martes, 31 de mayo de 2016

EL REY, SU HIJO Y LA MALVADA SEÑORA



Cuenta una leyenda mixe de Oaxaca que hace mucho tiempo en un pueblo pequeño gobernaba un rey que vivía solamente con su hijo, pues carecía de esposa. Para comer, iba a la casa de una mujer que le atendía.

Cierto día, la vieja señora decidió envenenar al rey y le puso veneno a su comida. Al comerla, el hombre murió inmediatamente.

La señora, que contaba con muchos criados, envió a un grupo de ellos a matar al hijo del rey.

Los criados llegaron cuando el joven se dirigía a la montaña a platicar con los animales que eran sus amigos.

Cuando llegó los animalitos le avisaron que unos hombres venían a matarlo. El muchacho ordenó a sus amigas las avispas que se colocaran en un árbol.

Cuando llegaron los asesinos, el joven azotó tres veces el suelo con su machete y las avispas atacaron a los hombres, quienes salieron corriendo. 

Al enterarse del fracaso, la señora envió a otros criados a cumplir la tarea. El hijo del rey se enteró, y reunió a varios puercoespines.

Cuando llegaron los criados, el muchacho azotó el suelo tres veces con su machete, y los animales se encargaron de lanzarles sus espinas a los malosos, quienes huyeron malheridos.

La mala mujer al enterarse del nuevo fracaso, decidió enviar a otros criados a cumplir el malévolo encargo.

El muchacho, enterado de la nueva amenaza, junto muchos monos y les dio palos y piedras.
Al llegar los crueles asesinos al sitio donde se encontraba el joven, éste golpeó el suelo por tres veces seguidas con su machete y, diligentes, los monos les aventaron piedras y golpearon a los criados.
Ante su fracaso los servidores ya no regresaron a la casa de la mala mujer por miedo a que los matara.
La señora se frustró en su tarea asesina y el hijo del rey se salvó y vivió muy feliz hasta muy viejo, y muy agradecido por la ayuda recibida por sus amigos los animales que nunca lo abandonaron.

jueves, 26 de mayo de 2016

MARGARITA CHEN



Ixtab, La de la Cuerda, diosa suprema del suicidio, gustaba de inducir a las personas a morir por sus propias manos, pues ella los cuidaría en el más allá, en tanto que divinidad de la horca y esposa del dios de la muerte.

Y aunque el suicidio era considerado por los mayas como una manera honorable de morir, a Ixtab le gustaba andar provocando tal práctica entre los mortales. Ixtab no era muy bonita, su apariencia semejaba la de un cadáver en proceso de descomposición, casi siempre tenía los ojos cerrados, y le encantaba colgarse por el cuello de los árboles.

Cuando lograba que alguien se suicidara, lo acompañaba y lo llevaba al Inframundo.

Un día Ixtab vio a Margarita Chen, que era bonita como una flor y solo contaba con quince años de edad.

La envidia la atrapó, pues no soportaba ver mujeres bellas. Margarita era una niña alegre, llena de vida y optimismo, todo le gustaba y la asombraba, en una palabra: rebozaba felicidad. Pero Ixtab no la soportaba y decidió que tenía que llevársela con ella.

Así pues, dio comienzo su campaña de destrucción. Hizo uso de su capacidad de volverse invisible, y a todo momento empezó a mandarle mensajes a Margarita. Se acercaba sigilosamente a su oreja y le decía: -¡Margarita, mira qué triste es la vida, todo es maldad e injusticia, los hombres se destruyen unos a otros! O bien: -¿Has visto cómo se pelean tus padres? ¡Tú tienes la culpa, por no obedecer inmediatamente sus órdenes! Otras veces Ixtab le susurraba: ¡Margarita, no te fíes de los hombres, mira a Paco Gutiérrez, tu novio, anda rondando a Beatriz Canek!

Ante este continuo bombardeo de funestos mensajes, Margarita empezó a entristecerse, desconfiaba de todo y de todos, veía a Paco con malos ojos, sufría cuando sus padres se  peleaban sintiéndose culpable, la vida ya no era alegre. Pasaron dos meses, Margarita había adelgazado, estaba desmejorada y empezaba a odiar la vida que tantos problemas le planteaba ahora.

