lunes, 3 de junio de 2019

UN VERDADERO TRAIDOR




Este militar y político mexicano, presidente de México entre 1913 y 1914. Era de ascendencia india, lo cual no fue un obstáculo para que fuese admitido en el Colegio Militar de Chapultepec, de donde salió, en 1876, con el grado de teniente. Ascendió los primeros peldaños del escalafón militar en la Comisión de Cartografía Mexicana, a cuyo servicio dedicó más de ocho años de su vida.

A lo largo de los diez años siguientes, en los distintos puestos que ocupó en el seno del Estado Mayor durante la última parte del mandato de Porfirio Díaz, acumuló experiencia en las fidelidades, traiciones y entresijos de la vida política. A las órdenes del general Ignacio A. Bravo, Victoriano Huerta (cuya afición por la bebida era desmesurada, al decir de los historiadores) participó en 1903 en la represión de las rebeliones de los indios mayas (descendientes del pueblo prehispánico que forjó la cultura maya), y posteriormente, durante varios años, en el sometimiento de los indios yaquis del Estado de Sonora.
En 1910 asumió directamente el mando de la represión de los zapatistas en Morelos y Guerrero. La mezcla de violencia, brutalidad y traiciones con que se empleó en las campañas contra los indígenas dan la medida del talante autoritario y mezquino del futuro usurpador de la presidencia de México, dado que por sus venas corría sangre india. Como recompensa por los servicios prestados, Victoriano Huerta fue ascendido al rango de brigadier general.
La crisis del régimen dictatorial de Porfirio Díaz (1876-1911), tocado de muerte con la campaña antirreeleccionista de Francisco I. Madero, lo llevó a participar en una conspiración contra el régimen, no sin antes solicitar la baja del ejército, aunque ésta le fue denegada. El estallido de la Revolución mexicana (20 de noviembre de 1910) condujo a una rápida derrota del ejército del dictador. Gracias a su pragmatismo, Huerta se convirtió en pieza clave de la comisión que había de acompañar a Porfirio Díaz al destierro.

Durante la interinidad de Francisco León de la Barra y hasta el nombramiento del presidente Francisco I. Madero (1911-1913), Victoriano Huerta se dedicó a combatir con saña y tenacidad a los seguidores del revolucionario agrarista Emiliano Zapata. Tras ocupar Francisco Madero la presidencia de la República en noviembre de 1911, el general Huerta decidió abandonar la milicia, pero posteriormente fue convencido para continuar la lucha contra los líderes agraristas: Pascual Orozco y Emiliano Zapata; este último había lanzado el Plan de Ayala, programa político entre cuyas exigencias se encontraba la inmediata devolución a los indígenas de las tierras que les habían sido arrebatadas bajo el régimen de Porfirio Díaz.

Huerta formó en Torreón la División del Norte, derrotó a los orozquistas en Conejos, Rellano, La Cruz y Bachimba y estuvo a punto de fusilar a Pancho Villa. Poco después de que el levantamiento de Pascual Orozco fuera derrotado, el general Huerta y el ejército se convirtieron en la base principal de la continuidad de la presidencia de Madero por sus conexiones reaccionarias y gracias también al bloqueo en el suministro de armas con destino a los antimaderistas impuesto por el gobierno norteamericano. En septiembre, Madero lo nombró secretario de Guerra en la capital de la República y consiguió derrotar una nueva rebelión.
Sin embargo, los violentos sucesos acaecidos durante la llamada Decena Trágica del 9 al 19 de febrero de 1913 habían de cambiar definitivamente el destino de México. El 9 de febrero de 1913 estalló una segunda sublevación contrarrevolucionaria dirigida por los generales Reyes y Mondragón. Tras asaltar la Penitenciaría y liberar al general Félix Díaz, Victoriano Huerta, que había fingido estar a favor de la presidencia legal de Madero, fue nombrado por éste Comandante Militar de Ciudad de México, en sustitución del general Lauro Villar, muerto en los combates.
Pero Huerta preparaba desde esa posición la traición que le ha hecho pasar a la historia. Tras reunirse en secreto con los conspiradores y luego con el embajador de Estados Unidos Henry Lane Wilson (siniestro artífice del llamado Pacto de la Ciudadela o de la Embajada, como de las dos maneras se le conoce), Victoriano Huerta diseñó un plan para impedir que llegaran los refuerzos de Felipe Ángeles a la capital y dio un golpe de Estado.
Con pretexto de darles protección, Huerta detuvo a Madero y a su vicepresidente, Pino Suárez, a los que convenció para que renunciaran a sus cargos a cambio de garantizarles la salida indemnes de la capital. Una vez que sus dimisiones fueron conocidas por los componentes del Congreso, éstos nombraron presidente interino a Pedro Lascuráin, cuyo mandato duró escasamente cuarenta y cinco minutos, los necesarios para renunciar a fin de que el general Victoriano Huerta asumiera la presidencia "constitucional".
A partir de ese momento, los días de Madero y Pino Suárez estaban contados. El 22 de febrero los sicarios de Huerta se apoderaron de ambos políticos y, no lejos del presidio del Distrito Federal, los cosieron a balazos. Para justificar su muerte se dio como versión oficial la aplicación de la ley de fugas, asegurando que ambos políticos habían muerto a consecuencia de los disparos cruzados entre las fuerzas que les custodiaban y unos desconocidos que intentaban liberarles.

Huerta se deshizo poco a poco de sus principales rivales, dividió a la oposición y se enfrentó a la Cámara de Diputados, acabando por instaurar en la República un régimen militarista sangriento que, si bien contó en sus inicios presidenciales con el apoyo de gran parte de las clases medias, se encontró cada vez más aislado a medida que el constitucionalismo (liderado por Venustiano Carranza, que contó con la colaboración de los agraristas Pancho Villa y Emiliano Zapata) fue obteniendo sucesivas victorias militares.
Su política, basada en perpetuarse en el poder a cualquier precio, estuvo llena de desaciertos y, tras prescindir de uno de los políticos en los que se apoyó, el general Félix Díaz, y disolver el Congreso, se creó nuevos rivales con actos como las "levas" de pacíficos ciudadanos (para nutrir de carne de cañón su ejército) y los asesinatos de diputados (como Rendón, Domínguez y Gurrón) y de profesionales, propietarios y empleados públicos.


No hay comentarios: