sábado, 31 de agosto de 2019

TOWI




Towi Panda es el nombre del primer panda en nacer y sobrevivir en cautiverio fuera de China. Se convirtió en un icono popular en la historia de México.
Significado del nombre Tohui en Tarahumara: Los Tarahumaras en el estado de ChihuahuaMéxico usan la palabra tohui para referirse a los niños.
Nació el 21 de julio de 1981 en el Zoológico de Chapultepec, en la Ciudad de México. Es hija de Ying Ying y Pe Pe, una pareja de pandas gigantes regalados a México por el gobierno chino el 10 de septiembre de 1975. En 1980 tuvieron a su primer cría Xen-Li, quien sólo vivió ocho días.
Tohuí vivió sana y felizmente, y en su momento requirió de diversas maniobras internacionales para conseguirle pareja. 
Tohui Panda muere el 16 de noviembre de 1993, a los 12 años, víctima de una crisis de leptospira, sus restos son disecados y exhibidos en el Zoológico de Chapultepec junto a sus padres y su pareja Chia Chia.


LA RIQUEZA



"QUIEN DA, SIEMPRE DARÁ... QUIEN QUITA, SIEMPRE QUITARÁ"

FLORENTINO




Florentino Montenegro vivía en Guanajuato y se dedicaba a buscar yacimientos de plata y oro. Le iba muy bien en su trabajo y era apreciado por las personas que le rodeaban dada su simpatía innata.
Una cierta noche, Florentino salió de la cantina muy borracho y se dirigió a su casa por el Callejón de los Perros. De pronto, escuchó una voz que le llamaba por su nombre, se volvió a ver de donde procedía y vio a una mujer parada junto a una puerta.
La mujer le invitaba insistentemente a pasar a su casa, alegando que hacía mucho frío y que quería proporcionarle algo de calor. Florentino se acercó a la mujer y se la quedó viendo. Se trataba de una mujer muy guapa, rubia y vestida de blanco. El minero, al verla, aceptó de inmediato la invitación. El cuarto era pobre, había una mesa con botellas de vino, una cama y un anafre en el cual estaba una cafetera. Las paredes estaban adornadas con calaveras. La mujer le ofreció una copa de vino que Florentino aceptó gustoso. La bella mujer le dijo al borrachales que le iba a llevar a un lugar donde se divertiría mucho; lo tomó del brazo y le llevó hacia una puerta que conducía a un subterráneo.
Conforme bajaban todo se oscureció y Florentino se empezó a asustar, aun cuando siguió adelante para no quedar mal con aquella muchacha que harto le gustaba. Siguieron bajando y el lugar era cada vez más frío y se sentía un fuerte olor a azufre. Los escalones nunca terminaban.
Florentino pudo darse cuenta que el lugar era como una especie de mina con socavones y con entes que gemían horriblemente. Florentino estaba aterrado y muy cansado de tanto bajar; quería regresar, pero su machismo se lo impedía. Por fin llegaron a una gran sala en donde unos seres endemoniados se peleaban y se pegaban.
El pobre minero no sabía qué hacer, pues al mismo tiempo que veía esos horrores, la bella mujer le miraba con amor y no soltaba su mano. De repente, la mujer le soltó y se fue convirtiendo en calavera, la carne se le cayó y solamente quedó su esqueleto.
La lava escurría por las paredes y Florentino se trataba de librar de ella como podía, cuando vio a un enorme diablo que llevaba cargando el esqueleto de lo que creyó una guapa joven. Ambos, demonio y esqueleto, miraban a Florentino y le insultaban. Tratando de escapar, el minero dio con las escaleras y empezó a subirlas rápidamente, hasta que llegó al cuarto desvencijado a donde la mujer le había invitado a entrar. Saliendo de aquel antro precipitadamente, el minero corrió hacia su casa.
Como su estado era lamentable, pues Florentino parecía un idiota que no podía hablar y sólo miraba al espacio, su esposa fue a buscar a un curandero. El hombre estaba hechizado y había que hacerle una limpia. Pero no conforme con ello, la mujer acudió a ver al sacerdote de la iglesia, quien acudió a la casa de la esposa y obligó a Florentino a relatarle lo que la había sucedido.
Al oír el relato, el cura le dijo a Florentino que le llevara a la casa de la bella mujer. Al llegar a la casa el sacerdote se acordó que en aquella casa había vivido una mujer hacía ya treinta años, y que él la había ayudado a bien morir.
Entraron ambos al cuartucho, donde seguía la mesa con las botellas de vino y el anafre. La puerta que conducía al subterráneo se encontraba donde Florentino la recordaba, pero los escalones daban a una salida a otro callejón. Entonces, el cura le dijo al gambusino que lo que le había pasado era una experiencia demoníaca por llegar una vida tan desordenada y por gastar su dinero en parrandas y en mujeres de la vida fácil.
Arrepentido Florentino de sus malos hábitos, juró ante la Virgen que dejaría las malas costumbres para siempre. Y lo cumplió, transformándose en un hombre serio y responsable, que ahorro mucho dinero y se volvió muy rico.
Por su parte el sacerdote exorcizó la casa de la bella mujer, para que nunca más se le apareciera a ningún borrachín parrandero. Sin embargo, por las noches se aparece una mujer bella vestida de blanco por el famoso Callejón del Diablo, que gime y se lamenta e invita a los trasnochados a entrar en su humilde casa.