Así siguió un tiempo más hasta que un mal día se fue a la ceiba que estaba atrás de su casa y se colgó de ella. Inmediatamente apareció Ixtab, la descolgó, le tomó la mano, y al tiempo que reía a carcajadas, se la llevó a su inframundo particular en donde la convirtió en su esclava.

miércoles, 25 de mayo de 2016

EL SOL



Una leyenda tepehuana del estado de Durango, que se ha trasmitido hace muchos cientos de años, cuenta que cuando el Sol inició su existencia, era tan solo una llamita muy chiquitita, que apenas brillaba y casi parecía una luna en vez de un sol.
Los días eran extraños, pues como el Sol estaba desconcertado y débil, a veces salía por el Este y a veces por el Oeste; otras, surgía por el Sur y algunas veces se le miraba salir por el Norte.
Este hecho ocasionaba muchos problemas en la comunidad y hacía que el maíz creciera muy débil y que los animales no supiesen cuándo debían dormir y cuándo debían estar despiertos
Ante esta terrible circunstancia, los sabios, los chamanes de los doce pueblos tepehuas convocaron a una reunión para encontrar la solución a tan grave problema.
Después de pasar discutiendo muchas horas, llegaron a la conclusión que lo que debía de hacerse era efectuar un xibtal; es decir, un ritual de baile y canto, cuya duración debía ser de cinco años.
Llevaron a la práctica lo acordado, y durante cinco años se rezó, se bailó, se cantó y se le pusieron ofrendas al debilucho Sol. Pero nada sucedió, y el astro siguió haciendo de las suyas y saliendo por donde le daba la gana o por donde podía.
En cierta ocasión un hombre desesperado se arrojó al fuego que acompañaba al xibtal, y ofreció su vida al Sol como sacrificio.
Al poco tiempo de haberse arrojado, el hombre salió de la fogata convertido en un lucero, en el planeta Venus que brilla por la mañana y por el atardecer.
Pero tampoco pasó nada, y el Sol seguía como siempre: desubicado y débil.
Todos los años de ritual los había estado observando la Liebre, junto con sus amigas la Serpiente y la Paloma. Los tres estaban muy divertidos burlándose de los pobres tepehuanes que no podían solucionar su problema solar.
Después de reírse mucho, la Liebre les dijo a los indios: -¡Ah pobres ingenuos! Tanto alboroto y tanto fracaso, cuando la solución es muy sencilla… lo que tienen que hacer es ponerle un nombre al Sol, ya que él se siente ofendido porque ustedes, sus hijos, no le llaman por su nombre.
Pero los tepehuanes no escucharon a la Liebre, se enojaron con ella porque pensaron que se estaba burlando, la agarraron de las orejas y la arrojaron lejos: entonces, las orejas le crecieron mucho.
La Liebre, al sentir el dolor que le produjo el jalón de orejas, exclamó: ¡Padre mío, ayúdame!
En ese mismo instante, el Sol se puso a brillar mucho, salió por el Este y se metió por el Oeste.
Cuenta la leyenda que desde entonces los tepehuanes se dirigen al astro con el nombre de Padre, como correspondía, y a su vez las pobres liebres les tienen mucho miedo a los hombres porque lastiman las orejas.

 


