lunes, 30 de abril de 2018

LOS NIÑOS EMPAREDADOS




Hermosillo es la ciudad capital del estado de Sonora y fue fundada en el año de 1700 por Juan Bautista de Escalante, con el fin de contener los ataques de los indios pimas y tepocas. En un principio recibió el nombre de Villa de Tepic, y en 1828 cambió al de Ciudad de Hermosillo.
Cuenta una leyenda que, en la Calle de Serdán de dicha ciudad, hace ya algunos siglos, cuando aún recibía el nombre de Calle del Real, era ya una calle muy transitada por el día, aun cuando por la noche las personas evitaban pasar por ella y preferían tomar otras calles para dirigirse adonde fuesen. Pero si tenían que pasar forzosamente por esta calle, lo hacía con mucho temor y apurándose lo más que podían.
Este temor de transitar por la Calle Serdán se debía a que por las noches se escuchaban gemidos y lamentos que provenían de mujeres embarazadas que rondaban las calles. Tales mujeres no tocaban el piso, sino que flotaban a la vez que se desplazaban de un lado a otro. Se trataba de mujeres fantasmas.
Tales mujeres eran los espíritus de aquellas que habían habitado un convento que estaba situado en la Calle Serdán y que habían sido recluidas en ese sitio debido a que estaban embarazadas y sus familiares las encerraban para tapar la vergüenza que tal hecho provocaba en las familias de alcurnia de la ciudad. Algunas de las infelices mujeres embarazadas se convirtieron en monjas, pero de muchas de ellas no se sabe lo que les ocurrió y no dejaron rastro alguno.
Con el paso de los años la Ciudad de Hermosillo fue remodelada varias veces. En una de tantas, cuando ya el convento había dejado de funcionar, los albañiles al estar tirando las gruesas paredes del convento, se llevaron un terrible susto al encontrar muchos esqueletos de niños recién nacidos y de mujeres.
Los esqueletos pertenecían a los hijos de aquellas mujeres cuyos padres las habían encerrado por haber cometido el terrible pecado de enamorarse y embarazarse. Los esqueletos de las mujeres eran de aquellas que habían muerto en el momento de dar a luz.
Aún ahora, en pleno siglo XXI, se pueden escuchar los gemidos lastimeros de las mujeres y los llantos desesperados de los niñitos a los que no se les permitió vivir por ser hijos del “pecado”.


sábado, 28 de abril de 2018

OJOS QUE NOS VEN




Hay miradas que expresan aún más que mil palabras, pueden destruir o construir, animar o deprimir; amar o quizás odiar; y aunque la persona no quiera hablar, no puede ocultar lo que siente, pues hay ojos que gritan lo que en el alma hay. 

En un mundo que vive de apariencias y que la forma se hace primordial para la sociedad, los ojos suelen ser los que aprueban o rechazan, exploran por fisgoneo o intentar mirar a fin de conocer, valorar o burlarse y hasta hacer sentir mal; se detienen ante lo distinto, pasan desapercibido aquello que no les inspira nada o les parece igual, son curiosos ante lo nuevo, no se resisten ante la diversidad, no se miden en su manera de observar al otro y muchas veces no saben el efecto que pueden causar.

He ahí que lo que más duele o puede incomodar es la forma como nos miran a veces los demás, ante nuestra apariencia, nuestra forma de vestir o actuar; siempre estamos a la expectativa de los ojos que nos observan temiendo encontrar en ellos algo que nos pueda indisponer y afectar. Y en ese afán de querer agradar, de considerarnos pieza del mundo o ir acorde a las exigencias que ha trazado la misma humanidad; nos esforzamos por hacer parte de ese modelo de aceptación que entra dentro del concepto de normalidad,queremos encajar en la moda, ir al ritmo que otros nos tocan, porque nos da temor llegar a pensar que no podemos asumir las condiciones impuestas y que podremos ser rechazados por no ser y hacer lo que son y hacen los demás.

Nos vemos una y mil veces ante el espejo, intentando descubrir en él los ojos que en el mundo nos ven, para saber lo que pueden llegar a pensar o decir, nos convertimos en nuestros propios jueces, olvidando lo que realmente queremos o lo que más cómodo nos haga sentir; nuestro mayor miedo está en la manera como puede reaccionar el resto de la humanidad.

¿Y qué pensarán o sentirán aquellos que por creatividad del Dios Creador, rompen todos los esquemas y su apariencia externa es notoriamente diferente a lo que el mundo llama normal? ¿Cómo haránpara enfrentar cada día los ojos que les miran de mil formas, por ignorancia, sin prudencia y sin imaginar los sentimientos que pueden generar miedo, tristeza, angustia, incomodidad y soledad?

Hay una manera de protegernos, saber asumirlo y superarlo; es amarnos plenamente, estar seguros de lo que somos, lo que podemos hacer y dar, sentirnos inspiración de Dios, no son los otros quienes miden el valor que tenemos, no es la forma y figura lo que
ante los ojos de Dios suele importar, El se goza con lo diverso, pone el toque de su perfección en el alma y en la capacidad que cada uno tiene de servir y amar; lo externo es frágil y envejece, al morir se pudre y nada de lo externo prevalece; además es común que muchos de los que gozan de admiración por su belleza física, muy poco logran descubrir o experimentar si son sinceras las miradas oel afecto que le han de profesar.

La actitud que asumamos puede formar a los ojos de la sociedad, con una sonrisa que se devuelva a cambio, con un gesto de paz y si no hacen caso entonces ignorarlo, no permitir que nada nos derrumbe ni afecte, porque no tienen derecho a debilitar la autoestima, los sueños y la fuerza para hacerlos realidad. Todo está dentro de nosotros mismos, somos los que decidimos que nos puede hacer daño o qué nos sirve para crecer y avanzar.

Hace parte de la cultura material, las miradas, el vivir de apariencia, el ver tan solo lo de afuera y no saber ir al fondo; porque sólo se puede ver bien con el corazón, lo esencial es invisible para los ojos que no han aprendido a ver más allá.

jueves, 26 de abril de 2018

UNA HERMANA MUY AMOROSA




La tradición oral de Mérida, capital del estado de Yucatán, cuenta con una leyenda que se relata desde hace ya algunos años. En ella se nos cuenta que de la terminal de autobuses que se encuentra ubicada detrás del Palacio Municipal de la ciudad, suele bajar una guapa muchacha de unos de los autobuses. Su equipaje consiste en una caja de cartón y un ramo de flores. Al salir de la terminal, la joven se dirige a una de las calesas que se estacionan por ahí, para ofrecer sus servicios a los pasajeros que llegan constantemente.
Cuando la chica alquila la calesa le indica al conductor que la lleve a una cierta dirección de la Colonia Rosario, que por cierto no queda muy lejos. En cuanto sube al transporte no deja de hablar con el conductor, platica ya platica. Cuando concluye el viaje y la mujer llega a la dirección que le proporcionó al calesero, le tiende un billete de doscientos pesos. Como casi nunca tienen cambio los choferes ya que la dejada solamente cuesta veinte pesos, la parlanchina mujer le dice que se quede con el billete y que al día siguiente regrese porque requiere de sus servicios y que traiga consigo el cambio que le debe.
Así le aconteció un día a un calesero, quien al siguiente regresó muy formal a la dirección donde había dejado a la mujer, con el fin de devolverle el cambio que le debía y de trasladarla al sitio donde ella le indicase. Cuando el conductor tocó a la puerta, le abrió un hombre quien le afirmó que en esa casa no vivía ninguna joven, El chofer la describió y el hombre le dijo que la descripción que le daba correspondía a una muchacha que se había colgado de un cercano árbol.
Se había suicidado ya que su hermano había muerto y ella no soportó tanto dolor, pues le quería entrañablemente. Lo había perdido en un funesto accidente. El calesero, desconcertado, sacó de su bolsillo el billete que la chica le había entregado el día anterior, y al hacerlo se percató de que no era sino un simple pedazo de papel. Según nos dicen algunas versiones de tal leyenda, en algunas ocasiones el billete se convierte en un hueso humano.
Cuando el conductor se dio cuenta de que tenía en la mano solamente un triste papel, se descompuso y subiendo a la calesa se alejó rápidamente hasta llegar a su casa. Se metió en la cama con el cuerpo temblando y con una fiebre muy alta, pues comprendió que su pasajera no era otra cosa sino el fantasma de la parlanchina joven.
Este hecho ocurre los días 3 de octubre que fue cuando la amorosa hermana se suicidó de pena y de dolor. Desde entonces no puede encontrar la paz.


martes, 24 de abril de 2018

CON QUÉ OJOS VEMOS LA VIDA




Así como vemos la vida, así la vivimos. Si en los momentos de dificultad, percibimos todos los caminos oscuros, nunca encontraremos la claridad... Y como asumimos nuestra vida, así igual pretendemos que los demás, la vivan.

