jueves, 31 de julio de 2014

LA HISTORIA DE JUAN CANCINO Y SU BELLA ESCLAVA



En el esplendoroso Valle de México un día, muy temprano por la mañana, una hermosa joven indígena de larga cabellera negra y ojos de obsidiana, se desataba los cordones de sus sandalias hechos con cintas de oro y guarnecidas de piedras preciosas.

Ya despojada de sus cacles y con los pies libres, procedió a quitarse el suntuoso huipil de fino algodón blanco, entretejido con pelo de conejo y piececillas de oro trabajadas finamente. La joven se quedó sólo con su  cuéitl, su enagua, decorada con estampados de flores y de aves exóticas.

En seguida, procedió a desatarse las gruesas trenzas para dejar caer libre a su lustrosa cabellera, y proceder a la limpieza de su melena y de su joven y fuerte cuerpo con las clarísimas aguas del arroyo junto al que se había colocado. Usando como jabón la yerba llamada amolli se aseó cabellera y cuerpo. Secóse con un lienzo de suave algodón y empezó a vestirse nuevamente.

La joven no se había dado cuenta que, escondido entre los matorrales y muy cerca del arroyo, la observaba un joven soldado de Hernán Cortés llamado Juan Cansino. El muchacho era fuerte, guapo, y mujeriego. Al ver a la doncella, Juan quedó muy impresionado con su belleza. Tres días seguidos volvió al mismo lugar con la esperanza de volverla a ver, pero ella no apareció. Al cuarto día, cuando Juan ya desesperaba, la bella india regresó y procedió a asearse cabellera y cuerpo como acostumbraba.

En esas estaba cuando sintió que unos fuertes brazos la aferraban y la conducían un bosque cercano el cual atravesaron hasta llegar al campamente en donde se encontraban las tropas del Capitán Cortés. Juan, sigilosamente y sin que nadie se diese cuenta, metió a la chica en una choza y la sentó en un icpalli, la silla indígena que había robado a un cacique. Ante tanta hermosura e impresionado por su increíble cabellera, Juan le declaró su amor a la asustada niña quien, sin proponérselo, había sucumbido ante la gallardía de Juan Cansino y se había enamorado de él.

Las ordenanzas oficiales de Cortés decretaban que todas las joyas, dinero, piedras preciosas, plumajes, y en fin, todas las riquezas que se encontrasen, debían serle entregadas para apartar el quinto real y distribuir lo restante, de manera equitativa, entre sus capitanes y la soldadesca; además, los esclavos indios debían ser herrados y confiscados para que Cortés dispusiera de ellos como más le conviniese. Juan y la joven india estaban muy angustiados porque no había dado parte de su hallazgo a Cortés, y en caso de ser descubierto sería ejecutado lo que implicaba que ya nunca más podría ver a su amada.

Un buen día la joven le dijo a Juan que como ambos se querían con locura lo mejor sería que le herrase la cara y la convirtiera en su esclava.

A la niña no le importaba perder su belleza con tal de permanecer al lado de su amante. Así se hizo Juan y herró ambas mejillas a su amada con un hierro al rojo vivo.

Culúa,  el cacique padre de la india, por mucho tiempo la estuvo buscando, hasta que alguien le informó que estaba con los españoles y era la esclava de uno de ellos, de un tal Cansino. Culúa, inmediatamente, acudió a ver Cortés para contarle lo que le habían hecho a su hija predilecta, la cual, a causa del herraje sufrido, había perdido se hermosura y se había convertido en una pobre esclava al servicio de Juan Cansino.

El conquistador, conmovido ante la pena de Culúa, mandó apresar a Juan y ordenó que se instalase un cadalso en el Real, para que el desobediente joven pagara por sus delitos y fuese degollado.

Ante  tan terrible situación, Juan Cansino  nombró su defensor al doctor Alonso Pérez. Sin embargo, de nada valieron las valiosas artes del letrado, ni sus argucias ni su sabiduría, pues Juan fue declarado culpable y merecedor de la pena que se le imponía.

Sin muchas esperanzas, el joven le pidió a su abogado defensor que fuese a ver a Hernán Cortés para solicitarle una entrevista a solas. Cortés, magnánimo, le concedió la entrevista. Poco después, el capitán y Juan se encontraban en el sitio donde estaba ya construido el cadalso en que había de morir el enamorado raptor.