lunes, 23 de mayo de 2016

LA VELA



Una leyenda de Córdoba, Veracruz, narra que hace mucho tiempo vivía en la ciudad una rica familia integrada por los padres y una pequeña hija.
La casa en que vivían era muy lujosa, y por supuesto contaban con un buen número de servidores.
Una noche en que la niña se encontraba durmiendo en su recámara, la despertaron unos ruidos provenientes del pasillo.
La pequeña se levantó  con la intención de ver qué producía esos ruidos. El pasillo era largo y muy oscuro y el suelo era de losetas.
Cuando la niña se acostumbró a la oscuridad, vio que al fondo del corredor estaba un niño que levantó una de las losetas e introdujo algo en el hueco.
La infanta pudo darse cuenta que lo que el niño había metido en el hueco del suelo, que era grande, eran muchas monedas de oro.
Cuando el niño se retiró, la niña vio que una criada, que llevaba una vela en la mano, se había dado cuenta de que un niño había guardado monedas debajo de una loseta.
Quiso aprovecharse de la situación y le dijo a la pequeña que no le dijese a nadie lo que había visto.
Todas las noches la criada y la niña iban a la loseta, la abrían, la criatura se metía en el agujero, sacaba monedas de oro y se las entregaba a la criada, que seguía alumbrándose con la misma vela, la cual cada día se hacía más corta. 
Una noche en que estaban hurtando monedas, la vela empezó a parpadear como queriendo apagarse, y la doméstica le dijo a la niña que se saliera del hueco. Obediente, abandonó el escondite.
Al hacerlo una moneda cayó al agujero y la pequeña quiso recogerla y se metió de nuevo al hoyo.
La criada le decía que se regresara, que no valía la pena recuperar una moneda si ya tenían muchas, pero la chica se empeñó en buscarla, y la vela se apagó.
En el mismo momento en que la vela dejó de iluminar la escena, la loseta cayó en su lugar y el agujero quedó tapado con la niña adentro.
La criada nunca les dijo a los padres lo que había ocurrido. Los progenitores, desesperados, la buscaron por toda la casa y la ciudad y nunca la encontraron. Al paso del tiempo los padres murieron.
La conseja popular dice que desde entonces en la casa se escucha los gritos de la niña pidiendo auxilio para que la saquen del escondrijo.
Muchas veces los vecinos al oír los gritos han acudido con la policía, pero no han encontrado nada.
Solamente han podido ver una vela consumida en el centro de una loseta del piso del pasillo.



domingo, 22 de mayo de 2016

LA CARRETERA



Cerca de una carretera vivía en Chihuahua una familia: el padre, la madre y dos gemelas de aproximadamente doce años.

Todos los días su mamá las llevaba al colegio, en cuya trayectoria debían cruzar la carretera que estaba siempre muy transitada.

Un día, la madre recibió una llamada de su trabajo para que acudiese inmediatamente.

Como no le quedaba más remedio que obedecer a su jefe,  la mujer tuvo  que dejar que las gemelas se fuesen solas al colegio.

La madre les dio toda clase de recomendaciones para que cruzaran la peligrosa carretera: tomarse de la mano y ver bien que no pasase ningún vehículo al momento de cruzarla.

Sin embargo, al tiempo de cruzar la carretera, un automóvil salió de pronto y las atropelló. 

Las niñas murieron instantáneamente. La madre casi muere de la pena.

Pasados cuatro años, la pobre mujer se embarazó y dio a luz unas hermosas gemelas.

Cuando crecieron hubo que enviarlas al colegio, pero esta vez la madre tomó toda clase de precauciones para que las niñas nunca fuesen solas al colegio, no fuera a ser que de nuevo en la carretera tuviesen un fatal accidente.

Las tres, la madre y las niñas, cruzaban después de haberse cerciorado completamente de que la carretera estaba libre de cualquier peligro y que no había ningún auto que se acercara.

Un día, las gemelas decidieron cruzar solas la carretera, aun cuando no se dirigían al colegio.

Se encontraban a punto de cruzar, cuando sintieron que su madre las detenía por el hombro y les suplicaba, con lágrimas de terror, que no cruzasen la fatal carretera; pero las niñas muy tranquilamente voltearon a verla y le dijeron: -¡Querida mamá, no te preocupes, no pensábamos cruzar la carretera, ya fuimos atropelladas en el pasado, y eso no volverá a suceder!!!

