jueves, 29 de octubre de 2015

POR NO SABER "CASTILLA"



Una leyenda de los indígenas chinantecos del estado de Oaxaca nos cuenta que tres hombres vivían en un pequeño pueblo de la región chinanteca.

Los tres eran muy amigos y los unía el hecho de que ninguno hablaba la lengua española.

Como el hecho de ignorar el castellano les dificultaba su relación con los mestizos, decidieron ir a la ciudad más cercana para ver si encontraban un maestro que les enseñara a hablar “castilla”.

Un buen día emprendieron el camino a pie.

Cuando iban caminando se toparon con algunas personas que hablaban en español, y los tres pararon la oreja. Entonces pescaron una frase que había dicho un señor. La frase era: -“¡Nosotros fuimos!”- Uno de los amigos les dijo a los otros: -“¡Oigan, acuérdense bien de la frase, no la olviden!”- Y los tres se pusieron a memorizarla.

Siguieron su camino. De pronto, se toparon con una mujer y su esposo que platicaban con unos parientes, la mujer dijo: -“¡Porque quisimos!”- Rápidamente, los tres amigos se voltearon a ver y decidieron recordar perfectamente la frase en español, y los tres repitieron: -“porque quisimos”-

Continuaron su camino, y tiempo después se encontraron un grupo de personas que estaba en gran palique. Oyeron que una de ellas dijo: -“¡Será lo mejor!”- Y otra vez los amigos decidieron memorizar la frase que repitieron varias veces para que se les quedara grabada.

Siguieron caminando durante una hora hasta que llegaron a un pueblo. Al pasar por la plaza del quiosco vieron a algunas personas que observaban el cadáver de un señor que estaba  tirado en el suelo. Se acercaron al grupo y entonces oyeron a un policía que preguntaba en español: -“¿Quién mató a este hombre?”- Uno de los amigos para presumir que entendía el castellano se apresuró a contestar: -“¡Nosotros fuimos!”- El policía se volvió a verlos y cuestionó: -“¿Por qué lo hicieron?”- Y el segundo amigo replicó: -“¡Por que quisimos”-

Azorado, el policía dijo: -“¡Pues tendrán que ir presos a la cárcel”- A lo que el tercer amigo exclamó: -“¡Será lo mejor!”-

Inmediatamente fueron aprendidos y, ante su sorpresa, ¡metidos en prisión! Y todo por no saber “castilla” y querer presumir de lo que no se sabe.

miércoles, 28 de octubre de 2015

TEPOZTÉCATL



Se dice que Tepoztécatl nació de una princesa cuyo embarazo fue producto del amor de un pajarillo, o según otra versión, del dios Ehecatl.


Los padres de la princesa, enojados, la obligaron a deshacerse del niño, quien fue abandonado en un hormiguero, pero las hormigas en vez de devorarlo lo alimentaron con gotas de miel.


Luego fue dejado entre las pencas de un maguey, mas éste lo abrazó con sus pencas, lo alimentó con aguamiel y finalmente lo mandó corriente abajo del río Atongo en una caja de madera.


De ahí lo recogió una pareja de ancianos que lo adoptaron, criaron y enseñaron todo lo que sabían.


Años después, en Xochicalco, Tepoztécatl derrotó al monstruo Xochicálatl, por lo que fue festejado a su regreso a Cuernavaca.


Al salir de Cuernavaca se llevó el sonoro teponaztli y corrió con él a Tepoztlán, evitando que lo alcanzaran al provocar con su orina una gran barranca, lo que le permitió llegar a tocar el teponaxtli sobre el cerro del Tepozteco.


En 1538 Tepoztécatl fue convertido al cristianismo por fray Domingo de la Anunciación, quien lo bautizó el 8 de septiembre, dando origen así a la fiesta que cada año se realiza en ese día.

martes, 27 de octubre de 2015

EL HECHIZO DEL PANDO



Hilario sentía que su enfermedad se agravaba cada vez más. Desde hacía ya mucho tiempo que padecía, y habían sido vanos todos los esfuerzos que había hecho por curarse. Bien es verdad que, como sucede siempre con los enfermos que sufren por largo tiempo, no había sido constante en curación; nunca había sido atendido por un médico siquiera por el espacio de un mes. El se decía para sus adentros:

¿Para qué curarme un médico? Los médicos no curan el hechizo. No pueden curarlo ni creen en él.

Y sin embargo, por algo dicen que cuando el tecolote canta, el indio muere... ¡yo no tengo remedio! 

Hilario estaba enhechizado por una mala mujer a quien desgraciadamente había él querido con todo el -corazón; pero, al fin, se habían separado por no haberse podido comprender una a otro.