Los tambores de las capitanías estaban listos para tocar el redoble, las banderas se veían gachas en señal de luto, los conquistadores, tan sanguinarios y duros generalmente, estaban tristes y llorosos. Ante un terrible silencio, Hernán Cortés tomó la palabra: 

-Capitanes y soldados, Juan Cansino desobedeció y no hizo caso de mis ordenanzas, por lo cual le he sentenciado a  ser degollado. Ya está listo el cadalso, el hacha y el verdugo para que sea cumplida la sentencia. Sin embargo, yo soy una persona agradecida y siempre recordaré con gratitud que cuando me encontraba en la Isla La Española, preso y vejado, Juan Cansino me liberó con riego de perder su propia vida, la arriesgó para salvarme de una muerte segura. Por este hecho, del que siempre estaré agradecido, hoy yo le perdono la vida y conmutó la pena a ser desterrado a España-

Juan, emocionado y lleno de gratitud, abrazó a Cortés, al cacique Culúa y a la hermosa india de espectacular cabellera negra y lacia. Los tambores redoblaron alegres, las banderas ondearon al viento, todos los capitanes reían y se abrazaba de contento, y Juan Cansino fue llevado en hombros por todo en campamento Real. Culúa también perdonó a Juan.

Poco tiempo después, el soldado de Cortés y la bella esclava herrada, llegaron a Castilla, se establecieron en una modesta pero bonita y confortable casa, donde vivieron muy felices y tuvieron muchos mesticitos.



miércoles, 30 de julio de 2014

TLALCIHUATL-TLALTECUHTLI



El sapo es un animal tímido y nocturno, que se oculta en lugares oscuros y que por la noche sale a cazar insectos para alimentarse. En muchas culturas antiguas se le ha asociado con la Luna.

Varias tribus de indios norteamericanos lo relacionaban con la fase oscura del ciclo lunar; es decir, el período de tiempo más silencioso y profundo que permite encontrar y enseñar la sabiduría. Asimismo, se le ha vinculado con diversos dioses. Por ejemplo, en la religión mexica el sapo excavador, tamazolin, “animal viejo con verrugas”, estaba relacionado con el dios del agua Tláloc, obviamente por la lluvia de la cual ambos eran partícipes, era el lento mensajero del dios, pues al dar un brinco se quedaba abstraído y mirando a la nada, como lelo. El sapo también ha tenido fama de flojo y descuidado, como nos informa fray Bernardino de Sahagún: El sapo tamazolin es flojo, no va caminando con las patas cuando anda, sino que nomás va dando brinquitos; y cuando brinca no va haciéndolo seguido, sino que nomás va de brinquito en brinquito (zan chocholotiuh); o brinca una vez y ahí se queda sentado, mirando, croando nomás.

Los sapos y las ranas fueron asociados por los mexicas con la lluvia, cuando se escuchaba  croar a los sapos sabían que las lluvias estaba cerca. El dios Tlaltecuhtli, Señor de la Tierra, era un monstruo marino que vivió en el mar pasado el cuarto diluvio que sufrió la Tierra.

En su forma femenina se la llamaba Tlalcíhuatl. La diosa Tlalcíhuatl-Tlaltecuhtli, Señor/Señora de la Tierra, la Gran Devoradora de Hombres, se representaba en la iconografía mexica con una parte de su cuerpo en forma de serpiente y la otra como un sapo con  bocas llenas de sangre en sus coyunturas, y en la posición del parto indígena con las fauces abiertas.

A veces, se la representaba con la mitad de su rostro descarnado con una boca de la cual sale un tepatl, cuchillo, con ojos y boca. Su cabello era rizado, por ello asociado a los dioses de la Tierra y del Más Allá.

Esta extraña diosa se tragaba los cadáveres y los hacía pasar hasta su matriz a través de su vagina dentada, a fin de encaminarlos hacia el Mictlán. Se le reverenciaba llenándose el dedo cordial con polvo del suelo y llevándoselo a la boca; se le ofrecían corazones que se colocaban en unas vasijas nombradas cuauhxicalli, la sangre se vaciaba en el temalácatl, el altar circular de sacrificios, como parte del rito de fertilidad. Hemos de mencionar que los rituales dedicados a Tlaltecuhtli sólo los realizaban los sacerdotes, por tratarse de un aspecto tan importante como era el nacimiento de una nueva vida. Como afirma Eduardo Matos Moctezuma: Al ser un rito de tránsito o de iniciación muy importante que dará pie para que el individuo pueda nacer o renacer para continuar su nueva vida, se convierte en algo sumamente sagrado que permanece or esta razón en el mundo de lo oculto.

El mito relata que Quetzalcóatl y Tezcatlipoca raptaron a la diosa del Cielo y la colocaron en un sitio donde había agua. Ellos la observaban en silencio y pensaron que era necesario fundar la Tierra. Se transformaron en serpientes gigantes y la atacaron.