jueves, 19 de mayo de 2016

EL INDIO ALONSO



El verdadero nombre de este bandido legendario fue Vicente Alonso Teodoro. Nació en Zacualpan, estado de Colima, del matrimonio formado por Justo Alonso y Maximina Teodoro en el año de 1882. En su niñez fue criado de Arnoldo Vogel.
Sus actos de malhechor los inició cuando trabajaba como peón de raya en la Hacienda de San Antonio, perteneciente a unos alemanes, y poco después de haber sido contratado por la San José de  Colima, Lumber Company, asesinó camino a Cerro Grande a Chas F. Temple, pagador norteamericano de una empresa maderera, para robarle mil ochocientos ochenta y seis pesos. Las autoridades le buscaron afanosamente, pero nunca lo atraparon. 
A causa de sus innumerables delitos las personas le temían y le odiaban, pues se robaba a las muchachas que le gustaban para luego abandonarlas a su suerte o matarlas, y robaba a las familias de la región que ya no lo soportaban por sus robos y abusos.
El general Juan José Ríos se encargó de perseguirlo, pero el indio era hábil y se escondía por las cuevas de los cerros y montañas.
Así se creó, poco a poco, su leyenda.
Se decía que era nagual, que tenía pacto con el diablo o que era un terrible brujo contra el que nada podía hacerse.
En el tiempo de la Revolución Mexicana se dijo ser villista, y a pesar de ser un delincuente de lo peor, Pancho Villa le nombre jefe de la División del Norte, y así luchó contra los constitucionalistas que formaban parte de la División de Occidente en 1915.
Su muerte, digna de él, ocurrió en el año de 1917. Se encontraba gastado y muy enfermo por su vida de excesos y desmanes. Ramona Murguía, originaria de Zapotitlán de Vadillo, una de sus víctimas de rapto, coaligada con Esteban García, uno de sus asistentes, le dio muerte cuando Vicente, delirante por la fiebre, se encontraba en la cama. La mujer tomó un filoso cuchillo y, sin pensarlo dos veces, le provocó un tajo en la yugular.
Su compinche Esteban le pegó un balazo y le cortó la cabeza con un machete.
En el Portal Medellín, la cabeza del Indio fue mostrada al pueblo como ejemplo de lo que podía pasarle a los malhechores. Vicente Alonso contaba con tan solo 35 años de edad.