Una persona que vive en amargura y todo lo ve mal; así mismo, refleja eso a los otros, y es lo que se percibe cuando se está a su lado. Por otro lado, solo vemos en quienes nos rodean, lo que nosotros mismos proyectamos, y hasta les reprochamos sus debilidades, que terminan siendo las mismas nuestras. 

Si ante cualquier problema nos sentimos perdidos. Si no sabemos nunca perdonar. Si vemos solo lo negativo de cada momento, persona y ocasión, entonces no sabemos ver la vida con los ojos de Dios, y por ello no logramos hallar la paz y la alegría que tanto anhelamos.

Si vemos todo pequeño, nos sentimos igual, si vemos que nada tiene valor, es porque ni nosotros mismos nos valoramos, así como vemos la vida, así reflejamos la nuestra.

No existen personas limitadas, existen seres que todo lo limitan, y que se sienten así mismo limitados.

La experiencia de Dios, va más allá de decir yo creo y tengo Fe en El. Quien en su vida se siente amado por el Creador, ve la vida con otro color; sabe percibir luz en medio de la oscuridad, lucha en descubrir solo dones y valores en los demás, y esto le enseña a amar y perdonar con libertad.

El que ve la vida con los ojos de Dios, no se rinde, aprende de cada momento que vive.

Es un año nuevo, y tal vez sintamos que las cosas no cambian, que las personas actúan igual; hay que tener presente que nada cambia, somos nosotros los que debemos trabajar por transformarnos, renovar nuestra vida, verla con ojos nuevos, para que sintamos que todo a nuestro alrededor es diferente, especial.

Recuerda, así como vivimos la vida, así la vemos reflejada en los demás.

No veas la vida con los ojos de los hombres, que todo lo limitan, que se fijan solo en apariencias y en lo material, todo eso pasa, y al final nada queda, solo vacío, tristeza y soledad. Mira la vida con los ojos de Dios, que sabe descubrir en todo belleza, que pone en cada cosa Amor, para el todo es perfecto, porque hace parte de su creación.

Algo más: Solo se puede ver bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos.

lunes, 23 de abril de 2018

EL LÍDER Y EL APARECIDO




En el estado de Michoacán, hace ya algunos años, vivió un señor llamado Romualdo Juárez. Este señor era el líder de una comunidad de agricultores, los cuales le odiaban porque les trataba muy mal, siempre los ofendía y abusaba de ellos en el plano laboral; era inconsecuente y bastante corrupto. Con su comportamiento de había ganado a pulso el odio de sus compañeros jornaleros, los cuales deseaban verle muerto para librarse de él.
Como Romualdo era consciente de que nadie le tenía aprecio por las arbitrariedades que cometía siempre se hacía acompañar por dos de los campesinos que se decían amigos de él, y en los que confiaba relativamente; pues ya en varias ocasiones había sido atacado por jornaleros armados con machetes.
En una ocasión, saliendo de su lugar de trabajo se dirigió a su casa acompañado de sus guardaespaldas, pues ya la noche había avanzado. Al llegar a su hogar su esposa le comunicó que uno de sus hijos, el primogénito, estaba bastante enfermo y presentaba una fiebre muy elevada. Se hacía necesario la presencia del doctor. Pero Romualdo dudaba en salir de su casa solo, los guardaespaldas ya se habían ido y lo que temía el líder era no encontrarse con sus enemigos, sino que se le apareciera El Aparecido, que solía espantar muy cerca del rumbo donde el médico vivía.
Sin embargo, pudo más el amor que sentía por el niño que el miedo que le tenía al fantasma, y armándose de valor, salió y enfiló montado en su cuaco hacia donde vivía el único médico de la zona.
Cuando llegaron al sitio donde se decía que presentaba El Aparecido, el caballo de Romualdo se encabritó, se levantó en dos patas y lo tiró al suelo. Asustadísimo, el hombre se levantó como pudo y a voz en cuello gritó: ¡Hey, no sé quién eres, pero cualquiera que seas aléjate de mí! ¡No te metas conmigo!
Inmediatamente se escuchó una tenebrosa carcajada que parecía salir de ultratumba. Romualdo estaba pálido del terror y el cuerpo le temblaba sin poderlo evitar. Sin embargo, volvió a gritar con todas sus fuerzas: ¡Aléjate, espíritu del mal! ¡Soy el dueño de todo lo que ves alrededor tuyo y no te haré nada malo si te alejas inmediatamente! Volvió a escucharse la espeluznante carcajada y se escuchó una voz que nada tenía de humana que decía. ¿Acaso eres dueño de tu alma? ¡Porque es un hecho que me la voy a llevar!
En ese momento, a pesar de que Romualdo se decía ateo, empezó a rezar a Dios y a todos los santos con mucho fervor y pidiéndoles perdón por todas las malas acciones que había cometido con sus compañeros los campesinos. En ese mismo instante las carcajadas se dejaron de escuchar, ya no se oyó aquella terrible voz. Al sentir el silencio Romualdo echó a correr hasta la casa en donde se encontraba el doctor, para suplicarle que acudiese a revisar a su pequeño.