Cada uno de los dioses agarró un brazo y una pierna, y jalaron hasta que la partieron por la mitad: una parte la aventaron hacia arriba para crear al Cielo y las estrellas; la otra, la tiraron y se convirtió en la Tierra. Fue tan brutal la acción a que sometieron a  Tlaltecíhuatl, que los dioses viejos se enojaron, y decidieron que para mitigar el dolor infligido a la diosa de su cabeza surgiera todo lo bueno de la Tierra para que los hombres pudieran habitarla. Así pues, de sus ojos nacieron las cuevas, las fuentes y los pozos; de sus largos cabellos surgieron las flores, las plantas, y los árboles; de su piel la hierba chiquita y las pequeñas florecitas; y de su nariz, los valles y las montañas.

El monolito de esta destripada diosa se encontró en las Ajaracas, en el Centro histórico de la Ciudad de México un 2 de octubre de 2006. Se trata de un disco de andesita rosa proveniente del cerro de Tenayuca que pesa doce toneladas. Matos Moctezuma dijo que se trataba de:Una deidad telúrica y nocturna del sexo femenino que porta un faldellín adornado con cráneos y huesos cruzados, además de lucir un adorno dorsal con tiras y caracoles, exclusivo de las deidades femeninas”



LA CARRETA QUE TODOS OÍAN PERO NADIE VEÍA



La noche cayó desfallecida sobre las empedradas calles del barrio de Cantarranas. No había más señales de luces que las luciérnagas como faroles diminutos, casi inapreciables.

Apenas se escuchaba el trayecto del agua deslizándose por las piedras del río San Marcos, mientras los fresnos y sabinos dilataban su espeso follaje, y en el ambiente comenzaban a brotar el aire fresco.

Al caer la tarde Don Félix Banda se despidió de Mencho el panadero, dirigiéndose a su casa ubicada cerca de la calle Melchor Ocampo. Era de no creerse. Por sí o por no, cerró bien los postigos de las ventanas y atracó las puertas con un barrote de ébano, sugiriendo a sus hijos que evitaran salir a esas horas “porque era noche de fantasmas”, al tiempo que  se dispuso a escuchar en la radio El Monje Loco, su programa favorito que transmitían por la XEW.

Poco antes de las once, cuando escucharon los ronquidos concluyendo que se había quedado dormido, los muchachos de Don Félix, con la despreocupada alegría de la juventud, salieron a platicar a la esquina de la cuadra desafiando las advertencias de su padre. 

“¿Fantasmas? Esos son cuentos de viejos rucos y de ignorantes”, comentaron, mientras veían el cielo estrellado y se espantaban los mosquitos, abanicando las manos, cerca del rostro.

Cuando el reloj de la catedral del Sagrado Corazón anunció la media noche, los jóvenes, quienes se entretenían contándose historias y chismes, escucharon a lo lejos un sordo rechinido de carreta que golpeaba sus enormes ruedas metálicas sobre el empedrado de las calles. Luego invadió el ambiente un silencio sepulcral, mientras el viento dejaba de silbar y las ranas guardaron silencio. Entonces, prendieron sus linternas, y corrieron hacia donde se escuchaba la carreta, pero no vieron nada. Volvieron a la esquina y cuando se reponían del susto, a unos metros calle arriba, volvió el tétrico sonido pero ahora desplazándose rumbo a la panadería de Don Mencho, no sin antes retornar de nuevo la tranquilidad en aquél  espacio apartado del centro de la ciudad. Sin embargo, esto no fue suficiente  para atemorizar a los jóvenes deseosos de aventuras.

Varias noches los hijos de Don Félix y sus amigos trataron de descifrar aquél misterio, ocultándose entre los cercos de nopales para evitar ser descubiertos, por quien suponían era un noctámbulo conductor que deseaba jugarles una broma… pero fue inútil. Únicamente se escuchaba el ruido de la carreta.

Una tarde mientras comían, Don Félix  les comunicó a sus vástagos:

-No quisiera comentarlo, pero Mencho me platicó que la famosa carreta que se oye todas las noches pertenece a un señor que en 1938 fue asesinado a puñaladas por este rumbo, mientras acarreaba leña para sus panaderías. Desde entonces, el río San Marcos  esta conjurado-

Para colmo de males en ese tiempo sucedieron varios acontecimientos extraños. A Doña Albertina Reyes se le apareció un señor sin cabeza en el fondo de la noria, mientras intentaba sacar agua; y se asustó a tal grado que al correr a toda prisa tropezó cayendo sobre una nopalera. Bueno… eso es lo que dicen, por si o por no es mejor creerles.

El caso es que la carreta siempre ha sido un misterio sin descifrar.



martes, 29 de julio de 2014

HUMANIDAD Y DIVINIDAD



Mientras muchos seres humanos ocultan su fragilidad, creyendo que es sinónimo de pequeñez y debilidad; Dios se reviste de humanidad para dar testimonio de su grandeza y Divinidad. Ahora entiendo el sentido de la Cruz, y he dejado de verla como signo de sufrimiento y dolor; redescubro en ella el valor que le dio Jesús, al entregar su vida en ella por amor.