iMANATI




Este mamífero marino se encuentra en peligro de extinción a escala mundial. Fue puesto en ese estatus en 1975, por la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES); en 1982, fue catalogado como vulnerable por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y, en México, hacia 1991, fue considerado en peligro, sujeto a protección especial y colocado como una especie prioritaria de conservación.

Al ser acuáticos, estos animales enfrentan problemas como la pérdida, degradación y fragmentación de su hábitat; la contaminación por descargas urbanas; captura accidental por redes de pesca ilegal y la exploración, explotación y mantenimiento de infraestructura petrolera.

Hay información de que fue una especie ampliamente utilizada por las culturas maya y olmeca en las costas del Golfo de México y Mar Caribe; práctica fue adoptada por los españoles en la época de la Colonia y perduró hasta la actualidad, lo que mermó las poblaciones.

En en país, se estima que hay entre mil y dos mil ejemplares en vida silvestre. En el santuario de Bahía Chetumal –la zona más estudiada del territorio debido a la factibilidad de observarlos en aguas transparentes– se calculaba la existencia de entre 200 a 250.

Los manatíes pertenecen al orden Sirenia, que incluyen tres especies; en México existe una sola llamada manatí de las Antillas y habitan en tanto en las costas del Golfo de México como del Mar del Caribe y algunas lagunas y ríos del sureste.

La contaminación química provocada por el consumo de agua y plantas acuáticas con agentes tóxicos vertidos por las industrias petroquímicas y agroquímicas, así como por las descargas urbanas, son fuertes amenazas para los especímenes en Veracruz, Tabasco, Campeche y Quintana Roo, pues pueden provocarles infecciones y enfermedades.

En Veracruz, por ejemplo, las perforaciones petroleras alteran la calidad del agua y, además, los pozos y barreras físicas impiden su libre paso.

Por su parte, también el cambio climático resulta un problema, pues con las inundaciones, el aumento de los ríos y lagunas ocasiona que migren a lagunas que se forman de manera temporal y quedan atrapados cuando el agua baja a su nivel normal.

A todo esto, se suma el desconocimiento de su biología; por ejemplo, una cría pequeña no es capaz de termorregularse, por lo que su madre lo deja en la orilla de su hábitat para que esté en aguas tibias mientras ella se aleja a comer. La gente al pensar que son huérfanas las sustrae del medio y, posteriormente, es difícil volver a reintegrarlos porque los padres se alejan.

Por ello, se trabaja en la construcción de centros de atención de crías huérfanas para que, si se presenta un caso, el animal sea atendido, no tenga contacto con el público y pueda entrar a un programa de rehabilitación y reincorporación.

La reproducción en cautiverio ha sido exitosa en algunos acuarios como el de Veracruz, sin embargo, es importante hacerla de manera coordinada.


LOS DIOSES DE LA MUERTE




El reino de los muertos o inframundo, conocido comúnmente como Mictlan, era gobernado por el Señor del Inframundo, Mictlantecuhtli, y por la esposa de este, Mictecacihuatl, los Infiernos, el Chignauhmictlan.

Pero aparte de estas deidades, existían otros dioses y diosas que poblaban las regiones del Mictlan y que casi siempre encontramos por parejas.

