Había una vez un Maestro, que en medio
de su humanidad; sentía que cada
día, era simplemente uno y otro más. Su trabajo a veces se le convertía en rutina, papeles
que llenar, situaciones difíciles para solucionar, casos imposibles,
esfuerzos vanos que parecían invisibles
para sus estudiantes y también para los demás… llegaba a pensar muchas veces, que en
estos tiempos podía ser mejor hacer cualquier otra cosa, menos enseñar.
En esa búsqueda del camino, intentó
hablar en oración con Dios, y le dijo:
Señor, tu que eres el Maestro de
Maestros, dime con claridad; ¿cuál
es realmente mi misión?; pon en mis manos las herramientas que me ayuden a realizarla a
cabalidad. Dios
que siempre sabe como llegar y estremecer el corazón, le entregó dos cajas, una llena
de lápices de diferentes tamaños, algunos sin punta, otros sin borrador; y en la otra, un
buen número de
cuadernos, habían nuevos, organizados, con sus hojas blancas y limpias, otros ya iniciados,
también bastante avanzados, muchos de ellos desordenados, con hojas rotas,
inconclusas, que inspiraban solo
ganas de botarlos.
El Maestro desconcertado sin entender
bien lo que Dios le quería decir
le preguntó:
¿Qué quieres que haga con esto? ¿Acaso
es lo que necesito para dar mi
lección?... ¿si quieres selecciono los que estén buenos y nuevos, los otros los desecho, para
que los trate de utilizar otra persona que quizás lo haga mejor?
Dios con una sonrisa, una mirada y un toque de nostalgia y amor le respondió:
No te apresures, reflexiona bien, que en todo ello que ves ahí, está tu misión: la de enseñar a leer y escribir.
Dios con una sonrisa, una mirada y un toque de nostalgia y amor le respondió:
No te apresures, reflexiona bien, que en todo ello que ves ahí, está tu misión: la de enseñar a leer y escribir.
Cada cuaderno representa al alma de
aquel niño o joven que se te ha confiado, están los cuadernos limpios, que al parecer no
han sido estrenado,
pensarás que es más fácil en ellos escribir; no vienen con historias que otros han
marcado, de ti depende lo que ahí dejes consignado.
Y qué decir de esos cuadernos que
aunque han recorrido muy pocos años, traen muchas de sus hojas escritas por otras manos;
las hay de
dolor, otras inconclusas que han dejado solo vacíos y desamor, hasta hay algunas que parecen
historias de terror, los cuadernos de los adolescentes, son los que quizás
peor están, hay hojas arrancadas
por momentos vividos que prefieren no recordar, pero aunque esa hoja no se vea, ahí en el
alma quedan los recuerdos de eso
que les ha de atormentar; hay también en ellos desamor y soledad… y como Maestro
llegamos a pensar que es difícil y hasta imposible cambiarle el rumbo a esa
narración y tratar de escribir en ellas un final feliz… he ahí nuestro mayor reto, aunque
parezca imposible
de realizar; el verdadero sentido y carisma de la educación, es la de redimir desde el
amor.
En la otra caja encontrarás los
lápices que ellos utilizan para aprender a escribir; es lo que tienen, lo que les han
dado o simplemente
lo que en el camino han encontrado; los hay de diferentes tamaños, los más grandes
pueden ser los más cómodos y fáciles
para enseñar; los más pequeños pueden a veces perturbar, hacen que se quejen de ellos,
que los quieran cambiar o prefieran
renunciar; están los que no tienen borrador, estos inspiran algo de temor, porque lo que se escriba con ellos no se puede borrar; hay lápices sin punta que algunos prefieren elegir, para no escribir los momentos tan duros que les toca a veces vivir; estos lápices dejan vacíos en el interior, que logra interferir con que se experimente paz en el corazón.
renunciar; están los que no tienen borrador, estos inspiran algo de temor, porque lo que se escriba con ellos no se puede borrar; hay lápices sin punta que algunos prefieren elegir, para no escribir los momentos tan duros que les toca a veces vivir; estos lápices dejan vacíos en el interior, que logra interferir con que se experimente paz en el corazón.
No importa que lápiz usen, de ti
depende que con tu mano sobre su mano, muchas veces recorriendo un largo camino sin
soltarlos, les enseñes
a tomarlos y orientes sus trazos; aprendiendo a escribir en ellos como yo, derecho en
renglones torcidos; o construyendo historias donde el protagonista sea el amor.
El Maestro tiene la misión de ser un escritor, que a la vez enseñe a leer y a escribir… de él depende que todas esas almas que encuentra a diario en el aula o salón, redescubran en los distintos acontecimientos que viven mis más grandes manifestaciones de amor; aprendiendo a leer en todo ello, mi historia de Salvación.
No puedes escribir lo mismo en cada cuaderno que recibas, cada uno tiene una historia para contar; el tiempo que lo tengas en sus manos dejará algo ahí grabado, ya sean páginas llenas de sueños y esperanzas, hojas vacías que inspiren soledad, u otras que sigan contando las tragedias que a diario se nos muestran en esas noticias que a la sociedad les gusta contar; simplemente porque fuimos indiferentes a ellas o porque perdimos la fe de poder darles otro rumbo y escribir en ellas una capítulo nuevo que les ayude a ver la luz en medio de la oscuridad.
No digas: "Yo no se escribir!, porque si confías en mí, seré Yo, el Maestro de Maestros, el que te sepa guiar y haré de ti una carta abierta escrita con el tinte del Espíritu para ser protagonistas de una historia de salvación".
El Maestro tiene la misión de ser un escritor, que a la vez enseñe a leer y a escribir… de él depende que todas esas almas que encuentra a diario en el aula o salón, redescubran en los distintos acontecimientos que viven mis más grandes manifestaciones de amor; aprendiendo a leer en todo ello, mi historia de Salvación.
No puedes escribir lo mismo en cada cuaderno que recibas, cada uno tiene una historia para contar; el tiempo que lo tengas en sus manos dejará algo ahí grabado, ya sean páginas llenas de sueños y esperanzas, hojas vacías que inspiren soledad, u otras que sigan contando las tragedias que a diario se nos muestran en esas noticias que a la sociedad les gusta contar; simplemente porque fuimos indiferentes a ellas o porque perdimos la fe de poder darles otro rumbo y escribir en ellas una capítulo nuevo que les ayude a ver la luz en medio de la oscuridad.
No digas: "Yo no se escribir!, porque si confías en mí, seré Yo, el Maestro de Maestros, el que te sepa guiar y haré de ti una carta abierta escrita con el tinte del Espíritu para ser protagonistas de una historia de salvación".
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