viernes, 31 de octubre de 2014

EL LICOR DE DAMIANA PACEÑO



Cuenta la leyenda que los indígenas de la etnia Guaycura elaboraban un brebaje “Afrodisíaco” proveniente de la flor de Damiana, una planta que crece generosamente en el desierto de Baja California Sur.

Los Guaycuras bebían ese licor en todas y cada una de sus ceremonias, y de acuerdo a sus leyendas y creencias, esta tenía poderes más allá de lo que se podrían clasificar como terrenales, pues los relajaba y predisponía sexualmente.

El licor “Damiana Guaycura” es uno de los más conocidos, para muchos el único, por su botella de forma de mujer robusta  y el sabor que confiere el extracto destilado de Damiana que contiene, alcohol de caña de azúcar, agua y azúcar. Aunque cosa curiosa, está elaborado en el estado de Jalisco, aunque eso sí, con la Damiana de la sudcalifornia.

Actualmente en el estado de Baja California Sur ya se cuenta con diversas marcas de licor de Damiana elaboradas por aquellas tierras, así como cremas de Damiana, unas más artesanales que otras, pero todas muy digestivas y sabrosas, además claro, del efecto “rejuvenecedor” del espíritu por el que más se le conoce y por lo tanto se busca. El “viagra” calisureño como dirían algunos paceños, "me´puchi"

Pues ya lo sabe, cuando visite La Paz, Los Cabos, Loreto o cualquier otro destino al sur de esa península maravillosa, pida su copita para antes de la siesta, aunque lo más seguro es que ya habrá habido quien se la ofrezca. Salud.

jueves, 30 de octubre de 2014

LA LEYENDA DE UN CABALLO HUASTECO



Cuentan que después de que cayó el imperio, por San Luis Potosí pasaron los franceses, perseguidos por los mexicanos.

Estos franceses traían muchos caballos y muy buenos, que aguantaban andar por caminos de herradura.

Iban rumbo a Acapulco; esa era la ruta que llevaban para embarcarse a su tierra.

En esta zona, cuando llueve, la temporada se pone muy dura. Y pasó que cerca de aquí, en ese lugar que se llama Temaxitóchil, se atolló un caballo.

Por más que el jinete trató de sacarlo con palos, y lo hacía para un lado y para el otro, nunca lo pudo lograr y allí lo dejó.

Entonces lo que hizo fue quitarle la montura, y se fue.

Los vecinos de la ranchería vieron al caballo. Con palos y con todo lo que pudieron, por fin lo sacaron del atolladero y lo soltaron en el campo.

Luego luego, el animal empezó a buscar pasto y a comer, y sucedió que como había yeguas por allí, nació un potrillo lindo, que después fue famoso porque era muy ligero.

El potrillo tenía unas patas que más que correr, parecía que volaban. Anduvo por Nexpa y anduvo también en las fiestas de San Martín, donde son muy aficionados a las carreras de caballos.

Sucedió que este caballo siempre ganaba por un cuerpo o más. No había ninguno que se le igualara en las carreras.

Por más que buscaron por todas partes alguno que compitiera con el huasteco no encontraron ninguno, porque éste que les cuento daba unos saltos de seis a siete metros.

Pero una vez lo llevaron a Pachuca a correr con una yegua americana muy buena. Y sí era tan ligera la yegua, que le llevaba la delantera al huasteco.

Pero el caballo, muy cerquita ya de la meta dio tres saltos tan grandes que algo se le reventó por dentro y cayó muerto, pero ganó.

Ese fue el fin del caballo huasteco. 

COYOTE CREA EL MUNDO



En un principio no existía nada. No había Tierra ni Cielo ni nada, todo eran sombras y oscuridad. De la oscuridad surgió Coyote-Gente-Luna, dios de la sabiduría, la magia y la muerte.

Divinidad lunar masculina estrechamente ligada a Topo, luminosa y amarilla como la región de donde proviene, el sur. Llegó con un gran bastón sagrado.

Durante mucho tiempo aulló en la oscuridad sin que nadie lo oyera afirmar que venía de donde todo era redondo y cóncavo, como su misma casa,  que su luminosidad provenía de los pedernales que llevaba atados a las rodillas y que al caminar producían múltiples y maravillosas chispas.

Lo que dijo no fue oído por nadie, porque nada existía y todo era silencio y oscuridad. Nadie oyó a la deidad del sur. Con nadie pudo compartir su luminosidad. Sintiéndose muy solo, cantó: 

-¡Qué triste está aquí el Coyote! ¡El Coyote, la luz y la negrura! ¡La oscuridad sobrecoge! ¡Aúlla el Coyote-Gente-Luna!- 

Fue entonces cuando se soñó como el padre del mundo de los kiliwas y de todas las cosas. Tan solitario estaba que temió enfermar, así que tomó la decisión de crear al mundo.

Del sitio donde se encontraba el Ombligo del Sur, tomó un buche de agua salada y escupió, todo el sur se volvió amarillo. Tomó otro buche de agua y lo escupió hacia el norte que se volvió rojo.

Como le gustó tanto lo que hacía, tomó un gran buche y lo escupió hacia el oeste, como el trago fue demasiado grande la región se inundó y se formó un profundo y picado mar; la región se tiñó de negro.

Tomó un pequeño buche de agua fresca del Ombligo del Sur y lo arrojó hacia el este, donde se creó un chiquito y blanco mar. Coyote-Gente-Luna había creado los cuatro rumbos del universo.

Coyote quiso poner un nombre a cada región, pero no pudo porque el mundo no tenía fondo. Por lo cual pensó que era necesario cubrir al Centro-Ombligo-de-Arriba y al Centro-Ombligo-de-Abajo. Se quitó la piel del cuerpo y la extendió sobre el Ombligo de Abajo y la Tierra ya no estuvo desfondada.

