sábado, 30 de agosto de 2014

DIÁLOGO CON EL ESPEJO



Todos los días, cada mañana, ella se paraba ante el espejo, se miraba fijamente queriendo descubrir no sé que cosa, al principio tan solo silencio, algunos gestos y luego: -“Espejito, espejito, dime: ¿Cómo me veo?”-

-“La respuesta está en ti, Decía el espejo”-

-“Pero, ¿cómo puedo responderme, si precisamente para eso vengo? necesito que me digas cómo me veo, dime algo, porque si no, no sabré si estoy bien o mal”-  Agregaba el o ella con angustia e inseguridad

-“Yo no soy quien dice como te ves, ni mucho menos como estás; yo tan solo intento reflejar lo que tú alcanzas apreciar de ti misma o lo que crees que ven en ti los demás”-

-“Es tan difícil el que yo pueda decirme cómo estoy, ¿Qué tal que no le guste a los otros? ¿Qué voy hacer si no me aceptan por la manera como me visto o me peino, o la forma como llevo el cabello, el color de mis ojos, mi sonrisa, mis dientes, las marcas que en mi cutis poseo; mis piernas, mi ropa, los zapatos, como camino o me siento?”-

-“Entonces realmente no deseas saber cómo te ves, sino cómo te ven
los demás, veo que de eso depende el que te sientas bien o mal”-

-“¿Será? no lo creo… vengo ante ti porque quiero que me digas ¿Cómo me veo?”-

-“Y si te digo que te ves mal, aunque te sientas bien con lo que llevas puesto; o por el contrario, si digo que te ves muy bien, aunque te incomode la ropa o creas que no es tu mejor atuendo; ¿qué harías?”-

-“No lo sé, quizás te haría caso porque eres mi espejo, eres como un amigo, no me fallarías ni me dirías cosas que no son, eso creo”-

-“Eso no depende de mí, sino de ti; yo no soy quien dice como te ves; yo tan solo soy tu reflejo”-

-“Entonces, ¿Por qué es tan difícil saber como me veo? no lo entiendo”-

-“Quizás porque vives más pendiente de descubrir cómo te ven los demás; tu autoestima depende de su aprobación y de que ellos logren aceptarte cómo eres; o logres acomodarte y ser como ellos quieren que seas. Los seres humanos viven en un mundo de apariencias, donde nadie se siente satisfecho con lo que es ni con lo que tiene, buscan seguir una moda que no a todos acomoda, pelean con el espejo, porque tienen miedo de ver el concepto que de sí mismo han construido por las opiniones del mundo que no logra ver más allá”-

-“Sabes, algunos me dicen que soy linda; pero no lo creo, mira estos gorditos que tengo; ¿y si me cambiara mi color de ojos y de pelo?; quizás así lograría realmente serlo, y si me compro esa pinta con la moda del momento; ¿Será que me queda; Será que les gusta a mis amigos como me veo? Dime algo espejito, se me hace tarde y aún no me he alistado, no se si esto que he escogido es lo mejor; no quiero estar fuera de honda, quiero que todos me admiren y me digan que estoy hermosa hoy”-

-“Ya te lo dije, de mi no depende, pregúntale a otro mejor, puedo decirte mil cosas, como las que dijo aquel espejo a esa Reina que quería saber si era la más bella y él dijo que no ¿Recuerdas como se lleno de odio y frustración su corazón? No quiero que mas adelante peles conmigo y tengas miedo de verme, porque cada vez que vienes solo quieres que te refleje aquello que deseas escuchar de los demás aunque sea superficial, esperas de mí que te recuerde tu inconformidad. Recuerda que así como los ojos son el espejo del alma y muestran lo que en tu corazón hay; yo tan solo quiero reflejar lo que ves de ti misma y no lo que dicen de ti los demás. Ven a mí para ver si te quedó bien acomodado el peinado, si te bañaste bien, si quedó todo en ti acorde y organizado; intenta descubrir a través de mí las maravillas que Dios te ha dado y no te pares aquí tan solo para lamentarte por aquello que te desagrada y los desconciertos que sientes, porque crees que así como eres a nadie le agradas y no eres feliz de verte con lo que posees”-

-“Tendré que comprar otro espejo, este parece que está empañado, será que ya está viejo? no me dice lo que quiero, solo expresa cosas que ni entiendo… Agrega ella enojada por no haber escuchado lo que esperaba”-

Y así, seguía buscando de espejo en espejo que alguno le dijera cómo se ve, qué debe cambiar o mejorar, cómo puede estar a la moda o cómo logra a otros agradar… de todos escuchaba algo distinto, ninguno le satisfacía, muchos le hacían cambiar a su antojo, se hacía cirugías, tintes, permanentes, alisadas, liposucción, terapias y mil enredos más, ella solo escuchaba lo que anhelaba escuchar.

Esta historia se repite cada día con cada ser humano que construye un concepto de belleza demasiado superficial; hombres y mujeres inconformes con lo que son y poseen que se cambian y transforman al antojo de la moda que imponen los demás; sintiéndose cada vez más vacíos, buscando una felicidad efímera que depende del concepto que de sí mismo tengan otros, y de los paradigmas de la sociedad que construye tan solo en la forma un estilo de vida que no lleva a la realización, sino a la frustración porque es imposible complacer a todos, siempre habrá alguien que diga, ese peinado no es el mejor, hay una nueva cirugía que te ayuda a mejorar aquello, o si te cambias el color, te aproximarás a la perfección.

Por ello los que no encajan en ese molde de belleza o normalidad, se tendrán que enfrentar cada día a los juicios materialistas de la humanidad que le pone tamaño y valor a lo que a simple vista se ve, sin darse cuenta que lo esencial se encuentra mucho más allá.