jueves, 19 de abril de 2018

OTRA OPORTUNIDAD




En ese reconocer nuestra propia humanidad, tenemos la certeza que mientras se nos de un día más de vida, obtenemos otra oportunidad. De levantarnos si hemos caído, de reparar si por nuestra fragilidad algo hemos destruido, de volver a empezar si por cansancio o temor hemos hecho un pare o abandonado el camino.

No podemos culparnos de todo lo que pasa a nuestro alrededor, ni sentir cada vez que fallamos que somos lo peor. Mucho menos que no merecíamos el bien que recibíamos, o que si algo valioso hemos perdido, es porque dignos de ello no nos sentimos.

Puesto que hay quienes al experimentar la derrota o el fracaso, se quedan contemplando cómo el auto concepto que tenían de su persona, se les desborona y se les viene abajo; ya que cuesta vislumbrar la propia humanidad y redescubrir en ella el toque heredado de Divinidad,

Y nos quedamos estancados en el error, extasiados ante las heridas, lamentándonos por lo que hemos perdido, esperando lástima o compasión; creyendo merecidas las dificultades vividas, porque no confiamos en lo que somos capaces de lograr ni hasta donde podemos realmente llegar; es más fácil cavilar que hicimos lo que pudimos, que no había más nada que esperar, que dimos lo poco que teníamos.

Qué difícil es para muchos quererse a sí mismo, y entrar sin miedo en los rincones más profundos del alma; confrontar los vacíos, reconocer su fortaleza y debilidad, definir la propia personalidad, aceptarse tal como se es, sin pretender imitar a otros o añorar lo que no se posee ni renegar de lo mucho o poco que se tiene.

Y a pesar de haber caído, de sentir como nuestro vaso se ha roto en mil pedazos y parece imposible de reparar; aunque veamos como el amor que creíamos eterno se nos ha escapado de las manos, o que sintamos perdida esa amistad a la que habíamos entregado la vida; no podemos dejar de tener presente, que cada amanecer que contemplamos, es un don de Dios en el que nos regala otra oportunidad.

Porque no hay que perder la esperanza de volverlo intentar, aprender a creer, desear reconstruir, llenar los vacíos, ser capaces de amarnos, permitirnos reír, llorar, enojarnos, dejar salir libremente nuestra fortaleza y fragilidad; sin nada que ocultar ni fingir, sintiéndonos libres de poder expresar lo que somos, queremos, añoramos, necesitamos soñamos; y ante todo concedernos nosotros mismos todas las veces que sea necesario, otra oportunidad.

La vida no se acaba en el intento, hay quienes aunque su corazón siga latiendo; por dentro están muriendo; y los días se les convierte en rutina, donde lo bueno que reciben lo toman como limosnas que les da el destino; y aunque suene fuerte esta realidad, son muchas las almas que por miedo a volver a caer, perder o llorar, se han negado a sí mismos otra oportunidad.

Sólo se vive una vez, no olvidemos esa verdad; levantémonos, abramos el corazón, empecemos de nuevo amar, miremos a nuestro alrededor, aún hay mucho por hacer; el Amigazo Dios nos ama tanto que nos ha querido dar hoy como ayer otra oportunidad… el futuro es incierto, no dejemos de soñar, y que no se nos escape de la mano la vida que gratuitamente se nos da.