Ella tenía mal carácter, y ahora se vengaba del pobre hombre causándole un mal incurable. Todo el barrio, de Manrique lo sabía, y aun había personas que aseguraban que Teófila, la amada perversa, tenía en un lugar secreto de su casa, un muñeco que era el vivo retrato de Hilario, con una espina clavada en la espalda...

Aquel infeliz se moría a pausas, sufriendo atroces dolores, ¿La espina? La espina que tenía el muñeco clavada en a espalda le causaba terribles dolencias que los médicos no saben curar, porque dicen que son los riñones. ¡Los riñones!... ¡El hechizo! El hechizo era lo que hacía padecer a Hilario.

Margarita, su hermana, le hacía cuanto remedio le aconsejaban los vecinos del barrio, y sobre todo los boticarios, que en Colima presentaba a los médicos una gran ayuda en el ejercicio de la profesión, pues ellos curan la bilis, sin cobrar más que la medicina; curan piadosamente y con toda generosidad, el mal del amor, principalmente a los rancheros decepcionados que acuden a ellos en busca de consuelo, y les venden unos polvitos blancos y dulces, como si fuera de azúcar molida, diciéndoles que es el polvo de enamorar, mucho más eficaz que elixir del doctor Dulcamara; ellos venden unciones de manteca de elefante y aceite de cocodrilo legítimo para las reumas, y preparan polvos de víbora inmejorables para las enfermedades de la sangre... Pero el hechizo... ¡el hechizo no lo curan ni los boticarios de Colima!

Un día, ya al atardecer ya con la esperanza perdida, la atribulada Margarita pensó hablarle a un médico que fuera a hacerle una visita a su hermano, no para que lo curara, sino para que lo viera y en trance fatal de la muerte que ya esperaba, le diera el certificado de defunción, sin el cual no podía enterrar el cadáver.

¡Tiene unas ocurrencias el gobierno! ¿Qué necesidad hay que sea un médico el que asegure que está muerta una persona, cuando la presencia del cadáver es prueba mejor que cualquier papel escrito?, pero así son las cosas.

El médico llegó ya casi entrada la noche.

La pieza estaba apenas alumbrada por una vela de grasa de buey que difundía una tenue luz amarillenta y vacilante, dando a la estancia un aspecto fantástico y lúgubre, desde la mesa en que estaba colocada, hasta otra mesa corriente llena de botellas y trastos de cocina. El enfermo, con una respiración fatigada y angustiosa, yacía en un catre de madera. En el semblante expresaba la cercanía del último momento. El médico lo examinó; escuchó silencioso y atento algunas palabras entrecortadas por la angustia de la respiración, sacó del bolsillo algunas hojitas de papel, y recetó. ¿Qué recetó? ¡Letra ininteligible, como la de todos los médicos! Letra que solo saben entender los boticarios, porque ellos todo lo saben. Antes de retirarse, el médico dio al enfermo lo único que podía darle: la esperanza.

Pero llamó aparte a Margarita para explicarle como debía darle la medicina al enfermo, y advertirle que ya era extemporáneo el esfuerzo por la curación, esfuerzo que hacía en cumplimiento de un deber profesional, porque un buen médico, como el buen soldado, tiene la obligación de luchar, aunque sea inevitable la derrota, haciéndose la ilusión de conseguir la victoria. En aquel momento recetaba por deber, pero sin esperanza.

El médico no se equivocaba, aún venía de la botica con la medicina, cuando el enfermo expiró. Bien claro lo decía el canto lúgubre del tecolote que desde al obscurecer se escuchaba entre el ramaje espeso del aguacate del corral, infundiendo en el barrio cierto misterioso terror. ¡Qué había de poder la ciencia médica contra el hechizo! Este solo pueden curarlo los hechiceros.

Tales creencias vinieron a confirmarse poco después de expirar el enfermo, que cuando tenía su cadáver en el suelo con una teja para que ganara las indulgencias, se levantó de medio cuerpo atemorizando a los presentes y arrojó algo por la boca. −¡Ya lo ven!− exclamaron todos− ¡La postema! ¡No cabe duda, estaba enhechizado por aquella mala mujer!

Sepultaron el cadáver de Hilario, que vulgarmente era conocido en el barrio de Manrique, por el apodo de El Pando, y por varios días, al oscurecer, confirmando la opinión popular, siguió el tecolote cantando lúgubremente entre el ramaje espeso del aguacate del corral.

lunes, 26 de octubre de 2015

LA SIRENA Y EL SIRENO



Cuenta una leyenda otomí del Estado de México que cerca de San Miguel Ameyalco existían dos manantiales de hermosa agua cristalina.

En uno de ellos vivía una bella Sirena; en el otro habitaba un Sireno. Ambos se querían mucho y pasaban la mayor parte del tiempo juntos, bien fuera en un manantial o en otro.

No vivían juntos porque les gustaba tener privacidad. Pero un nefasto día la hermosa Sirena se murió por causas desconocidas y el Sireno se quedó solo  muy acongojado y triste sin su pareja y con ganas de tener una nueva.

 En cierta ocasión una muchacha que estaba a punto de casarse, se fue a lavar las manos al manantial del Sireno, pues se había ensuciado con una fruta que comía por el campo mientras se paseaba para calmar los nervios que le producía su cercano enlace.

Cuando metió las manos al agua vio una pequeña tinaja que contenía monedas de oro, collares, aretes, brazaletes, anillos y muchas joyas también de oro, acompañadas de bellos listones de todos los colores para adornarse el cabello.

Al ver esa maravilla de joyas y aderezos, la joven se inclinó más hacia el agua a fin de poder tomar la tinajita y llevársela, pues ya se imaginaba lo bella que se vería el día de su matrimonio con tan suntuosas joyas.

Al tomar la tinaja, la joven desapareció en el agua y nunca se la volvió a ver. El Sireno se la había llevado para que fuera su  nueva pareja.

Con el tiempo a la muchacha perdió las piernas le salió una cola, y pudo respirar dentro del agua sin morir, se volvió Sirena.

En el pueblo de San Juan Ameyalco nunca se volvió a ver a la muchacha. Su novio murió de pena, pero ella pudo lucir las deslumbrantes joyas con su marido el Sireno.

EL NAHUAL Y LA BRUJA



En un molino viejo que se encuentra en uno de los pueblos de San Luis Potosí, se aparecen las ánimas de un nahual y de una bruja.

Por eso todos los habitantes del pueblo tienen miedo de pasar por tal molino, no vaya a ser que se les aparezcan.

Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo, cuando aún el molino no existía y en su lugar estaba el almacén de una gran hacienda muy antigua, una bruja se peleaba mucho con un nahual.

En una de sus peleas, la bruja se comió al nahual. Por eso se debe de tener mucho cuidado con las brujas, porque se pueden convertir en nahuales y atacar a las personas echándoseles encima para dañarlas.

Había una vez un abuelito que vivía tranquilamente con su esposa.

Un día una de sus hijas vio a su papá que venía caminando muy tranquilo por el sendero que conducía a su casa.

Ella estaba en la puerta esperándolo; de pronto, vio a una señora que saludaba a su papá muy amablemente; en seguida, el señor empezó a revolcarse en el suelo, como si estuviera luchando contra alguien.

Cuando el papá estaba tirado salió corriendo un coyote, se trataba de un nahual, pues la señora era una bruja que se convertía en nahual cuando quería.

Esa bruja es terrible, ahora acostumbre ponerse en el molino a esperar que pase una persona y atacarla con el propósito de matarla o quitarle el alma. Nadie del pueblo quiere pasar por ahí. Pero a veces cambia de lugar, y se la puede encontrar en los lugares más inesperados.

domingo, 25 de octubre de 2015

EL SANTO NIÑO DE TLAXCALA



El Santo Niño Milagroso de Tlaxcala, el más pequeño de los estados del México representa una de las figuras más importantes de las tradiciones religiosas y artesanales de nuestra imaginería popular.

La tradición oral nos cuenta que en los primeros años del siglo XX, un humilde artesano que vivía en la ciudad de Tlaxcala trabajaba en la talla imágenes religiosas que elaboraba en madera de ayacahuite, para ganarse la vida y poder alimentar a su esposa y prole.

Pero como el artesano no era muy artista ni contaba con mucha creatividad, las imágenes que tallaba no eran de buena calidad, sino bastantes toscas, y un tanto cuanto ingenuas.

La familia del artesano se encargaba de vender la producción recorriendo a pie las calles de la ciudad de Tlaxcala.

Un día del mes de junio de 1913, en su recorrido diario los vendedores pasaron delante de la casa de la familia Anzures, de buenos recursos y pudiente.

Al oír los pregones, la señora Anzures salió a la calle y les compró una escultura del Niño Jesús, aun cuando no le hacía mucha falta, pues tan sólo trataba de ayudar a la esposa y los hijos del artesano.

Sin embargo, Concepción, Conchita como se la llamaba de cariño, la más dulce y bonita de las hijas de los Anzures, quedó fascinada con la imagen del Niño Jesús. Le gustó tanto que enseguida la tomó en sus brazos, y le otorgó su eterna devoción.

Cuando llegó el 23 de diciembre, Conchita colocó al Santo Niñito en el pesebre del “nacimiento”, como es costumbres entre los católicos de México.

Tiempo después, el día 2 de febrero dedicado a la Virgen de la Candelaria y a la festividad de la Presentación del Señor, día ritual en que se “viste” al Niño Dios, y se le levanta del belén para arrullarlo y llevarlo a bendecir a la iglesia, la familia Anzures atavió a la imagen con un hermoso ropón de color azul celeste, y gorrito y zapatitos a juego tejidos con estambre.

Conchita fue la encargada de “levantarlo”.

En el momento en que realizaba tal acción, sintió que el Niño se movía en sus brazos. Aunque la muchacha pensó que todo era producto de su imaginación, lo comentó a las personas invitadas a la celebración de la “tamalada” que se encontraban con ella y su familia. Intrigados todos los participantes se acercaron a mirar a la imagen y, efectivamente, se dieron cuenta de que se movía ligeramente.

Ante tan maravilloso acontecimiento, se pusieron a rezar  novenarios y le dedicaron triduos celebraciones religiosas que duran tres días al Niño Jesús.

Como es de suponer, tal milagro fue conocido por la población. La fama del Niño prodigioso se extendió por la ciudad, por lo que todos los días llegaban a la casa de los Anzures devotos a pedirle favores al dios o a agradecerle los recibidos. Ante esta circunstancia, la familia decidió donar la imagen a la iglesia para que el Santo Niño Milagroso tuviera un lugar adecuado donde fuera adorado.

El obispo de Tlaxcala, el 26 de febrero de 1914 envío una carta al cura de la iglesia para que pusiera la imagen del Niño en un nicho cerrado bajo llave, el cual no debía abrirse sin una orden expresa del obispo en cuestión. 

La Parroquia que albergó la imagen fue construida en el siglo XVI. Su fachada corresponde al estilo Barroco Palafoxiano; su interior es Neoclásico del XIX. Cuenta con una capilla barroca donde se encuentra una imagen de la Virgen de Guadalupe trabajada con trozos de conchas marinas.

En otra capilla, también de estilo barroco, se puede ver al Santo Niño Milagroso, protector de los niños recién nacidos, los no natos, y las mujeres embarazadas con problemas de alto riesgo.

El Santo Niño Milagrosos de Tlaxcala llevó al cabo numerosos milagros.

Por ejemplo, el 28 de febrero de 1934, una mujer fue herida de gravedad por una pistola, lo cual le provocó una severa hemorragia interna. Su casa estaba en un poblado donde no había médico ni nadie que pudiera auxiliarla.

Sus hijos, enloquecidos de angustia, lloraban y rezaban al Niño Milagroso. Uno de sus hijos decidió ir a la ciudad de Tlaxcala, para buscar un médico que pudiese salvarle la vida. Encontró a un doctor que acudió prestamente a la casa de la mujer herida. Al revisarla, el médico comunicó al angustiado esposo que no había nada que hacer, la muerte era inminente. Pero la familia no perdió la fe. Esposo e hijos se pusieron a rezar y a rogarle al Niño Milagroso que la salvara. Cuatro días después, la mujer estaba completamente restablecida. Al otro día, la familia en pleno acudió a la iglesia para dar gracias al Niño por tan maravilloso milagro.

Otro milagro que se le atribuye se produjo cuando una señora que estaba muy enferma de paperas acudió al templo de San José, y le pidió al cura que le pasara la imagen sobre las partes inflamadas.

El padre aceptó y, poco después, la mujer se curó del mal que la aquejaba.

La fiesta del Santo Niño Milagroso de Tlaxcala se celebra el 14 de febrero.

Los fieles acuden a la Parroquia de San José a rezar, adorarlo, llevarle flores, dulces y juguetitos para que se divierta y siga ayudando a los sufridos mortales. 

sábado, 24 de octubre de 2015

LA CAPILLA DE CRISTO


Cuenta la leyenda que la Capilla del Cristo se erigió para honrar un milagro.

Dice la leyenda, que alrededor del año 1750 aproximadamente, se había efectuado una carrera de caballos a lo largo de la calle Del Cristo.

Uno de los participantes no pudo detener su caballo y se cayó por el precipicio.

Don Tomas Mateo Prats, que era el secretario de gobierno para aquel entonces, invocó al Santo Cristo de la Salud y que el joven que cayó por el precipicio se salvó.

Por agradecimiento al Santo Cristo de la Salud, Don Tomas Mateo Prats ordenó construir la Capilla.

La verdad, no es esa.

Estudios recientes hechos por Don Adolfo de Hostos confirman que el joven que cayó por el acantilado, sí murió.

