jueves, 9 de octubre de 2014

LOS VERDADEROS HOMBRES







Cierto día, Tepeu y Gucumatz decidieron hacer a los verdaderos hombres, después de haber fracasado en sus intentos anteriores.


Querían que los hombres existieran sobre la Tierra para ser adorados, nutridos y celebrados. Ellos dijeron: Ha llegado el tiempo del amanecer, de que se termine la obra y que aparezcan los que nos han de sustentar, y nutrir, los hijos esclarecidos, los vasallos civilizados; que aparezca el hombre, la humanidad, sobre la superficie de la tierra.


En la noche se reunieron y decidieron de qué debía estar hecha la carne de los humanos: Se juntaron, llegaron y celebraron consejo en la oscuridad y en la noche; luego buscaron y discutieron, y aquí reflexionaron y pensaron.


De esta manera salieron a luz claramente sus decisiones y encontraron y descubrieron lo que debía entrar en la carne del hombre.


Poco faltaba para que el sol, la luna y las estrellas aparecieran sobre los Creadores y Formadores.


De un lugar llamado Paxil, de Cayalá, Yac, el gato montés; Utiú, el coyote, Quel, la cotorra; y Hoh, el cuervo trajeron elotes blancos y amarillos.


Con parte de la masa de estas mazorcas, Ixmucané hizo nueve bebidas para dar vigor y músculos a los primeros cuatro hombres, y con otra parte formó su carne y su sangre.


Ellos se llamaron: Balam-Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah, y Iqui-Balam. Estos fueron los primeros padres de los mayas creados por el Formador, los Progenitores, Tepeu y Gucumatz.


Fueron hombres que hablaban, veían, andaban y asían las cosas. Era bella su figura de varón. Además, eran inteligentes y lograban ver el mundo que los rodeaba, aun cuando la distancia de las cosas fuese inmensa.


Se trataba de hombres maravillosos, que no tardaron en darles las gracias al Creador y al Formador por haberles dado vida.


Y en seguida acabaron de ver cuánto había en el mundo. Luego dieron las gracias al Creador y al Formador: “¡En verdad os damos gracias dos y tres veces! Hemos sido creados, se nos ha dado una boca y una cara, hablamos, oímos, pensamos y andamos; sentimos perfectamente y conocemos lo que está lejos y lo que está cerca. Vemos también lo grande y lo pequeño en el cielo y en la tierra. Os damos gracias, pues, por habernos creado, ¡oh Creador y Formador!, por habernos dado el ser, ¡oh abuela nuestra! ¡Oh nuestro abuelo!” dijeron dando las gracias por su creación y formación.


Pero a los dioses no les agradó que estos seres fuesen tan perfectos, siendo que habían sido creados por ellos: Corazón de Cielo, Huracán, Chipi-Caculhá, Tepeu, Gucumatz, los progenitores, Ixpiyacoc, Ixmucané, el Creador y el Formador; o sea, todas las divinidades creadoras.


Entonces, Corazón de Cielo les echó vaho en los ojos, y los hombres solamente pudieron ver lo que estaba cerca de ellos.


La sabiduría y los conocimientos de los hombres, padres de los maya-quichés, se destruyeron, ya no eran tan perfectos como los dioses.


Para que formaran pareja con los estos seres, los dioses crearon a Cahd-Paluna, Comihá, Tzununihá, y Caquixahá, todas hermosas mujeres que engendraron con sus esposos a las tribus grandes y a las pequeñas de los mayas. Los descendientes Tepeu, Olomán, Ahau, Cohah y Quenech se fueron hacia el Oriente y se multiplicaron. Balam-Quitzé fue el abuelo y el padre de las nueve casas de los Cavec; Balam Acab lo fue de las nueve casas de los Nihaib; y Cahucutah formó las cuatro casas de Ahau-Quiché. Y así nacieron todos los grupos de indios mayas.

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