Como quedó sin piel, Coyote tuvo frío; tomó los seis colores del universo inventados por él, más el color negro y se vistió con ellos. Su costado derecho se pintó de rojo y blanco, el izquierdo de amarillo y negro.

La parte superior de su cuerpo se coloreó con franjas azules, la parte inferior ostentaba franjas color café. Al lado izquierdo de la cara le tiñó de verde; al derecho, de rojo y blanco. Finalmente, en su cráneo aplicó una capa de capa de ceniza.

Escupió hacia los aires para teñir de azul la oscuridad del Cielo y pisoteó la Tierra para que se endureciera, la cual cobró el color del amate. A la Tierra la llamó Ipá Mat, Tierra para la Gente Divina. Así, pudo poner nombre a cada rumbo y designarle un color.

Al Ombligo de arriba le puso el nombre de Milsu, “color café”. Contento con su creación sacó hojas de tabaco de su pecho, las molió y se puso a fumar en su pipa sagrada.

Se quedó dormido y el humo que salía de su pipa formó las veredas, los senderos y los caminos de la Tierra y el Cielo. Cuando Coyote se despertó y vio lo hermoso de su obra, cantó de felicidad; sin embargo se dio cuenta de que aún estaba muy solo: se arrancó el escroto, lo infló con aire de sus pulmones hasta que pudo meterse en él, y obtuvo su j’anal tai, su primer sonaja.

Poco después decidió crear el Cielo, Meltí Iipá Jalá,  cóncavo como su antigua casa amarilla para impedir que se saliesen el agua, el color, la luz y el aire.

A las dos montañas hechas de tierra sagrada las llamó We y Ko-Masi, Cerro del Hombre, y Wey Ke-Masi, Cerro de los Chamanes. De sus pantorrillas formó cuatro borregos cimarrones que colocó en cuatro montañas a fin de que sostuvieran el Cielo con sus cuernos.

Cada montaña estaba asociada con un color y un rumbo espacial. Como los conejos estaban solos en sus esquinas, Coyote quiso darles compañía.

Fue a la casa de su abuela que era artesana y trabajaba el barro, construyó cuatro hornos y modeló un venado, un pez, una codorniz y un gato y los metió en sendos hornos.

Cuando estuvieron cosidos, los llevó a las montañas, pero los animales no se llevaban bien, y Coyote decidió quedárselos y crear otros que hicieran compañía a los borregos.

Trajo barro del sur que le preparó la abuela, y en un horno gigantesco metió muchas figuras de animales: arañas, moscos, zorrillos, todo lo que se le ocurrió, y ya cocidos los llevó a las montañas.

Pero sucedió lo mismo, los animalitos no congeniaron. Descorazonado, Coyote decidió crear al hombre.

Hizo un nuevo horno y fue por arcilla al Valle de San Matías, la amasó con semen, y forjó cuatro figuras tan grandes que no cupieron en el horno, razón por la cual Coyote abrió un enorme hueco en la montaña, metió las figuras y procedió a incendiarla.

Pasadas trece lunas, los hombres salieron y Coyote les ordenó que se fuesen a las montañas para hacerles compañía a los borregos. A cada uno de los hombres el dios le dio un nombre y una pluma roja.

El primero recibió el nombre de Sacerdote-Chamán; el segundo Cuervo-Chamán, el tercero Soldado-Chamán, y el cuarto se llamó Chamán-Gente-Común. Desgraciadamente, los hombres tampoco congeniaron con los borregos. Enojado, Coyote los regañó.

Los hombres, molestos, decidieron casarse con sus primos Venado, Codorniz, Pez y Gato, para enfadar más al dios.

Furioso, Coyote les preguntó a los hombres la razón de tal acción, ante su silencio Topo le dijo que se había olvidado de dar el habla a los hombres.

Se remedió tal olvido cuando Coyote enseñó la lengua kiliwa a los cuatro chamanes. Los hombres le explicaron al dios que ya habían formado una familia con sus primos.

De Sacerdote-Chamán y Venado nacieron el topo, el caballo, la liebre, y el oso; de Cuervo-Chamán y Pez, surgieron la estrella de mar, el caballo de mar, y la serpiente; de Soldado-Chamán y Codorniz, el correcaminos, el águila, el cuervo y el pájaro; y de Chamán-Gente-Común y Gato, nacieron el león, el oso, la cigarra y la zorra.

De estos padres hombre-animales nacieron todos los indios kiliwas.

CÓMO SE DIVIDIÓ EL PUEBLO TACUATE



Los antepasados contaban que hace muchos años apareció un Águila en el pueblo que se llevaba a la gente en sus garras y se la comía.

Esta águila vivía en lo alto de los peñascos de la sierra. Un buen día puso unos huevos en su nido y nacieron aguilitas.

Con el fin de alimentar a sus crías, el Águila llegaba al pueblo y se llevaba a las personas, tenía preferencia por los niños pues su carne era tierna.

Como todos los habitantes le temían mucho, decidieron hacerse unos chiquihuites que se ponían sobre la cabeza, como sombreros, cuando tenían que ir por agua al pozo, a fin de evitar que el ave lo tomara por la cabeza.

Pero el Águila no se dejaba engañar, y de todas maneras se llevaba a la gente con todo y chiquihuites.

Desesperados los indios tacuates  decidieron llevar a cabo  una asamblea para decidir qué debía hacerse ante tal problema.

Se decidió dividir al pueblo.

Una mitad, guiada por el hijo del tlatoani, el jefe, se quedaría ya que no querían abandonar sus casas.

La otra mitad se iría a Pueblo Viejo.