Una de ellas es Ixpuzteque, El que tiene el pie roto y su esposa Micapetlacalli, Caja de muerto. Por último conocemos el nombre de Tzontemoc, El que cayo de cabeza, y su esposa es Chalmecacihuatl, La sacrificadora. Mictlantecuhtli y Mictecacihuatl eran la pareja más importante de las regiones del inframundo y habitan la más profunda de ellas, a donde llegan los hombres a descansar, no sin antes entregar a las deidades presentes valiosos.

Mictlantecuhtli aparece con el cuerpo cubierto de huesos humanos y un cráneo a manera de mascara, con los cabellos negros, encrespados y decorados con ojos estelares, puesto que habita en la región de la oscuridad completa. Adornan su cabeza unas rosetas de papel de las que salen conos, uno sobre la frente y otro en la nuca. Sus animales asociados son el murciélago, la araña y el búho (tecolotl).

LA PITAHAYA




Lo que hace más intensa y emocionante la vida, es el sabor agridulce que tiene: los momentos de gozo y paz que nos regala, así como los retos, tropiezos y laberintos que a veces nos deparan.

Demasiado dulce, enferma y hastía; mucha agua, ahoga la plantita; las multitudes suelen asfixiar; es necesario a veces experimentar desierto y la soledad, regalarnos la oportunidad de extrañar, para así aprender a valorar, soñar un poco, anhelar.

El facilismo y la comodidad, atrofian nuestras fuerzas, nos debilitan las alas a la hora de querer más alto volar. Hay quienes se van al otro extremo, les gusta caminar sobre espinas, aislarse del mundo, compadecerse de sí mismos, culparse de todo lo que pasa a su alrededor, sentirse siempre perseguidos o convertirse en perseguidor.

Por algo existen el día y la noche, lo blanco y lo negro, lo mucho y lo poco, lo grande y lo pequeño; para mantener el equilibrio y la diversidad, que todo lo que busques y necesites, en el mundo lo encontrarás, Dios dejó un toque de su perfección en cada ser, cosa o criatura que supo crear.

No te rindas en el intento, mucho menos en cualquier tropiezo; cada nuevo día trae consigo otra oportunidad, hay que guardar siempre la esperanza de lo que vendrá; ponerle sabor a la vida con una pizca de azúcar o de sal, disfrutar de esa sensación agridulce que nos enseña a reír y llorar, a enojarnos de vez en cuando, sentir a veces miedo o soledad; no perder nunca la fe y la paz, que nos mantiene con la mirada en el cielo, sin los pies de la tierra despegar.

La vida es un salpicón de emociones, en la cual se nos permite de todo un poco disfrutar, no nos quedemos estancados, menos cuando sintamos que nada tiene solución, o que todas nuestras metas las hemos logrado; el pasado no volverá, el futuro nadie lo tiene garantizado; lo único seguro es que Dios nos lleva de la mano, de El venimos y hacia El vamos; esa es nuestra realidad.