Desde entonces nuestros sentimientos y emociones tienen otra dimensión, y hasta parece a veces que la vida es una contradicción; el reconocer y asumir la debilidad nos hace más fuertes; y cuando nos rompemos en pedazos, ya sea porque hemos caído, nos hemos equivocado o porque alguien nos ha herido o nos ha fallado; tenemos la oportunidad de reconstruir y renovar lo que estaba destruido y hacer de nosotros una obra nueva con el corazón totalmente restablecido y fortalecido.


Y mientras muchos creen que han nacido para sufrir y prefieren morir; dejan pasar el tiempo sin darse cuenta que cada día se les está dando otra oportunidad para vivir y ser feliz… 


Piensan que la felicidad es un punto de llegada, cuando es en verdad una forma de viajar y por la vida andar… Se es feliz aunque se experimente cansancio, tristeza y soledad; porque en el fondo sabemos que esas emociones hacen parte de nuestra humanidad, y no son eternas sino pasajeras, por lo tanto no deben estancarnos, sino impulsarnos a hacer nuestros sueños realidad para dar testimonio de ese toque de Divinidad que Dios puso en nosotros cuando nos quiso crear.


Las limitaciones nos impulsan a redescubrir nuestros dones y bendiciones; siendo testigos de que es mucho más lo que realmente hemos recibido que lo que hemos carecido. Disfruta, valora y se asombra más aquel que ha sido señalado por pequeño y limitado, que los que creyendo tenerlo todo, se sentían aparentemente privilegiados, pero que fácilmente se derrumban y renuncian ante el primer obstáculo que en el camino han hallado.


Ya no hay que hablar más de la cruz, como ese karma que nos toca cargar, mucho menos decir que vivimos en un valle de lágrimas donde los pecados hemos venido a purgar y purificar; no hay porque rechazar ni avergonzarnos de nuestra fragilidad y humanidad; sino reverdecer en ella nuestras fuerzas y luchar por hacer nuestros sueños realidad; aprender a descubrir en ella la mayor prueba del amor de Dios en nosotros y el toque de su Divinidad.


Bienaventurados los que han entendido el misterio de reír y llorar en paz; sin revelarse o avergonzarse de la cruz, ni rechazar o quejarse de su limitación y humanidad; porque ellos sabrán lo que es realmente ser feliz en esta tierra, lo contemplarán y lo disfrutarán aún más en la eternidad; no hay que esperar el morir, para experimentar de cerca el inmenso amor que Dios en esta vida nos ha querido regalar.

LAS MINIATURAS MEXICAS



Una opinión muy generalizada entre los estudiosos del arte popular mexicano consiste en considerar a la miniatura como la expresión más bella y delicada de todas nuestras manifestaciones artesanales. En cierto sentido lo anterior es verdad, ya que es un hecho irrefutable que se requiere mayor destreza y maestría para ejecutar piezas de diminutas dimensiones, que aquéllas que se necesitan para elaborarlas de mayor tamaño, aun que se trate de un mismo objeto. Es por ello que la miniatura mexicana goza de tan alto prestigio en el mundo.

Según el Diccionario de uso del  español de María Moliner, la miniatura es una: Pintura de pequeñas dimensiones, realizada con tantos detalles como si fuera de mucho más tamaño Por extensión, reproducción en muy pequeño tamaño, hecha generalmente para servir de modelo, de juguete o de adorno, de una cosa mucho mayor.

Ahora bien, estamos ciertos de que se trata de una definición muy amplia, pero conocerla nos permite acercarnos hacia una precisión más acorde con nuestra necesidades. Efectivamente, la miniatura es un objeto pequeño que representa a uno mayor. Pero aquí cabe una interrogante: ¿Qué tan pequeño? A este respecto, los investigadores no han llegado a un acuerdo total. Algunos incluso llegan a hablar de medidas, determinando que para que un objeto sea una miniatura debe medir 1.33 centímetros, aunque las haya de menor tamaño. En realidad, definir las medidas que debe tener una miniatura es tarea ardua y, tal vez, sin importancia, ya que nunca se llegaría a un acuerdo satisfactorio para todos. Por lo tanto, más nos vale quedarnos con la definición de Moliner y tratar de precisar su sentido en atención a las funciones de la miniatura, toda vez que el término está sujeto a cierta relatividad semántica que no debemos olvidar. Acerquémonos brevemente a los antecedentes prehispánicos de la miniatura.