Así lo hicieron, pero como el Águila los siguió, tuvieron que marcharse a Zacatepec, y luego al cerro del Zacate.

Al tiempo, se apareció la Virgen María y les pidió a los tacuates que le construyeran una iglesia, pero no le hicieron ningún caso tan apurados como estaban en sus diversiones y jaleos, y sólo le construyeron una casita de zacate.

Un mal día la casita se quemó, y la Virgen, desilusionada de los humanos, se fue abandonándolos a su suerte.

Llegó hasta Juquila y ahí se quedó. Ante el abandono, los tacuates decidieron construirle su iglesia con la esperanza de que volviera, pero ella no quiso.

Si uno se fija bien en la Virgen de Juquila puede ver, en una  de sus mejillas, la marca de una quemadura recuerdo de cuando se incendió su casa.

Las ruinas de la iglesia que le construyeron los tacuates aún se ven a la salida de pueblo Viejo Ixtayutla.

Así fue como se dividió el pueblo tacuate.

miércoles, 29 de octubre de 2014

CIHUACÓATL, LA MUJER SERPIENTE



Yo soy la Mujer Serpiente, la diosa del nacimiento, patrona de las parteras, los médicos y los sangradores, y de las mujeres que mueren en la niñez.

Protejo a las mujeres que mueren en el trabajo de parto. No me conformo con un solo nombre, soy Quilaztli, Yaocíhuatl, Huitzinicuatec, y Tonatzin.

No soy muy joven, tengo la edad de la sabiduría, pero soy bella y me pinto la cara de rojo y negro, adorno mi cabeza con una tiara de plumas de águila, y mi cabello se peina a la manera de cuernitos a los lados de la frente; mi cuerpo se cubre con una falda de caracolillos y un huipil rojo, aunque a veces mi atuendo es todo blanco cuando salgo a las calles de Tenochtitlán a bramar de noche. Llevo en la mano derecha un telar y en la izquierda un escudo.

Supe que siglos después de este momento en que recuerdo los acontecimientos, un cronista español de los que acabaron con nuestra religión me describió de esta manera:

Su pintura facial con labios abultados de hule, y mitad roja y mitad negra. Su corona de plumas de águila; sus orejeras de oro. Su camisa de encima con pintura de flores acuáticas, y la de abajo, de color blanco.

Sus sonajas, sus sandalias, su escudo recubierto de plumas de águila, su palao de telar.  Descripción que se acerca bastante a la verdad.

No siempre soy buena, pues a veces llevo a los hombres la pobreza, el abatimiento, y los problemas cotidianos, qué le vamos a hacer!

A las mujeres de los tianguis me les aparezco junto a sus puestos; llevo conmigo una cuna y la dejo junto a ellas y yo desaparezco.

Las mujeres, curiosas, nunca dejan de mirar dentro de la cuna en donde encuentran un cuchillo de obsidiana con los que se efectúan los sacrificios humanos que tanto me gustan.

Yo tuve un hijo llamado Mixcóatl a quien abandoné en una encrucijada, y por el cual aún lloro por la ciudad de Tenochtitlán, nunca lo encuentro siempre me topo con el sangriento cuchillo de pedernal que tanto asusta a las marchantas del tianguis.

Tengo como sacerdote nada menos que a Tlacaelel, “el que anima el espíritu”, gran guerrero consejero de tlatoanis.

Él es el encargado de propiciar que mi celebración se lleve a cabo en el mes Huey Tecuilhuitl, La Gran Fiesta de los Señores, y de inmolar en mi honor una víctima cada semana, pues soy muy hambrienta. Los sacerdotes tienen la amabilidad de envolver un pedernal cada ocho días, para colocarlo dentro del coztli, la cuna, que las sacerdotisas portan en la espalda y que una de ellas se encarga de darla a la vendedora más rica para que cuide a mi hijo. Cuando la vendedora ve a mi hijo-pedernal, siempre lanza un grito de terror y exclama: -¡He visto a Cihuacóatl!- 

Entonces, los sacerdotes saben que ha llegado el momento de ofrecerme el sacrificio máximo, mientras entonan el canto dedicado a mí que empieza, si mal no recuerdo: 

-“¡El Águila, el Águila, Quilaztli,/ con sangre tiene cercado el rostro,/ adornada está de plumas!¡”Plumas de Águila” vino,/ vino a barrer los caminos!”-

Pero si un gran mérito tengo es el de haber ayudado a Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, a llevar los huesos que había recogido del cerro Tonacatépetl, Cerro de Nuestra Carne, convertido en hormiga negra, a Tamoanchan, donde los puse en una vasija y los revolví con la sangre del miembro viril del dios, para crear con la pasta formada a los nuevos hombres de maíz.

Yo oí como los dioses dijeron: -“Ha llegado el tiempo del amanecer, de que se termine la obra y aparezcan los que nos han de sustentar y nutrir”-

Así pues, como puedes observar no soy del todo mala, sino como todos los dioses: buenos y malos.

LOS REGALOS DEL PADRE SOL



En la Primera Creación la pareja humana inicial fue hecha de barro. Cuando los hijos de sus descendientes tenían seis meses de nacidos, se los comían, una vez que los habían hervido en agua.

Este hecho enojó al Padre Sol quien mató a la pareja y castigó a los hombres enviándoles un horrible diluvio de agua hirviendo. Los hombres rompieron sus ollas para que sus espíritus pudieran escapar.

Vino una terrible oscuridad y todos murieron devorados por las serpientes, los pumas y los jaguares que nacieron en esa oscuridad. Pero los niños no murieron, sino que les salieron alas y se convirtieron en pájaros.

Los pocos hombres que lograron salvarse se fueron a refugiar a las cuevas y a las montañas. Los que se fueron a  éstas, comieron frutas, plantas silvestres y bellotas, por lo que se convirtieron en ardillas y monos. Los que se escondieron en las cuevas comieron bulbos y plantas.