EL PÁJARO CU




Cuando el dios Tonatiuh gobernaba, en tiempos remotos, los pájaros, poseían el don de hablar como las personas.
Entre todos ellos, el más feo y el más insignificante era el pájaro cu. Cuando en las noches de luna llena, presididos por el águila, se reunían en consejo, el pájaro cu aburría a todos con sus lamentos. No podía resignarse con su vulgar plumaje descolorido-Un día, el águila, cansada de tantas quejas, quiso buscarle un remedio, y preguntó al tecolote (la lechuza), que había ganado reputación de sabia, si se le ocurría algo para embellecer al pájaro cu. La lechuza pensó largo rato y al fin propuso, solemnemente, que cada pájaro le diese una de sus más bellas plumas. Como éstos no se mostraban muy dispuestos a desprenderse ni de una sola de ellas, la lechuza creyó oportuno que, a cambio, el pájaro cu se convirtiese en mensajero de las aves, para poder pagar con sus servicios el sacrificio que se hacía por él. Así fue acordado. Las plumas de los más bellos colores le fueron entregadas y él las recibió, rebosante de alegría.
Desde aquel día, el pájaro cu fue el más bello de todos. Pero pronto se olvidó de su compromiso; se pasaba las horas contemplándose en la superficie de las aguas y se escabullía cada vez que alguna de las aves necesitaba sus servicios.
Llegó un día en que el águila quiso reunir un concilio y encomendó al mensajero que avisase a todas las aves para que acudiesen a la reunión. El pájaro cu no se preocupó de cumplir el encargo, sino solamente de continuar contemplando su deslumbrante plumaje. Cuando llegó el momento del consejo, el águila se encontró sola. Atribuyendo la culpa a los convocados, acudió en su busca, y a picotazos los llevó, por las malas, al lugar señalado para la reunión. Una vez allí,” todos levantaron sus quejas. Ninguno había recibido orden ni mensaje alguno. Comenzaron las injurias, las protestas y las voces se elevaron cada vez más; tanto, que el dios Tonatiuh los oyó desde el cielo y les mandó callar. Pero los pájaros estaban tan enfurecidos, que continuaron sus gritos, culpando a la lechuza y al pájaro cu. Entonces el dios Tonatiuh extendió su mano y los condenó a perder la facultad de hablar. Desde aquel momento sus voces se convirtieron en graznidos; pero su cólera contra los culpables de esta desdicha persistió.
Todavía hoy el tecolote no puede salir de día, porque se expone a ser picoteado, y el pájaro cu, que tampoco puede salir más que durante la noche, tiene que esconderse de la lechuza, que le busca para satisfacer su venganza.
Su plumaje sigue siendo el más bello y el más brillante: peto de poco le sirve, ya qu nadie lo ve. Sólo él se lo alaba, tristemente, contemplándose como antaño en la superficie de las aguas.


viernes, 30 de agosto de 2019

LA BANANA




No es lo mismo Ana va a la prueba, que prueba la banana.

LOS MÉRITOS



"QUIEN TIENE MÉRITOS PARA ENVANECERSE... NO SE ENVANECE"

LA BRUJA DE HIDALGO




En el estado de Hidalgo cuenta la gente que las brujas son mujeres que, en las noches de mayor oscuridad, se convierten en guajolotes sin una pierna.

Dicen que se ve en el cielo cómo las luces que prenden y apagan en busca de una casa donde hallen algún recién nacido al cual puedan chuparle toda la sangre.

Por ello es bien sabido que la gente acostumbra a pintar afuera de las habitaciones donde duermen los bebés, grandes cruces con cal, además de colocar espejos y tijeras en forma de cruz al lado de las cunas para protegerlos.

Uno de los muchos casos de brujas que sucedió hace muchos años y de los cuales mi papá me contó dice que:

En un cuarto de adobe alejado del pueblo de Singuilucan, vivía un señor junto con su esposa. Él era conocido entre la gente por su trabajo, aunque de su esposa se corría el rumor de que era bruja, cosa que el señor ignoraba.

Un día sus amigos le comentaron a él lo que la gente decía y también le dijeron que la comida que llevaba a su trabajo estaba hecha con sangre de recién nacido, por lo que, lleno de dudas, decidió tenderle a su mujer una trampa y confirmar si aquello que le habían dicho era cierto.

Así que ese mismo día llegó a su casa diciéndole a su mujer que estaba tan cansado que iría a dormir.

Ella le dijo que también iría a dormir en cuanto terminara de guisar lo que comería al día siguiente en el trabajo, comida que misteriosamente siempre consistía en un pocillo con fritanga (tripa rellena con sangre cocida en alguna salsa de tomate).

Ya acostado, el señor le hizo un agujero a su cobija, por donde espiaría a su esposa. Pasado un tiempo el señor comienza a observar que su esposa como poseída por algo, cortaba de su larga cabellera negra un cabello que ennudado en su pierna logra que ésta se desprenda de su cuerpo. 

Terminado este acto que horrorizó al señor ella dejó la pierna junto al tlecuil (fogón), a la vez que iba transformándose en guajolote, el cual salió volando de la casa y convertido en el cielo en una luz parpadeante que se perdió en la oscuridad.

Aterrado por lo sucedido, pero a la vez indignado por la traición de su mujer, el señor quemó la pierna echándola al tlecuil y decidió esperar desde su escondite.

Ya cerca del amanecer la pieza se iluminó al regreso de la bruja, que traía consigo sangre de niño dentro de una tripa para cocinar la suculenta fritanga que comería su marido en el trabajo.

Al convertirse el guajolote en mujer, ésta comenzó a buscar con desesperación su pierna que jamás encontró.

