sábado, 2 de mayo de 2015

LAS PUERTAS DEL PANTEÓN



Soy una chica de Mazatlán, me llamo Diana y voy contar esta historia que me paso a mi y a mis amigas una noche de Carnaval.

Antes de ir con la historia quisiera decir que soy una chica a la que le encantan todo lo que tenga que ver con el miedo, los espíritus, las cosas para normales. A mi ya me ha ocurrido varias cosas, la gente me dice que es un don que tengo porque puedo ver los espíritus y sentir buenas o malas vibraciones.

El caso es que estábamos yo, mi amiga Laura, Vanessa, Yolanda y Patricia. Era Carnaval y en el pueblo donde veraneo hay mucha marcha, además la gente se queda a vivir todo el año.

Pues bien, ya teníamos planeado que esa noche queríamos hacer algo interesante, y pensamos en hacer la tabla de ouija. Al principio todas íbamos muy decididas pero conforme llegaba la hora más temíamos ese momento. El caso es que a las 21:00 horas salimos del pueblo con las bicis y nos fuimos a un cementerio muy, muy lejano del pueblo que está justo detrás de una montaña escalofriante. Cuando llegamos aún no era la hora así que comenzamos a explorar el cementerio.

Cogimos las linternas y exploramos las tumbas. En aquel cementerio las tumbas tienen el nombre, la edad y la razón de porque se ha muerto cada persona. Estuvimos leyendo algunas y habían muchas interesantes como casos de asesinatos, suicidios...

El caso es que yo tropecé con algo que estaba en el suelo.

Empecé a cavar y pude ver que era una tumba enterrada y comencé a leer enfocando con la linterna. Aquella tumba era la de un hombre que se llamaba Lucas, que tenia 35 años y en la tumba ponía que la causa de la muerte es que era que se suicidó por que los espíritus se lo mandaron. Lo más sorprendente es que abajo del texto estaba el numero 666. Estaba todo oscuro, estábamos muy asustadas pero aún así quisimos seguir con el reto. Nos pusimos al lado de aquella tumba sacamos la tabla... 

Invocamos a Lucas y nos dijo que nos fuéramos y que lo dejáramos en paz. Nosotras no le hicimos caso y seguimos insistiendo, entonces fue cuando nos amenazó de muerte, rompió el vaso, la tabla salió volando... Nosotras bastante asustadas cogimos las bicicletas y nos fuimos, pero vimos que la puerta estaba ¡¡cerrada!!

¿Quién la podría haber cerrado si en ese cementerio los sábados no hay guardia? El caso es que estábamos aterradas y atrapadas, entonces decidimos saltar. Pero también se nos presentaron más obstáculos, pues a mi amiga Yolanda no la dejaba salir. Estábamos ya todas fuera menos ella. No podía salir así que nos fuimos todas a buscar a mi madre y a gente que nos ayudara y a la pobre Yolanda la dejamos sola. Fue un trauma para ella y para todas.

El caso es que cuando abrimos entre todos la puerta tampoco podía salir:

Entrábamos y saliamos todos, pero ella no podía. Todos estábamos bastante nerviosos hasta que mi madre cogió a mi amiga en brazos y la consiguió sacar de aquella terrible pesadilla.

Esta historia salió en el periódico del pueblo, junto a nuestra foto. Desde entonces ni se nos ha ocurrido hacer la ouija ni nos hemos atrevido a acercarnos por aquel cementerio.

No hay comentarios: