jueves, 2 de abril de 2015

LA VENIDA DE TEZCATLICOPA



Quetzalcóatl vivía muy a su gusto en Tula, siendo adorado por dios, pero como la verdad no se puede largo tiempo ocultar, sucedió que llegó a Tula un otro dios, del cual hemos hablado aquí antes, Tezcatlipoca. 

El cual, en llegando, de envidia que tenía a Quetzalcóatl, tentó hacer mal al pueblo de Tula, para que adorara a él y asimismo a Quetzalcóatl. 

Entró a Tula como un pobre y tomaba diversas figuras y espantaba a los de Tula y a Quetzalcóatl, el cual aunque fuera demonio tanto como el, siempre hay demonios los unos más grandes que los otros, pues están hechos de ángeles y los ángeles hay unos más grandes que los otros. 

Un día, pues, fue Tezcatlipoca al templo de Quetzalcóatl. Había una efigie de Quetzalcóatl y un espejo que los indios estimaban mucho, pues según Quetzalcóatl les había hecho creer, por medio de este espejo siempre había de haber lluvias y si se la pidieran por este espejo, el se las daría. 

Entrando, pues, Tezcatlipoca al templo encontró los guardias dormidos y se fue derecho al altar y robó el espejo y lo escondió debajo del palacio en donde dormían los guardias, lo que hecho se marchó. 

Habiendo despertado los guardias, como buscaran el espejo, estaban muy diligentes buscándolo, pero Tezcatlipoca encontró a una vieja en su camino y le dijo: 

Vete al palacio y di a esos guardias que lo que buscan está debajo de su palacio y serás bienquista de ellos. Lo hizo la vieja. 

En tanto Tezcatlipoca se mudaba en diversas figuras de animales y monstruos buscando de atemorizar a las gentes. 

Se hizo también cortar los cabellos, lo que los indios jamás habían visto. 

Y se fue al templo de Quetzalcóatl y destruyó su figura, y arrojándola por tierra y tomando diversas figuras, burló a sus servidores y a todos los de Tula. 

Cuando ellos veían esto se iban saliendo de la ciudad y Quetzalcóatl al verlo tuvo miedo y huyó también con algunos de sus servidores con lo cual Tezcatlipoca quedó bien contento. 



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