Dicen que al día siguiente, cuando ya todo el pueblo sabía la noticia, la gente unida decidió quemarla en leña verde en el centro del pueblo.


jueves, 29 de agosto de 2019

LA NIÑA




Hace algunos años, en una linda casa en medio del campo vivía una familia de tres hijos y su madre, la cual se unió al poco tiempo con un hombre, convirtiéndolo en padrastro de los pequeños, pero; este tipo era muy violento, maltrataba a los niños sin razón, les quitaba sus alimentos, les negaba el agua, hasta los golpeaba solo por gusto.
Aunque trataba muy mal a los tres niños, parecía tener un odio mayor por la hija de 10 años, a quien golpeaba de forma más salvaje, llegó un día hasta el punto de arrojarla por las escaleras… y la pequeña murió al momento.
Para no enfrentar el castigo por lo ocurrido, el resto de la familia huyó a alguna ciudad que se desconoce.
La casa pasó a manos de otra familia, que duró poco tiempo en ella, pues escuchaban a menudo la voz de la pequeña pidiendo ayuda.
Las siguientes personas que habitaron esa casa, se quedaron el tiempo suficiente para escucharla llorar y gritar en medio de la noche, hablando cuando la gente estaba de espaldas y al voltear no veían nada… también golpeaba en ocasiones la puerta para pedir un poco de agua, pero; lo más inquietante de su presencia, era cuando se paraba en la escalera… pues no se sabe si estaba cuidando a los demás para que no cayeran, o a propósito aparecía para tirarlos como lo hicieron con ella y corrieran su misma suerte.
Siguen sin conocerse sus intenciones, pues hasta el momento el hecho de verla, para muchas familias ha sido suficiente… y la casa ahora permanece abandonada porque esa niña estará ahí por siempre.


LAS ROSAS DE VILLASECA




Don Alonso de Villaseca fue un noble de raras virtudes que de España vino a estas tierras allá por  mediados del siglo XVI.
Caballero a carta cabal que gozó de la estimación general por su desprendimiento y libertad, otorgando beneficios a mucha gente necesitada.
A lo dicho hay que agregar que Don Alonso tenía sentimientos religiosos muy bien fincados, que tradujo también en nobles acciones: de España mandó traer tres Cristos, con su propio peculio, uno que donó al pueblo de Ixmiquilpan porque allí había hecho su fortuna, otro a las famosas minas de Zacatecas y un tercero al Mineral de Cata, a orillas de esta población.
Este Cristo es al que nos vamos a referir, contando aquí dos de los múltiples milagros que se le atribuyen.
Dícese que cuando aún no había ni la más remota idea de reglamentar el trabajo de nuestros braceros en el vecino país del Norte, un grupo de campesinos de estos alrededores, necesitados en ganarse la vida en mejores condiciones, creyeron ingenuamente en la promesa que les hiciera un vívales y, dejando su casa y familia, corrieron la aventura de la que después tuvieron que arrepentirse muchas veces.
Hallándose en una hacienda algodonera cercana a la frontera, se les designó un galerón para que pasen la noche, advirtiéndoles que para mayor seguridad iban a cerrar la puerta.
También se les ofreció que una persona les llevaría la cena un poco más tarde, pero como ese momento no llegó nuestros pobladores rancheros se disponían a dormir sin más alimento en su estómago que unos sorbos de agua, cuando uno de ellos que andaba cerca del fondo escuchó un ruido raro que llamó su atención, algo así como una gotera; más como no era tiempo de lluvias, no era posible pensar eso.
Con mucha precaución abrieron la puerta, encontrándose en un patio semioscuro. En la habitación de la derecha, también mal alumbrada, se hallaban colgando del techo varios cuerpos que parecían humanos.
−No parecen− dijo otro de ellos −son hombres semidesnudos y sin cabeza−afirmó profundamente sorprendido.
Hay que imaginar cual fue su asombro al comprobar que en efecto los que colgaban del techo eran cuerpos humanos decapitados, puestos en esa actitud para que la sangre chorreara sobre sendos recipientes.
Lo primero que pensaron los aspirantes a trabajadores fue que para hacer de ellos otro tanto se les había llevado allí.
Verdadero pánico se apoderó de su ánimo y, en el paroxismo de su angustia, se encomendaron al Señor de Villaseca, rogándole que les permitiera salir de allí con bien.
Lo consiguieron, no sin antes pasar por varios peligros, regresando en peores condiciones a su tierra, pero con su vida.
El retablo en que patentizaron este milagro se encuentra en el muro izquierdo del templo de Cate, dedicado al Milagroso Señor de Villaseca.
Después supieron que la sangre de aquellos quien sabe cuantos desdichados más, era empleada para hacer colorantes que en el mercado se vendían muy caros.