El miniaturismo popular tiene sus raíces en las culturas mesoamericanas. Respecto a la cultura mexica, el cronista del siglo XVI, fray Bernardino de Sahagún nos informa en su obra Historia General de las Cosas de Nueva España: 

Al tiempo de bautizar la criatura luego aparejaban las cosas necesarias para el bateo, que era que le hacían una rodelica y un arquito, y sus saetas pequeñitas, cuatro una de las cuales era del oriente, otra del mediodía y otra del norte; y hacíanle también una rodelita de masa de bledos, y encima ponían un arco y saetas, y otras cosas hechas de la misma masa.

Este testimonio de Sahagún nos informa que algunas miniaturas mexicas tenían una función ceremonial, puesto que se usaban en el rito bautismal. Según fuera el sexo del bautizado se le ponían utensilios en pequeño que le correspondieran. En el párrafo anterior, hemos visto lo que se hacía con masa de amaranto si se trataba de un niño. En cambio, si era una niña la bautizada, se le obsequiaban malacates y lanzaderas en pequeña escala.

Por su parte, fray Diego Durán nos cuenta:
“… si era varón… poníanle en la mano derecha una pequeña espada, y en la otra, una rodelilla chiquita. Esta ceremonia hacían al niño 4 días arreo… Y si era hija, después de lavada cuatro veces, poníanle en la mano un aderezo pequeño de hilar y tejer, con los dechados de labores. A otros niños ponían a los cuellos carcajes de flechas y arcos en las manos. A los demás niños de la gente vulgar les ponían las insignias de lo que el signo en que nacían conocían. Sin su signo se inclinaba a pintor, poníanle un pincel en la mano; si a carpintero, dábanle una azuela, y así de los demás…”

Es decir, que se les colocaban objetos en miniatura a los infantes, según el oficio que dictara su tonalli.

Otros objetos pequeños que fabricaban los mexicas fueron los tepitones, figurillas de barro que, a manera de dioses tutelares, protegían y ayudaban a las familias. Se les colocaba en un altar o adoratorio construido ex profeso en la casa para rendirles culto. Francisco Javier Clavijero en su Historia de México antes y después de la conquista española, nos legó un testimonio al respecto:
Tepitón, pequeñito era el nombre que daban los mexicanos a sus penates o dioses domésticos y a los ídolos que representaban. De estos idolillos debían tener en sus casas seis los reyes y caciques, cuatro los nobles y dos los plebeyos. En los caminos públicos se veían en todas partes eran infinitos la materia ordinaria de que se hacían era el barro y algunas especies de piedras y de maderas, pero también los hacían de oro y algunos de piedras preciosas.

Los tepitones también se regalaban durante las numerosas fiestas sagradas dedicadas a celebrar a los dioses durante todo el año. Las figuritas se guardaban y luego de depositaban en la tumba del difunto en cuya casa se encontraban. Así como también se agregaban a los entierros miniaturas de perros xoloitzcuintlin, que representaban al dios Xólotl, el dios encargado de acompañar a los muertos en su largo camino al más allá.

Otro tipo de figuras que fabricaban los mexicas en tamaño reducido fueron los muñecos articulados en brazos y piernas, que se quemaban junto a los cadáveres en las ceremonias mortuorias como representación del difunto, y que después de la cremación se recogían junto a las cenizas de éste, para ser colocados y venerados en los altares familiares.

Asimismo, las pequeñas figuras articuladas servían como títeres con que los niños jugaban, y los sacerdotes las utilizaban como parte indispensable de ciertos rituales. Pues si bien es cierto que algunos muñecos articulados medían treinta o más centímetros, los hubo que no sobrepasaron los seis centímetros. Una muestra se encuentra en el Museo Anahuacalli.

Cuando los españoles hicieron su aparición e irrumpieron en tierras mesoamericanas, trajeron con ellos estilos, materiales y técnicas artísticas que se incorporaron a las ya existentes, y dieron origen a nuevas formas de creación. El arte de la miniatura no fue ajeno a este proceso y también se vio afectado. Así, de la mezcla de la técnica indígena con la española, más otras influencias posteriormente recibidas como la asiática, nació nuestra actual miniatura mexicana.



lunes, 28 de julio de 2014

EL PRINCIPIO SEGÚN LOS PURÉPECHAS



Mi bisabuelo  Francisco, indio purépecha puro, y curandero de su pueblo, Cherán, me contaba hace muchos años, antes de que cayera fulminado por un ataque al corazón y siendo yo aún un niño inquieto, que su tatarabuelo le relataba muchas historias.

Entre ellas le gustaba mucho la que se refería al diluvio que cayó sobre la Tierra. Me contaba  que en el principio de los tiempos sólo existían los animales, las plantas y los árboles, pero no había seres humanos.

Un día, Tucupachá, el dios de todo el universo, o más bien, la palabra de Dios, decidió crear a las personas. Tomó un poco de barro, lo moldeó, y creó a un hombre y a una mujer. Pero cuando la pareja se fue a bañar al río se desbarató. Así pues, decidió probar con masa de cenizas, y les dio forma otra vez, Pero sucedió lo mismo, al bañarse la pareja se deshizo.

