En
todo el estado de Chiapas y en especial en Huixtla, una pequeña ciudad de la
región del Soconusco, se cuenta una interesante leyenda que hace referencia a
El Tzipe, un niño pequeño negro que tiene la cualidad, o el defecto, de tener
los pies al revés. No se sabe si es de raza negra o si está tan moreno por
andarse comiendo los carbones de los hornos de pan de las panaderías que son
sus delicias y siempre se los anda robando.
El Tzipe es sumamente
travieso, siempre anda molestando a los animales y a las personas con sus
maldades. Por ser tan travieso, las personas siempre lo están persiguiendo. Es
difícil apresarlo, pero si alguien lo logra, inmediatamente se convierte en un puñado
de basura, que se quema con la intención de que el niño negro desaparezca. Pero
es inútil porque vuelve a aparecer por donde le da la gana.
A El Tzipe le encanta
jugar con otros niños y aventarles piedritas a las muchachitas jóvenes cuando
están dormidas, para despertarlas. Pero eso sí, nunca las lastima, sino al
contrario, a aquellas a quienes se les aparece el niño terminan con sus tareas
hogareñas muy pronto, porque él las ayuda.
Un
señor natural de Huixtla cuenta que vivía cerca del panteón, y para llegar a su
casa después de trabajar debía cruzar El Chichal, una calle que tiene árboles
frutales. En una ocasión se le hizo más tarde que de costumbre y a las once de
la noche se encontraba en El Chichal. Le dio miedo, pues en esa zona, sin luz
ni casas, se asegura que se aparecen los espantos. El señor se armó de valor y
siguió avanzando en su bicicleta que era su medio de transporte usual.
Cuando iba a la mitad del
paraje, que en realidad es solamente una cuadra en la ciudad, sintió que la
bicicleta andaba más lentamente y que a él le costaba más trabajo pedalear que
de costumbre. En un momento dado sintió las manos de alguien que se apoyaban en
sus hombros. Volteó a ver quién era y ¡Oh, sorpresa El Tzipe estaba montado en
los “diablitos” de la bicicleta! En cuanto vio los grandísimos ojos del niño
negro, y sus dientes tan blancos como la leche que asomaban entre sus grandes
labios, todo su cuerpo empezó a temblar incontrolablemente y un terrible miedo
lo invadió.
Al salir de El Chichal,
sintió que su bicicleta su volvía más ligera, volteó de nuevo a ver al Tzipe y
se dio cuenta de que ya no estaba en la bici. El pobre señor del susto cayó
enfermo con fiebre toda una semana, y desde entonces nunca más llegó tarde a su
casa, ¡no fuera a ser que se le volviera a aparecer el Tzipe, el negrito come
carbón.
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