Y que Don Tomas Mateo Prats ordenó erigir la Capilla para evitar tragedias futuras.

viernes, 23 de octubre de 2015

LAS BOLAS DE FUEGO DE LA TERESONA


Al norte de la ciudad de Toluca se encuentra un cerro llamado la Teresona, en el cual varios conocidos de mi hermana menor han visto unas bolas de fuego rondar el cerro, estas no pueden ser gases emanados de la tierra ya que estos son de color azul y las bolas son entre rojas y anaranjadas las que se ven en ese cerro por lo que si tienen relación con las famosas aves de fuego de los brujos.

Una vez cuando mi hermano era chico e iba con mi madre un viernes en la noche cerca del lugar vieron también dicho fenómeno y mi hermano al verlo espantado mi madre le dijo que se encomendara a Dios lo que lo tranquilizó.

Es necesario resaltar que los viernes en la noche los satánicos se reúnen en un punto predeterminado en la ciudad para luego ir a media noche a dicho cerro a realizar sus ritos, pues tal vez en el cerro haya una puerta dimensional lo que lo hace atractivo para ellos y para una conocida mía son personas que no saben con lo que se meten al invocar dichas fuerzas.

jueves, 22 de octubre de 2015

EL NACIMIENTO DEL SOL Y LA LUNA



Hace ya muchos miles de años, María Tepezcuintle se encontró dos huevos cuando caminaba por el campo buscando quelites.

Recogió los huevos, los llevó a su casa y los guardó en un baúl; después  regresó a continuar con su tarea.

Cuando retornó a la casa, vio dos juguetes tirados en el suelo y se molestó porque creyó que sus hijos habían dejado basura botada. Al otro día María regreso al campo a recoger más quelites. 

De los huevos que María guardó en el baúl, nació una pareja de niños. Los niños no querían que la  muchacha se enterase de su nacimiento, razón por la cual le pidieron al Chupamirto que les avisara cuando vieran que María regresaba la casa, para tener tiempo de esconderse en los cascarones de los huevos.

De esta manera pasaron varios días: María yendo a buscar quelites y los niños escondiéndose cuando volvía.

Pero un día el Chupamirto se distrajo, y la muchacha vio a los niños mientras jugaban. En un principio creyó que eran sus dos hijos, pues María estaba casada con Venado.

Cuando volvió a irse al campo les encargó a los tres la tarea de vigilar la casa. Pero los niños se comieron a Venado que dormía tranquilamente en el tapanco. Le sacaron los ojos: el derecho se lo quedó la niña, y el izquierdo el niño.

El corazón lo prepararon en caldo, y a la piel de Venado la echaron muchos insectos ponzoñosos. Cuando  María regresó, los niños le dijeron que Venado estaba durmiendo en el tapanco que oyera sus ronquidos, que no eran otra cosa que el zumbido de insectos.

María se sentó a comer el sabroso caldo que los niños le habían preparado. Como le dio sed, la madre fue a la fuente a tomar agua, y fue entonces cuando los sapos le dijeron que el caldo había sido cocinado con el corazón de Venado. María se dirigió al tapanco y vio a su esposo dormido.
Enojada, le arremetió a golpes con un palo diciéndole que era un perezoso; al momento de golpear los insectos ponzoñosos salieron y la picaron. Cuando vio a los niños, les reclamó su nefasta acción, pero ellos le dijeron que Venado no era su papá, y que los tres debían ir al fin del mundo. Así lo hicieron y en el camino pasaron muchas dificultades: vencieron a la Mujer-Diablo en la tarea de sacudir el árbol de la fruta; con una cerbatana destruyeron a dos peñas que tenían la costumbre de comerse a las personas; cruzaron un río vigilado por un águila de dos cabezas que solía devorarse a los hombres, aun cuando el ave raptó a los infantes y los llevó a su nido, del cual escaparon haciendo una cuerda con el ceñidor y con la que ahorcaron al águila y bajaron del alto nido mientras ésta dormía.

Al poco rato a la niña le dio sed, su hermano le dijo que le diese el ojo de Venado, que brillaba como el oro, a cambio de que le dijera dónde podía obtener  agua para calmar su sed.

La niña le entregó; entonces el niño orinó y escupió siete veces sobre un zacate, lo arrancó y brotó agua.

Cuando su hermana se aprestaba a beber, el niño le advirtió que no se bebiese toda, ya que tendría que alcanzar para todo el mundo. La niña no hizo caso y se la bebió toda. Ante el enojo de su hermano, la chica hizo lo mismo con otro zacate, pero el agua que salió estaba llena de lodo y le ensució la cara, es por eso que la Luna tiene manchas en su superficie.

