lunes, 8 de abril de 2019

CLAUDIA




Cuenta una leyenda de Tepic, “lugar de piedras macizas”, capital del estado mexicano de Nayarit, que en una casa de la Colonia Lázaro Cárdenas de esa ciudad, vivía un señor que tenía una hijita llamada Claudia.
Después de haberse separado de su esposa, la custodia legal de la niña le había correspondido a él. Padre e hija vivían tranquilamente en su hermosa casa, cuando los azares del destino, que a veces son diabólicos, les jugaron una mala pasada, pues cierto tiempo después de haber llegado a la Ciudad de Tepic, Claudia fue atropellada por un camión y murió.
El padre quedó completamente consternado ante esta fatal desgracia, pero decidió quedarse a vivir en la casa en la cual ambos habían sido muy felices. Poco tiempo después de su muerte, don Facundo, como se llamaba el desdichado señor, empezó a sentir que alguien lo observaba, oía ruidos en el patio trasero y pasos se niña en la escalera que conducía al piso superior; las puertas se cerraban y se abrían inexplicablemente. Espantado por tantos sucesos extraños, don Facundo decidió tomar fotografías de las escaleras y del patio, para ver qué salía en ellas y si podía hacer algo para remediarlo.
Cuando el padre reveló las fotografías, cuál no sería su sorpresa al ver que en ellas se veía perfectamente la imagen de su pobre niña Claudia, pero muy demacrada, grandes ojeras se apreciaban alrededor de sus ojos y una palidez sobrehumana cubría su dañado rostro por el accidente. Don Facundo inmediatamente tomó la decisión de marcharse de esa casa que tan dolorosos recuerdos le traía.
Así lo hizo y puso en renta la casa, después de haber encargado una misa por el alma en pena de la pequeña. Sin embargo, la misa de nada sirvió, pues varios inquilinos que la rentaron, al poco tiempo de marchaban presas de miedo y terror, pues a todos se les aparecía la niña Claudia. Desde el último inquilino que la rentó y se fue, la casa permanece vacía; los caminantes que pasan frente a ella afirman que se oyen los lamentos de la atormentada niña que clama por su padre con sollozos que ponen los pelos de punta a quienes llegan a oírla.


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