Tucupachá pensó entonces en hacerlos de metal. Puso manos a la obra y, ¡listo! Cuando el hombre y la mujer se metieron al agua se multiplicaron y se formaron todos los pueblos indios que habitan la Tierra. No se deshicieron, sino que se convirtieron en los padres de todas las personas.

Pasado un cierto tiempo, llegó un diluvio que arrasó con todo y con todos, solamente sobrevivieron Tezpi, un hombre muy inteligente, y su parentela que pudieron salvarse del horror del agua gracias a su ingenio.

Tezpi construyó una canoa con madera de ciprés, metió en ella a su esposa, sus hijos, granos de maíz y muchos animales, y se fue navegando cerca de las nubes. Pasado un largo tiempo, las aguas del diluvio empezaron a bajar, y Tezpi envió a Curitze, el Zopilote, a inspeccionar la Tierra, pero el ave no volvió por andarse comiendo los cadáveres que encontraba.

Decidió entonces mandar a Tzintzuni, el Colibrí, que regresó con las plumas llenas de olor y reflejos de la naturaleza, y con una flor en su piquito que indicaba que ya se podía habitar la Tierra. Entonces, Tezpi decidió bajar al mundo para volver a poblarlo, pues supo que Colibrí tenía razón, ya que era un mensajero del dios Sol.

Así fue como el semidiós Tezpi salvó a la humanidad de desaparecer para siempre de la faz de la Tierra, lo cual debemos agradecerle… ¿O quizá no?



LA RUEDA DE LOS KATUNES



El once Ahau se asienta el Katún en Ichcaansihó. Bajan hojas del cielo, bajan perfumes del cielo. Suenan las músicas, suenan las sonajas de los nueve píes. En un día en que habrá faisanes azules, en un día en que habrá peces a la vista, en el día de Chakan−Putúm, se comerán los árboles, se comerán piedras; se habrá perdido el ausento dentro del Once Ahau Katún.


Con siete templos de abundancia se asienta el Katún, el cuarto Ahau Katún, en chichén. Siete tiempos de abundancia son el asiento del Gran Derramador de agua. Tapado está su rostro y serrados sus ojos bajo sus lluvias, sobre su maíz abundante derramado. Llenos de hartura están su estera y su trono. Y se derrama su carga. Habrá un día en que este blanco su ropaje y blanca su cintura, y sea aplastado por el chorro del pan de Katún. 


Llegarán plumajes, llegarán pájaros verdes, llegarán fardos, llegarán faisanes, llegarán tapires; se cubrirán de tributo Chichén.


No Zaquí, sino Mayapán es el asiento del Katún, del Dos Ahau Katún. Cuando se haya asentado el Katún, bajarán cuerdas, bajará las ponzoñosas de la peste. Tres cerros de calaveras harán una rueda blanca a su cuerpo cuando venga con su carga atada. Ahogándose cogerá en su lecho un soplo de viento. Tres veces dejará caer su pan. Mediana hambre, medio pan. Esta es la carga de Dos Ahau Katún.


Kinchil Coba es el asiento del Katún, del Trece Ahau Katún. El dios mayor Itzam, dará su rostro a su reinado.


Se le sentirá tres veces en tres años, y cuando se cierre la décima generación. Semejantes a las de palmera serán sus hojas. Semejante al de la palmera será su olor. Su cielo estará cargado de rayos. Sin lluvias chorreará el pan Katún, del Trece Ahau Katún. Multitud de lunares son la carga del Katún. Se perderán los hombres y se perderán los dioses. Cinco días será mordido el Sol, y será visto.


Esta es la carga de Trece Ahau Katún.



domingo, 27 de julio de 2014

EL CERRO DEL PAPANTÓN



Acá del lado de Zacatecas está el pueblito de San Tiburcio donde hubo una hacienda muy rica. Una de mis abuelas era de allá –explica el Sr. Rosendo Lara–. El lugar está así como en un valle plano, plano, y hay un cerrito que le dicen que Papatón.


Mi abuela contaba que ahí asistían los indios de más antes, los huachichiles que no eran como los huicholes de ahora que van a Real del Catorce porque se han encontrado muchos chucitos y hasta metates que hacían ellos. Pero también platicaba que vivían en cuevas que ellos hicieron adentro del cerro. 


Ahí vivían muy a gusto hasta que llegaron los gachupines y les quitaron sus tierras, los quisieron esclavizar para que trabajaran en la hacienda, pero como no se dejaron, entonces los mataron o se fueron a otro lado. Según esto, de repente todavía ven así como bolitas de fuego abajo del cerro y parece que dicen que son las ánimas de los indios que ahí quedaron muertos.