¿Y tú, qué le sueles preguntar a tu espejo? ¿Qué esperas de él escuchar? ¿Cómo logras verte a ti misma? ¿Acaso lo que realmente eres, o lo que esperan encontrar o ver en ti los demás? recuerda, quizás del diálogo con tu espejo dependa tu realización y hasta tu felicidad…

viernes, 29 de agosto de 2014

TLOQUE NAHUAQUE



Hace mucho tiempo, tanto que no alcanzan todas las gavillas de años para medirlo, no existía nada, tan sólo un inconmensurable vacío en el que flotaba tu divina presencia, Tloque Nahuaque y junto a ti, los elementos etéreos de la creación nadando en una especie de opalina nebulosa flotante.

Tú, Tloque Nahuaque, “dueño de lo que está cerca”, “aquel que se creó a sí mismo”, el dios creador de la primera pareja, ordenador del cosmos, amo de los Cinco Soles, arquitecto universal. Tú, dios imperecedero,  simbolizas el principio de todo lo existente, la gran sustancia cósmica del eterno movimiento y del espacio infinito, al que llamaste Ollincan, “el lugar del movimiento constante”. A ti, dios innombrable, vengo a venerarte, principio de la inteligencia, aunque carezcas de forma, aunque seas inaprensible, aunque seas invisible. Fuiste el reverenciado creador del Omeyocan, el Lugar de la Dualidad, donde moraron tus primeros hijos los dioses, donde surgió el supremo principio dual. Tú, Tloque Nahuaque, quien no contento con regalarnos las galaxias, los soles, las lunas y los planetas, creaste a tus primogénitos, los inconmensurables Ometecuhtli y Omecihuatl, Señor y Señora de la Dualidad, partes masculina y femenina de la Creación, y de ti mismo, Tloque Nahuaque.

¡Oh, dios del movimiento perpetuo y del espacio infinito! Gracias a ti los Señores de la Dualidad engendraron a los cuatro Tezcatlipoca: Xipetotec, el Tezcatlipoca rojo; Tezcatlipoca, el Tezcatlipoca negro; Quetzalcóatl, el Tezcatlipoca blanco; y Huitzilopochtli, el Tezcatlipoca azul, quienes dieron forma al universo donde sólo estaba Cipactli flotando en el vacío, muerto a manos de Quetzalcóatl para dar forma a la Tierra, cuando los dioses lo partieron por la mitad y colocaron sus mitades una sobre otra: el Cielo sobre la Tierra. Trece cielos asentados en la cabeza, lugares sagrados donde moran las divinidades, donde el último lugar te pertenece, el Omeyan, el lugar de nuestro origen, el lugar en donde surgen todas las almas de los mortales. Nueve inframundos localizados en la cola del venerable cocodrilo, culminados con el Mictlán, el Lugar de los Muertos, presidido por Mictlantecuhtli y Mictlancíhuatl, el lugar de los descarnados, refugio de las almas comunes. La Tierra, Tlalticpac ubicada en el centro, entre los cielos y los inframundos, y rodeada del Altéotl, el Agua Divina, lugar de residencia de nosotros, los pobres mortales ¡Oh maravillosa verticalidad del universo! 

Quisieron los dioses que la Tierra limitase su cuadrada extensión y fuese sostenida por medio de los espacios sagrados: el norte, de nuestro amado Tezcatlipoca, lugar de la muerte y el cuchillo de pedernal. El este, lugar donde abundaban las siembras y la fertilidad, regido por Xipetotec y por el reverenciado Tláloc, rumbo sagrado simbolizado por la caña, ácatl. El oeste, donde reina Quetzalcóatl, divina residencia de la Estrella de la Tarde, de color blanco, y de símbolo calli, casa. Y el sur, bajo la soberanía de Huitzilopochtli, de color azul, cuyo glifo es el conejo, nuestro tochtli. Xiuhtecuhtli, dios del fuego y del calor, ocupa el centro de la Tierra, el calpulli sagrado que la une con el Cielo, que une los rumbos cósmicos, las aguas celestes y los vientos ¡Oh, maravillosa horizontalidad del universo!

Tloque Nahuaque, tu poderosa capacidad de multiplicación creó nuestro fecundo panteón. Gracias a ti, Tonatiuh, el dios Sol, el Quinto Sol surgido de la chispa divina del valeroso Nanahuatzin, pudo arrojar un dardo sobre la Tierra, para crear un hombre y una mujer, aunque bien es cierto que incompletos. Tloque Nahuaque, por tu inconmensurable capacidad creadora, nuestros dioses hicieron vivir a Cipactónal y a Oxomo, la primera pareja de humanos, dedicados a hilar y a sembrar la tierra, con las semillas que Quetzalcóatl proporcionó a Cipactónal y que  trajera desde el Mictlán, el lugar de los muertos, y a quienes poco después convertiría en los dioses de la astrología y los calendarios, de la noche y del día, por su obediencia y sabiduría.

Venerado y muy amado Ometéotl, como también te llaman tus hijos, tú propiciaste la creación de los Cinco Soles, convirtiendo a los dioses en astros luminosos; y en tu infinita bondad iniciaste la vida con el Sol de Agua, Atonaliuh, destruido por  grandes inundaciones,  causantes de que los hombres se convirtieran en peces, y cuyo signo llamaste 4-Agua.

Este Sol lo presidió  la diosa Chalchiuhtlicue, La de la Falda de Jade, diosa de los mares y los ríos.

Tú, amado dios, permitiste que surgiera el Sol de Viento, Ehecatonatiuh, 4-Viento, desaparecido  por fuertes vientos asesinos, y permitiste que tus hijos se transformaran en monos, para refugiarse asustados, en los verdes montes, bajo la mirada hegemónica de Ehecatl, el dios del viento.

Más tarde, Tloque Nahuaque, creaste el Sol de Lluvia de Fuego, Tletonatiuh, 4-Lluvia, que pereció bajo el fuego, donde los hombres perecieron quemados y la piedra tezontle enrojeció. Todo ello aconteció bajo la férula de Xiuhtecuhtli, nuestro idolatrado dios del fuego.

