En la vida se enfrentan momentos de mucho dolor en
los que creemos morir,
porque sentimos que no hay más razones de existir, más aún cuando eso que
tanto nos hace sufrir, tiene que ver con el amor.
El
decir adiós a alguien especial; el perder a ese ser que tanto supimos amar, el
experimentar la traición o el desamor, o darnos cuenta que simplemente lo que había se
acabó; son de las muchas situaciones que generan depresión, absorben las
fuerzas humanas, y rompe en
mil pedazos el corazón.
Cuando
se entrega todo y al final nos damos cuenta que nos quedamos vacíos; porque
simplemente nos dimos por entero y no recibimos nada; o quizás cuando habiéndonos acostumbrados a
compartir cada día con ese ser
que nos hacía ganarle la batalla a la rutina, nos llega el momento de
separar los caminos y buscar por separados lo que nos depare el destino, llegamos a sumergirnos
en la oscuridad sin poder ver nada claro, sin saber que sendero nuevo tomar.
En
cada uno de esos instantes en que a pesar de sentirnos morir, si logramos vencer
el dolor y no renunciar a vivir; habremos comprobado una vez más, que aquello que no nos mata,
nos hace más fuerte y nos ayuda a superar
experiencias aún más difíciles que nos toque algún día enfrentar.
Ahí
en esos momentos de tanto dolor, mientras miramos a nuestro alrededor, todo
parece seguir igual, nada se detiene, el mundo no deja de girar; pero en nuestro interior, al
contemplar como se ha quebrantado
el alma, sabemos que algo debe cambiar, nada volverá a ser como antes,
porque en ese proceso de sanar y reparar, habremos obtenido una nueva inmunidad que nos va
haciendo más fuertes y nos ayuda a crecer y madurar.
Lo
que no nos mata nos hace más fuertes, es lo que también sucede cuando le ganamos
la batalla a la enfermedad, igualmente cuando somos bendecidos con un nuevo día que el
Amigazo nos quiere regalar, para que hagamos realidad su sueño en cada uno de
nosotros y la misión
que nos supo confiar.
Ante
la tristeza y la adversidad no debemos perder la esperanza de que todo eso
tarde que temprano va a pasar, nada es para siempre, la noche no es
eterna, la luz siempre vence la oscuridad; con Dios, aunque el dolor sigue siendo muy difícil de
afrontar, su amor nos llena de
fuerzas, nos hace invencibles y nada ni nadie nos puede derrotar; sin
Dios todo pierde sentido, nos sentiremos vencidos y sin fuerzas ni ganas de luchar, por eso no
podemos perder la fe ni
soltarnos
de la mano de Aquel que con y por amor nos quiso salvar.
Lo
que no nos mata, nos hace más fuertes… no nos dejemos vencer, hemos sido
creados para ser felices y hacer nuestros sueños realidad; simplemente hay que luchar,
levantarnos cada vez que caigamos, reparar el corazón, sanar el alma, no
negarnos nunca la oportunidad de amar, cuando las cosas no nos salen como
queremos, ahí en
esos momentos en que la vida sorpresas nos da, cuando todo parece incierto,
ante la perdida, la incertidumbre y la oscuridad; aún en la fragilidad, en esos instantes de
miedo de darnos otra oportunidad;
ahí, mientras intentamos aprender a empezar de nuevo, las veces que sea necesario intentarlo y
volver a comenzar, tengamos siempre presente que el dolor asumido con paz no
deforma sino que nos
renueva, nos hace crecer y nos ayuda a nuestra vida transformar.