viernes, 2 de octubre de 2015

FERNANDO EL DESOBEDIENTE



Fernandito era un muchacho huichol de Ocota, Jalisco.

A Fernando no le gustaba obedecer a sus padres ni a sus abuelos; en general se sentía muy molesto cuando lo enviaban a realizar alguna tarea en el campo o en la casa.

Le gustaba hacer tablas votivas, ojos de dios, y jícaras decoradas con chaquira, pero carecía de paciencia y muchas veces dejaba sus trabajos a medias.

Los dioses, que lo observaban desde el Cielo, estaban enojados por la falta de respeto que Fernando tenía para la religión y para las deidades.

En especial el dios Tatevari le tenía inquina por su mal comportamiento.

Tatevari, quien era el protector de los indios huicholes y la deidad máxima del panteón, se encontraba muy molesto con el muchachito.

En una ocasión, el tata de Fernando le ordenó que fuese a acarrear leña al monte cercano para encender el horno que les permitiría “quemar” unas piezas de cerámica que la madre del joven deseaba ir a vender a la feria anual del cercano pueblo mestizo.

Fernando se negó a ir, alegando que estaba muy ocupado pegando en la cera de Campeche la chaquira sobre una serpiente de madera que estaba haciendo. Le retobó al padre y le dio un fuerte empujón.

Tatevari, que le estaba viendo, furioso ante tal irrespetuosidad, decidió castigarlo y le mandó la famosa “enfermedad de Tatevari” la más horrorosa y temida por los huicholes, la cual ocasiona que las personas se quemen por dentro.

Pasado un rato, cuando los padres de Fernando se dieron cuenta de que se estaba quemando y aullaba de dolor, lo llevaron en seguida al mara’akáme, el curandero del pueblo, a ver si le podía curar.

El curandero procedió a llevar a cabo el procedimiento de “chupar” al enfermo en el abdomen, donde colocó su boca sin tocarle la  piel.

Don Manuel se proponía extraerle los “carbones” que sabía que el dios Tatevari había introducido en su interior con el fin de matarlo.

Succionó todo lo que pudo y logró escupir algunos de los carbones que entregó a los padres como debía ser, pero no logró sacarle todos, puesto que el dios no deseaba perdonarle le vida.

Dos días después de la fracasada curación, Fernandito moría entre terribles quemazones en el interior del cuerpo.

Tatevari le había castigado para ejemplo de los niños desobedientes y malos hijos.

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