Ese fue el castigo que les dio el Padre Sol por no haber muerto en la inundación como él les ordenara. Además, los convirtió en mapaches, a quienes ya se les olvidó que un día fueron hombres.

Por eso se meten a las milpas a comerse el maíz tierno. Una mujer sobrevivió porque se subió a la cima de un cerro con su perro, hizo el amor con él obligándolo, y quedó embarazada. Así surgieron los ladinos o mestizos.

Los únicos que se salvaron de tal inundación fueron los sacerdotes, porque eran monos araña y aulladores que se subieron a los árboles.

En la segunda creación, el Padre Sol dio vida a un segundo hombre hecho de madera labrada, que pudo hablar en cuanto estuvo terminado.

El Sol le dio un instrumento de madera con una sola cuerda, pero como el hombre no supo cómo tocarlo, el Padre le rompió las manos y los pies, pero luego les hizo otros.

De puro gusto, el hombre se puso a bailar. Después el Sol le construyó una casa y le dio una mujer. En esa casa vivieron y se multiplicaron; así fue como surgieron los seres humanos. Pero como no sabían hacer nada ni hablaban, el Padre Sol les envió otra inundación de la que tan solo se salvó una pareja que se metió en una caja.

Poco a poco, las aguas se retiraron y surgieron los valles, las cuevas, los cerros; pero también los demonios y las serpientes. El Sol se llevó a su casa a la pareja que se había salvado y le preguntó si quería quedarse con él.

Como ellos no quisieron porque le reprocharon que casi los hubiera matado, el Sol se enojó y los convirtió en monos. Y volvió a desaparecer la raza humana

La inundación destruyó todo menos a los reptiles: la serpiente de cascabel, la serpiente-oveja y la ballena, porque el dios que vivía en la parte subterránea, se los llevó con él y los alimentó.

La comida que les dio los transformó en pollos, pero luego volvieron a su estado normal y se fueron a sus propias cuevas.

En la Tercera Creación el Padre Sol dio vida a Adán y Eva. Los hizo de barro; iban desnudos y no tenían casa ni comida.

Como la Tierra era plana, el Padre Sol envió un terremoto que le dio relieve. Pero la Tierra seguía cubierta de agua, y el Sol pidió a los dioses subterráneos que hicieran cauces para los ríos y le ordenó a los mares que se evaporaran lo suficiente para dejar libre a la Tierra de tanta agua.

Con la leche de sus senos, la Virgen salpicó a la Tierra, y a las gotas les salieron raíces y plantas que luego dieron papas. Pero Adán y Eva no sabían comérselas y la Virgen les enseñó.

De su collar roto se crearon los frijoles, y de la sangre del talón del Sol, los chiles. De su ingle y de su  axila, el Padre se cortó un trozo de carne que se convirtió en maíz, el cual regaló a los hombres a quienes gustó mucho.

Después, los seres humanos aprendieron a sembrarlo y a cosecharlo, a hacer casas, vestidos, cocinar y criar cerdos y aves. Como estos hombres no tenían hijos, trataron de hacerlos de madera, pero existía el problema de que no podían caminar ni hablar  por ser de palo.

Para que aprendieran a hacer hijos de verdad, el Sol les envió un mensajero que les enseñó a hacer el amor. Pero no se dieron cuenta de que el mensajero era un demonio que se había acostado con una mujer casada para enseñarles bien cómo se debía hacer el amor. El marido de la mujer se enojó y le prohibió ver al mensajero.

Los hombres, que ya sabían hacer fiestas, bailar y cantar, decidieron hacerle una fiesta al Padre Sol en el atrio de la iglesia, porque les había dado herramientas de trabajo como machetes, hachas y azadones.

Las herramientas tenían la facultad de trabajar solas, por lo que los hombres no hacían nada porque no sabían cómo emplearlas. Los dioses del Inframundo hablaron con el Sol y le dijeron que eso no estaba bien, que si los hombres no trabajan no se cansarían y entonces no le rezarían.

Entonces, el Dios Padre les ordenó a los hombres que trabajaran y lo adoraran. Todos los hombres hablaban español. Pero como se peleaban mucho entre sí, el Padre ordenó que se separaran en grupos y que cada uno empleara una lengua diferente. Así aprendieron a hablar tzotzil.

Pero el Padre Sol no estaba conforme, ya que los hombres eran malos y estúpidos, por lo cual mandó un terremoto y lo destruyó todo. Esta vez el Padre Sol creó el mundo actual. En él aparecieron todas las costumbres y tradiciones de los indios tzotziles.

Este mundo actual cuenta con 150 o 400 años.

EL VIEJO QUE TRAJO EL AGUA



Mazahua es un nombre en lengua náhuatl que significa “gente del venado”. Las raíces del pueblo Mazahua provienen de la fusión racial y cultural de los asentamientos toltecas y chichimecas, y sus integrantes se encuentran muy extendidos en el Estado de México y Michoacán de Ocampo. Son gente muy trabajadora y muy hábil con las manos.

Cuentan los ancianos, que les contaron sus padres, que a su vez les contaron los padres de sus padres, que antes los hombres no eran como ahora, sino que hubo muchas razas de mazahuas que precedieron a los hombres de hoy. 

Los primeros, según se sabe, eran hombres de una gran altura y se llamaban gigantes, ya que tenían una forma parecida a los arboles de gigante que hoy en día conocemos. Estos hombres no contaban con un razonamiento, se dice que eran tan tontos que cuando había fuertes vientos  se caían y no se podían levantar quedándose muertos.  