No conforma con tus creaciones, divino Ometéotl, decretaste que la cuarta época, Sol de Tierra Tlalchitonatiuh, 4-Tigre, fuera masacrada por fuertes temblores, y los hombres, tus fieles, fuesen devorados por ocelotes asesinos, observados por los gigantes, y bajo el auspicio de los dioses Citlaltónac y Xochiquétzal.

Ahora, honorable Tloque Nahuaque, permíteme agradecerte la existencia de este Quinto Sol, 4-Movimiento, Nahui Ollin, que continúa el eterno camino trazado por ti, Arquitecto del Universo, y que ha de desparecer a causa de terribles movimientos terráqueos, y donde aparecerá el hambre que nos matará irremediablemente, cuando al finalizar un ciclo de cincuenta y dos años, Tezcatlipoca se robe al Sol. Este, nuestro último Sol,  desaparecerá tal como tú lo has decretado, a pesar de deber su existencia a todos nuestros dioses que para tal efecto se reunieron en Teotihuacán, y gracias al sacrifico de Nanahuatzin, el Dios Buboso, lleno de pústulas y buenas intenciones. Esa es tu voluntad.

Así acontecerá el fin del mundo, venerado Tloque Nahuaque, mientras tú, poderoso dios de la continuación y del movimiento, no permitas la realización de un nuevo Sol, producto de tu sabiduría y tu omnipotencia, en el cual los nuevos hombres puedan vivir bajo la ley del respeto mutuo, al encontrar el conocimiento dentro de sí mismos.

jueves, 28 de agosto de 2014

LOS JUDAS



Cuando los frailes franciscanos llegaron a México a raíz de la conquista española en el siglo XVI, venían dispuestos y decididos a implantar el catolicismo entre los vencidos. Para ello, apelaron a varias tácticas de adoctrinamiento como el teatro, la música y las fiestas.

Una de esas tácticas consistió en implantar los ninots muñecos de las Fallas de Valencia que se celebraban el 19 de marzo, día de San José. La  fecha de las Fallas estaba muy cercana a las celebraciones de Semana Santa, circunstancia que aprovecharon los frailes para elaborar un monigote a imagen y semejanza del apóstol traidor.

Esta alegoría permitió a los indígenas darse cuenta de la grandeza de la religión católica y del negro futuro que esperaba a aquellos que renegaban y traicionaban al Hijo de Dios. De  esta manera, la quema de Judas se impuso en nuestro país como tantas otras costumbres y tradiciones populares que llegaron de España, pero que con el paso del tiempo se enriquecieron con el aporte y adaptación de la cosmovisión indígenas.

La fecha exacta en que se realizó la primera “quema de judas” no la conocemos, puesto que no ha llegado a nosotros ningún testimonio de los primeros cronistas. Sin embargo, es posible deducir que la costumbre se haya iniciado a partir de 1521, fecha de la derrota de los mexicas. El historiador Luis González Obregón plantea la posibilidad de que los judas hayan surgido en la misma época en que en la Nueva España se instauró la Santa Inquisición, y se llevaban a cabo los Actos de Fe: quemas públicas de herejes. En aquel entonces, el pueblo parodiaba las ejecuciones del Santo Oficio elaborando efigies de cartón a la manera de los oidores y demás autoridades españolas. En este momento histórico, los judas abandonaron su función adoctrinadora, para convertirse en muñecos contestatarios de las arbitrariedades de la oligarquía hispana. Oigamos a González Obregón:

“Durante Semana Santa se vendían muñecos que simbolizaban a Judas Iscariote, junto con otro tipo de muñecos que eran representaciones de los herejes, los cuales al terminar los autos de fe inquisitoriales se quemaban como consecuencia de la sentencia establecida por el Santo Tribunal… los niños con esa tendencia imitativa que les caracteriza, después de presenciar los autos de fe se iban a jugar a sus casas y quemaban muñecos que fingían ser los reos del Santo Oficio”

Los oidores y los regidores españoles montaron en cólera cuando vieron su imagen reproducida en estos peleles de cartón y prohibieron su quema. Sin embargo, la prohibición no tuvo efecto y la costumbre siguió realizándose contra viento y marea. En esa ya lejana época, los judas se quemaban en la Plaza del Volador.

El tiempo fue transcurriendo y henos aquí a mediados del siglo XIX. A pesar del carácter contestatario de los judas y de las continuas prohibiciones a que se vieron sujetos, los efímeros muñecos se negaron a desaparecer con muy justa razón. El sábado de Gloria, y aun desde el Jueves Santo, los vendedores de judas y de matracas hacían su aparición por las calles de la Ciudad de México.

El matraquero, persona muy querida y celebrada, acomodaba sus juguetes clavándolos en una vara de carrizo. Las matracas, cuyo sonido simboliza el ruido de los huesos rotos de Dimas y Gestas los dos ladrones que acompañaron a Cristo en el Monte Calvario, destacaban por su colorido y variedad.

Las había de madera adornada con mueblecitos, violincitos, guitarritas, macetitas, cubetitas, escobitas. Otras, se engalanaban con figuras de cera que representaban chinas poblanas, bailarinas, charros, frutas y flores. Estos dos tipos de matracas los compraba el pueblo, ya que no eran onerosas y sí bastante asequibles. En cambio, las hechas de oro y plata, marfil y hueso con sus dijes de filigrana no se compraban con el matraquero, sino en las tiendas de la calle de Plateros. Eran caras y sólo podían ser adquiridas por las personas adineradas.

En cuanto a los juderos, llevaban un palo de madera al que suspendían los rojos diablos carnudos y alados, o los charritos sombrerudos y panzones colocados sobre una tablita o un cartón. El judero era un personaje que llevaba camisa de manta, pantalones de dril, huaraches de cuero, sarape trincado al hombro y sombrero de palma tejida.