LA BELLA CLARA




En la Ciudad de México en los inicios de la época colonial, vivía un matrimonio joven de alcurnia y buenos recursos, en una casona que se encontraba muy cerca de la Plaza Mayor. Dicho matrimonio estaba ansioso de tener un hijo, pero no lo lograban. Por fin la mujer se embarazó, después de muchas dificultades y tuvo una hermosa niña a la que pusieron por nombre Clara.
Era tan hermosa la pequeña que en el momento de nacer la partera sentenció que tanta hermosura solamente sería causa de problemas y se la disputarían Dios y el Diablo. Como es de suponer, los padres quedaron muy impactados con las palabras de la mujer y trataron de olvidarlas.
Quince años después, Clara la niña de tanta hermosura, se había convertido en una señorita, que a su belleza agregaba la altanería y la mala educación, pues sus padres la habían consentido sobremanera convirtiéndola en una majadera. Ante el mal comportamiento de la chica, las monjas de un convento cercanos ofrecieron a los padres llevársela con ellas, a fin de educarla y hacerla una buena creyente de Dios Padre. Pero la chica se rehusó totalmente a enclaustrarse.
Entonces los padres pensaron en casarla. Clara aceptó con la condición de que cada pretendiente debía batirse en duelo con los demás que tenía. El resultado fue que muchos de ellos murieron en el empeño y Clara no se casó.
En una ocasión, un guapo caballero se colocó abajo del balcón de Clara y, montado en un blanco caballo, comenzó a tocar una melodía extraña y muy bonita, al término de la cual le entregó a la caprichosa mujer una aromática rosa roja. Cada noche sucedió lo mismo, y al cabo de diez días la chica se enamoró profundamente de su galán.
Una noche acordaron fugarse y Clara montó en el corcel de su amado sin parar en mientes por el dolor que tal comportamiento acarrearía a sus padres. Mientras se dirigían hacia uno de los límites de la ciudad, ella le acariciaba la mano a su amante. De pronto, sintió algo raro: la mano estaba peluda y los dedos mostraban unas largas uñas horrorosas. Asustada, Clara se fijó en la cara del joven que se había convertido en la espeluznante y horrible cara del Diablo.
Ante tal descubrimiento, la joven mujer pegó un escalofriante y terrible grito que nadie escuchó. Los padres de Clara al darse cuenta de su desaparición empezaron a buscarla acompañados de las autoridades correspondientes. No la encontraban. Pasados quince días por fin fue encontrada la jovencita. Su cuerpo fue hallado en pleno campo y estaba completamente destrozado por las uñas del Diablo que la había arañado hasta darle muerte. ¡Ese fue el terrible destino de la desafortunada joven malcriada!


martes, 17 de abril de 2018

CON QUE DERECHO




A pesar de saber y reconocer nuestra fragilidad; los seres humanos somos los más duros y exigentes a la hora de medir, señalar y juzgar.

Es poca la tolerancia que se deja ver en el mundo, es común ser testigos de guerras crueles aún entre los que son de una misma familia o quienes que se llamaron alguna vez amigos… ¿qué se puede esperar de aquellos que se castigan sin piedad, aunque sean padres, hermanos o hijos?. Se crean mil excusas y justificaciones para decir que se tiene la razón, sin importar el dolor que se pueda causar y mucho menos la destrucción; pareciera como si existieran en el mundo seres sin corazón, que no conocen de perdón y mucho menos del amor.

¿Con qué derecho le pedimos perdón a Dios, si no sabemos perdonar?... ¿Cómo podemos gritar a los cuatro viento que queremos paz, si no hacemos nada para reestablecer la unión familiar? somos espectadores de los distintos conflictos que los medios de comunicación nos suelen presentar, nos damos golpes de pecho, hacemos cadenas de oración por la paz, y a la vez somos indiferentes ante el dolor de los demás, vivimos atentos del error que puedan cometer otros, para lanzar la primera piedra y condenar.

Con la misma vara que midamos, seremos medidos; más que una frase es una realidad, no tenemos ningún derecho de juzgar ni condenar; quizás porque cometemos errores más grandes que aquellos que hemos de señalar y castigar.

Nos hemos convertido en espectadores del dolor y las masacres, que critican, apoyan, juzgan, aplauden, asumen actitudes que no dicen ni hacen nada que pueda evitar tanto sufrimiento que no viene de Dios, porque es el mismo hombre el que lo ha de causar.