El segundo caso se refiere a María, una guapa galereña que reunía en su persona todos los atributos para ser lo que se dice una hermosa muchacha.
Muy joven la casaron sus padres con un viejo minero adinerado, por quien María profesaba la más profunda repugnancia. Sin embargo, obediente y de buenos principios, permaneció sumisa al lado de aquel hombre, no obstante que la seguía cortejando Juan Manuel, apuesto galán que no podía resignarse a perder su amor y por medio de una viejecita del barrio del Terremoto, constantemente hacía saber su honda pasión a la dueña de sus desvelos.
Por su parte, María no solo sentía admiración y afecto por su admirador, sino que sostenía la más intensa lucha por liberarse de aquella tentación.
Muchas veces, arrodillada ante el Cristo milagroso, le rogaba que le diera fuerzas para seguir siendo fiel a su esposo.
−Tú sabes, Padre mío, que yo jamás he querido a Don Martín− éste era el nombre del celoso y feroz marido
−y que me casaron sin mi voluntad.
Un día que Don Martín, por razón de sus negocios tuvo que ausentarse por dos días, María no pudo resistir el deseo de llevar a Juan Manuel un buen almuerzo, pues tenía el turno de madrugada.
Feliz y risueña como nunca, iba la muchacha por el camino de Cata, cuando de repente se apareció su marido.
En el acto reconoció la canasta, y cegado por los celos increpó con violencia a María, imaginando que el almuerzo era para su adversario.
Con la hija de su puñal levantó la servilleta que cubría la canasta, al tiempo que decía:
−¿Qué llevas ahí?
La infeliz muchacha turbada por la pena y el dolor, se encomendó al Cristo de su devoción y,  aparentemente sin inmutarse, con voz firme contestó:
−Llevo flores al Señor de Villaseca.
Efectivamente al levantar la servilleta, aparecieron a la vista de Don Martín las más frescas y hermosas rosas que él hubiera imaginado.


miércoles, 28 de agosto de 2019

ZIRAHUEN




Cuenta la leyenda que a la llegada de los españoles a Michoacán, después de la caída de Tenochtitlán, un español se enamoró de Eréndira, la hermosa hija de Tangaxoan, rey de los purépechas; la raptó y la escondió en un precioso valle rodeado de montañas.

La princesa, sentada sobre una roca, lloró tanto que sus lágrimas formaron un gran lago, y luego, desesperada por escapar, se arrojó al mismo, en donde se convirtió en sirena.

Desde entonces, por su gran belleza, al lago se le llamó Zirahuén, que en purépecha significa “espejo de los dioses”.

Dicen que la sirena aún vaga por esas aguas y que en las primeras horas de la madrugada surge del fondo para encantar a los hombres y ahogarlos.