A las diez de la mañana del Sábado de Gloria, las campanas de Catedral se echaban a repicar bulliciosamente y la artillería ponía a funcionar sus cañones y armas con gran estruendo. Dichas acciones tenían por objeto anunciar que el sacerdote que oficiaba la misa entonaba ya el Gloria in Excelsis Deo, señal inequívoca de que se había llevado a cabo la Resurrección de Jesucristo. Entonces, en ese preciso momento, en las principales calles de la ciudad, como Tacuba y San Francisco, se efectuaba la famosa “quema de judas”.

Los enormes muñecos tenían colgados de sus cuerpos de cartón chorizos, dulces, regalitos, bolsas con panes y hasta tripas con aguardiente. Cuando el pelele estallaba, los objetos volaban sobre la multitud, siempre dispuesta a atraparlos y disfrutar de ellos. Horas más tarde, la multitud dejaba la fiesta y el barullo para dirigirse a la Plaza de Santo Domingo.

De ahí salía una procesión que conducía al Santo Entierro hasta la iglesia de la Concepción. Por supuesto que Santo Domingo se convertía en una verbena donde las personas podían tomar pocillos con chocolate que compraban en los portales, acompañados de mamones y rosquillas que ofrecían los mamoneros. Con estas diversiones se terminaban los festejos del Sábado de Gloria.

A todo esto, los judas continuaban su trayectoria de muñecos contestatarios que muchos problemas les había ya ocasionado. Y así, el 17 de marzo de 1853, siendo dictador Santa Anna, el coronel Miguel María de Azcárate dio a conocer un decreto en el cual se prohibía la manufactura y quema de los “judas”. Sin embargo, esta prohibición no acabó con los judas.

Años después, el gobierno imperialista de Maximiliano de Habsburgo los volvió a prohibir. Pero la costumbre revivió, pues en la década de los cincuenta, los judas se quemaban en el barrio de la Merced, en las iglesias de Regina, La Palma, San Pablo el Nuevo, y la Profesa.

Los comerciantes de estos rumbos solían obsequiar ropa y zapatos para que fuesen colgados en los judas. En este tiempo, los personajes que hacían los juderos se habían diversificado mucho.

El 20 de marzo de 1961, el entonces Departamento del Distrito Federal prohibió la venta de cohetes, por lo que la “quema de judas” fue suspendida por temor a las multas. Lo mismo sucedió en 1988, cuando se produjo un accidente en la Merced y el regente prohibió la venta de cohetes para ser usados en cualquier festividad. A pesar de tantas prohibiciones a que han estado sujetos los judas de cartón aún se hacen pues, a Dios gracias, la cultura popular es lo bastante fuerte para resistir los embates de las adversas circunstancias sociales que se presentan y se han presentado en la historia de nuestro pueblo.

miércoles, 27 de agosto de 2014

TEOTIHUACÁN



“El lugar donde fueron hechos los dioses”, Teotihuacán, fue una de las más grandes ciudades de Mesoamérica; así la llamaban los mexicas, pues su verdadero nombres nos es desconocido al igual que su la lengua y el origen del pueblo que en ella habitaba.

El monumento más grande de esta hermosa ciudad es la Pirámide del Sol, localizada en la parte oriental de la Calzada de los Muertos, cuyo uso se desconoce. Su construcción dio inicio en la llamada etapa cultural Tzacualli 1-150 d. C. Cuenta con sesenta y tres metros de altura, en cuya cúspide se encontraba un templo ceremonial. Fue construida empleando adobes, se la recubrió con estuco y se la decoró con pinturas religiosas

A su vez, la Pirámide de la Luna es uno de los edificios más antiguos de Teotihuacán situada hacia el lado norte, de menor tamaño que su compañera. En la plataforma superior se realizaban rituales en honor a la diosa Chalchiuhtlicue, diosa del agua relacionada con la Luna.

Hace muchos cientos de años, antes de que la luz existiese, los dioses –entre ellos Quetzalcóatl, Tláloc y Tezcatlipoca- efectuaron una reunión en Teotihuacán y decidieron que el mundo debía estar alumbrado, pero no sabían quién lo haría. Uno de los dioses que era muy rico y poderoso, llamado Tecuzitecatl, dijo que se encargaría de tal tarea.

Pero necesitaba a otra persona que le ayudase. Como nadie se ofreció a hacerlo, nombraron como ayudante a Nanahuatzin, que tenía la mala suerte de ser pobre, jorobado y lleno de bubas; es decir, de pequeños tumores  llenos de pus y muy dolorosos. Como correspondía, antes de llevar a cabo su honorable tarea, los dos dioses se pusieron a hacer penitencia y a llevar a cabo los rituales de rigor. Tecuzitecatl, como era de posibilidades económicas, ofrendó oro, piedras preciosas, corales, hermosísimas plumas de quetzal, y mucho copal para ser quemado.

A su vez, Nanahuatzin, que carecía de medios, sólo pudo ofrendar heno, espinas de maguey que llevaban su sangre, y las postillas de sus bubas para que sirviesen como copal; o sea, sus costras. Después de finalizar la etapa de las penitencias de rigor que les llevó hasta la media noche, dieron inicio los oficios. Tecuzitecatl se cubrió con una hermosa capa elaborada con las más bellas plumas de pájaros exóticos que se pudieron encontrar, que le obsequiaron los dioses para tal efecto. En cambio, a Nanahuatzin le regalaron una pobre capa de papel. Ataviados de tal manera, los dioses encendieron una hoguera y le indicaron al dios opulento que se arrojase en ella.

Sin embargo, a Tecuzitecatl le entró mucho miedo y, cobardemente, se hizo para atrás. Pero lo volvió a intentar y sintió el mismo pavor. Cuatro veces trató de echarse, pero el miedo fue superior a sus deseos y fracasó. Cuando los dioses le indicaron a Nanahuatzin que se arrojara al fuego, no dudó ni un instante: cerró sus tristes ojos, se aventó y comenzó a arder.