¿Con qué derecho matamos con palabras, acciones u omisiones, si la vida no está en nuestras manos?, nosotros no somos los dadores y mucho menos los que deciden como y cuando la quitamos. Somos los que tenemos la misión de amarnos, perdonarnos, cuidar la creación que se nos ha dado como el espacio para ser feliz unos a otros, amándonos como hermanos.


¿Con qué derecho criticamos las guerras, si en nuestras casas y con los que tenemos más cerca, a cada instante las declaramos?, ofendiéndonos, insultándonos, discriminándonos, pisoteándonos la dignidad unos con otros, por aquello de hacer realidad el viejo refrán del ojo por ojo, para que ninguno crea que somos cobardes o valemos poco.

¿Con qué derecho hablamos de paz, sino sabemos lo que significa?, creemos que la paz es un sueño fantasioso que jamás se hará realidad, una palabra que se escucha mejor cuando entonamos una canción que la sepa nombrar, o hacemos oración pidiendo por ella, aunque en el fondo sentimos que no se hará realidad.

Se nos ha concedido el derecho y la libertad de amar y ser amado, perdonar y ser perdonado… ¿Qué más podemos pedir? En ello esta el secreto de la verdadera PAZ.




lunes, 16 de abril de 2018

HILARIA Y SU CABELLO RIZADO




La leyenda que a continuación relataremos forma parte de la tradición oral del estado mexicano de Aguascalientes. Nos dice la narración que en tiempos pasados moraba en el Barrio de la Triana, barrio que forma parte de la capital del estado mencionado, vivía una joven que sobresalía por su belleza y donaire, e hija de un próspero comerciante, cuyo nombre era Hilaria. Como era tan atractiva muchos hombres la cortejaban enamorados de ella. Y las mujeres, por supuesto, le tenían una envidia verde.
La chica tenía el pelo largo y muy rizado de color oscuro, y si bien era bonito naturalmente, ella lo cuidaba con esmero para acrecentar su belleza. Su cara morena clara tenía unos ojos oscuros de largas pestañas, boca grande y roja y fina nariz. Además, era dulce, piadosa y casta. Acudía a misa todos los domingos muy elegantemente vestida, y para la ocasión cubría su cabellera con un rebozo de seda.
A todos los pretendientes la muchacha solía rechazarlos por considerar que no se encontraban a su altura, pues no dejaba de ser un tanto pretensiosa. Cierto día uno de estos enamorados que era muy feo y agresivo, fue a buscarla a su casa y, sentado en un sillón de la sala, le declaró su amor. Por supuesto que la joven le rechazó. Despechado, el hombre al que llamaban Chamuco, empezó a acosarla y a decirle que se la iba a raptar.
Ni que decir tiene que Hilaria estaba muy asustada ante el acoso y las amenazas, por lo cual decidió acudir al cura de la iglesia que era su confesor, en busca de apoyo y consejos. El sacerdote escuchó las quejas de Hilaria y le dijo que no se preocupara que se arrancara uno de sus largos y rizados cabellos, y que le dijera a Chamuco cuando lo viera que fuese a verlo.
En cuanto se volvió a encontrar con el Chamuco, la muchacha le dijo que el cura deseaba verle. El patanzuelo se dirigió a la iglesia para atender al llamado. Cuando estuvo frente al religioso éste le dijo: – Mira, Chamuco, Hilaria te corresponderá el día que logres alisar uno de sus cabellos tan rizados. Aquí tengo uno que ella me dejó para que te lo diera, tómalo y cuando haya quedado completamente lacio, ella corresponderá a tus requerimientos.
El Chamuco tomó el cabello y aseguró que en quince días el cabello dejaría de ser rizado. Sin embargo, por más intentos que hizo el hombre no podía alaciar el cabello que cada vez se ponía más chino. Se encontraba tan desesperado que decidió invocar al Diablo para que le ayudara en la difícil tarea a cambio de su alma. Cuando apareció el Demonio tomó el cabello y quiso alaciarlo, pero tampoco pudo por más intentos que hizo. Después de emplear muchos métodos infructuosos, el Diablo dejó el cabello, que con cada intento se había rizado más, y desapareció frustrado y sumamente enojado por su fracaso.
El Chamuco tomó el pelo y muy triste se dio cuenta de que Hilaria nunca sería su mujer. Había fracasado en su intento. Así fue como Hilaria se vio libre de ese horripilante hombre acosador.


martes, 10 de abril de 2018

PERDONAR ES VIVIR EN PAZ




En esa búsqueda de la paz interior, con la que todos solemos soñar; nos enfrentamos a heridas que no han sido sanadas, vacíos que no sabemos como llenar; historias sin terminar, a las que les hace falta un final; rebujos escondidos que pretendemos olvidar, para que su recuerdo no nos duela ni nos haga llorar; todo esto nos exige saber perdonar, tener la sabiduría para vivir cada día, como una nueva oportunidad que se nos regala para reparar, recuperar, saldar, curar; a fin de que podamos recordar, pensar, escudriñar nuestras entrañas, sin nada que ocultar ni lamentar.