Con el ojo de oro de Venado, el niño se convirtió en el Sol, brillante y dorado. 

miércoles, 21 de octubre de 2015

LA NIÑA LAURA



Hace muchos años, allá por 1929, en el pueblo de Coyoacán, ahora una de las diez y seis delegaciones del Distrito Federal, localizada hacia el sur, vivía una niña llamada Laura con sus padres, en una bella casona rodeada de hermosos jardines.

En una esquina exterior de la casa había una hornacina que tenía un pequeño altar dedicado a la Virgen María. Era el sito preferido de la niña Laura, donde se escapaba a jugar, aun cuando sus padres se lo habían prohibido, pues era un tanto cuanto peligroso por los carros que por ahí circulaban aunque escasamente.

Un desafortunado día, Laura salió a jugar con su aro en su sitio preferido, la famosa esquina de la hornacina. La pelota se le escapó de las manos y fue a dar al arroyo; descuidadamente, la niña se lanzó en su persecución, y quiso la mala suerte que en ese momento un automóvil pasara a gran velocidad y la atropellara.

El chofer se alejó inmediatamente del lugar de los hechos, sin prestar ninguna ayuda a la pequeña, que quedó tirada, ensangrentada y agonizando en el suelo.

En eso, se apareció el Diablo y le propuso un pacto para salvarla, la niña agonizante, pero esperanzada, aceptó.

Pero todo fue un engaño, el Diablo no le devolvió la vida, se la llevó a una dimensión desconocida donde quedó Laura penando para siempre, sin poder salir jamás de ese estado en la tierra de nadie.

Desde entonces, dicen los vecinos de Coyoacán que cualquiera que pase por la esquina de la hornacina puede ver al espíritu de Laura jugar con la pelota, y revivir el terrible momento en que el automóvil la atropelló.

martes, 20 de octubre de 2015

EL AHUÍZOTL, EL ATEPONAZTLI Y LA MAZACÓATL



La mitología de nuestros abuelos mexicas nos cuenta que los dioses del agua estaban encargados de seleccionar a las personas que al morir accederían al Tlalocan, sitio paradisíaco de la región oriental del universo, adonde llegaban los ahogados, las mujeres muertas en trabajo de parto, o aquellos que hubiesen fenecido por alguna enfermedad relacionada con el agua.

Tales dioses  fueron los famosos Tláloc, Néctar de la Tierra, y su esposa Chalchiuhtlicue, la de la Falda de Jade.

Para llevar a cabo su trabajo contaban con dos ayudantes malévolos -aparte de los tlaloques de rigor- llamados  Ahuízotl y Ateponaztli, cuya tarea consistía en atrapar a los elegidos de los dioses.

Tratábase el primero de un mamífero acuático que poseía en la cola una mano, justamente con la que ahogaba a las personas que se metían a las aguas del lago, o que se acercaban demasiado a la orilla de riachuelos.

El Ahuízotl vivía cerca del agua, en lo profundo de una gruta subacuática a la que llevaba a su presa. 

Las variadas descripciones de Ahuízotl, Espina de Agua, lo presentan como una especie de perro o coyote al que le gustaba mucho la carne de los humanos y  en especial los ojos, las uñas y los dientes que les arrancaba a los desafortunados y llevaba a su hogar, para disfrutar el botín tranquilamente.

En el Códice Florentino, Libro 11, se le describe como un perro pequeño y suave, brillante, resbaladizo y de color negro, sus manos y sus pies eran como las de los monos; cuando salía del agua sus mechones de pelo gris, mojados y apelmazados, parecían espinas, de donde su nombre se justifica.

La leyenda cuenta que el Ahuízotl podía llorar como un niño a fin de atraer la atención de las personas que, imprudentemente, se encontraran en las orillas de los ríos y las lagunas.

Las víctimas desaparecían por tres días; cuando volvían, obviamente muertas,  sólo podían ser tocadas por los sacerdotes, pues ya eran sagradas, le pertenecían a Tláloc.

Los sacerdotes las sepultaban en uno de los cuatro templos dedicados al dios.

El Ahuízotl era capaz de provocar remolinos en las aguas para alejar a los sapos y las ranas, sólo por el puro placer de mortificarlas y asustar a los humanos con sus poderes.

El Ahuizotl transcendió los tiempos, y he ahí que la leyenda le fascino al conquistador Hernán Cortés quien relataba al rey de España Carlos V que se les había aparecido a unos marineros mientras arreglaban una galera.

El Ahuízotl sacó su cola de repente y se llevó a uno de los marineros hasta el fondo del lago. Nunca más se supo de él, a pesar de los esfuerzos que se hicieron por encontrarle. 

El Ateponaztli, Tambor de Agua, hermoso pájaro acuático, debe su nombre al hecho de que cuando cantaba metía su pico en el agua y producía un sonido similar al tambor de dos tonos llamado teponaztle.