Cuando Tecuzitecatl vio que el dios pobre se había arrojado al fuego sin temor, se arrojó a su vez a la hoguera. En esas estaban cuando de repente entró un águila que se quemó en el fuego –razón por la cual desde entonces las águilas tienen las plumas de color negruzco-, después apareció un tigre que se chamusco todito y se manchó de blanco y negro. 

Todos los dioses se sentaron en espera de ver de qué parte saldría Nanahuatzin. Dirigieron su mirada hacia el Este, donde hizo su aparición un Sol muy rojo, al que no podían mirar directamente a causa de sus potentes rayos. Pero aun así volvieron a mirar hacia el este y vieron salir a la Luna.

Tanto el Sol como la Luna brillaban de una manera intensísima; pero entonces uno de los dioses tomó a un conejo y lo arrojó directamente hacia la Luna, que no era otra que el dios rico Tecuzitecatl, y el satélite perdió mucho de su inicial resplandor. Todos los dioses se quedaron muy quietecitos, para después decidir que debían morir para dar vida al Sol y a la Luna. La triste tarea de matar a los dioses correspondió al Aire, quien  inició toda una serie de movimientos y soplidos dirigidos primero al Sol y luego a la Luna, hasta que ambos ascendieron al Cielo. Es por ello que el Sol sale por el día y la Luna durante la noche. Este interesante mito de constancia del nombre de Teotihuacán que deriva de: téotl, “dios”; y teotihua, “ser transformado en dios”.

ITZAMA EL SEÑOR DE LOS CIELOS, LA NOCHE Y EL DÍA



En la cosmovisión maya Itzamná ocupa un papel fundamental en la creación del universo. Sentado desde una banda astronómica, símbolo de los planetas, dirigía al cosmos desde su morada en el Cielo. Itzamná, creador del fuego y del corazón, representaba la muerte y el renacimiento de la naturaleza.

Debido a su carácter omnipresente se le representó de muy variadas formas: como viejo desdentado; como pájaro sagrado, Itzam Ye, símbolo del plano celestial; y como cocodrilo, Itza Na Kauil, connotación  del plano terrestre. Asimismo, su imagen podía representarse con atributos de jaguar, venado, pez, y serpiente. Fue asociado con el agua, el fuego, la vida y la muerte.

Estaba vinculado con el rostro del Sol y con la lluvia y, por ende, con la agricultura. Fue el hijo de Hunab Ku, el dios único, y esposo de la diosa Ixchel, la truculenta Diosa de la Luna. Su nombre proviene de su famosa frase con la que se definió ante los hombres: Itz en kaan, itz en muyal, soy el rocío del Cielo, soy el rocío de las nubes.

Pero su nombre también puede significar “casa de la iguana” Según el historiador Eric Thompson, su nombre deriva de itzam, lagarto, y de naaj, casa, lo cual nos daría Casa de Lagarto. El Dios Cocodrilo enseñó a los hombres el cultivo y el uso del ki, henequén.

Además, fue el primer dios-sacerdote inventor de la escritura y de los libros, y el mecenas de la medicina. Es nada menos que el descubridor de las ciencias y el conocimiento, y patrón del día Ahua, el último y el considerado el más importante de los veinte días maya que conforman el mes.

Finalmente, mencionemos que para los mayas la Tierra era un gran cocodrilo, Itzam Cab Ain, Iguana Cocodrilo de la Tierra, Caimán de la Tierra; o bien, Chac Mumul Ain, Gran Cocodrilo Lodoso. Como nos dice Thompson: Los mayas creían que el mundo descansaba sobre el tórax de un enorme caimán o lagarto, y que éste, a su vez, flotaba sobre una vasta laguna.

Aunque a veces la Tierra se representaba como un caparazón de tortuga. Al cocodrilo se le identificaba con el Inframundo y con el Cielo. Así, nuestro animal sacralizado compartía una relación tripartita: Cielo-Tierra-Inframundo.



martes, 26 de agosto de 2014

CÓMO NACIERON LAS TORTILLAS



Mi nombre es Iztacxóchitl, Flor Blanca. Nací en la ciudad de México-Tenochtitlán el día Ce-Tochtli del mes Izcalli, del año de 1505. Tengo diez y seis años de edad, y dentro de poco tiempo amarraré la punta de mi huipil a la túnica de Tlahuis, mi prometido.

Desde que nací he sido preparada para el matrimonio, como todas las mujeres mexicas. Cuando yo tenía ocho años, Citlali, mi madre, me enseñó a moler el maíz en el metate, a amasarlo con agua, y a formar las tlaxcalli, nuestras tortillas, para después cocerlas en el comalli. 

Mi madre, conocedora de nuestras tradiciones, me decía que las tortillas eran un alimento sagrado, un don de los dioses. Me contó que fue Quetzalcóatl, llevado por su  infinita sabiduría y bondad, quien nos dio el maíz y el conocimiento para cultivarlo, ha muchos siglos atrás. Citlali decía que dada la importancia que el maíz tiene en nuestra alimentación, contamos con muchos dioses relacionados a él; por ejemplo, tenemos a Centéotl, el dios del maíz, hijo de Tlazoltéotl y de Piltzintecuhtli; a Xilonen, la Peluda, diosa del xilote, de la mazorca tierna; y a Ilamatecuhtli, la Princesa Vieja que simboliza el maíz seco y la tierra.

Pero sobre todo tenemos a la maravillosa Chicomecóatl, Siete-Serpiente, la hermosa diosa que adorna su cabeza con una diadema de papel, viste huipil y falda pintados con flores acuáticas, y porta en una mano manojos de elotes; y en la otra, una rodela decorada con una flor.