Ah, y también contaba mi abuela que parece que los hacendados hicieron un túnel desde la hacienda hasta el Papantón, pero que está cerrado porque las ánimas de los indios no dejan que nadie se meta. Bueno, son pláticas de la gente de antes; uno como que no cree en esas cosas, ¿verdad?


Y bueno,  arriba del cerro está una capillita de la Santa Cruz, pero ésa la levantaron los hacendados porque como es el único cerro en todo ese rumbo —ya ve que todo está plano—, los hacendados querían poner una santa cruz en alto para cuidarse de las brujas, que eran cosas de los indios. Y bueno, parece que antes la capillita era diferente, pero luego la arreglaron.


Yo nunca he ido, pero sé que el 3 de mayo hacen una fiesta en el Papantón, o sea que organizan las danzas de la Santa Cruz. Mi abuela contaba que la tradición de subir al cerro y bailar venía de muy atrás, cuando los indios hacían los rituales para sus dioses o sus creencias.


Y no sé si sea cierto, pero según esto, en aquellos tiempos el cerro estaba pedregoso y picudo y parece que de tanto que bailaban los indios terminaron aplanándolo.


CUÁNDO JUÁREZ SE FUE AL INFIERNO



Déjame contarte una leyenda familiar y tómala así y sólo eso –anticipa Jorge Borjas Benavente, radicado en San Luis Potosí–. Contaba mi tía que el abuelito de ella estaba de monaguillo en una misa en San Felipe, Guanajuato, una vez que fue un obispo de León a dar la misa. A ese obispo lo tenían por santo por muchas razones, que por su bondad y cosas así, pero sobre todo porque levitaba.


Al momento de la consagración, el obispo empezó a levitar y la gente se quedó asombrada. Levitó y levitó hasta que se cayó como bulto. Se armó tanto el alboroto que uno de los sacerdotes le dijo al monaguillo, o sea al abuelito de mi tía, que fuera a la sacristía a traer sales o alcohol o lo que fuera para reanimar al obispo.


Obviamente el niño se asustó mucho e hizo lo que el sacerdote le pidió.


Años después, aquel monaguillo contaba que el obispo dijo cuando ya estuvo reanimado, pero todavía alterado por una visión: “Acabo de ver la escena más horrible que he visto en mi vida. Acaba de entrar el alma de Juárez al infierno”.


Ésa es la leyenda familiar, que el bisabuelo estuvo traumado mucho tiempo por haber presenciado ese momento de la levitación del obispo, del alboroto y, sobre todo, por sus palabras.


Y contaba que, efectivamente, el momento más dramático sucedió justamente cuando llegó la noticia oficial de la muerte de Benito Juárez, cuando aquel obispo estaba levitando y cayó como bulto por haber visto la peor escena de su vida, o sea que alma de Juárez había entrado al infierno, según la visión del obispo.

sábado, 26 de julio de 2014

¿JUSTICIA DIVINA?



Dice una leyenda que “el marqués de Aguayo”, amo y señor de el Real de Mazapil, era un hombre temido tanto por sus amigos como por sus enemigos, pues tenía fama de ser un hombre de horca y cuchillo, cruel y despiadado con sus enemigos, pero también benévolo y tolerante con quienes le servían de manera leal.  Aquel hombre tan temido por todo el mundo tenía una debilidad muy grande por su esposa, a quien amaba e idolatraba –no había deseo que tuviera y que no le cumpliera–.


Pero no todo era miel: esa gran devoción que sentía por su bella esposa estaba acompañada por unos celos inmensos que lo hacían dudar del amor de ella, así que encargó a uno de sus mozos más fieles la tarea de seguirla y espiarla para ver si se encontraba con alguien durante las largas ausencias que tenía, debido a lo extenso de sus dominios. Así pues, “el marqués” se retiró confiado de que a su regreso tendría un extenso reporte de lo que hacía su bella esposa.


Cuál sería su sorpresa al volver, las noticias no podían ser más devastadoras: su esposa lo engañaba con uno de los mozos de la hacienda; aprovechando la ausencia de su marido, ella le permitía a ese mozo la entrada a sus habitaciones por las noches y salía poco antes de despuntar el alba. “El marqués” no cabía en sí del asombro que tal noticia le causara; su honor había sido mancillado por la persona que más amaba, montó en cólera y su primera intención fue matarla en ese mismo instante. Pero se contuvo. No convenía poner su honor por los suelos a causa de una mala mujer, no iría a la cárcel y tribunales a ventilar las razones de su acción, así que lo pensó mejor.