Todos murieron así tarde o temprano, y de la tierra, como el maíz a veces surge sólo, surgió una segunda generación. Eran hombres hechos de tierra,  tenían  una altura muy pequeña y se llamaban enanos.  Ya contaban formas de pensar, pero aun no eran capaces de sobrevivir por sí mismos y se mataban entre sí. 

Fue  de esta forma que terminó esta generación. Luego vino una tercera generación, que son los hombres que actualmente conocemos. Dicen los ancianos que los mazahuas de ahora están hechos de madera y se llaman simplemente hombres.

Pero en un principio esta generación tampoco tenía muy afinada la capacidad para razonar, aunque la poseían. Los hombres de madera erraban por el mundo, y si bien no los destruía el viento ni se mataban entre sí, andaban como si no supieran su lugar en el mundo. Vivian en cuevas, comían las cosas crudas y no sabían sembrar ni la calabaza ni el maíz.

Un día, a la orilla del lago llegó un viejo que los mazahuas nunca habían visto, pues se conocían todos entre sí. 

Era un viejo muy viejo, tan viejo que parecía tener mil años. Pequeño y de venas marcadas, muchísimas arrugas le surcaban la frente. Nadie sabía de dónde vino ni por qué, pero lo cierto es que construyó a la orilla del lago una pequeña cabaña, cerca de una gran piedra, y se quedó a vivir ahí.  

Los hombres quedaron deslumbrados por la choza, algo nunca que antes habían visto. Los hombres se acercaron a pedirle consejo, a lo que él viejo respondió: “la solución a tus problemas está dentro de ti mismo”. En ese momento comenzaron a construir sus casas, y ya no pasaron frío ni se mojaron cuando llovía.

Después vieron que el anciano golpeaba la tierra y depositaba ahí unas pequeñas semillas. Tomándolo por loco, los mazahuas siguieron construyendo sus casas hasta que, pasados varios meses, vieron que de la tierra brotaban plantas, habas, chilares, calabazas y milpas. Se acercaron una vez  más a pedirle consejo, a lo que el viejo respondió: “la solución a tus problemas está dentro de ti mismo”. 

A partir de ese momento los hombres comenzaron a trabajar la tierra.

Nadie sabe que fue del viejo, quien muchos dicen era un espíritu del agua, o el mismo padre Dios que no quería que pereciera esta nueva generación de mazahuas.

Lo cierto es que a las orillas del lago, cuando sopla el viento, algunos sabios aun pueden escuchar al hombre dando consejos, siempre el mismo, y siempre despertando algo dentro de quien lo escucha.

martes, 28 de octubre de 2014

LEYENDA ÓPATA SOBRE LA LUNA



Una vez escuché esta leyenda de labios de Ignacio Tacho, un Ópata puro quien junto con Ruperto Medina Z. era uno de los más conocedores de las tradiciones de sus antepasados y de los pocos Ópata puros que entonces quedaban. La leyenda dice así: Cuando fue creado el mundo no existían ni la luna ni las estrellas.

Por la noche el cielo estaba oscuro y toda la tierra en tinieblas.

Según la tradición de los pueblos ópatas, cuando una mujer iba a contraer nupcias, tenia que cocinar una olla con carne de venado maso, en Ópata y si a los padres del novio les gustaba el guisado, le entregaban al joven su novia, si no, no había casorio.


Mucho antes de la llegada de los españoles en una de las tribus ópatas había una joven muy bella llamada MECHA, hija del jefe de la tribu y quien estaba dispuesta a casarse con su pretendiente, el joven guerrero TUTULZIN.


Todos de acuerdo, se llevó a cabo la ceremonia; los padres de Mecha escogieron la mejor carne de venado y ella la puso a cocer sin separarse del fuego hasta que estuvo bien cocinada, luego, ya tranquilamente se fue a dormir.


Pero la perversa UMOLA quien también se quería casar con Tutulzin, vino por la noche y atizó el fuego de nuevo por lo que por la mañana, cuando fueron a ver el cocido, éste estaba quemado.


Como es natural la familia de Mecha y la del novio estaban desesperadas; la novia afligidisima, todos trataban de consolarla y ella sollozaba desconsolada.


La casa del dios TAA, el sol estaba en ese tiempo muy cerca por lo que podía escuchar prontamente las oraciones. Así pues, la princesa Mecha se dirigió a escondidas a un bosquecito y desde allí le pidió al padre Taa: "Si realmente eres mi dios, mándame una escala para subir a ti, no me dejes aquí decepcionada".


Taa escuchó la oración de Mecha y le mandó la escala y ella empezó a subir; cuando iba a la mitad del camino que la separaba del cielo, la vio uno de sus familiares y comenzó a gritar dando la alarma.


Cuando ocurre un hecho de esta naturaleza, se canta una canción para que la persona desista de su propósito, el padre de Mecha fue el primero que empezó a cantar: "Oh, mi hija querida, baja, es tu padre quien te llama, baja por el amor de dios". Mecha por toda respuesta dijo: "No te rechazo padre mío, pero ahora mi misión es encontrar buena carne de maso y si no consigo volver, yo seguiré siendo tu hija en la otra vida".


Todos cantaban procurando convencerla, pero ella seguía subiendo.., subiendo entre nubes blancas, hasta que comenzó a resplandecer con una luz purísima y luego se trasformó en la luna mecha, en Ópata que desde entonces admiramos en el cielo por las noches.


El novio, el valiente Tutulzín, no perdió tiempo y trató de seguirla hasta el cielo, pero cuando estaba a punto de alcanzarla, se transformó en una brillante estrella que ahora se llama estrella del norte.


Los antepasados decían de esta estrella que es el perro que cuida a Mecha, porque no cambia de posición.