Chicomecóatl es nuestra diosa de los mantenimientos, patrona de la vegetación, y parte femenina del dios Centéotl, es la diosa de lo que se come y de lo que se bebe. Fue la primera divinidad que preparó exquisitos manjares para los dioses, y  elaboró la primera tortilla que conocimos los mexicas, nuestro venerado pan de maíz, que cuenta con una existencia de mucho más de dos mil años.

Cuando era pequeña, Citlali me platicaba que la bella Chicomecóatl, la de la cara pintada de rojo, habitaba en el Tlalocan, el paraíso de Tláloc, desde donde bajaba a esperar que germinara el maíz, y a donde regresaba una vez culminada el milagro de la cosecha. Mi madre afirma y jura que existe un llamado Árbol de Chicomecóatl, conocido como el árbol del fruto infinito.

En una época lejana, cuando los mexicas pasaban por una fuerte hambruna, se encontraron con un árbol repleto de frutas verdes, todavía no maduras. Tres días y tres noches los hombres y las mujeres le rezaron a Chicomecóatl sentados alrededor del árbol. Al tercer día, el árbol movió sus ramas, y cayeron a tierra muchísimas frutas maduras que se repartieron entre pueblo, salvándose así de una muerte segura. Desde entonces, se sigue adorando al Árbol de Chicomecóatl,  y se le rinde pleitesía.

A nuestra querida diosa Chicomecóatl la festejamos en el mes Huey Tozoztli, Ayuno Prolongado. Para este tiempo, colocamos en nuestros altares caseros plantas de maíz verde, y llevamos los granos, que han de servir para la siembra, a bendecir a su templo, el Chicomecóatl Iteopan, situado frente al cu de Tezcatlipoca, en la Plaza Mayor de Tenochtitlán.

En el templo, los sacerdotes le ofrecen en sacrificio a una muchacha cuya sangre, producto de su decapitación, se vierte sobre la imagen de piedra de la diosa, y cuya piel desollada viste el sacerdote ejecutor. En el mes Ochpaniztli efectuamos otra celebración dedicada a esta deidad. Los sacerdotes, vestidos con las pieles de los prisioneros cautivos sacrificados un día antes, arrojan desde lo alto del templo semillas a los participantes, mientras que  núbiles doncellas engalanados sus brazos con coloridas plumas de quetzal, y sus rostros con brillante marmaja, llevan en sus espaldas siete mazorcas manchadas con ulli, hule derretido, y envueltas en sagrado papel. La más bella de las doncellas encarna a la diosa. Se la adorna con una pluma verde de quetzal colocada en la frente, símbolo de la espiga del maíz, misma que al anochecer, y junto con su larga cabellera, le serán cortadas y ofrecidas a la diosa, una vez que la muchacha ha sido sacrificada sobre los elotes que portaban las doncellas, como tributo para obtener una buena cosecha. 

Nuestras tlaxcaltin tienen un diámetro de veintitrés centímetros y están sujetas a racionamiento. Los niños de tres años solamente comen media tortilla; los de cuatro y cinco tienen derecho a comer una entera; y llegando a los seis años, los pequeños pueden comer  tortilla y media. Yo sé desde siempre que las tlaxcaltin se emplean en muchos ritos y ceremonias sagrados.

Por ejemplo, nuestros sacerdotes efectúan un ayuno de carácter divino que dura cuatro años: comen a mediodía una tortilla chiquita y delgada, acompañada de un poquito de atole endulzado con aguamiel. Este ayuno se rompe los primeros días de cada mes, y los sacerdotes pueden comer lo que quieran, con el fin de agarrar fuerzas y continuar con el ayuno. También utilizamos las tortillas como parte de las ofrendas dedicadas a los muertos: se les entierra y se les ponen ofrendas de guisados, tortillas y tamales, a fin de que tengan con que abastecerse en su camino al más allá, al Inframundo; si el muerto es incinerado, sus cenizas se ponen en una vasija, y se le obsequia con ofrendas en los altares domésticos donde quedan depositadas.

He de precisar que hay muchos tipos y nombres para las tortillas que consumimos. Los señores importantes comen la llamada totonqui tlaxcalli tlacuelpacholli, que es una tortilla blanca, doblada y caliente; para el diario comemos la hueitlaxcalli, grande, blanca, suave y delgada, a diferencia de la quauhtlaxcalli, que es gruesa y áspera; la tlaxcalpacholli es una tortilla no tan blanca como las otras, sino cafecita; la tlaxcalmimilli, no es de forma redonda, sino alargada, en forma de memela; la tlacepoatli-ilaxtlaxcalli, tortilla muy fina hojaldrada, es la que más me gusta, pero sólo la comemos de vez en vez; la tortilla de bledos de masa amarilla, se emplea para colocar en las mejillas de la cara de las imágenes de los montes hechos con la masa llamada tzoalli, durante el décimo tercer mes Tepeilhuitl, es pues una tortilla ceremonial. Además, usamos muchos ingredientes para elaborar las tortillas.

Citlali tortea unas muy sabrosas con xilote, la mazorca tierna; otras rellenas de chile molido, o de carne untada con chile; a veces hace tortillas con huevo de guajolote; de masa mezclada con miel; y una tortilla que cuece en el rescoldo. Hay otras tortillas que conozco se usan en ceremonias religiosas, como la ácima, de maíz seco no cocido con cal; y las tortillas que tienen forma de mariposa o de escudo, empleadas para las ofrendas de los guerreros muertos; y hasta hay una tortilla en forma de muñeca que me gusta mucho.



lunes, 25 de agosto de 2014

EL ENANO DE UXMAL



Durante el imperio de Uxmal, se dice vivió en la ciudad de Kabah una mujer hechicera de edad avanzada quien cuidaba celosamente un huevo que había encontrado de manera misteriosa, a diario se sentaba junto a él a tomar el sol hasta que un día del huevo brotó un niño, la mujer resignada por su edad a no tener hijos cuido al niño como suyo, el tiempo pasaba pero el niño se mantenía del mismo tamaño, la mujer notó que comenzaba a salirle barba la voz le engrosaba, así descubrió que se trataba de un enano.