WISAKA




Hace miles de años la Tierra era una simple isla que flotaba sobre una inmensidad de agua. Para llegar a ser lo que actualmente es, pasó por tres mundos anteriores que fueron, sucesivamente, destruidos por terribles calamidades. El primer mundo desapareció debido a las fuerzas destructivas del aire; el segundo, por una espantosa putrefacción; y el tercero a causa de una intensa lluvia que duró ochenta días y ahogó a todo ser viviente, únicamente se salvaron los indios kikapúes. Hoy en día, los kikapúes viven en el cuarto mundo, el cual será destruido por el fuego abrasador. Las personas que durante su vida hayan sido buenas y hayan cumplido con las ceremonias religiosas, se irán con Kitzigiata  -el Gran Espíritu,  el Gran Fuego, el Gran Manitú- a cazar venados por los siglos de los siglos. En cambio, aquellas personas que hayan sido malas y desdeñosas de la religión, sufrirán el tormento de estar amarradas sin poder cazar, solamente observarán la cacería, y no podrán permanecer eternamente al lado del dios supremo: Kitzigiata. Ahora bien, si el kikapú que se vaya al Cielo no se encuentra a gusto por alguna razón, el bondadoso Manitú le otorga la capacidad de reencarnar, por dos o tres veces, en el cuerpo de un nene recién nacido.
Este nuestro último mundo está formado de cuatro mundos situados en la parte de arriba de la Tierra; cuatro más se encuentran abajo; otros cuatro se localizan a la derecha del planeta; y  otros tantos permanecen en su parte izquierda. Así lo dispuso el Gran Manitú.
El Cielo es una enorme roca azul transparente por abajo y opaca por su parte superior. Dentro de la cúpula que forma la roca, viven el Sol y la Luna. Las estrellas, que son personas, viven fuera de ella y  están incapacitadas para ver a los indios que habitan la Tierra; pero ellos sí que pueden verlas, y deleitarse con su titilante resplandor nocturno.
Kitzigiata, el Gran Espíritu,  el dios máximo y omnipotente que vive en el Cielo, no tiene forma humana, no tiene atributos, y carece de género. Se le encuentra en todos los hogares de los kikapúes simbolizado en el fuego de una hoguera perpetuamente encendida. El Gran Manitú es el encargado de gobernar las fuerzas de la naturaleza, lo material y  inmaterial; se encarga de cuidar y proteger a los kikapúes, siempre y cuando cumplan con sus obligaciones religiosas y comunitarias como cumplir con los ritos de cacería, de purificación, los dedicados al Fuego Sagrado y, por encima de todo, con la ceremonia más importante que se lleva a cabo a principios del año kikapú, en febrero, con danzas y cantos acompañados por los divinos tambores de agua.
El Gran espíritu cuenta con cuatro ayudantes: el Cielo, El Agua, el Tabaco, y el Fuego que le auxilian en sus sacrosantas tareas. El Gran Espíritu es padre de cuatro manitúes: Wisaka, el héroe; Pepazcé, el primer indio asesinado; Mesicatuinata, el jefe guerrero; y Machemanetuha, el representante de la maldad. Estos dioses vigilan constantemente el comportamiento de los kikapúes. Todos ellos nacieron de una madre virgen.
Kitzigiata tiene dos abuelos: el Fuego y el Sol. Sus dos abuelas son la Tierra y la Luna. La Abuela Tierra tiene la costumbre de alimentarse con personas que asa en su seno. Es una diosa muy sabia que ayuda a los seres humanos otorgándoles parte de su sabiduría, siempre y cuando la veneren y la festejen como es debido. El Abuelo Sol es muy fuerte, pues es el encargado de soportar el peso del mundo, a la vez que dibuja los arcoíris en el Cielo. La Abuela Luna se dedica a mover constantemente una olla de comida para alimentar a su familia; cuando deje de revolver el caldero, el mundo llegará a su fin irremediablemente.
Un día, jugando Pepazcé en el bosque con su padre un fuerte viento llegó sorpresivamente y le mató, pues el viento lo dirigió hacia una enorme red que las panteras cornudas del Inframundo habían colocado cerca de donde se encontraban padre e hijo retozando. Pepazcé quedó atrapado en la red, y las despiadadas panteras lo golpearon hasta provocarle la muerte. Entonces, Kitzigiata colocó a su hijo en el oeste, lugar a donde van  los espíritus de los indios kikapúes una vez que han fallecido.
Un buen día, el Gran espíritu decidió que era tiempo de crear el mundo, tarea para la cual eligió a su hijo Wisaka, su preferido  de los cuatro. El dios Wisaka salió por una gran chimenea que se encontraba arriba de la cúpula del Cielo, para cumplir con su excelsa tarea. Una gran y hermosa araña tejió una telaraña, a fin de que sostuviese al mundo para que no se desfondara y se mataran todos los indios que pensaba crear. Por esa razón los kikapúes nunca matan a una araña porque es su benefactora y es sagrada.
Una vez terminado el mundo, Wisaka creó a los hombres con semillas de maíz que sembró en el seno de la Madre Tierra. De las semillas rojas nacieron los indios, de las negras los hombres negros, de las amarillas los chinos, de las blancas los hombres blancos, y de las cafés los mexicanos y los españoles.
Wisaka no sólo fue el creador del mundo y de los hombres, sino que es el héroe cultural que dio a los kikapúes el conocimiento suficiente para construir sus tres tipos de casas: la cuadrangular, fabricada con paredes de carrizo, que los acoge en el verano; la elíptica hecha de troncos y tule que los protege durante el invierno; y el tipi portátil de cuero de venado, tan útil cuando se van de cacería. Además, les enseñó a fabricar arcos y flechas, y  a bailar las danzas religiosas que han permanecido hasta nuestros días, como la Danza de los Guerreros  -que simboliza el regreso de la cacería y de las guerras entabladas con otros grupos-  ejecutada junto al Fuego Eterno, representante de Kitzigiata.
El maravilloso dios Wisaka les dio a los indios las leyes que regulan su vida, y los mandamientos que ningún miembro de la comunidad debe ignorar: no suicidarse, no matar a ningún kikapú ni a ningún indio, no matar a los mexicanos, no beber en exceso, no mentir, no cometer incesto, no robar, no cometer adulterio, no hacer brujerías, no chismear, no acumular riqueza, y cumplir siempre con las ceremonias religiosas. A más de estos dones, el dios les dio la lengua kikapú para comunicarse, la cual no deben perder ni olvidar por ningún motivo, ya que Kitzigiata la creó exclusivamente para ellos.
Cuando Wisaka empina el codo en demasía, sin querer mueve las rocas y se producen tremendos temblores, pero no lo hace por maldad, sino solamente por estar un poco borrachito, pues aunque es un héroe cultural de los kikapúes no carece de ciertas debilidades, como nosotros los simples humanos.