Tutulzín esperaba alcanzarla y casarse con ella prescindiendo de la tradición, ya que se había enterado de la pérfida acción de Umola.


Pero su amada había dejado la tierra antes que él y aún sigue sin alcanzarla.

LAS VAQUITAS MARINAS



Ahí donde queda la axila de México, en la desembocadura del Rio Colorado habitan las KILIWAS también conocidas como Vaquitas Marinas.

En verdad son ballenas, las ballenas más pequeñitas del mundo. No miden más de un metro y cuarenta centímetros. Tienen grandes ojos negros y una boca negra, negra y gruesa.

Cuenta la leyenda que la tribu de los KILIWAS vivía en paz alimentándose de la caza y la pesca, hasta que un día llegaron los Hombres del Norte que planearon atacarlos para quitarles sus tierras y los productos de su esfuerzo. 

Como los KILIWAS no sabían nada de la guerra, decidieron nombrar a un cazador fuerte y hábil para que los defendiera.

El ganador resultó ser COYOTE DE AGUA, quién organizó a los hombres para defenderse.

Al principio las fuerzas eran parejas, pero los HOMBRES DEL NORTE más avezados en las artes de la guerra fueron poco a poco mermando las fuerzas de los KILIWAS. COYOTE DE AGUA, entonces cambió de estrategia. 

-“Gente mía. Tome cada uno de ustedes dos mejillones y una piedra azul y huyamos hacia la desembocadura del rio de los KILIWAS”-

Ahí habremos de salvarnos, nuestro CREADOR EL SOL conmigo ha hablado.


La gente obedeció y perseguidos por los HOMBRES DEL NORTE, al río llegaron, viéndose rodeados COYOTE DE AGUA, les pidió a todos que se pusieran los mejillones negros en los ojos.

Lo que todos hicieron, entonces el CREADOR SOL brilló con fuerza y los transformó, les dio aletas dorsales y laterales. Por último COYOTE DE AGUA les pidió que se sumergieran en el agua y se pusieran la piedra azul debajo de la lengua, lo cual hizo que pudieran adaptarse fácilmente al ambiente marino y fluvial.

LOS HOMBRES DEL NORTE se apoderaron de sus tierras, pero nunca pudieron vencer a los KILIWAS quienes viven en paz en la desembocadura del Rio Colorado.


Hoy en día ese río está contaminado y sólo quedan menos de 400 KILIWAS o vaquitas marinas.

Sus primos los delfines del Rio Amarillo ya desaparecieron y los KILIWAS esperan pronto juntarse a ellos ya que los HOMBRES DEL NORTE no han dejado de hostigarlos arrojándoles basura y desperdicios tóxicos.

LOS KILIWAS, UN PUEBLO AMANTE DE LA PAZ QUE DEFENDIO SUS DERECHOS A SOBREVIVIR Y QUE AL VER PERDIDA SU TIERRA SON ACOGIDOS POR SU PADRE EL SOL.

lunes, 27 de octubre de 2014

ASÍ SE FESTEJA EL DÍA DE MUERTOS EN CHICAGO



Es lugar común decir que cuando alguien abandona su país de origen para irse a radicar a otro, con el tiempo pierde sus costumbres. Más trillado es el tema de los chicanos, pochos, tex-mex o México-americanos quienes con el paso de las generaciones han adoptado una identidad propia que poco tiene que ver con lo americano o lo mexicano. Sin embargo, también sabemos que las tradiciones y costumbres no se pierden por completo, sino que se transforman de acuerdo con la idiosincrasia de los tiempos.

Durante una visita a Chicago entre octubre y noviembre tuve la curiosidad de saber si algunas familias mexicanas celebran el Día de Muertos y, de ser así, cómo lo hacen. De antemano estaba enterado de que en un museo exhiben altares de muertos, pero ¿qué pasa en los panteones? ¿Dónde entierran a sus difuntos los millares de mexicanos que radican aquí? ¿Cómo los recuerdan en estas fechas? El 1º de noviembre vi un anuncio en un periódico local que invitaba a disfrutar de los altares de muertos. Así se me ocurrió que tal vez podría escribir un artículo sobre el Día de Muertos lejos de nuestras fronteras.

El anuncio en cuestión era de los funerales Zefrán, ubicados en un sector latino en el centro de Chicago 1941 W. Cermark Road. Jennifer y yo fuimos a visitarlo y con orgullo nos recibió la Sra. Concha Rodríguez, quien explicó que hace pocos años se dieron a la tarea de mantener viva la tradición de Día de Muertos, haciendo exhibiciones de altares en sus instalaciones. Dijo que el principio fue difícil, pues no obtenían la respuesta esperada, sin embargo, dos años antes unos parientes de su marido, que tienen una funeraria en Iguala, Guerrero, hicieron un viaje ex profeso para colocar unos altares de muertos y el éxito rebasó las expectativas. Fue así como cientos de personas revivieron o se dieron cuenta de la existencia de una festividad muy arraigada entre nosotros. Desde entonces, el interés por esta tradición ha ido creciendo al grado de que en algunas escuelas organizan visitas a la funeraria y piden a los niños que, si lo desean, lleven fotografías u ofrendas para colocarlas junto a un altar común.

Al preguntarle si hay en Chicago algún panteón donde podamos observar la Fiesta de Muertos, la Sra. Concha nos explica que muchas familias mexicanas todavía mantienen la costumbre de enviar a los difuntos a México, para lo cual esta y otras funerarias les ofrecen el apoyo legal, así como los trámites de traslado. Por otra parte, agrega que los México-americanos de segunda o tercera generación, quienes por razones obvias ya se han desligado de sus raíces, normalmente sepultan a sus muertos en los cementerios locales, pero no sabe si esas familias hagan algo especial este día. De todos modos, nos dio las direcciones de dos panteones para que fuéramos a investigar.

