sábado, 9 de abril de 2016

LA SOMBRA DE CARIDAD



En Cuajinicuilapa, La Perla Negra de México como se le apoda, un poblado de Guerrero donde predominan los descendientes de antiguos esclavos negros, vivía doña Caridad Betanzos, mujer de piel oscura que se dedicaba a elaborar máscaras de diablo y figuras a base de conchas de coco.

Su casa, su taller al mismo tiempo, estaba construida con zacate y tenía techo redondo.
Era una mujer de cincuenta años, fuerte, mal hablada, bebedora de ron y amiga de burlarse de sus congéneres.

Un funesto día Caridad tuvo un ataque cardíaco y murió. Pero como tenía una “sombra pesada” no descansó en paz y su sombra, su esencia corporal, su espíritu que nunca fue “levantado”, vagaba por la población asustando a las personas.

Un día, el aprendiz del maestro carpintero don Francisco, un joven de quince años llamado Armando, salía del taller de su patrón para dirigirse a su casa. Era tarde, casi las doce de la noche, pero como urgía entregar un trabajo que le habían encargado a don Francisco unos señores de Acapulco, se había quedado hasta tarde ayudando a su maestro.

Caminaba muy quitado de la pena cerca del cementerio para acortar el camino a su casa, cuando de pronto escuchó una risa terrorífica y una palabras de ultratumba que le decían: -¡Hey, muchacho, voltea! Era Caridad que quería capturar el alma de Armando.

En ese momento, el chico se dio cuenta del error cometido, pues sabía que nunca se debe permanecer en los lugares ligados a los muertos, pero estaba cansado y deseaba tenderse en su catre pronto.

Ante las palabras pronunciadas por la sombra de lo que fuera doña Caridad, Armando volteó a verla completamente aterrado. Un horripilante esqueleto con la carne todavía pegada a los huesos, el crespo pelo largo y la expresión amenazante se le acercaba emitiendo unos sonidos de ultratumba que semejaban desgarradores sollozos.
Presa de pánico, Armando emprendió la carrera, pero la sombra fue más rápida y agarrándole por la espalda, le sacó su esencia corporal y se la introdujo entre los huesos.
El muchacho cayó muerto en el acto, y la sombra de caridad se dirigió a una de las tumbas del panteón para por fin descansar en paz. 

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