Un día el enano guiado por su curiosidad y el descuido de la anciana se decidió averiguar qué era lo que la mujer cuidaba de manera excesiva frente a un caldero, al acercarse descubrió un Tunkul, instrumento hecho con un palo hueco y que genera un sonido muy fuerte fue tan alto el alcance del tono emitido que se escuchó resonar en la ciudad de Uxmal. Ya estaba vaticinado que al oírse el cantar del Tunkul el reinado del actual mandatario llegaría a su fin, de inmediato el rey mandó encontrar al culpable de tal anuncio, al llegar frente a él, preguntó al enano si había algún modo de evitar que eso ocurriera, el enano pidió al rey que primeramente mandara labrar un camino que vaya desde Kabah hasta Uxmal, terminado el camino él regresaría a decirle la respuesta.

Ya listo el camino la bruja acompañada de su protegido se dirigieron a la ciudad que ya les esperaba ansiosos por conocer la respuesta. Al llegar mencionó el enano que daría la solución solamente si el Rey superaba una prueba que consistía en romper con la cabeza el fruto más duro que se conoce en la zona yucateca, conocido como Cocoyol, el mandatario aceptó con la condición de que fuera primeramente el retador quien la realizara, el Enano accedió habiendo colocado de antemano por parte de la anciana una capa dura de metal bajo su cabeza, como era de esperarse éste resistió al golpe; al llegar el turno del Rey se colocó en el lugar que se le indicó y al primer golpe cayó en muerte.

Posterior a tal suceso el Enano fue coronado Rey de Uxmal, la anciana le dirigió sabias palabras en las que le indicaba que ahora ella podía morir tranquila pues sabía que el lugar quedaba en buenas manos, de igual forma le indicó ser justo y actuar de manera correcta sin dejarse cegar por el poder, así trabajó el nuevo jefe durante un tiempo, al paso de los años fue olvidando aquella conversación y se fue dejando envolver por la malicia, al grado de un día anunciar la creación de un nuevo dios que sería superior a los ya existentes, así mandó labrar en barro una escultura, ésta fue puesta en la lumbre para endurecerla y así asegurar su resistencia, pero al ser retirado del calor la imagen vibró de tal manera que los habitantes creyeron que la estatua hablaba venerándolo y adorándolo más que a los dioses.

Ese acto de fanatismo creo un gran disgusto en los verdaderos seres supremos por lo cual en castigo a semejante falta la Ciudad de Uxmal fue destruida acabando así con el gran poderío que hubo logrado a lo largo de tanto tiempo, hundiendo también el dominio del Enano que por soberbia llevó a su pueblo a la peor de las catástrofes.

viernes, 22 de agosto de 2014

LA TIERRA DEL FAISÁN Y DEL VENADO



Hace mucho, pero mucho tiempo, el señor Itzamná decidió crear una tierra que fuera tan hermosa que todo aquél que la conociera quisiera vivir allí, enamorado de su belleza.

Entonces creó El Mayab, la tierra de los elegidos, y sembró en ella las más bellas flores que adornaran los caminos, creó enormes cenotes cuyas aguas cristalinas reflejaran la luz del sol y también profundas cavernas llenas de misterio. Después, Itzamná le entregó la nueva tierra a los mayas y escogió tres animales para que vivieran por siempre en El Mayab y quien pensara en ellos lo recordara de inmediato. Los elegidos por Itzamná fueron el faisán, el venado y la serpiente de cascabel.

Los mayas vivieron felices y se encargaron de construir palacios y ciudades de piedra. Mientras, los animales que escogió Itzamná no se cansaban de recorrer El Mayab. El faisán volaba hasta los árboles más altos y su grito era tan poderoso que podían escucharle todos los habitantes de esa tierra. El venado corría ligero como el viento y la serpiente movía sus cascabeles para producir música a su paso.

Así era la vida en El Mayab, hasta que un día, los chilam, o sea los adivinos mayas, vieron en el futuro algo que les causó gran tristeza. Entonces, llamaron a todos los habitantes, para anunciar lo siguiente: “Tenemos que dar noticias que les causarán mucha pena. Pronto nos invadirán hombres venidos de muy lejos; traerán armas y pelearán contra nosotros para quitarnos nuestra tierra. Tal vez no podamos defender El Mayab y lo perderemos”

Al oír las palabras de los chilam, el faisán huyó de inmediato a la selva y se escondió entre las yerbas, pues prefirió dejar de volar para que los invasores no lo encontraran.

Cuando el venado supo que perdería su tierra, sintió una gran tristeza; entonces lloró tanto, que sus lágrimas formaron muchas aguadas. A partir de ese momento, al venado le quedaron los ojos muy húmedos, como si estuviera triste siempre.

Sin duda, quien más se enojó al saber de la conquista fue la serpiente de cascabel; ella decidió olvidar su música y luchar con los enemigos; así que creó un nuevo sonido que produce al mover la cola y que ahora usa antes de atacar.