Es la grandeza de la reconciliación, en toda su dimensión; es la magia que nos ofrece cuando la experimentamos sin reservas y sin condición, la paz en su plenitud se alcanza, cuando reconocemos con humildad que es necesario aprender a pedir perdón y de igual modo a perdonar. Para ello es necesario liberarnos de todo aquello que nos esclaviza a sentimientos y pensamientos que no nos dejan avanzar.

Perdonar a Dios, no porque El haga las cosas mal, sino porque le culpamos de lo que pasa en el mundo, aún de los errores que a diario comete la humanidad. Hay quienes enfrentan luchas campales con El y hasta dudan de su existencia, porque no encuentran respuesta a la enfermedad, tragedia, fracaso y dolor. Es necesario perdonarlo en nuestro interior por aquello que no entendemos el por qué nos ocurrió; por los seres amados que hemos perdido, por los momentos difíciles que hemos vivido; por todo lo que le acusamos y de nuevo le condenamos, cuando El, por saldar todas nuestras deudas, con su vida su amor nos ha entregado.

Perdonarnos a nosotros mismos cuando fallamos, porque nos convertimos en verdugos de nuestra propia humanidad, nos minusvaloramos y pisoteamos cuando nos equivocamos, y hasta creemos que todo lo malo que pasa a nuestro alrededor es culpa nuestra: divorcios, muertes, pérdidas, caídas, propias o de los seres que hemos amado. Ante nuestras caídas, hay que levantarnos, continuar y no dejar nunca de soñar.

Y lo más difícil quizás, perdonar a los demás; sanar esas heridas que nos han causado, hasta aquellas de la cual hemos dicho: la vida nos ha destrozado; abandono, desamor, traición, olvido, violencia física o verbal, vacío y soledad, tanto dolor que creemos imposible de borrar. Mientras vivamos con ese resentimiento y rencor, no alcanzaremos la paz del corazón; no nos hace menos el ofrecer o pedir perdón, por el contrario, dignifica nuestro ser y da testimonio de nuestra inmensa capacidad de amar. Perdonar no es olvidar, hay momentos y personas que no se pueden de la mente borrar; perdonar es recordar sin dolor, es poder mirar a los ojos de quien nos hizo daño y no sentir odio ni rencor, ser capaces de orar por su paz interior; porque no puede vivir tranquilo aquel que causa dolor.

Perdonando, no nos atormentará más el pasado, ni el futuro nos llenará de temor; recobraremos nuestros sueños, repararemos cada rincón del alma que había sido destruido, podremos sonreír en libertad, aún llorar en paz… El perdón nos devuelve la esperanza, nos hace creer de nuevo en el amor y la amistad, fortalece nuestra fe, nos ayuda a sentir que todo es posible, que cada día se nos regala una nueva oportunidad.

Cómo juzguemos seremos juzgados; por nuestra humanidad, siempre habrán momentos en los que nosotros también hemos de fallar; quizás sin darnos cuenta a otros hemos herido y hasta nos hemos equivocado; hay que saber reconocer y aceptar nuestra fragilidad; ser capaces de pedir perdón, sobre todo de perdonar. No esperemos a que el otro de el primer paso, quizás se nos acabe la vida esperando. No renunciemos al perdón diciendo que hay heridas tan grandes que son imposibles de perdonar; hay que tener presente que cuando hay amor todo se puede, el amor todo lo puede, y el perdonar demuestra la capacidad de amar. De nadie más depende, en nuestras manos está la decisión, de perdonar y vivir en paz, o de atormentarnos con el odio y resentimiento que la vida destruirán. Recordemos la oración que a diario rezamos, donde le pedimos a Dios, que "Perdone nuestras ofensas como nosotros perdonamos"

Con Dios quizás sea difícil, pero se puede lograr; sin Dios, es mucho más complicado y hasta imposible será.