martes, 27 de agosto de 2019

LA RATA




En la Ciudad de México se encuentra ubicado un mercado muy famoso conocido con el nombre popular de Mercado de la Merced. Se ubica en el Centro Histórico de la Ciudad, en el Barrio de la Merced. Se fundó hacia 1860, y desde entonces abastece a la capital de alimentos que se venden en sus muy variados y surtidos puestos de fruta, verduras, carne, quesos, ropa, y mil cosas más para satisfacer las demandas de la población. El lugar cuenta con muchas bodegas que almacenan los productos para la venta.
De este tianguis y del barrio han surgido muchísimas leyendas, cuentos y anécdotas. Su tradición oral es fecunda e interesante. Una de tantas leyendas nos narra una historia escalofriante. En cierto momento del siglo XX, los comerciantes de la Merced observaron consternados que de las bodegas desaparecían demasiados alimentos. Asimismo, los perros y los gatos callejeros empezaron a disminuir notoriamente. Estaban intrigados, no se explicaban las razones de las pérdidas.
En una casa cercana al mercado vivía un muchacha muy joven, de tan sólo diez y seis años, en una casa humilde, junto con su madre que contaba con sesenta. Tenía un nene de unos cuantos meses de nacido, Carlitos. En una ocasión, por la noche, el pequeño estaba molesto y lloraba mucho; y como la madre estaba muy cansada, decidió dejar solo al bebé mientras ella llevaba a cabo ciertas diligencias. El niño se quedó en su camita y metió la cabeza bajo la almohada, aunque sin dejar de llorar.
Pasado un cierto tiempo, la abuela llegó a la casa, coincidiendo con el regreso de su hija. Al saber que ésta le había dejado solito, la vieja mujer la regañó por su irresponsabilidad. Ambas acudieron a la cama donde se encontraba el pequeño para ver si se encontraba bien, pero azoradas se dieron cuenta de que no estaba acostado, y vieron con horror que en la cunita había rastros de sangre.
Lo buscaron debajo de la cama y le encontraron ahí, con la cabeza medio metida en un agujero, lo jalaron del cuerpecito hasta sacarlo, y vieron a una enorme, pero muy enorme rata que le había devorado parte de la cabeza. El niño ya había muerto. Las dos mujeres nunca pudieron recobrarse de tan terrible suceso. Del dolor de ver a su hijo devorado por una rata que tenía el tamaño de un gran perro, la mujer se volvió completamente loca y fue internada en un hospital público, donde tardó dos años en morir. De su madre no se supo lo que pasó, algunos cuentan que se dio a la mendicidad para poder mantenerse. ¡Quién lo sabe!
Los comerciantes al conocer el hecho se dieron cuenta que era el roedor el que robaba las bodegas para procurarse alimento, y decidieron darle caza. Pero fue inútil, la rata nunca fue atrapada. Hasta la fecha muchas personas le temen y creen verla en el mercado o cerca de sus casas.