lanzándose a vivir.
Existen los que perdieron o ganaron paz interior dependiendo de aquello que el destino les presentó o les quitó; también hay a quienes por la muerte, les ha tocado decir adiós, en esos instantes ayuda mucho pensar en los momentos compartidos, de ello depende se pueda sentir lo afortunados que hemos sido, porque al lado de ese ser tan querido que se nos fue, muchas bendiciones recibimos; no podemos echar el tiempo atrás, hay que seguir adelante sin
renunciar.
Qué decir de los que durante este año ganaron o perdieron un amigo o un gran amor; si se ha ganado se podrá sentir que la vida toma otro sentido y un nuevo color; pero si por el contrario se ha perdido, reflexionemos en ¿qué fue lo que pasó?. Si cometimos algún error, la pérdida nos hará ganar experiencias, habremos aprendido la lección, o si por el contrario, ese amor no nos daba seguridad sino que causaba angustia y dolor, al perderlo habremos ganado la oportunidad de rehacer nuestra vida y encontrar el verdadero amor. Muchas veces en la vida ganar puede ser perder o perder puede ser realmente ganar; todo depende con qué ojos se miran o se asumen las cosas que hay que vivir o afrontar, es necesario ser objetivos a la hora de deliberar.
Haber perdido no es un pecado mortal que haya que condenar, perder hace parte de los riesgos que se asumen en la búsqueda de la felicidad; lo trascendente de este instante es tener la certeza de que en cada nuevo día que se nos regala, tenemos la oportunidad de intentarlo de nuevo, todas las veces que sea necesario, hasta que logremos por fin alcanzar, eso que tanto anhelamos y ahí en ese proceso, mientras en la lucha sentimos que estamos viviendo, a la vez vamos ganando mucho más de lo que alguna vez imaginamos.
Ganaremos experiencias, fortalezas, sabiduría, fe y paz; encontraremos el amor y la amistad, obtendremos la certeza de que aprovechamos el tiempo que se nos ha dado, supimos vivir de verdad, y cuando hagamos un recuento de lo que invertimos en nuestro caminar; a pesar de tener momentos en los que quizás perdimos, sentiremos que más que perder, conseguimos ganar; porque son muchas más las bendiciones que del Amigazo hemos recibido; todo tiene su razón de ser, simplemente hay que aprender a verlo con los ojos de la fe y no rendirnos jamás.
Hagamos un recuento de lo vivido, reflexionemos en los pasos que dimos, lo que nos atrevimos a hacer o aquello en que nos cohibimos; retomemos en nuestra mente los caminos recorridos y lo que nos toco asumir o enfrentar; es el momento de pensar ¿Qué ganamos o perdimos?
Existen los que perdieron o ganaron paz interior dependiendo de aquello que el destino les presentó o les quitó; también hay a quienes por la muerte, les ha tocado decir adiós, en esos instantes ayuda mucho pensar en los momentos compartidos, de ello depende se pueda sentir lo afortunados que hemos sido, porque al lado de ese ser tan querido que se nos fue, muchas bendiciones recibimos; no podemos echar el tiempo atrás, hay que seguir adelante sin
renunciar.
Qué decir de los que durante este año ganaron o perdieron un amigo o un gran amor; si se ha ganado se podrá sentir que la vida toma otro sentido y un nuevo color; pero si por el contrario se ha perdido, reflexionemos en ¿qué fue lo que pasó?. Si cometimos algún error, la pérdida nos hará ganar experiencias, habremos aprendido la lección, o si por el contrario, ese amor no nos daba seguridad sino que causaba angustia y dolor, al perderlo habremos ganado la oportunidad de rehacer nuestra vida y encontrar el verdadero amor. Muchas veces en la vida ganar puede ser perder o perder puede ser realmente ganar; todo depende con qué ojos se miran o se asumen las cosas que hay que vivir o afrontar, es necesario ser objetivos a la hora de deliberar.
Haber perdido no es un pecado mortal que haya que condenar, perder hace parte de los riesgos que se asumen en la búsqueda de la felicidad; lo trascendente de este instante es tener la certeza de que en cada nuevo día que se nos regala, tenemos la oportunidad de intentarlo de nuevo, todas las veces que sea necesario, hasta que logremos por fin alcanzar, eso que tanto anhelamos y ahí en ese proceso, mientras en la lucha sentimos que estamos viviendo, a la vez vamos ganando mucho más de lo que alguna vez imaginamos.
Ganaremos experiencias, fortalezas, sabiduría, fe y paz; encontraremos el amor y la amistad, obtendremos la certeza de que aprovechamos el tiempo que se nos ha dado, supimos vivir de verdad, y cuando hagamos un recuento de lo que invertimos en nuestro caminar; a pesar de tener momentos en los que quizás perdimos, sentiremos que más que perder, conseguimos ganar; porque son muchas más las bendiciones que del Amigazo hemos recibido; todo tiene su razón de ser, simplemente hay que aprender a verlo con los ojos de la fe y no rendirnos jamás.
Hagamos un recuento de lo vivido, reflexionemos en los pasos que dimos, lo que nos atrevimos a hacer o aquello en que nos cohibimos; retomemos en nuestra mente los caminos recorridos y lo que nos toco asumir o enfrentar; es el momento de pensar ¿Qué ganamos o perdimos?
domingo, 24 de febrero de 2019
AYER
El ayer ya pasó, el hoy se convierte en ayer y el mañana
no existe porque siempre se hace hoy así como el hoy cada segundo se hace ayer
y no se repite.
Hoy estamos pero mañana no sabemos; así mismo hay
personas de ayer que ya no están hoy, y otras de mañana que aún no conocemos.
El ayer no vuelve, el hoy no es eterno y el mañana es
incierto; lo único que en realidad tenemos es este preciso momento que sino lo
aprovechamos se nos escapa con el tiempo.
El verdadero amor es más pequeño ayer que hoy y hoy que
mañana; porque así no se acomoda ni estanca; crece, se fortalece, perdura y se
renueva en cada segundo que pasa.
Lo importante es lograr que cada momento que vivimos con
las personas que amamos, sea lo mejor del ayer, la alegría de hoy y la esperanza
de mañana.
Hay quienes se aferran en el ayer y dejan pasar el hoy
sin vivirlo como debe ser, no piensan en el mejor mañana que construyéndolo
hoy, pueden tener.
Con todo esto, con qué contamos? con cada segundo de vida
que se nos ha regalado, en ello tenemos la oportunidad que el Amigazo nos da de
transformar nuestra verdad y reescribir la historia de nuestra vida que
anhelamos algún día del mañana poder contar.
Valoremos y disfrutemos lo que tenemos hoy, sin
lamentarnos de lo que perdimos ayer, tampoco nos acomodemos a esperar lo que
mañana, del cielo anhelamos nos pueda llover.
Debemos aprender a vivir de tal forma hoy, que pensar en
el ayer no nos cause dolor y esperar el mañana no nos llene de temor.
jueves, 21 de febrero de 2019
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