Pronto sería el cumpleaños de su mujer y ésa sería la mejor oportunidad para matarla sin pagar por su crimen, y sin que su honor sufriera mella, así que puso en acción su plan: haría dos fiestas simultáneas, una en la hacienda de Los Patos hoy Presidencia Municipal de General Cepeda, Coah. de la cual era dueño y en la que estaría el, y otra en el Real de Mazapil en la que estaría su esposa. Así que puso manos a la obra y pensó: “Si algo sale mal tendré que protegerme”. Entonces empezó a trasladar su dinero y joyas, así como el oro que tenía, a la hacienda de Bonanza. Lo llevó a través de túneles que tiempo atrás había mandado construir, y que comunicaban de Mazapil hasta la hacienda de Los Patos y otras haciendas, túneles que poca gente conocía, salvo algunos mozos y jinetes que transportaban el oro por abajo para evitar asaltos por cuenta de las gavillas que asolaban la región.


Así pues, trasladando y enterrando su tesoro en Bonanza, para lo que pudiera salir mal, tenía su plan asegurado.  Sin embargo, existía un problema: ¿cómo le haría para estar en la hacienda de Los Patos y en Mazapil el mismo día si era una distancia enorme? Aún a través del túnel y un caballo no era suficiente, así que lo estuvo pensando hasta dar con la solución: llegado el día pondría a varios mozos con caballos frescos en tramos razonables para, a manca caballo, llegar y regresar lo más rápido posible sin que se notara su ausencia.


Teóricamente, solucionado el inconveniente, llegó el día de la fiesta, así que a festejar, cada quien por su lado. En Los Patos estuvo con sus amigos brindando por su bella esposa. En un momento determinado solicitó permiso a los asistentes para retirarse a sus habitaciones, pues dijo sentirse mal.


No se retiró sin antes dejar órdenes de servir más vino y comida, así como a los músicos que siguieran tocando alegremente, ya que la fiesta duraría días, como se acostumbraba en aquellos tiempos. Al retirarse, “el marqués” entró de inmediato al túnel, donde ya lo esperaba un mozo con su caballo, y a todo galope partió hacia Mazapil, llegando en un tiempo récord.


Al llegar, se dirigió a su habitación, en la cual había una entrada secreta para que no se dieran cuenta de su presencia. Fue suerte o el destino, pero ahí se encontraba su bellísima esposa, a quien abrazó y felicitó con un beso. Ella feliz de que “el marqués” estuviera en su festejo, le pidió bajar juntos a la fiesta. Él aceptó, pero pidió hablarle al mozo el supuesto amante de su mujer para darle ciertas instrucciones y que fuera una sorpresa para los asistentes.


Llegó el mozo y “el marqués” le dio indicaciones de que fuera al túnel donde otro compañero esta y allí lo esperaran; también le hizo jurar que no diría a nadie que estaba en Mazapil, pues quería que su presencia fuera una sorpresa. Acto seguido, le pidió a su esposa que brindaran juntos por su felicidad. Así lo hicieron, bebiendo ella de una copa envenenada que le causó la muerte inmediata.


Una vez cometido el crimen, “el marqués” se dirigió al túnel, donde ya lo esperaban los mozos el de la ofensa y el de los caballos, así que llegando lo primero que hizo fue matar a ambos mozos y de inmediato emprender el regreso a la hacienda de Los Patos. Adentro del túnel también asesinó a todos los mozos y caballos que le habían servido para cometer su crimen. Reapareció en la fiesta, sin que nadie sospechara nada y todo siguió muy normal. De tal modo, “el marqués de Aguayo” eludió la justicia.


Añade la leyenda que tiempo después de su artero crimen, “el marqués” se enteró de que su esposa no le había sido infiel con aquel mozo ni con nadie, y que todo había sido una calumnia urdida por un mal amigo, debido a la envidia y celos por la predilección que ella tenía para con “el marqués”.


Se cuenta que a partir de ese momento comenzó a perder la razón, lamentándose por haber cometido aquella atrocidad, en la mujer que era todo para él, y en los inocentes que murieron sin saber por qué. Algunos dicen que “el marqués” murió en una cueva como un ermitaño y totalmente loco, otros que en un convento en una sierra de Sonora, otros en Chihuahua y algunos dicen que en Torreón. Sea cual fuere, el caso es que, según la leyenda, murió solo y abandonado.


¿Y el tesoro?  Ah, de aquel fabuloso tesoro poco a poco fue enterrando en la hacienda de Bonanza nunca se supo si lo encontraron o no.


Lo que sí se sabe es que mucha gente lo ha buscado, destruyendo casi en su totalidad lo que fuera una hermosa hacienda en busca de dinero fácil, pero no lo han logrado. Aún en la actualidad hay quien se aventura a probar suerte, sin resultado. Ojalá que algún día alguien lo encuentre.


Lo que sí: triste final para un hombre de tal poderío que lo tuvo todo y murió sin nada. ¿Se lo merecía? ¿Justicia Divina? ¿Ustedes qué opinan?