miércoles, 18 de mayo de 2016

LOS HIJOS DE LOS ÁRBOLES



En aquellos los primeros y lejanos tiempos, la tierra se encontraba en un absoluto caos.
Todo era  desorden, no existían los días ni los años, pues el tiempo flotaba en la nada. El agua y la lama lo cubrían todo; sólo había  oscuridad y tinieblas. No existían ni los animales ni las plantas.
No se conocían las montañas ni las cuevas y, por supuesto, no había gente.
Solamente las divinidades creadoras vivían en esa oscuridad, volando por los aires.
Ahí estaban Uno Venado Serpiente de Jaguar y Uno Venado Serpiente de Puma, los dos espíritus que simbolizaban el principio dual del cosmos.
Serpiente de Jaguar llegó a este caos adoptando la forma humana y haciéndose visible.
Después apareció Serpiente de Puma, en forma de una mujer muy bella.
Vivía esta pareja en el noveno cielo representación dual de un dios superior y mucho más poderoso: el Dios del centro por quien “vive todo ser viviente”.
Los dos dioses Serpiente habían nacido en un lugar llamado Stinu, muy próximo a la peña de Cawacandivi, donde descansa el cielo.
De esta pareja surgieron todos los dioses que integraban el panteón mixteco.
Uno Venado Serpiente de Jaguar y Uno Venado Serpiente de Puma crearon a los primeros seres divinos, los ñuhu. Estos ñuhu fueron las deidades Ñuhu Tachi, Dios del Aire; Ñuhu Nde’yu, Dios de la Tierra; Ñuhu Nchikanchii, Dios del Sol y el Fuego; Ñuhu Yoo, Dios de la Luna y de las Predicciones; Ñuhu Savi (Dzahui) Dios de la Lluvia; y Ñuhu Ndoso, Dios de los Montes y los animales.
Todos ellos fueron los primeros habitantes de la tierra que ayudaron a ordenar el mundo con sus fantásticos poderes divinos, otorgados por el ser supremo. 
En ese mundo de oscuridad inicial, los dioses-primeros-pobladores de la tierra, vivieron muchos siglos. Hasta que un día las divinidades decidieron separar la oscuridad de la luz, lo de arriba de lo de abajo, y la tierra  del agua.
Cuando Ndicahndíi, el Sol, se creó, los ñuhu se asustaron y se escondieron en las cavernas y en las barrancas, aunque fueron alcanzados por la luz del sol y quedaron petrificados.
Desde entonces, las cavernas y las barrancas fueron sagradas. Algunos de ellos son conocidos todavía con los nombres de Señores Árbol, Señor Frijolón, Señor Frijolito, y los catorce Señores Serpiente.
De una peña, la pareja Venado hizo brotar el líquido vital, para después construir sobre aquélla un hermoso palacio en el cual vivirían y en donde quedó asentada la tierra.
Dicha peña se encontraba en Apoala, palabra de origen nahua que significa “agua que destruye” o el lugar del nacimiento de los linajes.
Apoala se encuentra en el noroeste de la actual ciudad de Oaxaca.
En la parte más alta del palacio, se encontraba un hacha de cobre con el filo hacia arriba, en donde se asentaba el Cielo.
Ya establecidos en su palacio, la pareja divina tuvo dos hijos: uno se llamó Viento Nueve Serpientes, porque ese día había nacido; y al otro lo denominaron Viento Nueve Cavernas, sin duda por la misma razón.
El primero, tenía la facultad de volverse águila y volar a donde su voluntad lo llevara; el segundo, podías convertir en una serpiente con alas, y volar con tanta maestría que podía meterse por las grietas y paredes, y aun volverse invisible. Los dos pequeños dioses fueron creados con mucho cariño y, por lo tanto, eran muy felices.
Con el fin de honrar a sus padres, estos hermanos elaboraron una ofrenda consistente en incensarios de barro en los cuales quemaron beleño molido. Esta fue la primera ofrenda que el mundo conoció.
Al entregar la ofrenda, los dos Viento les pidieron a sus padres que crearan la luz, el Cielo, las aguas y la Tierra.
Entonces, procedieron a pincharse las orejas y la lengua con astillas de pedernal, y la sangre que brotó la esparcieron con una rama de árbol de sauce, sobre todos los árboles y plantas.
Los dos hermanos les rogaron a sus padres que el mundo se poblara. Los dioses accedieron y juntaron la Tierra desde abajo, para que saliera el agua que todo lo cubría.
El mundo se fue poblando con los hijos de ellos, la primera generación de mixtecos. 
Más tarde, los dioses padres crearon dos hermosos jardines: uno para el placer de deleitarse, y otro para que contuviera todas las cosas que fuesen indispensables para efectuar las ofrendas a los dioses.
Los jardines estaban repletos de árboles, plantas y flores de suma belleza; además, había en ellos frutas de excelso sabor, y hierbas olorosas y coloridas. 
Pero sucedió que llovió durante muchos días hasta que la Tierra se inundó. Muchos dioses y muchos hombres sucumbieron.
Los dioses se refugiaron en las nubes, y los hombres en las profundidades de la Tierra.
Con el paso del tiempo, el Sol secó la tierra y renacieron las plantas.
Los dioses decidieron que la Tierra debía poblarse otra vez.
Así pues, las deidades superiores: Añau Nallihui, corazón del mundo; Iya Nicandi, creador de todas las cosas y Yoco Situayuta, Dios de la Generación, que vivían en la cueva sagrada Cahuadzandanah, crearon el río Yutatnoho, río de donde salieron los señores, para que fecundaran las semillas de dos árboles sagrados, Yuthu-ji, que habían plantado los mismos dioses en la riberas del río, muy cerca de la cueva sagrada de los tiempos primarios.
Los árboles, que al principio podían confundirse con arbustos, fueron cuidados con mucho esmero por los dioses hasta que se convirtieron en hermosos y grandes.
De ellos surgieron, gracias al aliento de Yoco Situayuta, un hombre y una mujer -desnudos y friolentos por el viento y la lluvia, y deslumbrados por los relámpagos- que fueron los antepasados de esta segunda generación de mixtecos.
Del apareamiento de la pareja nacieron los nobles, los sacerdotes, los guerreros y los artífices; de las hojas de los árboles surgieron los quiadachiñosa,  campesinos; los quiadabasha,  artesanos; los iyosidacosa, mercaderes; y los quiadabasha-béé, los constructores.
Cuatro Pie, conocido también como Nácxitl, hijo de esta pareja, decidió hacer un agujero en un árbol que se encontraba en las nubes para ejecutar el acto sexual.
De esta unión el árbol quedó preñado y, al poco tiempo, nació el flechador del sol, quien habría de retar al astro rey disparándole flechas, a las que el astro respondía enviándole sus poderosos rayos solares.
Un atardecer, el Sol cayó herido de muerte y su sangre tornó rojiza la tarde y, por ende, a todos los futuros atardeceres.
El flechador tuvo miedo de que el sol renaciera y quisiese recuperar  las tierras que su asesino le había arrebatado; así pues, llevó con él a todas las personas y  les ordenó que cultivaran milpas, aunque era ya de noche.
Al otro día, cuando el sol volvió a nacer, la tierra estaba poblada y sembrada y ya no pudo hacer nada.
Entonces, los mixtecos quedaron como dueños absolutos del lugar, porque así lo quiso el dios Nácxitl.



martes, 17 de mayo de 2016

LOS PADRES INDIFERENTES



En la ciudad de Tampico, Tamaulipas,  en la Calle de Galeana 1976, sucedió un terrible acontecimiento que se ha transformado en leyenda. En una casa situada en tal calle vivía un matrimonio que contaba con un hijo todavía pequeño.

Todo marchaba a las mil maravillas para la familia, hasta que en cierta ocasión el niño se encontraba sumamente nervioso, inquieto y le cuestionaba a sus padres acerca de quién se encontraba en la azotea que lloraba todas las noches.

Los padres, indiferentes a las preguntas angustiadas del infante, le respondían que no eran nada, que probablemente se trataba de un gato que maullaba en la azotea.
Los padres indiferentes
Pero el niño seguía muy nervioso y todas las noches se despertaba muy asustado por los llantos que oía, más el sonido misterioso como de una lata que fuese de un lugar a otro. Desesperado, les gritaba a sus padres, pero éstos con la mayor de las indiferencias hacia los sufrimientos y el miedo de su hijo, le ordenaban que siguiera durmiendo, se callara y dejara de molestarlos.

Una noche, los padres se despertaron  a la medianoche al escuchar un espantoso grito de terror.

El grito llegaba del cuarto del niño. Presurosos acudieron a la pequeña recámara donde dormía y no le encontraron. Lo buscaron por todos los rincones de la casa, y nada. Fueron a la policía para denunciar la desaparición, y ellos se pusieron a buscarlo por las calles de la ciudad sin resultados positivos.

En esas estaban cuando se dieron cuenta que de la azotea pendían un bote de un lazo. El padre subió a ver y se encontró que había otro bote justo encima de la recámara de su hijo; en ese momento, se dio cuenta que el pequeño se encontraba en cuclillas en un rincón de la azotea, con el cuerpo arañado y en la cara tenía un gesto de un miedo cerval.

El chico estaba muerto.

Ante este hecho, los padres se cambiaron de casa. Pero a los pocos días se despertaron sobresaltados por el sonido de un bote que se movía en la azotea, y vieron a su pobre hijo al pie de la cama que decía: -¡Papá, mamá, me asusta mucho ese ruido de la azotea!

Sólo le vieron una vez. Sin embargo, cada año en el aniversario de la muerte del pequeño, los padres escuchan el ruido del bote y el desconsolado llanto de un niño que provienen de la azotea.



lunes, 16 de mayo de 2016

UNA VIEJECITA MUY MALIGNA



En el pueblo de Seiba Playa, cerca de la Ciudad de Campeche, los habitantes se dieron cuenta que de cada noche familias enteras desaparecían sin dejar rastro.

Ante este hecho decidieron contratar a un brujo para que aclarase el misterio.

Una vez estudiado el fenómeno, el hombre afirmó que el causante  de las desapariciones era una horrenda vieja llamada Isahawuu que se convertía en un monstruo muy poderoso y que se comía a todas las familias.

Como tal demonio desaparecía a las víctimas siguiendo un determinado orden, se sabía a cuál familia atacaría la próxima vez. Así pues, el brujo se fue a la casa señalada y se hizo pasar por un miembro más.

