lunes, 25 de febrero de 2019

UNA BRUJA




Hace mucho tiempo existía una bella doncella, quien se había casado con el joven más guapo del pueblo. Todos decían que eran la pareja ideal. Cierta mañana su compadre le preguntó:
―¿Qué tal es tu mujer?
―Excelente. Además de bella es una estupenda cocinera. Lo que no me acaba de agradar es que desde que nos casamos me prepara moronga.
Esto extrañó al compadre, quien al día siguiente regresó y le dijo:
―Compadre, no es por chismear, pero a mí me dijeron que es malo comer moronga. Pregúntele a la comadrita el porqué.
Acto seguido, el hombre fue y cuestionó a su mujer:―Oye, amor, ¿por qué siempre desayunamos moronga?
―Es porque mi padre es dueño del rastro y lo que no se vende nos lo repartimos entre los hijos: a mi hermano mayor le tocan las vísceras, a mi hermana las patas, y a mí la sangre... Por eso.
El hombre quedó complacido con dicha explicación. Sin embargo el compadre se presentó asustado, comentándole que en el pueblo todos sabían que ella era una bruja y que por ello nadie la había desposado.
―Mejor espíela, compadre, espíela... y verá de dónde saca la moronga.
Así lo hizo y tempranito en la mañana antes de que el sol saliera, vio cómo su mujer se levantó y camino hacia la cocina. A través del fogón vio la figura de su esposa, la cual ante sus ojos y sin percatarse de ser vista, se empezó a quitarse la piel y convertirse en una bola de fuego. El hombre quedó impactado, sin habla. Corrió a ver a su compadre y le contó lo que había visto:
―Compadre... compadre... salga rápido por favor.
Gritaba el joven, quien al ver a su compadre sin mediar palabra le tomó del brazo y se lo llevó a su casa. Ahí encontraron la piel de su esposa. El compadre al verla se quedó sin habla, más en un momento de lucidez le dijo: ―Quemémosla, así no podrá regresar y ya no seguirá matando a más niños. Y así lo hicieron: quemaron la piel de la joven, quien al regresar y no encontrar su piel gritaba enfurecida y al mismo tiempo asustada pues la mañana se acercaba y el sol empezaba a verse en el horizonte. El joven escondido y muy asustado vio cuando los primeros rayos del sol quemaron a su esposa. …y este fue el fin de la bruja de Coyoacán., se relata que hace más de dos siglos al ser las 2 am, corre por las calles una madre vestida de blanco, conocida como La Llorona; es una mujer que va causando terror a las personas que escuchan su llanto. Luisa, una bella joven que vivía sola en una pequeña casa que permanecía siempre cerrada a sus múltiples admiradores. Sus puertas se abrían solo en las noches sin luna y salía ella silenciosa y cubierta a encontrarse con un apuesto joven envuelto en su capa. Para escándalo de todas las personas del lugar, una mañana aparecieron abiertas las puertas y ventanas de aquella casita, sin embargo paulatinamente se fue olvidando el suceso, mientras Luisa, feliz, vivía su pasión con don Nuño de Montes-Claros y sus tres hijos.
Poco a poco, sin embargo, él se alejaba del hogar hasta que al fin no regresó más. Una noche, mientras Luisa mecía al menor de sus hijos, la luna iluminaba su triste semblante, lo colocó en la cuna y se lanzó a la calle sin saber que sus pasos la conducían al palacio de Montes Claros que lucía hermoso y muy animado. Ella enloqueció al enterarse que se trataba del matrimonio de don Nuño a quien pudo ver con su dama, desde la escalera. Fuera de sí, regresó a su casa y con un puñal le dio muerte a sus hijos. La justicia la condenó a morir en garrote vil. Luisa caminó sin la belleza de antes hacia la muerte, subió las gradas sin zapatos y al encontrarse con su casa enfrente gritó y elevando las manos, cayó al suelo.
La justicia del cielo cayó primero y ese mismo día en el palacio fue el entierro de don Nuño. Desde entonces se escucha por la noche el grito agudo que es el alma en pena de Luisa, sin consuelo ni descanso. Que al dar muerte a sus hijos tan despiadadamente por un mal de amores.


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