Como andamos en un barrio latino, al ir caminando por las calles inesperadamente por ahí nos topamos con un par de altares afuera de unos departamentos. No hay persona que los vigile ni encontramos a alguien para que nos diga quién los puso. Sin embargo, el simple hecho de estar ahí resulta significativo. Rato más tarde nos percatamos también de que en algunas iglesias católicas tienen pequeñas ofrendas y un desplegado informativo sobre el significado del Día de Muertos y las misas que se ofrecen para la ocasión.

En toda la zona metropolitana de Chicago existen varios tipos de cementerios divididos por razas e, incluso, por religiones. Así podemos encontrar panteones ocupados por italianos, griegos, polacos o mexicanos, siempre entremezclándose con los americanos. Pero también hay camposantos católicos o protestantes donde se pueden mezclar las razas pero casi nunca las religiones. Como nosotros deseábamos observar qué ocurría en los panteones con influencia mexicana de preferencia católicos, fuimos a los sugeridos por la Sra. Concha. Allí fue donde descubrimos que muchas personas sí celebran este día, aunque sin el colorido y ambiente festivo que se vive en nuestro país. De esos dos, en el Saint Mary en las calles Pulaski y 87 Street encontramos a varias familias mexicanas de primera o segunda generación haciendo día de campo. La costumbre, si el clima lo permite, es llevar comida y pasarse la tarde junto a la tumba de sus seres queridos para estar un buen rato con ellos.

Algo que resulta interesante observar son las tumbas de mexicanos en estos lugares de reposo eterno. Siguiendo la tradición norteamericana, no existen criptas ni tumbas per se, sino que todo el cementerio es un campo verde y arbolado con infinidad de lápidas verticales. Lo más relevante, en el caso de los mexicanos, es que la mayoría de tales lápidas tienen a la Virgen de Guadalupe como motivo principal, algo poco habitual en los panteones en México.

Para redondear el artículo, al día siguiente fuimos al museo donde en esta época dan una importancia muy marcada a la Fiesta de Muertos. Se trata del Centro-Museo de Bellas Artes Mexicanas cuya función principal es la de exhibir la cultura mexicana en Chicago. Este centro-museo, que cuenta con varias salas permanentes, tiene una sala de exposiciones temporales donde, desde finales de octubre hasta mediados de noviembre, año con año se instala una muestra alusiva a esta tradición, con altares, ofrendas, pinturas, fotografías, calaveras y paneles informativos en inglés y en español sobre el tema en distintos rincones de México.

Para darle realce, hacerlo atractivo y con ello picarle la curiosidad al transeúnte, en el jardín exterior suelen colocar un altar monumental con varias figuras de cartón, como “la mojiganga” de la tehuana, “el charro”, “la china poblana” y “el tamaulipeco”, que fueron las esculturas seleccionadas el año pasado y realizadas por el artista invitado, Alejandro García Melo.

Ya en el interior del museo, dentro de la sala temporal, comenzamos a disfrutar de la interesante muestra con ofrendas traídas ex profeso de diversas partes de México, como por ejemplo, una prestada por el Centro Cultural de la Huasteca Hidalguense, otra del Distrito Federal, otra de Janitzio, Mich. etc. Asimismo, algunos altares y ofrendas fueron realizados por artistas locales, es decir, por mexicanos de primera, segunda o tercera generación radicados en Chicago.

Vale la pena mencionar que en algunos de los altares se puede observar un sincretismo muy singular entre lo mexicano y lo ya chicano, con elementos tradicionales nuestros y otros modernos americanos. Por ejemplo, vemos por ahí un altar dedicado a un héroe caído en la Guerra del Golfo Pérsico, en el cual aparecen elementos como papel maché, papel picado, una calavera de azúcar, un avión a escala de madera, el uniforme del difunto y la bandera norteamericana.

Los guías del centro-museo, todos bilingües, nos explican que la mayoría de los visitantes a esta muestra es gente de origen latino, dígase jóvenes o viejos, así como escuelas cuya población es predominantemente latina. Uno de ellos nos cuenta que los elementos tradicionales, como el pan de muerto, las calaveras de azúcar y el papel picado son adquiridos en ciertas tiendas mexicanas, pero siempre resulta difícil conseguir la flor de cempasúchil que, en ocasiones, alguien importa bajo trámites legales muy estrictos. “Sin embargo”, añade, “vale la pena tenerla porque le da un colorido muy especial a los altares”. Otra alternativa es mandar pedir semillas a México, o conservarlas para sembrarlas con anticipación y que la flor esté en su punto para esos días.

El centro-museo cuenta, además, con una pequeña tienda donde venden artesanías, libros y revistas tanto mexicanas como México-americanas. Durante la exhibición de Muertos ofrecen también fotografías, postales, dulces, calaveras de azúcar, chocolate o amaranto y artesanías alusivas al tema.

Fue así como al estar lejos de mi tierra en estas fechas, pude comoquiera disfrutar de la Fiesta de Muertos entre un ambiente mexicano muy sui generis, y reafirmar que, en efecto, algunas tradiciones y costumbres pueden modificarse con el tiempo, pero jamás perderse por completo.

TZAPOTLATENA Y EL ÚXITL



Mi madre me contaba la historia de una diosa llamada Tzapotlatena que había inventado una resina medicinal llamada úxitl, un aceite que se extrae de la resina del pino.

Esta resina es muy buena para curar las bubas que produce la enfermedad conocida como quaxococihuiztli, y alivia también  la chaquachiuhuiliztli. Mi padre que es tícitl, médico, la emplea constantemente cuando acude a curar a los enfermos de la ciudad de Tenochtitlán que queda un kilómetro de nuestra casa. Esa úxitl es también muy efectiva para curar los males de la garganta, especialmente la ronquera, y las grietas de los labios y los pies, por eso los que recogen la resina y los que la venden veneran a la diosa, le hacen sus festividades y le ofrendan hule, copal, papel y hierbas aromáticas y medicinales.


