Ahí, en ese querer
avanzar para más pronto llegar intentamos correr y experimentamos lo que
implica estrellarse muchas veces contra la propia realidad o esas barreras que
otros nos intentan poner; y en ese afán que nos da, en vez de progresar, solo
sabemos tropezar con esas piedras del camino que muchas veces no logramos ver.
Ahí en esa necesidad de amar y ser amados, entregamos por
entero el corazón y en la experiencia del amor, se nos devuelve vacío y roto en
mil pedazos; cuesta demasiado volver a creer o darnos la oportunidad de sentir
o experimentar un nuevo sentimiento otra vez.
Ahí en esos momentos cuando los sueños fabricados se nos
derrumban, porque las cosas no suelen salir como queremos, se nos cierran
muchas puertas y surgen tantas voces que nos frustran, sin darnos cuenta nos
dejamos robar la ilusión, dejando que nos invada el temor, prefiriendo dejar de
soñar, viviendo solo del día a día sin atrevernos a pensar en más.
En cada herida que brota porque mientras se busca la rosa, se
tropieza con las espinas; y en ese quebranto del ser, que le cuesta perder o
tener que desviarse del camino que quería escoger; en esos escombros que suele
convertirse el alma, cuando se rompen las ilusiones, se nos pisotean los
sentimientos y se pierde la calma… en cada uno de esos momentos, surge la
humanidad que se desborda, lanzándole a la vida y al mismo Dios reclamos por
todo lo que nos pasó.
Ahí cuando se nos derrama nuestro barro, sintiéndolo
endurecido en las manos del Amigazo, queriéndose revelar a ser modelado porque
puede más la propia humanidad que la búsqueda de esa divinidad, porque sabemos
que es difícil poder muchas cosas cambiar o controlar y nos domina el
sentimiento que confunde al corazón y pelea con la razón.
Y experimentamos cansancio, queremos renunciar, sentimos no
poder dar un paso más, imploramos paciencia y fortaleza, pero creemos que Dios
no nos ha de escuchar, surge todo aquello que se revela ante lo que siente
perdido, se deteriora nuestra fe cuando encuentra muchos obstáculos en el
camino, renunciamos a creer después de haberlo entregado todo y contemplar roto
el corazón y los sueños destruidos.
Ahí, justo ahí actúa Dios si se lo permitimos, nos modela con
cada piedra, nos desvía con el golpe por un mejor camino; toma los pedazos de
nuestro corazón lo sana, lo repara y le regala la oportunidad de experimentar
un nuevo amor u otra amistad que le hará sentir que amar y ser amados es lo más
hermoso que se nos ha concedido.
Dios sabe retomar cada uno de nuestros escombros, construir
otros sueños más sólidos que aspiren a llegar más alto, y nos regala una silla
para que al subirnos a ella podamos sentir que es posible alcanzarlos y
realizarlos; solo El con su Divinidad, logra sanar cada herida si en sus manos
amorosas nos sabemos abandonar y permitimos que nos dibuje para siempre una
sonrisa, aunque en eso que el corazón siente se nos escape una lágrima y se
refugie en una estrella o se transporte en la brisa.
Ahí cuando por todo lo vivido, vemos muchas veces todo demasiado
oscuro; Dios nos enciende una luz en el camino, cuando nos regala la presencia
fiel de un amigo que nos abraza y nos dice no temas yo siempre sostendré tu
silla para que nunca caigas y estaré contigo.
Y todavía muchas veces pedimos milagros. Si cada día los
experimentamos, en la fortaleza que sin ninguna explicación no nos permite
renunciar y reanima nuestro paso; en la lágrima que se convierte en sonrisa, en
la obra tan hermosa que surge al final, cuando el Alfarero logra modelar y
regalarle su divinidad a la humanidad y fragilidad del tosco y rebelde barro.
Porque Dios no actúa en aquello que a simple vista se ve
perfecto; El se goza y se recrea en todo lo se deja inundar de su inmenso amor,
aunque sea en un frágil corazón, que se siente muy humano y demasiado pequeño.
En esa piedra que el hombre desechó, en el barro que alguna
vez rechazó, ahí en el corazón que por su soledad y dolor se quebrantó y perdió
toda ilusión; ahí en el sueño que se frustró porque no encontró un ideal que lo
cultivó…en la oveja que se pierde del rebaño, en el hijo que se aleja de casa,
en el que se equivocó, cae y fracasa, justo ahí es donde más actúa Dios.
Y de repente te admiras cómo se adorna el cielo con un hermoso
arco iris después de la tempestad que arrasó con lo que había; y puedes
contemplar como aquel corazón, volvió a darse una oportunidad en el amor, aún
roto en pedazos por aquel sentimiento que tanto lo hirió… y nos hacemos testigo
de la belleza de la vasija, que derrama entre sus grietas ilusiones, esperanzas
y sonrisas, aunque antes fue barro que sentía como por su humanidad se revelaba
a cambiar y se endurecía.
Y la piedra se convierte en una firme edificación, la oveja
como el hijo perdido a su rebaño y casa regresó… el corazón arrepentido, pidió
perdón… y el cielo hizo fiesta porque contempla con inmenso amor, la obra más
perfecta de la creación, es la frágil humanidad que en su sencillez y humildad,
permitió hacer realidad la inmensa Divinidad de Dios.