Pasó un cierto tiempo, y en una ocasión una viejita de aspecto tranquilo y carita triste llamó a la casa destinada como la siguiente que el monstruo atacaría, y pidió permiso para quedarse en esa noche en cualquier rinconcito.

La familia aceptó al verla tan inofensiva. Pero el brujo sospechó algo, y se mantuvo alerta y preparado.

La viejecita se había acomodada cerca de la puerta trasera que conducía a los baños de la casa.
El brujo, que observaba atentamente lo que sucedía, se dio cuenta de que los miembros de la familia salían por turno hacía el baño del patio, con caras de tener un fuerte dolor de estómago, teniendo que pasar, forzosamente junto a la viejilla.

Entonces, el chamán se preparó con sus instrumentos de trabajo y, cautelosamente, se acercó al lugar en donde sabía que se había acomodado la anciana.

Lo que vio le sorprendió, pues es ese sitio se encontraba solamente un montón de pellejo.
Lo agarró y le echó sal, junto muchos bejucos, les echó agua bendita, y cubrió con ellos el pellejo mientras pronunciaban oraciones.

Enseguida corrió al baño y se encontró con un enorme monstruo que con su boca abierta se tragaba a uno de los componentes de la familia. Inmediatamente cubrió al espantoso monstruo con las ramas de bejuco, las cuales se transformaron en cadenas que lo sujetaron impidiéndolo moverse y huir.

Una vez atrapada la terrible vieja Ishawuu, la encerraron en los morros, cuevas que se encuentran en Seiba Playa, esperando que la marea subiese para que la horripilante y maligna vieja se ahogase. Sin embargo, antes de morir ahogada, el monstruo devorador de familias lanzó la terrible amenaza de que volvería para  tomar venganza.

Los habitantes temen su regreso, pues saben que el conjuro del brujo solamente tiene una duración de trescientos años, y el plazo está por cumplirse…

LA ROCA GRIS



En el pueblo triqui de Tilantongo, Oaxaca, vivía una joven dulce, candorosa, pura y muy buena llamada Ita Andehui, Flor del Cielo. El huipil con que se vestía era sumamente hermoso, ella lo había tejido. Su casita estaba construida con paja y madera cerca de un arroyo.

En cierta ocasión en que la joven se encontraba sentada en una piedra observando la magnífica puesta del sol, vio venir por el camino a un bello y fuerte joven a quien llamaban Anon Nau.

El muchacho había ido de cacería y traía un tigre en los hombros. Al ver a Ita Andehui, depositó al animal en el suelo, y se lo ofreció como regalo. La joven le pidió que se llevase al tigre para que, venida la ocasión hiciese con su piel un traje de Caballero Águila.

Después de observarse embelesados por un rato, cayeron en cuenta de que estaban profundamente enamorados. Al poco tiempo, el noviazgo se convirtió en matrimonio.

Eran muy felices; sin embargo, Anon Nau tuvo que irse a la guerra, pues las tropas mexicas estaban atacando Coixtlahuaca, y el rey Atonaltzin había pedido la ayuda de todos los guerreros disponibles. Así pues, el joven esposo marchó a defender su territorio.

El tiempo pasaba y Ita Andehui dio a luz a Malinalli, lo que no logró consolarla del sobresalto en que vivía por su querido esposo.

En una ocasión les llegó la noticia a la comunidad de que la tropa de Tilantongo había perdido a dos jóvenes guerreros muy distinguidos.

Al escuchar la noticia Ita Andehui, y creyendo que uno de los muertos era su querido esposo, se desmayó y de su boca salían chorros de sangre, y en su ataque de angustia se rodó por el suelo hasta caer en un barranco.

Pero pasados unos días Anon Nau retornó al pueblo feliz y lleno de ilusiones porque volvería a ver a su adorada. Al enterarse de que había muerto, lloró gruesas lágrimas de dolor, y se lamentó de no haber muerto en la guerra si tan terrible tragedia le aguardaba.

En el colmo de la desesperación se subió a una roca que se encontraba en lo alto de un cerro y grito: - ¡Mi muy querida y dulce esposa Ita Andehui, te amo, y ahora que te encuentras en el más allá voy a reunirme contigo, para estar juntos en la eternidad! Dicho lo cual, se arrojó al abismo.