Mi tata nunca deja de poner la ofrenda destinada a Tzapotlatena, pues es muy devoto de ella.


Parece ser que antes de convertirse en diosa, Tzapotlatena fue una hermosa mujer muy sabia que contaba con la capacidad de curar cualquier enfermedad por extraña que fuese.


Descendía de mujeres de linaje del poblado de Tlayolan. Me cuenta mi madre que en una ocasión fue a buscar a Tzapotlatena un niño para que atendiera a su mamá que se encontraba en trabajo de parto y el bebé se negaba a salir. La joven acudió en seguida a ver a la parturienta, y como los remedios que le ofreció fueron inútiles ordenó que le llevasen resina de pino, con la cual preparó emplastos que colocó en el vientre de la mujer sufriente. El remedio fue eficaz y al poco tiempo el niñito nacía perfectamente sano.


Ante esta maravilla Tzapotlatena empezó a emplear el úxitl, no solamente para ayudar en los partos difíciles, sino para curar muchas otras enfermedades como las que he mencionado.

Un nefasto día a la curandera la mordió una víbora en extremo venenosa, y de nada sirvieron sus remedios. Pasados dos días Tzapotlatena murió. Se la sepultó con honores que se merecía por su talento y porque todos en su comunidad la adoraban por buena y sabia. Así se convirtió en divinidad, patrona de los curanderos y los tícitl, a quienes legó sus conocimientos y remedios, y el arte de curar con la resina mágica. Incluso su pueblo empezó a ser nombrado como Tlayolan-Tzapotlan en honor de la bella y sabia Tzapotlatenantzin.

Esta es la historia que me contó mi madre un día, yo se la repito a usted para que sepa apreciar el poder curativo del úxitl y la sabiduría de Tzapotlatena.

LA MUERTE DE LA SERPIENTE GIGANTE



La llegada del monstruo había sido predicha años atrás por un árbol profeta de color ceniza que crecía en medio de la comarca, por lo que los hombres habían establecido ya destacamentos militares en varios puntos estratégicos para vigilar los caminos. 

La serpiente gigante apareció por el norte, en la época anunciada. A uno de esos destacamentos lo tocó librar con ella el primer combate.

Los guerreros atacaron con valor, pero tuvieron pronto que retirarse, pues sus flechas no hacían mella en el caparazón escamoso del animal. 

La segunda batalla fue un aguaje, y su resultado aún más funesto para las tribus, pues muchos murieron allí.

El gran capitán, viendo la desventaja en que se hallaba su ejército, decidió pedir auxilio al famoso mago Chapulín Guóchimea. Los principales jefes estuvieron de acuerdo, y enviaron como emisario a la golondrina. 

La golondrina cruzó extensas llanuras y altos montes, sin detenerse a descansar. Llegó al fin a donde estaba Guóchimea, y le dijo: 

-“El Gran Capitán te saluda reverente, y en nombre de las ocho tribus yaquis requiere tu ayuda para exterminar a la serpiente gigante anunciada hace tiempo por el árbol”- 

El mago aceptó y le pidió a la golondrina que llevara sin demora este mensaje al Gran Capitán. 

No bien partió la golondrina el mago se afiló los serruchos de las patas y se trepó a la cumbre de un cerro. Pronunció allí palabras misteriosas, y con un golpe de espolones dio un salto inmenso, cubriendo en minutos distancia que un hombre tardaría doce días en recorrer. Así en pocos saltos, pudo llegar al campamento antes que la golondrina.

Estaban allí el Gran Capitán y sus principales guerreros: Penacho de Nieve, El Que Lleva la Vía Láctea por Penacho y otros. La tropa celebró con gran júbilo la venida de su salvador. 

Cuando terminaron los festejos, dijo el mago Chapulín: -“Júntenme ramas y hojas verdes”- 


Los hombres lo hicieron con rapidez. Entonces, les indicó que las machacaran para extraerles el jugo. 

Cuando el mago vio el líquido verde en el cántaro, mandó: 

-“Báñenme ahora el cuerpo con esto”- 

Lo bañaron, y quedó todo verde. Luego, señalando hacia un árbol, dio la última instrucción: 

-“Déjenme arriba de ese árbol, pues por ahí vendrá la serpiente”- 

Ya en el árbol, se confundió con el color de las hojas. 

No tardó en aparecer el fabuloso animal. Aunque miraba para todas partes con sus poderosos ojos, no llegó a distinguirlo entre el follaje.

Cuando estuvo a su alcance, el mago Chapulín le saltó encima y le dio golpes brutales con los espolones. La cabeza del monstruo salió rodando, para ir a detenerse a cuatro leguas de allí. 

Todos corrieron detrás de la cabeza. Cuando llegaron a su lado, ésta, en el fin de su agonía, dijo con voz cavernosa: 

-“Mi propósito era reinar sobre las tribus de Sonora, pero como me derrotaron gracias a la ayuda del mago Chapulín les advierto que deben redoblar la vigilancia, pues pasando los vendrán del oriente y del sur unos hombres blancos con armas poderosas que vomitan fuego. Si quieren triunfar en esa lucha quítenles sus armas y combátanlos con ellas sin tregua De lo contrario todos serán esclavizados y perderán sus tierras”- 

El cuerpo de la serpiente quedó convertido en piedra. 

La predicción se cumplió, ya que un tiempo después vinieron los blancos, y los yaquis, que habían estado siempre atentos, los combatieron sin descanso hasta vencerlos.