Tenía la cabeza negra, las plumas y el pico de color amarillo. Vivía cerca de de los ríos y los lagos y, como su amigo el Ahuízotl, ayudaba a los dioses Tláloc y Chalchiuhtlicue a conseguir  sus víctimas mortales, para conducirlas al paraíso de los mexicas. Al Tlalocan, Lugar de Tláloc, Dios de la Lluvia, llegaban las almas de todos aquellos que habían encontrado la muerte, o habían enfermado hasta morir, por causas relacionadas con el agua.

Por ejemplo, los que habían muerto ahogados, a causa de un rayo producido por una tormenta, los hidrópicos, los que sufrían de los pulmones. Su destino era convertirse en dioses y servidores de Tláloc. Recibían el nombre de ahuaque y de ehecatotontin, dueños del agua y de los vientecillos.

Por su voz gruesa que retumbaba se le llamaba también Tolcomóctli; su canto servía a los pescadores de la laguna para saber si llovería y si la lluvia sería abundante o liviana.

Si cantaba toda la noche, era señal de que llovería muchísimo y habría muchos peces, en cambio si el pájaro cantaba poco, la lluvia y los peces serían escasos.

La Mazacóatl, la Serpiente Venado, animal fantástico de cuerpo de serpiente y cornezuelos de venado en la cabeza, vivía en el Mictlan, el Inframundo de donde solía ausentarse para llevar a cabo sus maldades, que no eran pocas. Esta hermosa serpiente tenía la capacidad de convertirse en mujer para poder seducir a los hombres que se acercaban demasiado a la laguna de Tenochtitlán.

Una vez que había logrado su seductor propósito, les mataba despiadadamente, sin el menor remordimiento. Con las mujeres procedía de otra manera: las inducía a subirse sobre su lomo y ya que se encontraban montadas, se complacía en quemar sus entrañas, lo que les obligaba a retorcerse de dolor, razón por la cual era sumamente temida por las hembras.

Se dice que su carne, blanca y suave, tenía la facultad de otorgar a los hombres gran potencia viril, aunque por supuesto era impensable llegar a comerse a la Mazacóatl, pues era imposible matarla.

Debido a esta cualidad, se la consideró el símbolo por excelencia de las relaciones sexuales y, por ende, se la relacionaba con la fertilidad de la tierra. 

La Mazacóatl, como muchos otros seres fantásticos, sigue viviendo aún. En el pueblo de Xoxocotla, en el estado de Morelos, existe un cerro que le llaman de la Culebra. Debe su nombre a que en tal lugar vivió una serpiente, la Mazacóatl, quien era un poderoso hechicero que tenía la capacidad de transformarse en nahual que cada temporada de lluvias reclamaba un viejo para comérselo.

Ningún pueblo aledaño se negaba a dar el humano tributo, pues temían que la serpiente-de-agua-nahual enfureciera y enviara terribles precipitaciones y fuertes tormentas eléctricas que causaran estropicios y muertes en la región.

Solamente un temerario joven se enfrentó a la Mazacóatl, cuando su abuelo fue escogido como víctima.

En una cruenta lucha contra la serpiente-venado, salió victorioso y liberó a las comunidades de tan terrible pesadilla.

Pero, ¿En verdad mató a la Mazacóatl?...

lunes, 19 de octubre de 2015

EL PIRATA Y LA CHICA ENAMORADA



Cuenta la tradición oral del estado de Campeche que hace muchos años, en la época colonial de México, vivía en tierras campechanas un señor que era muy rico, tenía una hija que vivía con él, la cual destacaba por su belleza y donaire.

Por ser tan bella, el padre la cuidaba en demasía de los pretendientes inoportunos.

Este rico hombre odiaba a los piratas, pues en una ocasión que andaba navegando con su esposa, uno de ellos le dio muerte a la mujer que tan querida era de don Sebastián.

Sin embargo, a pesar de las guardas que el padre le ponía a la bella hija, ésta se enamoró de un hombre.

Como era una buena chica, le confesó su amor a su progenitor, asegurándole que se trataba de un joven de buena familia que vivía en Cuba.

Muy enojado, don Sebastián le prohibió a la joven que volviera a ver a ese descarado hombre.

Un mal día, el padre descubrió que la hija recibía a su enamorado en su propia recámara. Al verlos, el padre perdió completamente los estribos y sacó su espada para matar al atrevido pretendiente.

Éste hizo lo propio, y los dos hombres emprendieron una lucha a muerte. En un descuido don Sebastián cayó completamente muerto con la espada clavada en el corazón.

Nunca se enteró que el enamorado era nada menos que un pirata muy conocido que respondía al nombre de Barbilla.