Cuenta la leyenda que desde ese momento, cuando sopla el viento, pueden oírse en la roca gris, los lamentos y las palabras de desconsolado Anon Nau.



lunes, 9 de mayo de 2016

PRIMERO MUERTOS QUE ESCLAVOS



Una leyenda chichimeca del estado de Querétaro relata que durante la época de la conquista un padre de familia e importante guerrero que destacaba por su valor, escuchó que los conquistadores españoles se acercaban sometiendo a los indios, para beneficio de los reyes de España.
Ante esta noticia, el indígena se dirigió al teocali de su pueblo y ofrendó a su esposa y a su hijo a los dioses si no quedaba otro remedio, ya que era preferible morir que caer esclavo de los extranjeros invasores.
El hombre, su esposa y su hijo llegaron al templo ofreciendo a los dioses coronas de cempasúchil, se hincaron, oraron, y ofrecieron sus incensarios llenos de copal hacia los cinco rumbos sagrados.
Mientras tanto, los soldados españoles se acercaban a la población cada vez más. Iban comandados por el capitán Conin que había formado su cuartel en la cercana ciudad de Querétaro.
Una vez terminados los rezos, el indio chichimeca, que iba armado con una macana, tomó de la mano a su esposa y a su hijo, y toda la familia se fue a toda prisa corriendo hasta el acantilado más alto del Cerro de la Media Luna.
Los españoles los perseguían sin tregua.
Al llegar al tope del cerro y con los soldados pisándole los talones, el indio chichimeca tomó a su mujer de la cintura y ofreciéndola a los dioses la arrojó por el acantilado.
Mientras las lágrimas le corrían por los ojos, tomó a su pequeño hijo, y procedió a arrojarlo como había hecho con su querida esposa.
A punto de ser atrapado por los españoles, el valiente indio se echó por el precipicio, profiriendo un grito de odio que heló la sangre de sus mismos perseguidores, quienes alcanzaron a escuchar las palabras del hombre que  gritó ya en agonía: - ¡Primero muertos que esclavos!



domingo, 8 de mayo de 2016

NO INSULTE NI AGREDA A LOS ESPÍRITUS



Juanito era un niño que todos los fines de semana iba a visitar a su abuela junto con sus padres. En el jardín de la abuela había un gran árbol, debajo del cual Juan y sus primos se ponían a jugar.

Cuando la abuela los veía siempre les decía que no debían jugar bajo de ese árbol porque allí existía un aire maligno.

Pero ninguno de los niños le hacía caso y continuaban jugando a las canicas o al trompo en aquel lugar, porque les proporcionaba sombra.

Pero un mal día  Juanito se la pasó jugando más de la cuenta bajo el árbol, y al regresar a su casa empezó a sentirse muy mal.

Le dolía mucho la cabeza, vomitaba, estaba deshidratado y se sentía morir. Los padres le llevaron a ver a dos médicos, pero el chico seguía empeorando cada vez más.

Entonces su madre, aconsejada por la abuela, decidió llevarlo con una curandera, pues tenía todos los síntomas de haber atrapado el “aire maligno”, y el muchachito estaba cada vez peor y veía borroso.

Acudieron al consultorio de una curandera que le dijo a su madre que era la mejor de la ciudad.

Juanito se espantó mucho cuando leyó un letrero que rezaba “No insulte ni agreda a los espíritus”, pero se tragó su miedo.

Al llegar su turno, la curandera sacó una baraja española y empezó a interpretarla mientras pronunciaba extrañas palabras y a relatar lo que había hecho Juan ese fin de semana fatal.

Le dijo que había estado jugando bajo un mal árbol y que a las doce del día un aíre maligno se le había introducido en el cuerpo.

La mujer tomó un ramo de hierbas y flores, lo mojó en un líquido verde y empezó a limpiar el cuerpo del muchachito.

Al salir del consultorio, Juanito todavía se sentía muy mal, pero al llegar a su casa, se encontraba completamente sano.

La curandera había logrado expulsar al aire maligno que había atrapado el desobediente muchachito.