Como dijeron los chilam, los extranjeros conquistaron El Mayab. Pero aún así, un famoso adivino maya anunció que los tres animales elegidos por Itzamná cumplirán una importante misión en su tierra. Los mayas aún recuerdan las palabras que una vez dijo:

“Mientras las ceibas estén en pie y las cavernas de El Mayab sigan abiertas, habrá esperanza. Llegará el día en que recobraremos nuestra tierra, entonces los mayas deberán reunirse y combatir. Sabrán que la fecha ha llegado cuando reciban tres señales. La primera será del faisán, quien volará sobre los árboles más altos y su sombra podrá verse en todo El Mayab. La segunda señal la traerá el venado, pues atravesará esta tierra de un solo salto. La tercera mensajera será la serpiente de cascabel, que producirá música de nuevo y ésta se oirá por todas partes. Con estas tres señales, los animales avisarán a los mayas que es tiempo de recuperar la tierra que les quitaron”

Ése fue el anuncio del adivino, pero el día aún no llega. Mientras tanto, los tres animales se preparan para estar listos. Así, el faisán alisa sus alas, el venado afila sus pezuñas y la serpiente frota sus cascabeles. Sólo esperan el momento de ser los mensajeros que reúnan a los mayas para recobrar El Mayab.

jueves, 21 de agosto de 2014

LOS MEXICAS CON SUS MITOS



Los mexicas no fueron el primer grupo nahua que llegó a poblar la meseta central de México, muy por el contrario, pues fueron los últimos. Cuando llegaron ya se encontraban asentados otros grupos de habla náhuatl emparentados con ellos, lingüística y étnicamente, c desde muy antiguo. Nos referimos a los tepanecas, “los que se encuentran sobre la piedra”, situados hacia el sureste del Valle de México; los acolhuas, asentados al este del lago Texcoco; los chinanpanecas, “los que viven en las chinampas”, sitos hacia el suroeste y los chalcas, “moradores de chalco”, establecidos en el sureste de Valle. Además, se encontraban los grupos de tlatepotzcas, “los que viven a espaldas de los montes”, habitantes de Tlaxcala y Huexotzingo; y los tlahuicas, “gente de tierra, que ocupaban los valles sureños, justamente en las ciudades de Cuernavaca, Oaxtepec y Tepoztlán.

Según nos cuenta el mito, todas estas tribus habían surgido de la tierra y emergieron en Chicomoztoc o “lugar de las siete cuevas”. Naturalmente, el número siete hace referencia a las tribus que comprendía el grupo nahua contando, por supuesto, a  los aztecas o mexicas. Por otra parte, dicho número siempre tuvo un carácter sagrado para ellos, al igual que  para los mayas, para quienes el dios agrario era el Dios-Siete ligado al fenómeno astronómico que determina la estación de las lluvias.

Los aztecas afirmaban que provenían de una ciudad que denominaban Aztlán, “el país del color blanco”, concebido como una isla en medio de un lago rodeado de carrizos y pleno de chinampas –podemos notar fácilmente la similitud con la posterior Tenochtitlán-, en una de cuyas orillas se levantaba el cerro de Culhuacán, “lugar de los nietos-sobrinos”, provisto de las famosas siete cuevas. De la palabra aztlán, derivó el nombre de aztecas; es decir, “la gente de Aztlán”, aun cuando ellos mismos se denominaban mexicas, vocablo proveniente del nombre de su héroe Mexitli, o Mecitli; aunque también usaban el término tenochcas, en referencia a su caudillo Tenoch.

Los aztecas salieron de Aztlán posiblemente en el año de 1168, y llegaron por el norte al Valle de México, para establecerse en la orilla occidental del lago de Texcoco. Otra versión nos cuenta que arribaron, en el año 1256, a un bosque de ahuehuetes que tenía un manantial que brotaba de una fuente. Este bosque se llamaba Chapultepec, o “cerro del chapulín”. En este lugar se asentaron y tuvieron que soportar los continuos ataques de que fueron víctimas por parte de los otros grupos nahuas cercanos a ellos, hasta que éstos consiguieron arrojarlos del cerro. Entonces, vencidos y apesadumbrados, debieron someterse al príncipe de Culhuacán, quien ordenó asesinar a su caudillo. Sin embargo, aun débiles y pobres, los aztecas lograron escapar a esta sumisión y se refugiaron en unas islas situadas en el occidente del lago de Texcoco. Fue en este preciso lugar donde fundaron la Ciudad de Tenochtitlán en 1370, y no en 1325, como se ha creído erróneamente.

Durante los primeros tiempos de la colonización de las islas, los aztecas fueron comandados por el gran Tenoch, a quien debió su nombre la ciudad, que viene a significar “el lugar de Tenoch”. Sin embargo, la etimología de la palabra también se presta para que se la pueda interpretar como “el lugar donde el nochtli, nopal, crece sobre la piedra, tetl.

El mito sobre la población de Tenochtitlán nos refiere que durante el peregrinaje que tuvieron que padecer los aztecas para asentarse definitivamente, dos de sus sacerdotes descubrieron en una isla un manantial de aguas cristalinas, en una de cuyas rocas cercanas se encontraba posada un águila devorando una serpiente, portento que según los sacerdotes constituía una inequívoca señal de que ahí se debía construir un templo a Hutzilopochtli, “Colibrí Zurdo”, y máxima deidad del panteón mexica. Por cierto que, ya construido el gran teocali, aprisionó entre sus muros al mencionado manantial. Desde el punto de vista simbólico, el águila representaba al sol y al cielo diurno; y la serpiente al cielo nocturno.

Ya fundada la Ciudad de Tenochtitlán, en sus inicios estuvo gobernada por caudillos, para más adelante dar lugar a una etapa monárquica que fuera conformada por once tlatoanis, o jefes supremos, encabezada, en 1376, por Acamapixtli, y terminada, en 1521, por Cuauhtémoc, último baluarte heroico quien fuera ahorcado por el capitán Hernán Cortés en las selvas del Petén, Guatemala, el 28 de febrero de 1525, acusado, injustamente, de conjurar en contra de éste.

Todos los once tlatoanis que antecedieron a Cuauhtémoc se consideraban los herederos culturales de Ce-Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl, soberano tolteca que huyera del territorio mesoamericano, avergonzado por haberse emborrachado y cometido desmanes atroces. El apogeo de la civilización azteca tuvo lugar con el tercer Huey Tlatoani, Izcóatl, Serpiente de Obsidiana, quien, gracias a su acertado gobierno, propició la expansión de lo que, andando el tiempo, sería un gran imperio. Guerrero y conquistador, consiguió sujetar a la mayoría de los pueblos asentados en la región de Mesoamérica.