La muchacha, al ver a su padre muerto, cogió la espada de su padre y con ella dio muerte al pirata asesino.

Terriblemente afectada, la joven donó toda la fortuna de su padre a los pobres y se metió de monja a un convento.




EL HOMBRE DE NEGRO DE METEPEC



Pachuca de Soto es la capital del estado de Hidalgo. Se la conoce como La Bella Airosa o como la Novia del Viento, debido a los fuertes aires que la azotan durante casi todo el año.

Actualmente cuenta con un poco más de medio millón de habitantes. Como todo el estado, la ciudad cuenta con una rica tradición oral.

Una leyenda de Pachuca nos relata que un día Jacinto y su primo Benito fueron al Municipio de Metepec a pasear; ellos venían desde México.

Estaban muy contentos de haber visitado muchos hermosos sitios, cuando decidieron sentarse en las bancas del parque de la ciudad a descansar, después de haber cenado copiosamente en una fonda famosa por su buena comida.

Eran cerca de las once de la noche cuando de pronto les llamó la atención un hombre completamente vestido de negro que cantaba a unos treinta metros de donde ellos se encontraban.

A los jóvenes el hecho les llamó la atención, pues es bien sabido que en los pueblos de provincia la gente suele recogerse temprano.

Se quedaron callados escuchando su canción, cuando de pronto el hombre de negro volteó en dirección donde se encontraban; los primos pudieron apreciar que la cara del hombre tenía y color verdoso y estaba desencajada, parecía un ser del más allá.

Cuando el misterioso hombre les vio, les clavó una cruel mirada y lanzó una sonora y horripilante carcajada que paralizó de miedo a los muchachos, y se alejó.

Jacinto y Benito decidieron irse al hotel en que se hospedaban. Al siguiente día, por la mañana acudieron a desayunar al restaurante del hotel. Se pusieron a platicar con la dueña que estaba en la caja, y salió a relucir su experiencia nocturna con el hombre de negro. La mujer los escuchó y, espantadísima, les dijo que se trataba de un espanto.

Azorados  y temerosos, los jóvenes la escucharon: -Muchachos, el hombre que vieron anoche es un fantasma. Murió hace más de cincuenta años. Era un hombre muy rico que vivía aquí en Metepec, pero que era terriblemente avaro, estaba lleno de avaricia.

Un día se enfermó gravemente y no quiso pagar a un doctor para que fuera a verle. Por supuesto que la enfermedad lo mató. Y como había sido tan malo y la avaricia es un pecado capital, el hombre no pudo entrar ni al Purgatorio ni al Cielo y se quedó a penar en este mundo.

Por eso suelo salir por las noches a espantar a las personas por las calles y plazas del pueblo.

Al oír sus palabras Jacinto y Benito se espantaron mucho y decidieron poner pies en polvorosa. Dos horas después, los chicos tomaron el autobús que los habría de conducir a la Ciudad de México, pero nunca olvidarían su experiencia con el hombre de negro.

ADELAIDA, LA CHOCOLATERA



Cuando nosotros, la familia Cabrera Torres, vivíamos en la calle de Perú, en la Ciudad de México, había una señora indígena llamada Adelaida, que cada ocho días le llevaba el chocolate de metate a mi mamá a la casa, nunca fallaba y mi mamá, doña Ema, siempre le compraba el suficiente chocolate para toda la semana, pues desayunábamos y cenábamos unas grandes tazas llenas de espumoso chocolate que mi madre sabía hacer muy bien.

Un día mi mamá estaba en la cocina preparando la comida junto con Soledad, la cocinera.

La cocina, que era muy grande, estaba muy al fondo de la casa.

De repente, vio por el pasillo pasar a la señora Adelaida y meterse en su recámara, sentarse en el suelo y sacar de su canasta el chocolate y repartirlo como si lo estuviera vendiendo en algún puesto del mercado.

Entonces, mi mamá le dijo a Soledad:

-“Ahorita vengo, voy a recibir a Adelaida porque ya llegó con el chocolate, lo voy a escoger”-

Y se fue mi mamá a la recámara.

Cuando entró en ella resulta que Adelaida no estaba, no había nadie.

-“¡Ay, qué raro!, ¿dónde se iría? Pues si yo la vi perfectamente que entró y sacó su mercancía”-

Les preguntó a todos los que estaban en la casa si habían visto a Adelaida, pero no, nadie la había visto.

Pasaron varias semanas y Adelaida nunca apareció para vender el chocolate a mi mamá. A los dos meses, fue su nuera a avisarle a mi mamá que Adelaida había muerte el mismo día que se le apareció a mi madre en la recámara.

Se había ido a despedir de mamá a la que quería mucho.